martes, 27 de septiembre de 2022

EL TÉ Y LA LITERATURA

 

UNA TACITA DE TÉ CON EL ESCRITOR JAPONÉS KAKUSO

 

Lucila González de Chaves

lugore55@gmail.com

“Maestra del Idioma”

 

Toda la historia del té, los ritos para su elaboración, la ceremonia para tomarlo en una fina tacita de porcelana, y, entre pequeños sorbos, su erudición. Hablo del escritor japonés, Okakura Kakuso **, en su invaluable obra “El libro del té”. 

Lo “vemos” sorber su té y vamos meditando y aprendiendo con él sobre la vida, sobre los sentimientos, más que sobre las pasiones, contenidas estas, por medio de la cortesía habitual en los japoneses, por su civilización moral y por sus tradiciones, de cuya pérdida nos habla el autor con cierta melancolía, en el libro citado.

Y para este refinamiento, para este deleite, para entender el trascendente disfrute del té, hay escuelas especiales, pues cultivar el té, procesarlo y tomarlo es un arte; es así como el autor nos habla del “téismo”, haciendo hincapié en la tilde sobre la E, porque no son lo mismo: teísmo y téismo: el primero es una creencia religiosa; el segundo vocablo nace para indicar el ceremonial del té.

Sigue sorbiendo su té en la bellísima tacita de porcelana, al tiempo que nos va exponiendo las teorías del taoísmo y del zennismo, sus reflexiones en torno a su civilización, su religión, su dominio sobre las pasiones sin renunciar a lo sentimental, el valor de la lealtad practicada en el respeto y en la cortesía.

En “El libro del té”,  el lector puede precisar lo simbólico que es para los orientales el té; la trascendente significación que él tiene en su historia, en su idiosincrasia. La siguiente frase es clave, si se lee despacio y con un poco de hermenéutica. El autor dice a los occidentales:

“Nos acusáis de tener demasiado té, pero, ¿no podemos nosotros sospechar que a vosotros os falta té en vuestra constitución?”

Y, agrega: “El sabor del té posee un encanto sutil que lo hace irresistible y muy particularmente susceptible a la idealización”.

El lector avezado no puede dejar de descubrir, al lado de tan hondas meditaciones en torno a una tacita de té, los relampagueos poéticos:

“…bajó al jardín, y sacudiendo un árbol, llenó el suelo de púrpura y de oro, ¡pedazos del manto de brocado del otoño!”

Y, la concepción artística de Kakuso: “El arte no tiene valor más que en cuanto habla de nuestra sensibilidad…, de la melancolía…”.

Inmediatamente se enciende en el lector ese secreto sentimiento, esa esencia de vida que es el goce de las pequeñas cosas.

La historia de la literatura universal registra rápidamente al autor como a “un escritor para jóvenes, invitándolos a conocer sus tradiciones japonesas, y a no dejarse llevar por la invasión de los ideales occidentales”.

Es que los años de 1900 fueron una etapa muy convulsa en la historia del Japón: salía del feudalismo y abría su conexión con el mundo.

Kakuso, afirman también los literatos, “tiene mucha influencia del escritor japonés, Tanizaki, especialmente de su obra “El elogio de la sombra”, donde expone “la belleza de las cosas que han sido usadas”; las cosas que tienen las marcas imborrables del tiempo.

Era el año 1961, y en mis búsquedas en librerías y en ferias del libro, me encontré un lindísimo ejemplar que tenía en la pasta preciosas ilustraciones de motivos japoneses; contenía dos pequeñas-grandes obras: “La flauta de jade” de Toussaint y “El libro del té” de Kakuso.

Yo ignoraba el valor y las características de la literatura japonesa; no digo la literatura oriental, porque había tenido muchos encuentros con libros de autores de la India, entre ellos Tagore, uno de mis, aún, “autores de cabecera”; además, conocía mucha parte de “Los Vedas”, los libros sagrados hindúes, por ejemplo: Los “Upanishads”.

 Fue, entonces, para mí una fiesta el descubrir este bellísimo ejemplar. Lo releí, lo subrayé, tomé notas, hice fichas y lo guardé como una de mis preciadas joyas.

 Pasaron muchos años y un día, no hace mucho tiempo, la vida me puso frente a dos amigos sensibles y esotéricos, pensantes y rebeldes. En el ir y venir de mis palabras y las suyas, en el intercambio de conceptos en una agradable tertulia, en las reflexiones sobre los aconteceres, fui deduciendo que a ellos les gustaría leer ese libro tan celosamente guardado…

La amistad fue creciendo, las conversaciones se alargaron y las reflexiones se hicieron cada vez más sinceras…

 De pronto, un día, tomé mi libro, le escribí dos o tres cosas y lo entregué a mis amigos, dos excelentes críticos...

