jueves, 28 de junio de 2018

LENGUAJE Y VÍDEOS




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El lenguaje. Los vídeos

28 junio de 2018 - 12:10 AM
El lenguaje representa nuestra más íntima y verdadera condición de humanos; gracias al lenguaje, podemos hacer ciencia; pero, además, gracias al lenguaje existimos y somos

Se ha dicho que “las ciencias nacen del vientre de la Filosofía. En ella se fecundó la semilla que creció hasta alcanzar la madurez, que les permitió en el siglo XIX, hacerse a un nuevo territorio, al campo que cultivamos hoy con la práctica de la investigación, que entrelaza reflexión y acción”.
“Rápidamente, en este reconocimiento formal del campo científico, se dio la diferencia entre las ciencias exactas y naturales y las ciencias sociales y humanas, que a pesar de sus diferencias, y de locos y largos debates sobre ciertos tópicos, de los que siguen algunos vigentes, y a pesar de los innumerables ‘paradigmas’ que se quieren levantar entre ellas como murallas, ellas se mantienen atadas desde las entrañas; coexiste entre ellas ese lazo que las hermana: el lenguaje”. (Notas de lectura y estudio).
Entendemos, entonces, que el lenguaje representa nuestra más íntima y verdadera condición de humanos; gracias al lenguaje, podemos hacer ciencia; pero, además, gracias al lenguaje existimos y somos.
Seguimos transcribiendo nuestras notas del archivo de lectura: “El lenguaje mismo nos estructura, razón que tiene el psicoanálisis para dar la palabra, como vía y condición de su método, porque la experiencia clínica le enseñó a Freud la trascendencia de la realidad del lenguaje como fundante del inconsciente, como determinante en el Hombre. Gracias a su incidencia, la condición biológica y el ciclo mecánico instintual, se ve alterado para dar lugar a la pulsión como fuente de placer y de goce que perturba e interroga la condición orgánica, y obliga a la estructuración psíquica”. 

Bally, Charles. El lenguaje y la vida. Buenos Aires, Lozada, 1977
Godefroy-Barrat. Saber hablar para triunfar. Bogotá: Panamericana, 1996
Searle, John R. Actos del habla, ensayo de filosofía en el lenguaje. Madrid. 1980

Quizás, en otras palabras, se pueda decir que el ser humano no es más que su lenguaje, y con él nos hacemos creadores de las ciencias, de las artes y las ideologías...
Esta naturaleza del lenguaje nos obliga a asumir conscientemente una responsabilidad: el bien decir, y de ahí, el bien hacer. De allí la importancia del saber decir, del saber escribir, porque es con las palabras con las que construimos realidades; con palabras trasmitimos las verdades (o las distorsionamos); con palabras tenemos la posibilidad de crear, mantener y reconstruir lazos (o destruirlos y desunir); ellas tejen o destejen una sociedad, un hogar, una vida.
El lenguaje es el recurso para poder conservar aún la esperanza de construir un mejor vivir, y de mantener con nuestras palabras, un permanente quehacer más ajustado al ideal de lo que aspiramos ser: más humanos, más educados, menos “malapasionados” y “malpensantes”, más seres de lenguaje para poder ser sensibles e irremediablemente atentos y receptivos a la palabra del otro.
La palabra es nuestra esencia; también es estrategia y recurso para regular nuestra relación con el otro, respetar sus pensamientos y su ideología (o herirlo en lo más hondo, o desquitarse = vengar un daño o una derrota); la palabra nos garantiza el respeto a la humanidad que representamos, a nuestra intimidad y a la obligación ética de la regulación del entretejido familiar y social. Con el lenguaje podemos conseguir y mantener un discurso más incluyente, más respetuoso del otro, puesto que sabemos desde siempre que el otro es un mundo diverso del de nosotros, pero que no podemos prescindir de él.

