lunes, 26 de noviembre de 2012


PARÁMETROS EVALUATIVOS EN EL PROCESO DE APRENDIZAJE DEL IDIOMA

                                                                     Lucila  González de Chaves

(Conferencia dictada a rectores y profesores en Bogotá, Usaquén, Zipaquirá y Facatativá; en Barranquilla y Cali).


La evaluación debe ser una actividad asistemática y continua, y estar integrada al proceso educativo.
Tiene un objetivo muy específico, y es el de proporcionar la máxima información para ir mejorando el proceso enseñanza-aprendizaje, tratando de llegar a la calidad total. Si éste es nuestro anhelo, hay que reajustar los objetivos de dicho proceso, revisando con consciencia crítica los planes y los programas, los métodos y los recursos, y facilitar la máxima ayuda y orientación a los alumnos.
No podemos entender el concepto de evaluación como  medición. La evaluación es algo más amplio y más complejo; ella no es solamente una simple interpretación de una medida en relación con una norma, o con unos objetivos, o con unos patrones de conducta. La evaluación es todo esto y, además, un juicio de valor sobre una descripción cualitativa.
Algunos estudiosos del tema opinan que la evaluación educativa nació y se desarrolló en el siglo XX, al amparo de la psicología experimental, al empezar a impulsar la actividad de la evaluación en el campo de las aptitudes, los intereses, los hábitos y la adaptación social.
 Hoy, la evaluación es uno de los aspectos de la enseñanza más controvertido y más sometido a revisión, sin mayores avances ni mejorías sustanciales.

Clases de evaluación:

Existen varias clases de evaluación, y ellas dependen del contexto educativo en que la evaluación interactúe:
-A un sistema rígido y selectivo, corresponderá un tipo de evaluación sancionador y restrictivo, cuyo instrumento será únicamente el examen.
-A un sistema de enseñanza abierto y democrático corresponderá un tipo de evaluación orientador y crítico y tendrá instrumentos diversificados para llevarla a cabo. Algunas formas de evaluar podrían ser: exposiciones orales en todas las áreas, consultas, opiniones personales, participación en clase, trabajos individuales y en grupo, carteleras, plegables, organización y realización de actos públicos y dentro del aula, dramatizaciones, comprensiones de lectura, conferencias dictadas por los alumnos, entrevistas, desarrollo de talleres, foros, mesas redondas, debates, en todos los niveles y en todas las áreas, aplicación de las técnicas del ICONTEC, concursos, ilustraciones de los diferentes temas en todas las áreas del conocimiento, aportes creativos de los estudiantes y muchos más recursos y actividades nacidos de la originalidad y creatividad de alumnos y profesores. Todo esto es más productivo, enriquecedor y satisfactorio que la ya gastada frase de los profesores: “¡saquen una hoja!”.

Características de la evaluación:

__La evaluación debe ser compatible con los objetivos; es decir, los dos, objetivos y evaluación deben tener la misma orientación. Y por sobre  todo, no permitir que el alumno se sienta en una competencia por obtener una calificación; sino, hacer que vea la evaluación como un medio para encontrar su ritmo de aprendizaje.
__La evaluación es una actividad continua a la par con el proceso educativo.
__Es un subsistema integrado al propio sistema de enseñanza.
__Recoge información fidedigna sobre el proceso educativo.
__Ayuda a mejorar el propio proceso; y con éste, mejoran también los programas, las técnicas de aprendizaje, los recursos y demás aspectos.
__La evaluación ayuda a elevar la calidad del aprendizaje y a aumentar el rendimiento de los alumnos, porque, una vez evaluados los objetivos, o las metas (como se les quiera llamar), ellos proceden, o a una proacción, es decir, a trabajar hacia adelante, a  esforzarse en su mejoramiento continuo, o a volver sobre los objetivos no alcanzados, que es la llamada retroacción o recuperación.
Recuperar es sinónimo de recobrar. El concepto encierra la “existencia” de algo, la posesión de algo: conocimientos, destrezas, hábitos aptitudes  -y también actitudes-; en fin, cualquier contenido de aprendizaje. Por otra parte, encierra también la “pérdida” u olvido de lo aprendido. Se recupera, se recobra solamente lo perdido. Y en el proceso escolar, esto se logra con trabajos de refuerzo que fijan lo aprendido y hacen más sólido y duradero su aprendizaje.
Hay que reconquistar lo que en el alumno ha pasado al olvido, por medio de un tratamiento, el cual, para que posea carácter recuperador, ha de ser nuevo y distinto del que fracasó en su empeño; debe ser aplicado inmediatamente después de que se detecten las deficiencias y lagunas que por cualquier causa se hayan producido en el sector de los conocimientos, o de los hábitos, o de las destrezas. Todo ello para prevenir el fracaso escolar; sobre  todo, el de fin de curso que tantas secuelas deja en los estudiantes y en los padres de familia.

