domingo, 17 de febrero de 2013



*         Cultural
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*         PERIÓDICO EL MUNDO DE MEDELLÍN


Doña Lucila González de Chaves, the masterful teacher of the language

Doña Lucila González de Chaves, la gran maestra del idioma 



En su blog en la Internet, doña Lucila González de Chaves hace comentarios y apuntes para el correcto uso del castellano. En su página web se pueden descargar documentos sobre el mismo tema. 
http://www.elmundo.com/images/ediciones/Jueves_26_4_2012/Jueves_26_4_2012@@lucila_gra.jpg

Ilustración Mateo Camargo / EL MUNDO
El lunes 23 de abril de 2012, contando con la gentileza de la Cámara de Comercio de Medellín, respondimos al llamado amoroso de María Cecilia Estrada B. para celebrar a doña Lucila, que es lo mismo que decir, celebrar el idioma castellano (nombre más elegante, a mi juicio, que el de español).

Mi asombro fue mayúsculo cuando una a una se fueron presentando las personas que asistieron al acto, pues cada una representaba una institución, ya literaria, ya poética, ya musical, ya artística, en fin, cada persona era un delegado. Las muestras de cariño, abundantes y diáfanas, sin zalamerías, sin voces oficiales, resultaron conmovedoras.

Para rematar, el espléndido Coro del Centro de Sistemas de Antioquia, Censa, conformado por una muchachada hermosa y un joven director enamorado de su arte, juntaron música y poesía para hacer del corazón de Lucila González y de todos quienes estábamos presentes un solo pozo de añoranzas.

Para quien esto escribe, doña Lucila es el paradigma viviente de un idioma vivo, hermoso y dúctil como nuestro español. Esta vez, como buena maestra, tampoco desaprovechó la oportunidad para enseñarnos, y las preguntas que iba formulando un auditorio ansioso y feliz, fueron contestadas una a una, con la sencillez, la precisión y la maestría de quien ama y sabe lo que está diciendo. Entonces nos soltó una sentencia, tan cierta como su corazón de maestra: “El idioma siempre será un adolescente”. 

A mi sentido abrazo de su alumno que fui en la distancia de mi lejano pueblo, donde leía con gozo su columna hebdomadaria de nombre “Funcionalidad del idioma”, ella respondió recomendando la lectura de un texto que escribí sobre ella, y que hoy es época de recordar: 

“Poco sabemos de su vida después de tantos años -dice el joven poeta español José Luis Ferris, en su bello texto ‘El elogio de la maestra’-, pero a veces se produce el milagro del reencuentro al cruzar una calle, al salir del cine o al entrar en un gran almacén. Sucede que la vemos allí, frente a nosotros, convencidos de que pasará de largo, que esquivará nuestra presencia cuando estemos cerca, que jamás nos reconocerá entre la multitud; pero ella se detiene, se detiene y nos mira con ojos de adivinación, se ilumina de pronto, pronuncia nuestro nombre y nos abraza con ese viejo calor que habíamos olvidado.

Caemos entonces en la cuenta de que también nosotros habitamos en ella, que el niño que dejamos de ser aún corre feliz por la galería de su alma”.

Su vida

Nacida en Medellín, pero llevada a Titiribí desde muy corta edad, por una de esas jugadas definitivas del destino, vivió allí la infancia, en la tierra de su admirado poeta Jorge Montoya Toro, al cuidado de los siempre añorados abuelos y de la tía Maruja Restrepo, a la sazón maestra del pueblo.

Sus estudios primarios transcurrieron en ese municipio, matizados por la tranquilidad y el recogimiento que ofrecían antaño los pueblos de Antioquia, sumado esto al cariño de los abuelos y la tutela de la maestra.

Entonces llegó la pasión por la lectura. Esa pasión que ha transformado vidas y hermoseado existencias.