2. Vídeo – con tilde en la i –

El elemento compositivo video, procede del latín y significa ‘yo veo’. Forma términos como videojuego, videoclip o videoconsola, todos ellos sin guion ni espacio intermedios.
De acuerdo con la Ortografía de la lengua españolalos prefijos y elementos compositivos se escriben siempre unidos a la base a la que afectan: videojuego, videoclip, videoconsolano: video juegovideo clip; tampoco: video-consola, video –juego.
Además, en el caso concreto de video: como sustantivo lleva tilde: el vídeo, los vídeos; como elemento compositivo se escribe siempre sin acento ortográfico: videoconferencia, videovigilancia, videoarbitraje, y novídeoconferencia, vídeovigilancia ni vídeoarbitraje.
Frases correctas: “Según la Organización Mundial de la Salud, el trastorno por videojuegos ya es tratado como una enfermedad mental”. “Autoridades de Bolivia y Perú acordaron reuniones técnicas por videoconferencia”. “Estrena Jennifer López videoclip en plataformas digitales”. “Un videojuego que consiste en destruir a tu oponente para sobrevivir y que ya han descargado más de 40 millones de usuarios de videoconsolas”.

Para tener en cuenta:
“En primer lugar, Dios da sentido a tu lenguaje, y tu lenguaje, si tiene sentido, te muestra a Dios”.
 (Antoine de Saint-Exupèry)


domingo, 24 de junio de 2018

DOS GRANDES NOVELAS JAPONESAS



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Dos grandes obras de la literatura japonesa. Un poco de historia 


24 junio de 2018 - 02:00 PM

Dicen los historiadores que la cultura japonesa se inicia con las inmigraciones procedentes de Corea. La tradición literaria se fija después del siglo IV d. C. El historiador inglés Aston, distingue siete períodos:

.

1. Período arcaico:
Comienzos del año 710. La obra más importante de este período es El libro de las cosas antiguas; un acopio de mitos y tradiciones primitivas.

2. El siglo de Nara:
Año 710 al 794. Se destaca la lírica breve; sus versos no tienen rima y la forma más usada es el tanka, un poema breve de treinta y una sílabas (5-7-5-7-7sílabas), que expresa con un solo trazo lírico, paisajes fugaces de la naturaleza o del alma del poeta, “en síntesis perfectas, no siempre comprensibles para los occidentales”.

3. Período clásico:
(Del 794 a 1186). Dice el historiador y crítico Ramón D. Perés que “la literatura japonesa de esta época es de gusto refinado, propia de las clases altas que la producían”.
A este período pertenece la colección poética de diversos autores, conocida con el título de Kokinshu, prologada por el poeta Tsurayuki, quien expresa: “La poesía nació cuando fueron creados el cielo y la tierra, escuchando el ruiseñor que canta entre las flores… La poesía del Japón tiene en el corazón humano su propio asiento”.
En la prosa sobresale la novela de tema cortesano Ghenzi Monogatari, cuya autora es la poetisa Murasaki Shikibu; esta novela de cuatro mil páginas, pinta escenas de la vida social en Kioto.

4. Período de la decadencia:
(1186 – 1332, siglos XII al XIV) En este, la capital de Japón se estableció en Kamakura. No hay mucha resonancia literaria.
Sin embargo, otros estudiosos de la literatura japonesa, conceptúan que en el siglo XIII apareció el hokku haiku, lo que en el mundo occidental se conoce como hai kai; es la forma más corta de verso japonés: diecisiete sílabas, (que no son las sílabas del idioma español): 5 – 7 – 5, igual que la primera parte de un tanka.
El primer haiku que se conserva es de principios del siglo XIII, por ejemplo, este, escrito por Fujiwara: 
Un enjambre de pétalos de cerezo
Revolotea: ¡Y ahí llega,
Persiguiéndolo, la tormenta!

5. Período medieval:
(1332 – 1603) Tiene diversas etapas:
En la cuarta y quinta, entran en acción voces de guerreros y monjes. La poesía es épica y son notables las obras históricas.
El drama lírico nace en el siglo XIV, continúa en el XV y desaparece en el XVI porque dejó de escribirse. Las obras dramaticolíricas eran representaciones religiosas; pero luego se convirtieron en ceremonias oficiales.

6. Período de Yedo:
(Nombre antiguo de Tokio) (1603 – 1868). Dice el citado historiador que “esta etapa es inferior en calidades literarias, y tiene influencia china”.