Funciones de la evaluación:

1.   Función de diagnóstico, porque la evaluación comprueba hasta qué punto se han conseguido los objetivos propuestos y determina el grado de identificación o de discrepancia entre los objetivos (o metas) y los resultados conseguidos al evaluar.
2.   Función de orientación o de reorientación de todo el proceso de aprendizaje, partiendo de su estructura y funcionamiento, hasta la planeación, los recursos didácticos, las estrategias metodológicas y demás aspectos escolares.
3.   Función de pronóstico o predicción de las probabilidades del alumno, como base para su orientación personal, escolar y profesional.
4.   Función de control del rendimiento, porque la evaluación puede referirse a un PROCESO, el del aprendizaje; o a los SISTEMAS DE ORGANIZACIÓN de las instituciones; a los DOCENTES cuando se evalúa la planeación o la acción pedagógica de ellos; a los ALUMNOS, bien sea individualmente o en grupos.


La evaluación, según el momento en que se realiza, y los objetivos o metas que se propone, puede ser:

1.  Evaluación individual. Con ella se pretende ver las aptitudes del alumno, la naturaleza de sus intereses, su nivel de conocimientos, su nivel de motivación.
2.  Evaluación continua. Se utiliza para el diagnóstico de las dificultades especiales encontradas por los alumnos en su aprendizaje.
3.  Evaluación final. Ésta es para la comprobación del logro de los objetivos y para el planeamiento de otros diferentes.. Los instrumentos utilizados son varios: análisis de trabajos, tests, pruebas orales. Ya mencionamos muchos antes.

Autoevaluación:

Ésta ocupa un lugar importante en los programas de educación personalizada y enseñanza individualizada. Pero, en la que no lo es, también debe existir: que los alumnos evalúen sus actividades, sus intereses, su atención, su entusiasmo. Las siguientes podrían ser algunas de las pautas para realizar la autoevaluación. Ellas reúnen y apuntan a la responsabilidad, la seriedad, la honestidad y la capacidad de reflexión. Son:

1.   Estuve atento en clases, exposiciones y actividades académicas…
2.   Mi participación en clase fue activa, pidiendo explicación y ampliación de los temas o dando información sobre ellos…
3. Complementé fuera de clase los temas estudiados, por medio de lecturas, consultas, conversaciones o discusiones…
4.  Colaboré activamente con el equipo con el que me tocó trabajar…
5.   Me interesaron las clases, y por esto tomé notas de las explicaciones…
6.  Traje a clase los recursos necesarios, tales como el texto, cuaderno, documentos, artículos, diccionario, etc. ….
7.  Mi asistencia a clase fue exacta y puntual…
8.  Expresé los temas que me correspondieron, con responsabilidad y con la investigación que merecían la materia, el profesor y el grupo de compañeros…
9.  Cuando el profesor no estuvo en el aula, colaboré con mi corrección y puntualidad y aporte de temas para la realización de la clase correspondiente…
10.  Me esforcé por mantener mi nivel de aprovechamiento de las exposiciones y clases recibidas…

Sin embargo, el profesor debe permitir que los estudiantes elijan las técnicas y los métodos de trabajo y evalúen los resultados, que regulen las normas del trabajo en grupo y evalúen la libre iniciativa de cada uno, la capacidad de decisión, la cooperación social y académica, el interés, los recursos, la puntualidad, el aprovechamiento, la participación, etc.

Los exámenes:

Una definición muy simple es aquella de que el examen es una actividad y una técnica que pretenden medir los conocimientos que poseen los alumnos después de la enseñanza impartida. Es, pues, un instrumento para controlar el aprendizaje de los estudiantes. Hasta aquí, como ya lo vimos, estamos en un tipo de educación rígido y selectivo. Hay, entonces, que convertir ese examen en un medio de información de cómo se desarrolla la actividad escolar, con la finalidad de revisarla y orientarla permanentemente; ése es el tipo de evaluación que corresponde a un sistema de enseñanza abierto y democrático.
En estas condiciones, el examen pasa a ser una EVALUACIÓN, cuyo fin no es solamente medir conocimientos, sino que apunta también al mejoramiento del proceso educativo mediante el conocimiento del alumno en todos los aspectos de su personalidad y de los factores personales y ambientales que inciden en él.