Pasaron los años, y otro día, mi amado ejemplar, “El libro del té”, reapareció editado en la interesante y asombrosa Serie Cultural que mis amigos dirigían y orientaban.

…….

 ** Okakura Kakuso (1862 – 1913). En japonés es costumbre referirse a los escritores, escribiendo primero el apellido y luego el nombre. Kakuso fue filósofo, artista; escribió con gran autoridad sobre historia e incursionó en crítica sobre el arte de su país. Defensor incansable de las tradiciones ancestrales japonesas, acorraladas por la modernización y la cultura occidental.


 

 

 

domingo, 25 de septiembre de 2022

HAY QUE PONER ATENCIÓN A LOS CONCEPTOS DE LA RAE

 

 

REPASEMOS NUESTRA ESPECIAL FORMA DE COMUNICARNOS

 

1.    1. Revulsivo. Repulsivo

 

El Diccionario de la lengua española define revulsivo como aquello ‘que provoca una reacción brusca, generalmente con efectos beneficiosos’. Por su parte, repulsivo es todo lo que provoca repulsión o repele.

Uso adecuado

Originará un revulsivo la aplicación de la cuarta dosis contra el virus.

Para muchas personas, el alumbrado navideño se mantiene como un revulsivo para que las ventas se mantenga

Hay que tener en cuenta que repulsivo sí es la palabra indicada en las siguientes frases, como ejemplos de sendos significados del adjetivo (‘que repele’ y ‘que repugna’):

«Este tipo de energía tiene un efecto repulsivo contra la atracción sobre la materia» - «Produce un fuerte olor que es placentero para algunas personas y repulsivo para otras».

Recordemos que, cuando se quiere nombrar un producto o una sustancia que repele, lo recomendable es emplear el sustantivo repelente, no repulsivo, como en: «Las mariposas sirven también de repelente para hormigas y pulgones» - «Es un repelente para los insectos».

 

2. 2.Escapar

El verbo escapar va acompañado de la preposición A,  y no:  DE, para hablar de lo que queda fuera del dominio o influencia de alguien o algo.

 

Uso adecuado

       Se escapa al entendimiento el motivo por el que aparecen sus iniciales.

       Se trata de un problema que escapa al poder de control de los administradores.

       El monto escapaba a la capacidad económica del exfiscal.

Cuando escapar se usa con el sentido de ‘quedar fuera del dominio, comprensión o influencia de alguien o algo’, es un verbo intransitivo que se construye con un complemento con preposición A. Sin embargo, cuando no tiene este sentido, sino otros como ‘salir de un encierro o un peligro’, sí rige la preposición DE, como en: «Un preso peligroso escapó de la cárcel» - «Los pasajeros del vehículo escaparon de una muerte segura».

 

3.    3.Empleo de uno, una

 

UNO, por su forma masculina, pierde la ‘o’ cuando precede al sustantivo, ejemplos: un señor, veintiún niños, treinta y un días. Del contexto se deduce su carácter: si es adjetivo numeral, (un libro, dos libros, veintiún libros) o si es artículo indeterminado (un hombre desconocido, un libro cualquiera). Delante del sustantivo femenino no se apocopa, ejemplos: una señora, veintiuna conferencias, treinta y una damas.

La estilística recomienda no abusar de los artículos indeterminados: ‘un’, ‘una’ porque son galicismos y afean el estilo; un ejemplo moderno del abuso de dichos vocablos: “Puede muy bien cualquiera llegar a ser un gran hombre sin estar dotado de un talento ni de un ingenio superior, con tal que tenga valor, un juicio sano y una cabeza bien organizada.” Al anterior texto le sobran casi todos los artículos indeterminados

Es válido el uso del vocablo UNO en relación con la mujer cuando se refiere a hechos no específicos, no exclusivos de las damas, es decir, cuando son hechos comunes a los dos géneros; así, pueden decir las mujeres: uno no mira muchos almacenes; uno no pasea por las avenidas. Uno piensa en él.

Pero debe decirse: UNA pare los hijos con dolor-

 

4, El adjetivo presente

 

El adjetivo presente ha de concordar en número con el sustantivo al que se refiere cuando acompaña a los verbos hacer y tener.

