domingo, 16 de julio de 2023

LO DIFÍCIL DE HOY....

 

TIEMPOS DIFÍCILES……

 

 

Lucila González de Chaves

(“Aprendiz de Brujo”)

Lugore55@gmail.com

 

 

Siempre hemos creído que las paradojas, por basarse en contradicciones, en ideas opuestas, son imposibles en la realidad; pero, en la literatura son un elemento brillante, desafío de buenos escritores, sobre todo, de poetas de alta alcurnia iluminativa, para construir páginas inolvidables. Un solo ejemplo: Calderón de la Barca dice en su obra: La vida es sueño, “soy un esqueleto vivo”; para saber qué quiso decir el príncipe con esta expresión paradójica, hay que leer dicha obra y, especialmente, el monólogo de Segismundo.

El poeta antioqueño Rómulo Góngora, ya moribundo, en su último poema, “Caos”, exclama: “

 

No sé si estoy ardido o apagado…

/A veces creo que he resucitado, /

o que cadáver soy recién nacido”.

 

Este doloroso e incomprensible cambio de nuestro mundo en estos últimos años nos ha llevado a pensar, a hacer y a vivir cosas paradójicas…. 

 

 Hoy, solo quiero centrarme en el fenómeno del tapabocas: el indispensable como defensa del virus, el recurso imprescindible en el que confiar nuestra seguridad de no contagio, el ya obligatorio complemento de la moda, que nos ha nivelado a todos con el mismo rasero, en relación con la economía, la raza, la familia, la educación, la profesión…. Hoy, “todos somos iguales” , en su cabal sentido, en su real acepción; hoy, todo va teniendo su sabor de dolor, de pérdida, de distancia… 

 

Pero…, el tapabocas como defensa, también se ha llevado las sonrisas…, esas… luminosas, fraternas, acogedoras, inolvidables, en las que hallábamos acogida, discurso de amor, comprensión incondicional a nuestras fallas, ayuda moral en nuestros duelos; quizás, en instantes de desaliento podríamos decir con el poeta español, Gustavo Adolfo Bécquer:

 

 “Esas (sonrisas)… que aprendieron nuestros nombres, esas… no volverán”.

 Esas sonrisas diluyentes de caracteres ásperos; esas que eran un gesto luminoso para mostrar el alma, el amor, la tolerancia, la fraterna cercanía, la herramienta para paliar nuestra soledad y nuestros dolores, esas… no volverán.

 

¡Muy pobre nuestra alma sin las sonrisas fraternas, amorosas, espontáneas y cómplices!

 

El tapabocas nos ha limitado en gran parte, nuestro lenguaje: a través del tapabocas, las palabras no tienen eco ni influencia porque han perdido detrás de esa pequeña mampara de tela, la sonoridad, el ritmo, la claridad de la vocalización, los hipertonos que nos guiaban en la comprensión de sentimientos, intenciones, ideas…; ya los vocablos son incómodos para pronunciarlos y poco audibles ni atractivos.

 

¡Muy pobres nuestras palabras sin la cercanía de los otros en las tertulias, en las reuniones familiares, sin el calor que hermana cuando ellas se dicen al oído, o por amor, o por fraternidad, o por compañía, o por reclamo!

 

El tapaboca nos ha robado los olores: aquellos, los primeros de todos los elementos, los de la naturaleza. Desolados, hemos olvidado el olor de los árboles, de los prados, de las flores, el olor indecible del afecto, de la compañía, de la hermandad; hemos olvidado el olor familiar, los olores caseros; las familias se han distanciado un poco por temor a   infectar o a ser infectados; ya no añoramos el olor del incienso, ni los ritos en nuestros templos; los niños y jóvenes ha perdido el olor de sus maestros: su perfume, su ropa recién lavada, sus rostros bien afeitados, los peinados llenos de aromas venidos de las peluquerías que hacían parte de la inolvidable presencia física de nuestros maestros. Eran nuestro modelo para caminar, para vestirnos, para sonreír, para manejar el lenguaje gestual de amistad, de ternura, de comprensión; eran el parámetro según el cual íbamos a echar los hondos y firmes cimientos de la existencia que viviríamos serenamente, dignamente...

 

¡Muy pobre nuestra existencia sin poder sentir ni definir los olores que nos eran entrañables, originados en los antepasados, en la casa paterna, en el aula, en el lugar del trabajo, en la familia reunida, en los amigos, en los amores inolvidables!

 

¡Tiempos insoportables de ayuno de miradas, de palabras, de calor de afecto, de presencias sinceramente fraternas, no con sellos de compromiso social, de ratos para pasar el día, o con intenciones empobrecidas de solo afecto compañeril!

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