EL SONETO
LA MUSICALIDAD Y EL MENSAJE
DE LAS PALABRAS.
Lucila González de
Chaves
Maestra del idioma,
periodista y escritora
“Aprendiz de Brujo”
Lugore55@gmail.com+
La poesía es una
proyección estética de nuestros sentimientos y de nuestro pensar; la traslación
al lenguaje de un estado espiritual; el arte de trasmitir la vida en palabras.
La poesía es arte, y ningún arte puede ser estrictamente definido. Podemos dar
una explicación científica, jurídica, histórica, geográfica, pero nada de ello
rozará siquiera esa zona donde se incuba misteriosamente el mejor poema.
La poesía combina tres
elementos: sonido, ritmo y significado, y busca conseguir en un espacio mínimo
la máxima intensidad de la expresión. Igual que la música, la poesía utiliza
como vehículo una sucesión de sonidos; pero, al contrario que en las notas
musicales, las palabras que forman el poema tienen significados inherentes,
además de los que reciben por su relación con la composición en conjunto.
Como la pintura y la
escultura, la poesía nos da representaciones de objetos concretos, pero difiere
de dichas artes en que tiene una mayor capacidad para mezclar con las
representaciones concretas, una serie de ideas puramente abstractas.
Al sentido estético y
finura de espíritu les es fácil reconocer una buena poesía; pero, como hay una
gama muy extensa de conceptos diferentes sobre el hacer, el sentir y el pensar,
ninguna definición puede abarcar cuanto la poesía significa para el ser humano,
ni servir para definirla y clasificarla de manera estricta y rigurosa.
El significado de un poema
genuino no es, ni más ni menos, que todo
el poema mismo. Si se pudiera expresar adecuadamente de cualquier otro modo,
seguramente no se hubiera escrito en forma poética.
La poesía es una
disciplina efectiva en la vida
sentimental del ser humano, ya que somete vivencias inmediatas y personales a
la prueba de los valores perdurables. Por eso, su función no sólo es deleitar,
sino también humanizar los anhelos del hombre, dándoles expresión, y para
mantener un tono elevado en la intensidad del sentimiento, la poesía se expresa
muchas veces por paradojas, sugerencias e insinuaciones, y busca la metáfora y
el símbolo, formas literarias todas ellas que casi nunca se encuentran en la
prosa.
El poeta, como ser
humano, conoce la existencia con su sensibilidad, y como cada sensibilidad es
distinta, la existencia también es distinta en cada poesía, y cuanto mayor es
su sensibilidad, más exquisitos, tenues y refinados son los matices que el
sentir y el pensar adquieren en el interior de su alma.
En la poesía culta, el
poema surge del sentimiento, la inteligencia y el lenguaje depurado y fino del
poeta. Ella alcanza aquí el nivel literario; es la poemática del pensar, es
símbolo, mano tendida para que el estado de espíritu de su autor pueda tener
eco preciso en el oyente o en el lector. Es la poesía que arrebata moviendo los
afectos del ánimo, gracias a la altura de los pensamientos y a la belleza de
las imágenes. -
Dentro de esa poesía
culta, el SONETO es la prueba de
fuego del poeta. Esos catorce versos (dos cuartetos y dos tercetos) son, al
decir del crítico alemán Albrecht Schoeffer, “la forma propia del trovador
enamorado, que no quiere aparecer delante de su dama sin la gloria o el brillo
de sus armas espirituales.
El soneto puede ser
comparado a un torneo, un combate singular con el dios del amor, con el
destino, con la desventura o con el propio ser amado, para convencerlo del
carácter del poeta, de su valor, de su sufrimiento y así, obtener el premio de
amor debido al amor…
El soneto
Una vez que cae el Imperio Romano,
llega la Edad Media. Los grandes poetas hispánicos de los siglos XVI y XVII
reiteran el mensaje de Horacio y lo imitan: Garcilaso, Góngora, Lope de Vega,
Quevedo; en todos sus sonetos existe la unidad del tema y parecidos modos de
expresión.
Desde su nacimiento en el siglo XII,
su inmediato apogeo en el Renacimiento y su presencia en los distintos
movimientos, alcanza su último triunfo con los “parnasianos” a fines del siglo
XIX.