Evaluaciones orales:

Pueden ser: exposiciones autónomas de un tema elegido libremente o impuesto por el profesor; con posibilidad de preparación previa, o bien por medio de la repentización. También, debates sobre temas muy conocidos. Esos debates pueden ser: profesor-alumno; alumno-profesor; alumno-alumno.

Evaluaciones escritas:

Son las más empleadas, a causa de la economía de tiempo que ellas suponen cuando hay que evaluar a muchos alumnos en un tiempo muy limitado. Esas evaluaciones pueden ser: pruebas de ensayo o redacción en torno a un tema, impuesto u optativo, con respuesta inmediata o diferida, con uso de material o sin él. Análisis de situaciones problemáticas: comentarios a un texto, a un problema matemático, traducción de idiomas. Ampliación de casos, temas, conceptos. Realización de bosquejos esquemáticos de temas amplios; así, puede captarse la capacidad d síntesis de los alumnos.

Ventajas de la evaluación:

La evaluación  -no los exámenes-   tienen las siguientes ventajas:
1.  La de ser un medio de muy difícil sustitución para comprobar cómo organiza y expresa el alumno los conocimientos aprendidos; siempre y cuando la evaluación sea la expresión más alta de la neutralidad y la justicia del sistema educativo.
2.   La de comprobar cuáles son los hábitos de trabajo del alumno.
3.  La de apreciar la capacidad que tiene el estudiante para emitir juicios críticos y valores.
4.   La de valorar la creatividad de los educandos.
5.  La de comprobar el estilo que cada estudiante tiene de percibir su mundo y las circunstancias que lo rodean.
6.   La de reducir la subjetividad del profesor en la valoración de sus alumnos.

Inconvenientes de los exámenes:

1.   El influjo del azar en la determinación de los temas evaluados.
2.  La diversidad de respuestas que admiten muchas de las preguntas de los profesores, generalmente originadas en la formulación de dichas preguntas.
3.   La subjetividad del profesor al valorar las respuestas y al calificarlas.

A veces, los juicios de los profesores, inconscientemente, están ligados a sutiles matices respecto al estilo del alumno y de su personal expresión; esos prejuicios de los profesores tienen una raíz clara en el origen social, económico, político, cultural de los alumnos y en su forma de socialización.
Duele decirlo, pero en muchas instituciones educativas, las posibilidades de éxito o fracaso están íntimamente asociadas con el origen de clases, y producen, así, las jerarquías escolares basadas en las jerarquías sociales.
4.  La imposibilidad o dificultad de tratamiento estadístico. Colombia ha hecho muchos planes, ha creado muchas leyes de educación, entrega mucha teoría, pero carece de una decimología seria, es decir, de una ciencia cuyo objeto es el estudio científico de los exámenes.
Se necesita una ciencia experimental que tenga que ver con los sistemas de corrección, con el comportamiento de examinadores y examinados, que logre alcanzar unos métodos, instrumentos y técnicas que, por reunir las condiciones de precisión y rigor, permitan una EVALUACIÓN válida, orientada pedagógicamente y que evite, en lo posible, los traumas de los escolares, a causa de los exámenes.

Otros hablan de pruebas:

Las más aplicadas son las inductivas y las deductivas.
Una prueba inductiva es un procedimiento sistemático en el que se presenta un conjunto de situaciones, a las que los alumnos responden de una u otra forma. Esta prueba permite poner a los estudiantes en una escala de medida. Por eso, se habla de pruebas de inteligencia, de rendimiento, de aptitudes, etc.
En las pruebas deductivas funciona mucho la lógica, la capacidad de discurrir del estudiante.
Si en lo inductivo se pasa de lo particular a lo general, en lo deductivo se pasa de lo general a lo particular. Cuando en las pruebas educativas el alumno argumente, debe tenerse mucho cuidado con los dos conceptos de validez y verdad, que deben estar relacionados. Sobra decir que un argumento deductivo es válido cuando no es posible que la conclusión sea falsa.
Es indispensable que lo que presentemos a los alumnos, no sean listas de cosas e ideas desconectadas, sino un contexto conectado, para que el estudiante pueda trabajar de manera ordenada y conexa, y para facilitarle sus deducciones, bien sean axiomáticas o intuitivas y naturales.
La objetividad de una prueba se consigue en la medida en que:

