martes, 21 de noviembre de 2017

EXCELENCIA LITERARIA DE MARTÍN VIGIL


José Luis Martín Vigil, una luz literaria que

 solo fue un relámpago



19 noviembre de 2017 - 02:00 PM

Su estro literario fue fructífero desde siempre; pero, su gloria de gran novelista solo duró un poco más de diez años. ¿Por qué dicen que la causa fue su homosexualidad?


MedellínEl 20 de febrero de 2011, muere una gran figura de la literatura española, José Luis Martín Vigil; había nacido en 1919.
Ingresó en la Compañía de Jesús en 1948 y fue ordenado sacerdote en 1953. Sus minuciosos biógrafos se detienen en los avatares de su vida sacerdotal: a veces le negaban el permiso de confesar; a veces, el derecho a predicar; y hablan de sus rebeldías, de su homosexualidad, etc.
En 1958 abandonó la Compañía de Jesús y renunció al sacerdocio; continuó su vida de educador, la que lo convirtió en un acertado conocedor de la idiosincrasia de la juventud: inquietudes, anhelos, ilusiones, errores, exacerbada sensibilidad, heroicos sueños…. Todas estas experiencias, el exsacerdote (una sola palabra) las convirtió en obras literarias que lo llevaron a la fama entre 1960 y un poco más de 1970.
El ensayista Pedro M. Lamet que conoció y analizó las obras de Martín Vigil, conceptuó sobre su testamento: “En él confiesa abiertamente su fe, su amor a la Compañía de Jesús… y se despide con una enorme sencillez”.
El exjesuita dice: “Bueno, al fin muero cristiano como empecé. Creo en Dios, amo a Dios, espero en Dios. […] no conozco el odio, no necesito perdonar a nadie. […]. Amé al prójimo. […]. No haré un discurso sobre mi paso por la vida. Cuanto hay que saber de mí lo sabe Dios. […]. Solo deseo oraciones. De este mundo solo me llevo lo que me traje, mi alma”.

