Aprendiz de brujo en Luciano de
Samosata, Goethe, Dukas y Walt Disney
Autor: Lucila
González de Chaves
Maestra, escritora y periodista
El
“Philopseudés” de Luciano
Luciano
de Samosata (125
– 181 d. C), escritor griego, dejó más de ochenta obras cortas y de diverso
género, escritas con ingenioso humor y extraordinaria fantasía. Son relatos con
temas de actualidad de la época, como la creencia en lo sobrenatural y lo
maravilloso. Entre esas obras está Philopseudés (El
aficionado a la mentira), en donde aparecen por primera vez las
aventuras del Aprendiz:
Unos
personajes se enzarzan en una conversación sobre la magia y sus poderes, donde
cada uno de ellos, pertenecientes a la élite intelectual y representantes de
las principales escuelas filosóficas, cuenta algo encaminado a avalar la
existencia de fenómenos sobrenaturales. Solo uno, Tiquiades, como el “alter
ego” de Luciano, se muestra absolutamente incrédulo con respecto a tales
historias.
Uno de
esos relatos es el del Aprendiz de brujo: El narrador es Eucrates y
lo cuenta como una experiencia personal; lo que sirve para poner en evidencia
que lo que está contando no ha sucedido en realidad, ni se ha oído:
Eucrates
conoce en un viaje a Pancrates, un sacerdote sagrado de Menfis, de quien se
decía que la propia diosa Isis le había enseñado su magia. Cautivado por las
maravillas que le ve hacer, especialmente por la forma en que hace cobrar vida
a diferentes objetos para que le sirvan, trata de que le enseñe el ensalmo que
utiliza, pero Pancrates se niega.
Tras
espiarlo en la oscuridad y quedarse con la fórmula mágica, compuesta de tres
silabas, logra que funcione el conjuro y hace que una mano de mortero vaya por
agua con un ánfora.
Cuando
quiere que el mortero pare, se da cuenta de que no sabe cómo hacerlo y el
mortero continúa trayendo agua sin cesar, inundando la casa.
En su
desesperación, el aprendiz coge un hacha y parte la mano del
mortero en dos mitades, con lo que lo único que consigue es que ahora cobren
vida las dos mitades, y por separado, continúen trayendo agua.
Cuando
está todo inundado, regresa Pancrates, que, muy enfadado, vuelve a poner las
cosas en su sitio y desaparece sin dejar rastro.
La balada
de J. W. Goethe
Fruto de
la amistad y colaboración con Schiller, el escritor alemán Goethe, compuso una
serie de baladas sobre cuentos populares y temas legendarios basados en la
antigua Grecia; baladas que fueron publicadas en el “Musenalmanach” en 1797.
La historia del aprendiz ha pasado a la posteridad porque a
finales del siglo XVIII, Goethe compuso una balada inspirada en el relato de
Luciano, con algunas diferencias:
El
aprendiz de brujo (Der Zauberlehrling)
es una balada de catorce estrofas, puesta en boca del aprendiz, y
comienza diciendo que ahora que el viejo mago se ha ido, se hará obedecer de
los espíritus, porque se ha aprendido de memoria sus palabras y sus gestos, y
por tanto puede reproducir su magia.
A
continuación, a modo de fórmula mágica, invoca a los torrentes de agua para que
fluyan y llenen el estanque. Llama a la escoba y la insta a vestirse de
harapos, reprochándole que antes no le hiciera caso; ahora tendrá que cumplir
sus deseos.
Comienza
a darle órdenes: ponerse sobre dos pies, sacar una cabeza y coger un cubo. La
escoba cumple su cometido y comienza a traer el agua para llenar el recipiente.
Cuando está lleno, le ordena que pare y, al no obedecer, se da cuenta,
consternado, de que ha olvidado las palabras mágicas.
La escoba
sigue trayendo agua y lo inunda todo; el aprendiz se enfada con la
escoba y la llama “engendro del infierno”. La escoba adquiere un aspecto
aterrador, por lo que el aprendiz coge el hacha y la parte en
dos pedazos, con el resultado de que ambos empiezan a traer más agua.