Sin embargo, es habitual encontrar en los medios de comunicación frases como «Los ciudadanos querían saber si el alcalde tiene presente las consecuencias»- «Lo dijo en una reunión organizada para hacer presente las dificultades a las que se enfrentan» - «Este tipo de muestras sirve para recordar y tener presente las crueldades de las guerras».

De acuerdo con el Diccionario panhispánico de dudas, en las construcciones hacer presente y tener presente, el adjetivo presente no se mantiene invariable y lo adecuado es establecer la concordancia en número con el sustantivo al que se refiere, es decir, con el complemento directo de hacer y tener.

Por tanto, en los ejemplos anteriores, lo adecuado habría sido escribir: «Los ciudadanos querían saber si el alcalde tiene presentes las consecuencias»,- «Lo dijo en una reunión organizada para hacer presentes las dificultades a las que se enfrentan» - «Este tipo de muestras sirve para recordar y tener presentes las crueldades de las guerras».

 

martes, 20 de septiembre de 2022

EL NOMBRE COMÚN DE UNA MUY ESCASA VIRTUD

 


LA AMISTAD

 

Lucila González de Chaves

Maestra, escritora y periodista


Estamos asistiendo al cumplimiento de las palabras proféticas del jesuita Teilhard de Chardin, el sabio sacerdote francés de asombrosa lucidez científica, quien dijo:

“Nuestro mundo estallará si no aprendemos a amar”.

Este tiempo se caracteriza por la competición y la ambición de poder, de saber y de tener; y, por darles paso con todas sus secuelas, hemos olvidado amar y servir.

Ya no entendemos que, en nuestros hogares, instituciones, ciudades, en nuestro país, en el mundo entero, todo se derrumba por falta de amor. A lo que hay que agregar el temible arrasamiento de los virus que solo podremos sobrellevar si nos toleramos los unos a los otros.

Es la hora de orar por el amor entre nosotros. Un amor que despierte el perdón, la esperanza y la confianza, el optimismo, la fe, el respeto, la fraternidad, la tolerancia, la sensibilidad por la bella simplicidad de las cosas y de las personas; que nos dé claridad y humildad.

 ¡Hace tanto que la política, la frialdad del saber, el dinero y el poder, el narcisismo y la superficialidad   nos silenciaron todo esto!

Quiero citar apartes de dos textos escritos por dos hombres muy distantes en el tiempo, en el espacio y en la historia, pero fuertemente unidos en la grandeza.

Uno es San Pablo, el apóstol iluminado que, encendido de fe, nos dejó las más maravillosa y profunda definición del amor, en su primera Carta a los Corintios, escrita hacia el año 55 de nuestra era. Él dice:

“Si yo hablara todas las lenguas de los hombres y de los ángeles, y me faltara el amor, no sería más que bronce que resuena, y campana que toca. Si yo tuviera el don de profecías, conociendo las cosas secretas, con toda clase de conocimientos, y tuviera tanta fe como para trasladar los montes, pero si me falta el amor, nada soy.

“Si reparto todo lo que poseo a los pobres, y si entrego hasta mi propio cuerpo para ser quemado, pero si no tengo amor, de nada me sirve.

“El amor es paciente, servicial y sin envidia. No quiere aparentar ni se hace el importante. No actúa con bajeza, ni busca su propio interés. El amor no se deja llevar por la ira, sino que olvida las ofensas y perdona. Nunca se alegra de algo injusto, y siempre le agrada la vedad. El amor disculpa todo; todo lo cree, todo lo espera y todo lo soporta”.

El otro autor, fallecido a finales del siglo XX, fue un brillante abogado y escritor, hijo de esta Antioquia dolorida, y testigo de su calvario en la historia que hoy vivimos; es el doctor Oscar Peña Alzate, quien, ante la tumba de su gran amigo, declaró:

“[…].  La amistad no es un ´conocerse´, no es un ´simpatizar´, no es el mero ´compañerismo´, ni una muestra de circunstancial cariño. Ella es más profunda, más sólida, es imperecedera porque está enraizada en las almas que la nutren.

“[…]. El ser humano necesita de la amistad para habilitar su soledad, para impulsarse, para liberarse de las cadenas del egoísmo, para gozar de la nobleza. Un ser humano sin amigos es naturaleza árida…

“La amistad cubre el espacio de la vida. Quien no la conciba o la recele, es un indolente o un resentido alimentado de migajas.

“La amistad nos procura siempre un mástil y una vela para navegar en el proceloso mar de la vida.

“No se le puede dar la espalda a un amigo, sino para llevarlo a cuestas”.