Sus experiencias como sacerdote y maestro están consignadas en numerosas novelas. Hay en ellas una constante: pasea a sus personajes adolescentes por un mundo cargado de peligros, de pecados, de desajustes espirituales y emocionales; pero, siempre hay un YO que se salva, una pequeña luz encendida que solo espera algo, o a alguien, que dé fortaleza y aumente su combustión. De entre su colección de joyas literarias destacamos las siguientes novelas:
La vida sale al encuentro
Su primera novela, moderna y comprometida, publicada en 1955 y reeditada de continuo hasta 2006. Con un perfecto conocimiento y en un estilo incomparable, el autor pone al lector frente a los múltiples problemas del adolescente, cuando se apresta a pasar el umbral de ese otro mundo desconocido.
El personaje vive la crisis del primer amor: sobresaltos, camaradería, dudas, timideces y, también, luminosos momentos de cercanía. Gracias a la comprensión de unos padres equilibrados, a los consejos del Padre Urcola y a la bondadosa y serena compañía de Karin –la hermosa joven novia- Ignacio, logra superar tantas crisis, entre ellas la muerte de su muy amado hermano Javier.
En esta obra, la alegría, el dolor, el miedo son emociones que aparecen y desaparecen.
Cierto olor a podrido
Novela dedicada a los padres, a los maestros, a los jueces, a todos aquellos que tengan algo que ver, en la vida de un muchacho. Un muchacho soñador, Carlos, que choca violentamente con el mundo circundante a causa, justamente, de ese mundo constituido por adultos y que desconocen el que el joven vive intensamente; un mundo que solo comparte con su pequeña hermana.
Una travesura de niño es el comienzo de su odisea. Los mayores prejuzgan, y uno de ellos es el padre que cree ser la encarnación de la rectitud, del equilibrio; en tanto que el chico no comprende lo que los adultos presuponen.
Los interrogatorios en la comisaría son verdaderos martirios para el muchacho. El comisario lo interroga como a un supuesto adulto y él contesta como el niño que apenas se asoma a la vida. A partir de este momento no tendrá paz. Todos se volverán contra él.
En aquel frío y lejano convento a donde su padre lo ha enviado, hay un joven monje que es todo bondad. Allí, Carlos vive los únicos momentos de paz. Al lado de los monjes, pasa la crisis del primer amor y sufre las inevitables exaltaciones de una inteligencia despierta y fantaseadora. El castigo se ha convertido en momentos de luz frente a la oscuridad que le aguarda.
Más tarde, Carlos aprende crudamente que en todos los seres humanos hay grietas tremendas y sangrantes, y la primera que descubre es la de su padre. ¿De qué magnitud fue aquel descubrimiento? ¿Cómo madurará Carlos? Le fue doloroso conocer que entre los suyos hay un cierto olor a podrido.
Sexta galería
Seis chicos se encuentran atrapados durante siete días, en la sexta galería de una mina, a causa de un derrumbe. Cinco de ellos pertenecen a la alta sociedad madrileña. Han ido hasta allí, en unas vacaciones, llevados por su sensibilidad social, para vivir con el minero y conocer su vida miserable.
Ellos son: los mellizos Borja y Gonzaga, de temperamentos encontrados: el primero es equilibrado y reflexivo; Gonzaga, inmaduro, apasionado e impetuoso. Otro grupo lo forman Luis, el único varón de su hogar; lucha por hacerse hombre fuerte a pesar de la influencia y excesivos cuidados de su madre y hermanas. Con Luis está el Vikingo, hijo único, muchacho libre de prejuicios, limpio de alma y cuerpo. El quinto personaje es Álvaro: un joven valiente, que por naturaleza es un líder decidido, con grandes capacidades para afrontar aquel peligro mortal de la mina.
Es Álvaro el que con dificultades y múltiples sacrificios, asume el mando en aquella emergencia. Será él quien se compenetre hondamente con el inmenso dolor de Luis al ver morir al Vikingo; será él quien comprenda las íntimas congojas de Borja a causa de las corrosivas explosiones de su hermano; es él quien llegará a intimidar y a querer de veras a Lucas el pobre minero, sexto personaje de esta dolorosa historia.
Lucas, el muchacho que un día se burlara groseramente de los “señoritos”, ahora, atrapado con ellos en aquel infierno, lucha desesperadamente por vivir; quiere comprenderlos, los ama y se identifica con ellos.
Una chabola en Bilbao
En esta novela social y de situaciones conflictivas, el autor narra el desenvolvimiento de dos vidas consagradas a un mismo fin, pero por sendas opuestas: un médico y un sacerdote, compañeros de colegio, tienen en su vida de adultos un mismo ideal: ayudar a los menos favorecidos, compenetrarse con los pobres y ser el amigo, el consejero, el protector.
Cada uno de ellos tiene sus propios procedimientos para realizar el ideal. En el transcurso de los acontecimientos, además de las situaciones intensas y de los desencuentros que presenta el autor, hay algo que mantiene el constante desasosiego en el lector:
Aquellos dos hombres –el sacerdote y el médico - animados por tan nobles deseos, en continuo contacto y en permanente discusión, ¿seguirán siendo vidas paralelas?
Este pensamiento punza hasta la última página en la que aparecen los dos debatiéndose en una lucha silenciosa por encontrarse, por comprenderse, por trabajar conjuntamente. En ese momento, llega la noticia de que alguien de una chabola (choza miserable) se está muriendo. El médico se dispone a salir rápidamente, el sacerdote se retrasa. En este preciso instante la comunión de ideas, la reconciliación entre los dos se hace luz en las palabras del médico, quien dice al sacerdote: “¿Qué esperas? ¡Coge tus cosas y ven conmigo!”.
Los curas comunistas
Habla de los curas que en aquella época, en Europa, se iban a vivir a barrios obreros para estar con los pobres. Esta novela tuvo en diez años, dieciocho ediciones en España, y más de trescientos cincuenta mil ejemplares en el “Círculo de Lectores”.
Es novela de tesis y de tipo social. El padre Francisco es la figura central del relato: un sacerdote que se debate entre los comentarios irónicos de los de su clase social y las expresiones cáusticas y odiosos procederes de sus compañeros de fábrica, a donde ha ido para ser otro Cristo: pobre, obrero, despreciado, incomprendido, calumniado.
En este vívido relato se debaten y analizan sin miramientos y sin miedos, las tesis sostenidas por el cristianismo, el marxismo, el comunismo, los deberes y los derechos de patronos y obreros.
 El final es doloroso, pero…. no podía ser de otro modo, dadas las circunstancias que comprometen la integridad del sacerdote.
En esta novela, hay una página maestra de ironía, dolor, desconsuelo y sarcasmo: el sermón (homilía) del padre Francisco. Sermón que es una “Carta al Niño Dios”…, dice el sacerdote…

jueves, 9 de noviembre de 2017

LA BUENA LECTURA Y LA EXCELENTE ESCRITURA





Secretos de la buena lectura y excelente escritura

9 noviembre de 2017 - 12:10 AM

Cuando nos interesamos por el contenido, la elegancia y la fuerza de las palabras, emprendemos un largo viaje para conocerlas, y respetarlas.