1.  Los enunciados de los múltiples elementos o ítemes (de: ítem = adverbio latino que significa “además”./ Párrafo; artículo), que integran dicha prueba estén formulados con tal claridad y precisión, que todos los alumnos entiendan una misma cosa en cada elemento.
2.  Que cada elemento se proponga para poner en evidencia un único aspecto. Deben, pues, tenerse en cuenta los índices de dificultad, fiabilidad, validez y homogeneidad.
3.   Que las posibles respuestas estén claramente previstas.
4.   Que los criterios de valoración estén prefijados con tal claridad y precisión que no surjan dudas a la hora de revisar y calificar las respuestas.
5.   Que al elaborar la prueba, se hayan tenido en cuenta los factores cantidad-tiempo; enseñanza-calidad de contenidos; metas u objetivos específicos por evaluar; capacidad de resistencia del alumno según su edad cronológica y mental; igualdad de importancia de lo enseñado con lo evaluado, porque la ponderación de uno equilibra el otro; el grado de ansiedad del alumno; las relaciones profesor-estudiante; el grado de autoestima escolar.

El test:

Es una prueba. La palabra “test” ha aprovechado una raíz latina que se encuentra con el mismo significado en muchas palabras de las lenguas románicas, tales como: atestiguar, testar, testificar, testimonio.
Los tests tienen validez cuando los utilizan especialistas responsables, con objetivos definidos y se analizan en profundidad las respuestas.
Al hace un test, deberían tenerse en cuenta algunos planes diferenciadores, por ejemplo: si es un test de rapidez, si lo es de profundidad, si es un test para estimular la memoria, o un test para hace algún tipo de selección crítica o comparativa, o un test presentado como problema para resolver, y se espera una respuesta eficiente, reflexiva y equilibrada. Son los tests de aptitudes.
En Colombia, los tests se aplican en tres grandes áreas de marcadas exigencias diferenciadoras, ellas son:

Área industrial
Área clínica
Área escolar

Un ítem es cada uno de los elementos, partes o unidades de que se compone un test o prueba. El ítem puede ser:

1.   De respuesta única
2.   De completación
3.   De elección múltiple
4.   De emparejamiento o apareamiento
5.   De verdadero o falso

Cuando se emplea el ítem de verdadero-falso, es conveniente exigir al alumno que corrija los errados y sustente los verdaderos, para que la respuesta no sea por adivinación.

viernes, 16 de noviembre de 2012




EL IDIOMA Y LA  EXPRESIVIDAD EN EL SER HUMANO



                                                                      Lucila González de Chaves


Hay en el ser humano, por constitución, una aptitud y una disposición para la recepción de impresiones y sensaciones que lo pongan en contacto con el mundo exterior; pero, también se manifiesta como igualmente innata la tendencia a influir en los demás, a atraerlos, a provocar temor, respeto, admiración, compasión, amor… A esta inclinación a hacer sentir nuestra presencia en la vida de los que nos rodean, la llamamos expresividad, y su manifestación más directa es la del lenguaje.

La expresividad tiene recursos que le son propios; unos actúan sobre el oído del que escucha, estimulando su interés; otros, excitando su imaginación con ciertas transformaciones de significado. Entre los medios fonéticos, es sin duda el más importante, el de la entonación. El tono en el que se pronuncia una frase, tiene una decisiva influencia en su sentido. Una expresión puede tener muy distintos significados según el tono con  que se pronuncia.

Todos los sentimientos, las emociones, el carácter, y hasta las diferencias geográficas se reflejan en el idioma, mediante  la entonación.

La alegría y el amor multiplican los matices; mientras que la tristeza, el desamor, el olvido, la preocupación los apagan. Un carácter vivo exagera las tonalidades del habla, mientras que la voz del ser enfermo, apocado u olvidado, es baja y suave y sin ningún matiz. En la exclamación, la naturaleza de la emoción es la que determina el tono. Si aquella es aguda, ésta también lo será. En cambio, las emociones deprimentes o de tono menor se expresan con la entonación más grave.