Los sonetos renacentistas se dirigen a
la mujer; en cambio, los contemporáneos ensanchan el tema y se refieren a los
amantes, al hombre, a la mujer; dejan de
lado los estragos de la vejez para referirse directamente a la muerte.
La mayoría de los sonetos solo se
permiten aludir a cosas o ideas consagradamente bellas, y por ello es el soneto
un bello objeto lingüístico que contiene toda la exigencia estética.
Además, este lenguaje debe obedecer a reglas de ritmo y rima que configuren una
forma dada, que es el soneto; esta es la exigencia musical.
Según la exigencia estética, la
poesía debe ser “bella”, y “sobre lo bello”.
“El fin supremo del verso es agradar”
decía Leopoldo Lugones.
Y si la exigencia de belleza era
imprescindible, correlativamente, la poesía debiera tener un lenguaje poético,
el más revelador recurso poético en este sentido son las llamada licencias
poéticas.
La mayor parte del lenguaje se funda
en las posibilidades traslaticias de todo idioma. Aludir a algo sustituyéndolo
por otra cosa que lo evoca, es decir, trasladando los significados. Por eso la
poesía es la audaz transformadora del poder expresivo de las palabras.
Al separarse la poesía de sus orígenes
musicales, quedaron en ella algunos atributos derivados como el ritmo y la
rima; y fue el surgimiento de las distintas formas o combinaciones de dichos
elementos: cuartetos, pareados, sextinas, sonetos, romances, décimas….
Llegó a confirmarse la creencia de que
no podía concebirse la poesía sin referencia a la música; hasta el poeta
Leopoldo Lugones llegó a afirmar que “la poesía es en su esencia emoción y
música”.
La poesía es el lenguaje de lo
sentimental; procura decir concretamente sentimientos y pasiones; pero, el
lenguaje con su lógica y su abstracción pone a la poesía a decir pensamientos
que son lo opuesto a los sentimientos.
El primer escollo de la poesía es,
pues, expresar lo sentimental con el lenguaje que es racional; debe, entonces,
introducir al lenguaje algunas modificaciones. Necesita dar a las palabras que
no son poéticas, un valor emocional, poético. Un ejemplo pueden ser estos
versos de Lugones.
A nuestros pies un río de jacinto
Corría sin rumor hacia la muerte.
La rima
También es un “ritmo”, ya que es
repetición periódica de sonidos iguales, así como el ritmo es repetición de
acento y cantidad. La estructura del verso latino era determinada por
combinaciones de sílabas largas y breves que daban una verdadera música.
Al transcurrir el tiempo no se tuvo en
cuenta la cantidad de sílabas, solamente la acentuación de ellas, como se hace
ahora, que es lo que da la musicalidad.
La necesidad de rimar azuza el ingenio
del creador hacia la metáfora que sirve a lo que él desea expresar.
Si se piensa en la historia de las
palabras y se observa cuántas veces se hacen rimar entre sí derivados de la
misma raíz, se llega a la conclusión de que no solo encausa y uniforma el
sonido, sino también al pensamiento mismo.
Como la repetición lleva a la
monotonía y a la fatiga y a la previsibilidad, la poesía no puede ser
previsible; no puede quitarle al lector la sorpresa de lo inesperado.
Las rimas, las formas fijas hacen
posible una previsión musical, sonora y hasta conceptual. Cuando el poeta de
esta tendencia a la rima escribe “calma”, indefectiblemente sabemos que llegará
a “alma”.
Un crítico y estudioso del asunto
conceptúa: “Las exigencias de ritmo, rima y forma llevan al poeta a escribir
palabras y frases innecesarias y, por tanto, contraproducentes para hacer
entender el contenido del poema; el poeta Huidobro decía: el adjetivo cuando no
da vida, mata”.
Al siglo XX le es indiferente el
soneto, como otras tantas manifestaciones culturales, y le es hostil en
particular, la poesía lírica y quiere acabar con ella.
En América se debilitó más aún, cuando
Jorge Luis Borges no quiso creer en sus “estrafalarios rigores numéricos”, y
Ricardo Güiraldes difundió este concepto: “el sonetista tiene un moldecito de
budín en la mano y mete todo lo que se le pone a tiro”.
Pese a todo, “el soneto es el
instrumento poético principal de los últimos siete siglos; la creación formal
más importante de la poesía lírica durante toda la edad moderna que abarca esos
siete siglos” (César Fernández Moreno).