7. Período de Tokio o contemporáneo:
 Comprende desde 1869 hasta nuestros días. En la novela, en el teatro, en la poesía se conserva con vigor el perfil nacional japonés.
Desde mitad del siglo XIX se intensificó en el país el estudio de las lenguas europeas, especialmente del inglés.
A esta etapa pertenecen los escritores Yasunari Kawabata (1899 – 1972) y Okakura Kakuzo (1862 – 1913)

                                   País de nieve (Yasunari Kawabata)

 Kawabata (1899 – 1972), conquistó para el Japón, en 1968, el primer premio Nobel de Literatura. Los anteriores habían sido en física. Ganó fama como extraordinario pintor de mujeres. La mayoría de sus libros se caracterizan por el sentido de soledad y por las experiencias de sus viajes en su juventud. Ha sido considerado por sus compatriotas como un “tesoro humano” dentro del ambiente literario japonés.
Su gran obra: País de nieve, es la historia de un japonés -sin historia- que desde Tokio viaja cada año a las montañas para gozar de la compañía de las “geishas”. Podría aplicarse aquí lo que dijo el escritor español Pío Baroja: “Es posible una novela sin historia, sin arquitectura”.
Es un libro objetivo que no descarta los toques poéticos en algunas de las descripciones y en su enamoramiento de una muchacha de quien lo desconoce todo. Esta obra no acusa ningún problema: ni filosófico, ni social, ni existencial; los aspectos emocionales no llegan a ser conflictivos. El interés se centra en el paisaje, en el que la blancura de la nieve y el frío son personajes. Se desenvuelve como la novela clásica: en una composición lineal (desarrollo lógico de asuntos) y composición individual (la estructura de la novela se pliega para seguir al protagonista).
Son interesantes los apartes dedicados a la vida de las geishas, a los albergues, a las ferias de “Chijimi” (chijimi es la tela que se fabrica con el cáñamo cosechado en los campos). Dice: “El hilo se hila en la nieve y se teje en la nieve. Y es la nieve la que blanquea la tela. Toda la fabricación empieza y termina en la nieve. La tela del chijimi solo existe porque la nieve existe…”. (p. 215).
Los personajes principales: Shimamura, el hombre que resuelve su vida entre Tokio y una estación terminal, en cuyo albergue se deja amar por una geisha. Sus intereses residen en la danza y el ballet. Se deja llevar, se deja amar, se deja pensar… Los breves contactos con otras personas no dejan huellas en él. Este hombre hace parte de lo que el crítico Amorós llama “personajes round” que pueden tener varias facetas, no se pueden resumir en una frase y nos sorprenden al actuar.
Los restantes personajes participan del concepto del novelista y crítico Foster: “Los personajes de la novela de hoy son seres indecisos. Invisibles en sus tres cuartas partes, como los icebergs”.
En contraste con Shimamura está Komako, la mujer que se hizo geisha para pagar los gastos de la enfermedad de su antiguo novio, quien muere de tuberculosis. Komako, se entrega a este viajero que es Shimamura y llega a amarlo sin ninguna esperanza: él es un hombre con esposa e hijos, que cada año repite su viaje en busca de la geisha.
Yoko, la muchacha a quien el protagonista conoce en el tren: una mujer silenciosa, bella, pensativa; cuando habla, su voz acaricia, y su eco queda flotando largo tiempo en el oído y en el corazón de quien la escucha. Nada la ata a la vida. Yoko es como la ilusión: siempre insinuada, entrevista; inconquistada, imposible, distante.
El escritor Armel Guerne presenta esta obra en párrafos de sin igual belleza:
“La novela de la blancura. Cabe preguntarse si la música deliciosa y refinada de los sentidos, cultivada como una filosofía o como un arte y, hasta quizás, como una sabiduría, entendida más profundamente que la voz del corazón, escuchada en la prolongación de sus ecos hasta el alma del silencio interior, está dotada de una magia capaz de abrir a alguien las puertas de su libertad, de metamorfosear sus alegrías en dicha, y esta dicha en una serenidad que sería sinónimo de certidumbre, de plenitud y de paz. O por el contrario, debemos creer que solo detenta esta gracia redentora el doloroso amor, enteramente hecho de sacrifico y de silencio en la donación de sí mismo: ese suave calor inmaterial que nace y se propaga en lo más secreto del corazón, y el ciego misterio de una armonía inaudible, el amor más soberano que la carne atormentada que lo soporta”. (p. 13). 

