José Luis Martín Vigil, una luz literaria que
solo fue un relámpago
19 noviembre de 2017 - 02:00 PM
Su estro literario fue fructífero desde siempre; pero, su gloria de gran novelista solo duró un poco más de diez años. ¿Por qué dicen que la causa fue su homosexualidad?
MedellínEl 20 de febrero de 2011, muere una gran figura de la literatura española, José Luis Martín Vigil; había nacido en 1919.
Ingresó en la Compañía de Jesús en 1948 y fue ordenado sacerdote en 1953. Sus minuciosos biógrafos se detienen en los avatares de su vida sacerdotal: a veces le negaban el permiso de confesar; a veces, el derecho a predicar; y hablan de sus rebeldías, de su homosexualidad, etc.
En 1958 abandonó la Compañía de Jesús y renunció al sacerdocio; continuó su vida de educador, la que lo convirtió en un acertado conocedor de la idiosincrasia de la juventud: inquietudes, anhelos, ilusiones, errores, exacerbada sensibilidad, heroicos sueños…. Todas estas experiencias, el exsacerdote (una sola palabra) las convirtió en obras literarias que lo llevaron a la fama entre 1960 y un poco más de 1970.
El ensayista Pedro M. Lamet que conoció y analizó las obras de Martín Vigil, conceptuó sobre su testamento: “En él confiesa abiertamente su fe, su amor a la Compañía de Jesús… y se despide con una enorme sencillez”.
El exjesuita dice: “Bueno, al fin muero cristiano como empecé. Creo en Dios, amo a Dios, espero en Dios. […] no conozco el odio, no necesito perdonar a nadie. […]. Amé al prójimo. […]. No haré un discurso sobre mi paso por la vida. Cuanto hay que saber de mí lo sabe Dios. […]. Solo deseo oraciones. De este mundo solo me llevo lo que me traje, mi alma”.
Sus experiencias como sacerdote y maestro están consignadas en numerosas novelas. Hay en ellas una constante: pasea a sus personajes adolescentes por un mundo cargado de peligros, de pecados, de desajustes espirituales y emocionales; pero, siempre hay un YO que se salva, una pequeña luz encendida que solo espera algo, o a alguien, que dé fortaleza y aumente su combustión. De entre su colección de joyas literarias destacamos las siguientes novelas:
La vida sale al encuentro
Su primera novela, moderna y comprometida, publicada en 1955 y reeditada de continuo hasta 2006. Con un perfecto conocimiento y en un estilo incomparable, el autor pone al lector frente a los múltiples problemas del adolescente, cuando se apresta a pasar el umbral de ese otro mundo desconocido.
El personaje vive la crisis del primer amor: sobresaltos, camaradería, dudas, timideces y, también, luminosos momentos de cercanía. Gracias a la comprensión de unos padres equilibrados, a los consejos del Padre Urcola y a la bondadosa y serena compañía de Karin –la hermosa joven novia- Ignacio, logra superar tantas crisis, entre ellas la muerte de su muy amado hermano Javier.
En esta obra, la alegría, el dolor, el miedo son emociones que aparecen y desaparecen.
Cierto olor a podrido
Novela dedicada a los padres, a los maestros, a los jueces, a todos aquellos que tengan algo que ver, en la vida de un muchacho. Un muchacho soñador, Carlos, que choca violentamente con el mundo circundante a causa, justamente, de ese mundo constituido por adultos y que desconocen el que el joven vive intensamente; un mundo que solo comparte con su pequeña hermana.
Una travesura de niño es el comienzo de su odisea. Los mayores prejuzgan, y uno de ellos es el padre que cree ser la encarnación de la rectitud, del equilibrio; en tanto que el chico no comprende lo que los adultos presuponen.
Los interrogatorios en la comisaría son verdaderos martirios para el muchacho. El comisario lo interroga como a un supuesto adulto y él contesta como el niño que apenas se asoma a la vida. A partir de este momento no tendrá paz. Todos se volverán contra él.
En aquel frío y lejano convento a donde su padre lo ha enviado, hay un joven monje que es todo bondad. Allí, Carlos vive los únicos momentos de paz. Al lado de los monjes, pasa la crisis del primer amor y sufre las inevitables exaltaciones de una inteligencia despierta y fantaseadora. El castigo se ha convertido en momentos de luz frente a la oscuridad que le aguarda.