“El soneto es canción
hablada, oración melódica, declamación musical, según que en él predomine la
música o el pensamiento… es la forma adecuada al hombre intelectual, al
pensador que en determinados estados de efusión, encuentra en sí, al mismo
tiempo, la exaltación de su ser y el poder de su inteligencia”.
La forma definitiva del
soneto se atribuye generalmente a
Petrarca, a Dante y a la corriente llamada “Humanismo”; pero parece que el
creador del poema de catorce versos fue el canciller Federico II, en Sicilia, y
a quien se le llamó Pierre de Vignes o Petrus de Vinea (1197 – 1249).
Generalizado por
Petrarca y perfeccionado, definitivamente, más tarde por Aretino, el soneto pasó de Italia a España, donde
Santillana lo escribió al “itálico modo”, valiéndose del endecasílabo. Pero,
fue el poeta Boscàn quien lo cultivó extensamente; después de él, varios poetas,
entre ellos Garcilaso de la Vega, han dado al soneto una forma más perfecta y
una expresión más clara.
Los integrantes de la
llamada “Pléyade” llevaron el soneto a Francia y le aseguraron dos siglos de
dominación. Fue la forma predilecta de los grandes escritores, y el título de “sonetista” fue el más ambicionado
durante el fervor literario de la corte de los Luises.
En 1530, el poeta y
diplomático Thomas Wyatt llevó el soneto
de Italia a Inglaterra, cuyo ambiente literario recibe esta forma poética como
a un huésped de encumbrado abolengo artístico. Los grandes poetas: Shakespeare,
Keats y Milton lo acogen con entusiasmo y lo construyen con respeto.
Casi simultáneamente,
el soneto entra a Alemania, donde
los maestros de la poesía le conceden un puesto especial.
Su llegada a América
del Sur corre paralela a la Colonia. Sin embargo, son los contemporáneos
quienes lo construyen con perfección. Son muchos sus devotos cultores, entre
ellos: Amado Nervo, José Santos Chocano, Juana de Ibarbourou, Alfonsina Storni,
Eduardo Carranza, Francisco Luis Bernárdez, Rafael Maya….
Algunas muestras de
bellos sonetos:
QUÉ ES
SONETO
Washington Espejo
(Chile
1884 – 1952)
Soneto es una danza del verso en fantasía.
La luz le abre sus brazos en el regio salón.
Ocho son los donceles que esparcen bizarría
Y seis son las princesas que se rinden al son.
Los catorce danzantes, presos en la armonía
En el vaivén enlazan el ritmo y la expresión.
Y al suave movimiento luce la pedrería
Que jugando en los rizos baja hasta el corazón.
Al terminar la danza, rendidos los donceles,
Dejan a las princesas una a una cruzar
Bajo arcos de miradas sobre amorosas mieles.
Y mientras los acordes mueren al modular,
Las princesas ondean como lindos bajeles
Y la mejor se extiende desgranando el collar
SONETO CON UNA SALVEDAD
(Eduardo Carranza –
colombiano)
Todo está bien: el vede en la pradera,
el aire con su silbo de diamante
y en el aire la rama dibujante
y por la luz arriba la palmera.
Todo está bien: la frente que me espera,
el agua con su cielo caminante,
el rojo húmedo en la boca amante
y el viento de la patria en la bandera.
Bien que sea entre sueños el infante,
que sea enero azul y que yo cante.
Bien la rosa en su alto palafrén.
Bien está que se viva y que se muera.
El sol, la luna, la creación entera,
salvo mi corazón, todo está bien.
A SU MEMORIA
(Guillermo Valencia – colombiano)
Que te amé, sin rival, tú lo supiste
y lo sabe el Señor. Nunca se liga
la errátil hiedra a la floresta amiga,
como se unió tu ser a mi alma triste.
En mi memoria tu vivir persiste
con el dulce rumor de una cantiga,
y la nostalgia de tu amor mitiga
mi duelo, que al olvido se resiste.
Diáfano manantial que no se agota,
vives en mí, y a mi aridez austera
tu frescura se mezcla, gota a gota.
Tú fuiste a mi desierto la palmera,
a mi piélago amargo la gaviota,
y sólo morirás cuando yo muera.
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