En nuestra lengua hay palabras que no son otra cosa que puro tono, simple exclamación sin contenido intelectual ninguno, sin mensaje, como: ¡caramba!, ¡oh!, ¡hola!,  ¡carajo!, ¡ja!, y tienen reservado su valor significativo a la índole y cantidad de sentimientos que pongamos al pronunciarlas.

Hay, además, otros recursos fonéticos que ayudan a vivificar la expresión, a intensificarla: sólo con silabear una frase, la convertimos en viva carga de intenciones expresivas ocultas, bien de acogida, o bien de rechazo. Otras veces, la repetición de una palabra aumenta el volumen de su significado: ¡te quiero tanto, tanto!  ¡Te lo he explicado miles y miles de veces!

En la literatura infantil, los cuentos están cargados de emoción mediante las repeticiones: “…y siguieron andando, andando, andando”;  “…y el anciano pensaba, y pensaba, y pensaba, y pensaba…”. “El niño soñaba y soñaba en poseer el tesoro…”
A veces ocurre el caso contrario: para hacerse más expresiva, la lengua silencia, corta, deja en suspenso la expresión: yo quería decirte que… ¡no me atrevo! ¡Hablamos…!

Son corrientes las elipsis (omisión de palabras) en el habla espontánea y natural. Casi podría decirse que ellas son la base del habla familiar. Tan llena de contenido psíquico, de relaciones y alusiones a las circunstancias se halla cada palabra, ayudada por el gesto y la entonación, que una frase puede callarse la mitad de las palabras, sin que ninguno de los interlocutores se entere siquiera.

Ocurre a veces que las elipsis son debidas a un sentimiento afectivo que hace callar, por respeto o por emoción, ciertas palabras significativas o centrales de la expresión. Todos conocemos el valor sentimental de los puntos suspensivos, que representan en la escritura una interrupción colmada de contenido emotivo.

Dice la escritora Carmen Pleyan de García López: “La raíz psicológica de la expresividad se manifiesta de un modo claro en las tendencias que la rigen. Cuando se sienten vivamente las cosas, la misma fuerza de la emoción hace que veamos como incolora e ineficaz la lengua habitual, y reclamemos de ella una mayor capacidad expresiva... Este deseo de intensificarla se manifiesta de un modo espontáneo en la exageración.  (…) Está tan plagada de hipérboles (exageración de la verdad) nuestra lengua, que muchas de ellas llegan a no sentirse ya como tales (…)”.

El uso de sinónimos es también un recurso expresivo. A veces, la emoción nos hace insistir en una idea y, entonces, acumulamos sinónimos que dibujan, con preciso contorno, lo que estamos sintiendo. Esta misma insistencia nos lleva, a veces, a usar pleonasmos (empleo de palabras redundantes). El abuso de tantos sinónimos hace que el lenguaje se vuelva pesado, feo, melindroso. Es el recargo de adjetivos que tanto daño hace al idioma.

En general, los sentimientos negativos, como: odios, rencores, desprecios, desamor, indiferencia, buscan su expresión en la ironía y en el sarcasmo; de esta manera, dichos sentimientos cobran intensidad por medio del contraste.

La plasmación lingüística directa de lo afectivo la constituyen las interjecciones, los vocativos y los imperativos; pero, todos sabemos que los aumentativos y los diminutivos no expresan muchas veces aumento o disminución del significado del sustantivo, sino que van implicados en ellos muchos matices teñidos de ternura, de amor, de compasión, de desprecio, de ironía, de falsa aceptación del otro, según los casos o el tono con  que se pronuncien.

El verbo es otra de las partes de la oración que ofrece gran variedad afectiva. Son razones de tipo puramente afectivo, las que hacen que muchas veces se alteren las leyes lógicas; por ejemplo: el presente histórico que generalmente usamos cuando nos emocionan los hechos al narrarlos (Bolívar vence a los españoles en Boyacá), o cuando nos identificamos con ellos. También, en el habla familiar se echa mano del futuro para indicar el presente en los casos en que no tenemos seguridad en la afirmación (serán los tres de la tarde).
A veces, los tiempos del subjuntivo (yo quisiera; ¿podrías venir mañana?; desearía verte; ¿me querrías igual?) están sometidos a matizaciones determinadas por sutiles aspectos psicológicos, ya que en ellos cabe mucho más la intervención subjetiva del hablante.