El secreto de toda buena lectura y de toda excelente escritura, (incluyendo el ensayo) no es la cantidad de vocabulario, sino la calidad de este y su correcto empleo. Comprender una idea, entender una lectura y dar un juicio crítico constructivo de ella, solucionar un problema, empiezan por conocer, tener un alto nivel de conciencia crítica, entender, estudiar y saber manejar LAS PALABRAS. La semántica y la ortografía y la etimología son necesarias, pero hay que poner atención a la sinonimia, dado que lo que el lenguaje exige es claridad, precisión y propiedad.
En la escritura y en la lectura se nos atraviesan vocablos como: mandato y orden; sabio y erudito; marcha y jornada. Y empezamos a dudar cuál vocablo emplear, que dé precisión y claridad al texto. Notamos que nos hace falta el diccionario de sinónimos; no palabras sinónimas en lista; sino un verdadero diccionario que explique seriamente la forma y el sentido del vocablo; el espacio preciso en donde debe usarse.
Ejemplos tomados de un buen diccionario de sinónimos:
1. Abogado; letrado; jurisconsulto; jurista. (Sinónimos)
Veamos qué los diferencia:
Abogado: el profesional llamado para un asunto, “advocatus”, quiere decir patrono, defensor. El abogado debe ser probo, diligente para defender una causa.
Letrado: hombre de ciencia; lo necesitamos para que nos instruya en un asunto que no comprendemos. Debe ser estudioso, investigador.
Jurisconsulto: hombre de consejo, es decir, de consulta. Necesito que me dirija en la defensa de mi derecho. Debe ser prudente.
Jurista: profesional versado en la erudición del derecho y en la crítica de los códigos, según los principios de la filosofía y de la moral. Debe ser erudito.
2. Segregar, separar (sinónimos). (Qué los diferencia):
Segregar: Lo que se segrega se arranca.
Separar: Lo que se separa se aleja.
Lo segregado está incompleto, pierde su identidad. Lo separado no pierde la identidad absoluta que tenía antes de unirse.
3. Auge, apogeo (sinónimos). (Qué los separa):
Auge, según su etimología latina, quiere decir aumentar, crecer. (La fama que tenemos de malos lectores está en auge).
Apogeo, según su etimología griega, significa lejos de la tierra, es decir, eminencia, altura. (Quisiéramos que Colombia estuviera en el apogeo de su poder, es decir, que estuviera en la cumbre de su grandeza y de su gloria).
4. Cálculo, cómputo (sinónimos). (Qué los separa):
Se calculan el número y la extensión. Se computa el tiempo.
El cálculo es matemático. El cómputo es cronológico.
Decimos cálculo diferencial, pero NO cómputo diferencial.
Es pues, obligatorio estudiar y conocer CADA PALABRA desde su origen, su función, su escritura, su fonética, el papel que va a desempeñar en la frase, el mensaje que va a llevar desde el codificador hasta el decodificador, sus variantes gramaticales, sus acuerdos y desacuerdos con otras palabras; todo esto – digo – es necesario, si queremos tener corrección y funcionalidad en el lenguaje, en relación con: escribir; leer, entender y emitir juicios críticos; hablar con propiedad, expresar con claridad los pensamientos y sentimientos.
Por ejemplo, leer no es solo vocalizar y juntar palabras como en los primeros años, en el hogar y en preescolar; saber leer es no vacilar, no perder el ritmo, no volver atrás, distinguir bien las palabras, saber juzgar el contenido, etc.; pero, casi nunca los lectores cuentan lo que leyeron, ni opinan sobre lo leído: qué contenido es el de esas frases; cómo decirlo de otras maneras; cómo juzgar apreciativamente y con equilibro un texto. Es ahí donde empieza la comprensión lectora. Así como se explica lo que hay en un dibujo, en un paisaje, también hay que explicar lo que el autor dice en un texto. No es repetirlo; es entenderlo y expresar la idea con las propias palabras.
Cuando nos interesamos por el contenido, la elegancia y la fuerza de las palabras, emprendemos un largo viaje para conocerlas, y respetarlas. Un viaje difícil de interrumpir porque nos va poseyendo un mundo de creciente asombro: es la maravilla del lenguaje, en su armonía estructural y en su eficiencia práctica.
Cuando entendemos qué es verdaderamente el idioma; cuando se siente el regocijo de su armonía; cuando lo empleamos con elegancia y belleza (el código estilístico), entonces comprendemos y aceptamos que existen normas gramaticales y ortográficas (el código lingüístico) que nos ayudan a alcanzar el esplendor de la perfecta expresión. Primero el amor por el idioma y la inaplazable necesidad de él, luego las normas.
Un catedrático ilustre, opinó: “El hombre es su lenguaje; cuanto más rico es este último, más polifacético será el primero”.
Como en nuestro país todo se ha vuelto grotesco en todos los campos: el político, el oficial, el educativo, el profesional, el de la comunicación, el del amor, el de la amistad, el de la familia…, la consecuencia es que nuestro armónico y elegante idioma vaya declinando y se vuelva más ordinario cada día; ha empezado a llenarse de extravagancias, inutilidades, melindres, incorrectas innovaciones, irrupción de expresiones vulgares, irrespetuosas, ininteligibles. Nuestra lengua española ha perdido su autoridad de ser modelo de elegancia, exquisitez, del bien decir y del mejor escribir.


jueves, 2 de noviembre de 2017

¿QUÉ NOS ENTIENDEN DE CUÁNTO DECIMOS?