Por mi parte, creo que debemos pensar en los siguientes aspectos:

Tener un amigo no es del cotidiano acaecer. Confundimos al amigo con el compañero de trabajo, o de pupitre en el aula, o con el contertulio, o con el vecino.

Debemos identificar la amistad para diferenciarla de los demás impulsos del afecto. La amistad no nos llega por generación espontánea; nace y se fortalece en el laboratorio del alma. Hay que buscarla, se encuentra en donde menos se espera y, una vez, hallada, hay que alimentarla con gentileza, gallardía, desinterés, servicio y lealtad. 

La LEALTAD es la prueba de fuego de la amistad.

Hay que buscarla en el interior de las gentes, en su alma, en sus sentimientos, en su luminoso razonar. Una vez que ella crece con libertad y limpieza, procura una amorosa sombra a nuestra doliente contextura humana y aliento espiritual a nuestra alma.

Ser amigo no es DAR; es DARSE con desprendimiento, ayudar sin esperar nada a cambio, aconsejar y compartir con prudencia, analizar y corregir sin causar heridas, reconocer sabia y honradamente los valores del amigo sin melindres ni adulaciones, gozar con sus triunfos sin envidiarlo, acudir con presteza en su angustia; que nuestra tabla de medida no sea la retribución sino la del desinterés.

La amistad no es lejana; está hecha de calor humano. Es sumisa, plácida, solidaria, y jamás se desdobla en odio o en desengaño o en deslealtades. Ella no es excluyente, es polivalente, no admite el egoísmo, no convive con la pasión sino con la virtud, es, ante todo, auténtica.

 

jueves, 8 de septiembre de 2022

EN LA MUERTE DE LA REINA ISABEL II

 

LA RAE EXPLICA SUS RECOMENDACIONES ESCRITURALES

 

Con motivo de la muerte de la reina Isabel II, se ofrecen las siguientes claves para una buena redacción de las noticias relacionadas.

 

1. Isabel Alejandra María Windsor, mejor que Elizabeth Alexandra Mary Windsor

 

La Ortografía de la lengua española señala que los nombres propios de persona no se traducen ni adaptan, excepto los nombres que adoptan los papas en su pontificado, los de los miembros de las casas reales, santos, personajes históricos y apodos, apelativos y sobrenombres.

 

2. El cargo de reina y los títulos nobiliarios, en minúscula

 

La misma obra citada en el punto anterior explica que los títulos y cargos se escriben con minúscula inicial, a menos que inicien un párrafo o vayan a continuación de un punto. Por ello, todos los cargos que ostentaba deben redactarse con minúscula: defensora de la fe, soberana…

 

3. Inglaterra, Reino Unido y Gran Bretaña son entidades geográficas diferentes

 

El nombre oficial de este país es Reino Unido de Gran Bretaña e Irlanda del Norte, aunque lo habitual es utilizar la forma corta Reino Unido.

 

Reino Unido no es sinónimo de Gran Bretaña, pues esta última está formada por Inglaterra, Escocia y el país de Gales, mientras que el Reino Unido comprende Gran Bretaña e Irlanda del Norte.

 

4. Palacio de Buckingham y otros edificios

 

Tal y como se explica en la Ortografía de la lengua española, los sustantivos comunes que forman parte de los nombres de edificios y monumentos pueden escribirse tanto con mayúscula como con minúscula: Palacio (o palacio) de Buckingham, Abadía (o abadía) de Westminster…

 

5. Escritura adecuada de la expresión funeral de Estado

 

La expresión que alude al velatorio y entierro se escribe con la palabra funeral en minúscula, al tratarse de un sustantivo común, y el término Estado en mayúscula, dado que alude al ‘conjunto de órganos de gobierno de un país soberano’. Asimismo, no es necesario escribirla entre comillas.

 

6. Mancomunidad de Naciones o Commonwealth of Nations

 

La organización compuesta por varios países, y cuyo objetivo principal es la cooperación internacional en el ámbito político y económico con el Reino Unido, puede denominarse Mancomunidad de Naciones (en español) o Commonwealth of Nations, en redonda, al tratarse del nombre oficial.

 

7. Big Ben, con mayúsculas iniciales

 

El nombre propio de la campana del reloj del Parlamento del Reino Unido se escribe con mayúsculas iniciales y en dos palabras.

 

8. Majestad, mayúscula y minúscula

 

Expresiones como su alteza real, majestad o excelencia se escriben con minúsculas. No obstante, cuando no van acompañadas del nombre propio, se admite la escritura con mayúscula: su majestad o Su Majestad, pero se escribe: su majestad Isabel II.