La niña Lucila González (¡todavía no era de Chaves!) creció devorando libros y leyendo de todo (como le sucediera a nuestro querido maestro Carrasquilla). Y así, saliendo apenas de la adolescencia, ya había descubierto el estro arrollador de poetas como Rubén Darío, Federico García Lorca, Amado Nervo, Juan Ramón Jiménez, Leopoldo Lugones, José Asunción Silva y Rafael Pombo; conocido los estremecimientos íntimos y fieros de Barba Jacob; la epopeya narrada por José Eustasio Rivera y los pensamientos largamente elaborados de Schopenhauer, Víctor Hugo o Dostoievski.

A esa altura de la vida, con 16 escasos años, la jovencita Lucila González se halla en Medellín, matriculada en el Instituto Central Femenino, cursando la carrera de Normalista con la clara vocación de maestra y el amor por la literatura acompañando sus sueños más íntimos, como sucedió con la Nobel Gabriela Mistral y la combativa y bella Alfonsina Storni.

Y llegó al oficio de maestra; hermoso y duro oficio que desempeñó con amor y constancia primero en Amagá, Titiribí y Rionegro y más tarde en Medellín, específicamente en la Institución donde se educó y en la Universidad Pontificia Bolivariana.

Su magisterio, fortalecido siempre por la vocación y embellecido por las letras, fue alternado con seminarios, conferencias y cursos dictados con cariño a estudiantes, profesores, periodistas, ejecutivos y universitarios.

Su trabajo

Su estudio permanente y su afán por preservar el idioma, le dieron la sabiduría y la paciencia necesarias para sostener durante mucho tiempo su reconocida y añorada columna dominical “Funcionalidad del idioma”.

Generaciones completas de estudiantes aprendimos con su bien diseñada serie “Español y literatura”, libros didácticos para la enseñanza básica y media. En “Funcionalidad del idioma”, recogió con paciencia y cuidado las sabias orientaciones de sus columnas periodísticas; en “Un momento para el idioma”, rescató sus frecuentes conferencias radiales, verdaderos tratados de pedagogía, del buen hablar y escribir y no pocos consejos para maestros y noveles escritores.

De su mano fecunda, su estudio permanente y su amor por el idioma salieron libros tan entrañables y útiles como el titulado “Gramática y Estilística desde A hasta Z”, una guía sencilla y versátil, ya que en él se ubican los conceptos en riguroso orden alfabético mediante su índice analítico de materias y referencias. Este texto, a la altura de Amado Alonso o Gonzalo Martín Vivaldi, es de consulta obligada para estudiosos del idioma, periodistas y escritores que de verdad sientan la necesidad y el gusto por el uso impecable del idioma.

Recorriendo el difícil pero delicioso camino de las letras, conocí una tarde, hace ya buenos años, a doña Lucila. Compartíamos mesa de conferencistas con el poeta Hernando García Mejía. Yo estaba recorriendo el camino sembrado de palabras que ella me enseñó, cuando aún era muy joven y no tenía ni la más remota esperanza de conocerla.

Aunque nunca la tuve como maestra en clase, al conocerla, la reconocí mi maestra y esbocé una sonrisa de niño, como cuando Gabo recibió el Premio Nobel, y acordándose de Rosa Fergusson, su primera maestra, pronunció su nombre y ensanchó la sonrisa como un niño feliz.

Sé que “somos un pueblo fácil para el olvido”, como dijo alguna vez mi maestro Manuel Mejía Vallejo, pero también sé que a maestras como Lucila González de Chaves no se les puede ni se les debe olvidar.

Iván de J. Guzmán; columnista del periódico El Mundo

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Fragmento
“¿Creen ustedes que el escritor nace? Esa es la creencia general, pero dicha afirmación carece de sentido y de veracidad. Se afirma que la condición de escritor está fuera de la voluntad y de la determinación de los seres humanos, y no se tiene en cuenta que la mayoría de los escritores se han formado a sí mismos. Se puede tener una vocación innata o talento natural, gran imaginación, facilidad de pensamiento, claridad de ideas, capacidad para crear y escribir; pero, todo esto no basta, puesto que se requiere un largo proceso de estudio, de perfeccionamiento y disciplina, para poder expresarse correctamente por medio de la palabra escrita”.

Lucila González de Chaves.