                                 El libro del té  (Okakura Kakuzo)

La historia del té, los ritos para su elaboración, la ceremonia para tomarlo, están expresados con gran erudición en esta invaluable obra. Leemos despaciosamente y vamos aprendiendo sobre la vida, sobre los sentimientos más que sobre las pasiones, contenidas estas, por medio de la cortesía habitual en los japoneses, por su civilización moral y por sus tradiciones, de cuya pérdida habla el autor Kakuzo con cierta melancolía.
Y para entender el trascendente disfrute del té, hay escuelas especiales, pues cultivar el té, procesarlo y tomarlo es un arte; por eso el autor habla del “téismo”, haciendo hincapié en la tilde sobre la E, porque no son lo mismo: teísmo y téismo: el primero (con tilde en la i) es una creencia religiosa; el segundo vocablo nace para indicar el ceremonial del té.
Con una claridad de pensamiento y de palabra, expone las teorías del taoísmo y del zennismo; sus reflexiones en torno a su civilización; su religión; su dominio sobre las pasiones, sin renunciar a lo sentimental; el valor de la lealtad, practicada en el respeto y en la cortesía.
En El libro del té, el lector puede precisar lo simbólico que es para los japoneses el té, la trascendente significación que él tiene en su historia, en su idiosincrasia. La siguiente frase es clave, si se lee despacio y con un poco de hermenéutica. El autor – con cierta intención no libre de crítica - nos dice a los occidentales:
“Nos acusáis de tener demasiado té, pero, ¿no podemos nosotros sospechar que a vosotros os falta té en vuestra constitución?”
Y, agrega: “El sabor del té posee un encanto sutil que lo hace irresistible y muy particularmente susceptible a la idealización”.
El lector avezado no puede dejar de descubrir los relampagueos poéticos:
“….bajó al jardín, y sacudiendo un árbol, llenó el suelo de púrpura y de oro, ¡pedazos del manto de brocado del otoño!”
Y, su concepción artística:
 “El arte no tiene valor más que en cuanto habla de nuestra sensibilidad….; de la melancolía…”.
Inmediatamente se enciende en el lector ese secreto sentimiento, esa esencia de vida que es el goce de las pequeñas cosas…
La historia literaria universal registra rápidamente al autor como a “un escritor para jóvenes, invitándolos a conocer sus tradiciones japonesas, y a no dejarse llevar por la invasión de los ideales occidentales”.
Es que los años de 1900 fueron una etapa muy convulsa en la historia del Japón: salía del feudalismo y abría su conexión con el mundo.
Kakuzo - afirman los literatos - “tiene influencia del escritor japonés, Tanizaki, especialmente de su obra “El elogio de la sombra”, donde expone “la belleza de las cosas que han sido usadas”.
Es decir, ¡las cosas que tienen las marcas imborrables del tiempo!
En japonés, es costumbre referirse a los escritores, escribiendo primero el apellido y luego el nombre. Kakuzo fue filósofo, artista; escribió sobre historia e incursionó en crítica sobre el arte de su país. Defensor de las tradiciones ancestrales japonesas, acorraladas por la modernización y la cultura occidental.

jueves, 7 de junio de 2018

EDUCAR EN LA REALIDAD



Hemos leído y aprendido

Autor: Lucila González de Chaves
7 junio de 2018 - 12:07 AM

Según Catherine L’ Ecuyer “el ordenador impide el pensamiento crítico, deshumaniza el aprendizaje y la interacción humana, y acorta el tiempo de atención de los alumnos.”