Más tarde, Carlos aprende crudamente que en todos los seres humanos hay grietas tremendas y sangrantes, y la primera que descubre es la de su padre. ¿De qué magnitud fue aquel descubrimiento? ¿Cómo madurará Carlos? Le fue doloroso conocer que entre los suyos hay un cierto olor a podrido.
Sexta galería
Seis chicos se encuentran atrapados durante siete días, en la sexta galería de una mina, a causa de un derrumbe. Cinco de ellos pertenecen a la alta sociedad madrileña. Han ido hasta allí, en unas vacaciones, llevados por su sensibilidad social, para vivir con el minero y conocer su vida miserable.
Ellos son: los mellizos Borja y Gonzaga, de temperamentos encontrados: el primero es equilibrado y reflexivo; Gonzaga, inmaduro, apasionado e impetuoso. Otro grupo lo forman Luis, el único varón de su hogar; lucha por hacerse hombre fuerte a pesar de la influencia y excesivos cuidados de su madre y hermanas. Con Luis está el Vikingo, hijo único, muchacho libre de prejuicios, limpio de alma y cuerpo. El quinto personaje es Álvaro: un joven valiente, que por naturaleza es un líder decidido, con grandes capacidades para afrontar aquel peligro mortal de la mina.
Es Álvaro el que con dificultades y múltiples sacrificios, asume el mando en aquella emergencia. Será él quien se compenetre hondamente con el inmenso dolor de Luis al ver morir al Vikingo; será él quien comprenda las íntimas congojas de Borja a causa de las corrosivas explosiones de su hermano; es él quien llegará a intimidar y a querer de veras a Lucas el pobre minero, sexto personaje de esta dolorosa historia.
Lucas, el muchacho que un día se burlara groseramente de los “señoritos”, ahora, atrapado con ellos en aquel infierno, lucha desesperadamente por vivir; quiere comprenderlos, los ama y se identifica con ellos.
Una chabola en Bilbao
En esta novela social y de situaciones conflictivas, el autor narra el desenvolvimiento de dos vidas consagradas a un mismo fin, pero por sendas opuestas: un médico y un sacerdote, compañeros de colegio, tienen en su vida de adultos un mismo ideal: ayudar a los menos favorecidos, compenetrarse con los pobres y ser el amigo, el consejero, el protector.
Cada uno de ellos tiene sus propios procedimientos para realizar el ideal. En el transcurso de los acontecimientos, además de las situaciones intensas y de los desencuentros que presenta el autor, hay algo que mantiene el constante desasosiego en el lector:
Aquellos dos hombres –el sacerdote y el médico - animados por tan nobles deseos, en continuo contacto y en permanente discusión, ¿seguirán siendo vidas paralelas?
Este pensamiento punza hasta la última página en la que aparecen los dos debatiéndose en una lucha silenciosa por encontrarse, por comprenderse, por trabajar conjuntamente. En ese momento, llega la noticia de que alguien de una chabola (choza miserable) se está muriendo. El médico se dispone a salir rápidamente, el sacerdote se retrasa. En este preciso instante la comunión de ideas, la reconciliación entre los dos se hace luz en las palabras del médico, quien dice al sacerdote: “¿Qué esperas? ¡Coge tus cosas y ven conmigo!”.
Los curas comunistas
Habla de los curas que en aquella época, en Europa, se iban a vivir a barrios obreros para estar con los pobres. Esta novela tuvo en diez años, dieciocho ediciones en España, y más de trescientos cincuenta mil ejemplares en el “Círculo de Lectores”.
Es novela de tesis y de tipo social. El padre Francisco es la figura central del relato: un sacerdote que se debate entre los comentarios irónicos de los de su clase social y las expresiones cáusticas y odiosos procederes de sus compañeros de fábrica, a donde ha ido para ser otro Cristo: pobre, obrero, despreciado, incomprendido, calumniado.
En este vívido relato se debaten y analizan sin miramientos y sin miedos, las tesis sostenidas por el cristianismo, el marxismo, el comunismo, los deberes y los derechos de patronos y obreros.
El final es doloroso, pero…. no podía ser de otro modo, dadas las circunstancias que comprometen la integridad del sacerdote.
En esta novela, hay una página maestra de ironía, dolor, desconsuelo y sarcasmo: el sermón (homilía) del padre Francisco. Sermón que es una “Carta al Niño Dios”…, dice el sacerdote…
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