Recordemos que el modo subjuntivo del verbo, es el modo del deseo; así como el modo indicativo es el modo de la realidad.

El estudio de los procedimientos que se utilizan para conseguir la expresividad ha llegado a constituir una especialización de la ciencia filológica llamada estilística. Sin embargo, los lingüistas están siempre frente al dilema: ¿el hombre es expresivo por un afán estético, o por un motivo social?

Indudablemente, todos hablamos con emoción, pero es sólo el artista de la palabra el que encuentra un modo mejor y más bello para decir las mismas cosas. Sabe expresarse con donosura y belleza; y tanto si habla como si escribe, puede formular su pensamiento con claridad y elegancia, y transmitir su íntima emoción en las palabras.

Es el artista de la palabra el que encuentra la frase feliz, la palabra refulgente, la expresión sugestiva que todos leemos con deleite amoroso; frases en las que las palabras caen como gotas, una a una en nuestra mente, y van dejando allí una impresión estética, una sensación armónica…

                                         IDIOMA Y PERSONALIDAD


                                                                        Lucila González de Chaves


El lenguaje no tiene una significación constante e invariable, por eso estamos todos, siempre, buscando un ideal de definición de conceptos y sentimientos.

Aun conociendo, o  mejor, distinguiendo los diferentes sentidos en que se puede emplear el idioma, es inevitable la confusión que ciertas palabras, algunos tonos de voz y determinadas construcciones sintácticas generan en el campo de la comunicación.

Recordemos que cuando nos escuchan, las personas atienden, en primer lugar, al giro de nuestras ideas y después al giro de nuestras frases. Si atendemos este principio, lograremos que él contribuya a hacer reconocibles ante los demás nuestros sentimientos y pensamientos: así, podrá decirse que poseemos la facultad de exponer lúcidamente, en forma oral o escrita, una secuencia de ideas y de sentires.

La limpidez de expresión de quien habla o de quien escribe nos impedirá perdernos en el camino hacia su discurso para comprenderlo. El lenguaje está en relación directa con un núcleo de experiencias intelectuales y emotivas que tienen sus patrones de comportamiento. Así van formándose los hábitos del lenguaje, facilitadores de la libre expresión de percepciones y pensamientos.

Aunque el código lingüístico es el mismo para los millones de personas que hablan y escriben español, la construcción sintáctica y semántica y la intencionalidad de cada ser van creando modalidades de expresividad.

Veamos algunas: lo más valioso del lenguaje del sentimiento es que la expresión de él debe corresponder a un estilo individual. El idioma del amor y del perdón ejerce una articulada y dulce fascinación en los seres humanos; tiene la sugestión emotiva de las palabras, las que navegan en unos muy especiales modos tonales.

El lenguaje del odio es indócil a los postulados del corazón, a la suavidad de la palabra; en este caso, la palabra se convierte en arma peligrosa, en reto, en desafío, en insulto.

El idioma de la ciencia es peculiar en la exposición lúcida de razonamientos y experimentaciones, limpio de metáforas, connotaciones y demás elegancias literarias.

El idioma de la ignorancia y la superficialidad es, casi siempre, el de la ordinariez; es una catarata de palabras vacías que se precipitan unas sobre otras con el efecto consecuente de patanería.

El idioma que expresa bendición y ayuda es de una veloz y constante iluminación; es sereno, reflexivo, se remansa en la superioridad del espíritu.

El lenguaje del egoísmo y de la envidia es un triste y prolongado monólogo que atomiza el alma y el corazón; vuelve árida la comunicación fraterna.

El carácter vigoroso se trasluce en un lenguaje decisivo, porque tiene su personal forma de ver y sentir; por eso es tan peculiar  -en tonos de voz y en significados-  la expresión de las personas muy definidas y selectivas.

La vanidad, el deseo de asombrar a los demás, la prepotencia, las falsas promesas hacen del lenguaje una forma de expresión grotesca, exagerada, caricaturesca, falsamente humorística. Quienes así hablan o escriben están privados de la savia que alimenta la verdadera emoción, del vigor del pensamiento original. El escritor francés Flaubert decía que el alma da el SER a las palabras.

Es un arduo goce el de obligar a las palabras a estar en su sitio exacto, comprometidas con toda la estructura semántica, sintáctica y estilística del discurso.

Concluimos, entonces, con el compromiso de que las palabras deben ser siempre UN TRIUNFO DEL IDIOMA en todos los campos.