El sentido de lo que decimos está en lo que los otros oyen


2 noviembre de 2017 - 12:09 AM

Los principales errores contra la armonía son la cacofonía y la monotonía.

Entre los compromisos con el hablar y el escribir están: la claridad de las ideas, la propiedad de los vocablos, la precisión en la contextualización y la difícil sencillez, base de la armonía y la elegancia.
1. La armonía en el lenguaje
La armonía radica en el sentido musical de las palabras y de las frases, y en el arte de combinarlas de un modo agradable para el oído. La armonía es el gran secreto de los grandes escritores. Según el crítico Albalat, la armonía “se funda en el genio de la lengua, en las exigencias del oído”. Y da la siguiente regla:
“Hay que abstenerse de toda  rudeza en el sonido, de todo tropiezo, de toda disonancia marcada, salvo que, para mantener estos sonidos o palabras, haya razones de relieve, de originalidad u otros motivos de belleza literaria”.
Debe tenerse en cuenta al escribir, no terminar una frase con la expresión más corta. Por ejemplo, no hay armonía en esta frase:
He clasificado todas las postales que me regalaste por países.
Es más armónico decir: He clasificado por países todas las postales que me regalaste.
Los principales errores contra la armonía son la cacofonía y la monotonía.
Cacofonía:
Es la repetición desagradable de sonidos iguales o semejantes. Ejemplos:
-        EL rigor abrasador del calor
-        La carretilla  no cabía en la cabina
-        Es penoso pensar que el pentágono no perciba el peligro de la penetración de espías entre su personal.
Monotonía:
Es el empleo frecuente de muy pocos vocablos; esa desagradable repetición de palabras se debe a pobreza de vocabulario. Ejemplos:
-        Hay el talento natural y el talento adquirido: el talento para las ciencias y el talento para las artes. Y también el talento para vivir cómodamente.
-        Para aliviar al contribuyente, es preciso hacer grandes reducciones en los presupuestos; y también conviene dar al pueblo grandes facilidades para el comercio y para que se funden grandes industrias.

2. Traducciones
Unos cuantos gramáticos consultados, entre ellos el eminente Martín Vivaldi y el tratadista del estilo Guillermo Díaz-Plaja, aconsejan lo siguiente a quienes se dedican a realizar traducciones:
1. Conocer a la perfección el idioma extranjero del que se va a realizar la traducción. Hoy se traduce mucho, y con frecuencia, mal. Abundan las malas traducciones de libros científicos y de obras literarias.
2. Escribir y hablar correctamente el idioma español. Por la puerta falsa de las malas versiones se están introduciendo muchos barbarismos y, sobre todo, múltiples vicios de construcción que están desfigurando nuestro idioma.
3. El traductor  ha de tener cierto talento literario, puesto que no conviene una traducción literal. Ha de ser sabio y prudente para no alterar el exacto sentido del texto traducido
4. El traductor  ha de estar a la altura, al nivel del original; de lo contrario, se deben respetar los textos y el buen nombre de los autores. No es elegante agregar de nuestra parte lo que nos parece que es conveniente.
5. El traductor  debe conocer a fondo la materia objeto de la traducción y estar muy familiarizado con ella. Por tanto:
6. El novelista debe traducir al novelista y el científico al científico.
7. Conviene ser fiel al original para captar el sentimiento y el pensamiento del autor. En consecuencia:
8. Antes de empezar a traducir es necesario leer varias veces todo el original para captar el sentido de la obra.
9. Terminada la traducción, debe dejarse pasar un tiempo antes de corregirla. Los defectos de versión (barbarismos, solecismos, etc.) resaltarán así con más fuerza.
10. El ideal es la ‘traducción libre’, antes que la ‘literal’, siempre que se respete el sentido original.
11. El uso del diccionario es más cómodo cuando no se tiene que ir escribiendo al tiempo que se traduce.

3. Para tener en cuenta
Los verbos lograralcanzar conseguir se emplean para referirse a la consecución de algo que se desea, no para expresar un resultado negativo. ..Frecuentemente se leen en diarios, o se oyen, frases como: “La izquierda ha logrado la pérdida de apoyos…”, o  “Los estudiantes han logrado suspender la mayoría de los exámenes”.
Lograr, (al igual que otros verbos, como conseguir alcanzar), significa ‘conseguir lo que se intenta o desea’, por lo que no es coherente emplearlo con resultados que frustran ese deseo.
Es preferible escribir "La  izquierda ha perdido apoyos…”; “Los estudiantes han suspendido la mayoría de los exámenes”.