Comparto algunos apartes del libro Educar en la realidad, que nos alertan. La autora Catherine L’ Ecuyer es canadiense; máster por IESE Business School y máster Europeo de Investigación.  Escribe e imparte conferencias sobre temas educativos. La tesis de su anterior  libro Educar en el asombro, se convirtió en una nueva hipótesis/teoría del aprendizaje, entendido como un viaje que nace desde el interior del hijo, del alumno.
Aparece ahora su inquietante libro: Educar en la realidad. Algunos de sus capítulos son: Neuromitos en la educación (analiza cinco); Las pantallas en la primera infancia; Los nativos digitales, una “raza diferente”; La multitarea; La motivación (la interna y la externa); El uso de las pantallas en las aulas; El esfuerzo, la austeridad y la sencillez; La sensibilidad; El sufrimiento, etc.
Dice su prologuista que “este nuevo libro está basado en una teleología educativa con base humanística… subrayada por su concreción en lo real. Redactada al filo de los obstáculos que interponen las nuevas tecnologías (NT) y las falsas concepciones neuropsicológicas del desarrollo humano. La educación debe adecuarse a la naturaleza del sujeto con sus motivaciones internas, su curiosidad, su afán por lo bueno, lo verdadero y lo bello […]”
 (Juan Narbona; neuropediatra consultor, Universidad de Navarra).
1.
“En 1996, Steve Jobs dijo: ‘Había llegado a pensar que la tecnología podría ayudar en la educación. Probablemente haya encabezado esa creencia, soy uno de los que más equipamientos tecnológicos ha regalado a los colegios en todo el planeta. Pero llegué a la conclusión de que el problema no es algo que la tecnología pueda solucionar. Lo que no funciona con la educación no se arregla con la tecnología. […] Los precedentes históricos nos enseñan que podemos convertirnos en seres humanos asombrosos sin la tecnología. La experiencia también nos dice que podemos convertirnos en seres humanos poco interesantes a través de la tecnología; […] Cambiaría, si pudiera, toda mi tecnología por una tarde con Sócrates”. (p. 92)
2.
“¿Qué quiere decir ‘educar en la realidad?’  Básicamente, tres cosas:
Primero: Hemos de educar teniendo en cuenta el siglo actual. ¿Cuál es la situación actual en la infancia y en la adolescencia con respecto al uso de las nuevas tecnologías (NT)? ¿Cómo educar para que los hijos y los alumnos puedan vivir en el mundo actual, en el que las NT son omnipresentes?”
“Segundo: Educar en la realidad es educar en el sentido del asombro por todo lo que nos rodea. El asombro es el deseo de conocimiento, y lo que asombra es la belleza. La belleza de la realidad. Por lo tanto, hijos y alumnos deben estar rodeados de realidad. A más realidad, más oportunidad de asombro y, por lo tanto, de aprendizaje. Pero hay que pensar y analizar el tipo de realidades que les estamos proponiendo”.
“Tercero: Educar con realismo. El punto de partida  de la educación debe ser la naturaleza del hijo, del alumno… ¿Qué lugar deben ocupar las NT en la búsqueda de la perfección, de la que la naturaleza de niños y jóvenes es capaz?”
3.
“La educación ha logrado que las personas aprendan a leer, pero es incapaz  de señalar lo que vale la pena leer. […] Todo lo que pretenda forzar al hijo, al alumno a una perfección de la que su naturaleza no es capaz; pretender hacer muchas cosas al tiempo, que  requieren procesar información; bombardearlos con datos para ‘mejorar su inteligencia’; adelantar etapas; sustituir lo humano por lo digital, etc., todo ello los priva de lo que su naturaleza reclama: relaciones interpersonales reales, apego, contacto con la realidad, percibir los afectos; en fin, las NT no dan sentido a los aprendizajes porque son ajenos a sus fines, a lo que es verdadero, real y bueno para su naturaleza”. (p. 65).
4.
“[…]. El ordenador impide el pensamiento crítico, deshumaniza el aprendizaje y la interacción humana, y acorta el tiempo de atención de los alumnos. […]. Llevamos años usando pantallas digitales interactivas, y ahora hay colegios que están sustituyendo los libros de texto por tabletas […]. Los padres de familia están pidiendo una actitud prudente y responsable frente a la digitalización masiva de las aulas, porque no existe evidencia suficiente que avale los supuestos beneficios del uso de las tabletas en las aulas. Existe, sí, un conjunto de estudios que advierten de los riegos de sustituir el cuaderno por la tableta”. (p. 89)
5.
“Antes de adentrarse en internet, el hijo, el alumno, debe haber desarrollado en la vida real fuera de las pantallas, una serie de virtudes que soporten su carácter: competencias sociales, sentido de intimidad, discreción, autocontrol, sentido de relevancia, relaciones interpersonales […]. Es verdad que el alumno debe asumir el protagonismo de su educación, pero el ritmo acelerado de la multitarea tecnológica y los malamente llamados ‘juegos educativos’ no lo llevan a ese fin, sino a lo contrario. Quien lleva las riendas frente a la pantalla no es el alumno, sino la aplicación ‘inteligente’ de la tableta. Ayudemos a desarrollar en el hijo, en el alumno, un sentido de tiempo y secuencia […]. Ese mapa cognitivo permite identificar un contexto y crear un sentido, en varias dimensiones, de su ser en el mundo  y en el tiempo. […] La sensibilidad es profundamente humana, no digital”. (p. 99). 
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