Cuando
llega el maestro, el aprendiz le dice que los espíritus
ignoraron sus órdenes. El maestro, tras ordenar a la escoba que retorne a su
rincón, le hace saber al aprendiz, que solo él, como maestro, puede
convocar a los espíritus para servirle.
Tanto en
Luciano como en Goethe, el objeto de animación toma una cierta
apariencia de ser humano, por ello se le viste con harapos.
La
diferencia más importante es que en el relato de Luciano, los poderes mágicos
emanan del propio Pancrates, en su calidad de gran sacerdote, mientras que en
Goethe, hay que convocar a los espíritus infernales que son quienes tienen el
poder. El mago no es más que un intermediario.
El
scherzo de Paul Dukas
En 1897
se estrenó en París la famosa obra del compositor Paul Dukas, con
el nombre de El aprendiz de brujo, para conmemorar los cien
años de la creación del poema de Goethe.
La balada
de Goethe inspiró a Paul Dukas (1865 – 1935) un poema sinfónico en forma de
scherzo sinfónico: El aprendiz de brujo. El propio Dukas
subtituló Scherzo basado en una balada de Goethe.
El
scherzo basa su fuerza expresiva en una férrea construcción en forma de fuga.
Una sinfonía que describe fielmente cada escena de la obra original de Goethe.
Comienza
creando una atmósfera misteriosa en la que imaginamos al mago haciendo su magia
y al aprendiz madurando la idea de suplantarlo.
En la
introducción, sobre un fondo de cuerdas, el contrafagot y luego toda la
orquesta van ejecutando, por turnos, el tema del aprendiz de brujo y
el encantamiento. La trompeta es la encargada de presentar la fórmula mágica.
El tema
original de la escoba es expuesto por primera vez por medio de tres fagots.
Luego, un tema más rápido “con un ritmo fuerte, cuyo desarrollo fugado ocupa el
lugar más importante de la obra”, sugiere el movimiento de la escoba y da la
impresión de que esta va saltando. El resto de la orquesta, principalmente los
instrumentos de cuerda, reproducen la acción de verter el agua. Suenan las
trompetas, el fagot (la escoba) se anima cada vez más con un ritmo punzante.
La
orquesta traduce (los violines) el pánico del aprendiz, incapaz de
detener la marcha infernal de la escoba. El agua sigue inundándolo todo.
En este
momento la música alcanza su punto culminante, es el momento en que el aprendiz corta
en dos mitades la escoba.
Tras una
breve pausa, se va elevando lentamente el fagot, y los asistentes se imaginan a
la escoba tratando de ponerse en pie de nuevo. En el instante en que las dos
mitades de la escoba se ponen de pies, la fuga simple (en la obra musical) se
convierte en doble fuga, “para dar origen a desarrollos dobles que se
entrecruzan, se persiguen y se encabalgan en un tumulto delirante”. Un súbito
final fortísimo indica el regreso del maestro que restablece el orden.
En Goethe
no se hacía mención expresa de una fórmula mágica, aunque se dice que el aprendiz se
sabe las palabras y los gestos de su maestro. En Dukas, la trompeta hace
alusión a la fórmula mágica. El golpe de percusión revela que el mago ha vuelto
las cosas a su lugar.
Fantasía de Walt Disney
En 1940,
el productor, director y guionista, Disney (1901 – 1966),
conocido en la cultura occidental como “el más influyente cultivador de la
imaginación infantil”, incluyó en su película de animación, Fantasía,
la música del francés Paul Dukas, ejecutada por la orquesta de
Filadelfia y dirigida por Leopold Stokowsky. En dicha película, el ratón Mickey
asume el papel del aprendiz.
En la
introducción se dice que el aprendiz es un niño ávido de
conocimientos y que contempla al mago hacer sus prácticas, mientras va transportando
con gesto cansado, los cubos de agua que debe llevarle al mago. Cuando este se
ausenta, Mickey, el aprendiz, se apodera del gorro de su
maestro para asumir su personalidad y ordena a la escoba que haga su trabajo
por él. La escoba poco a poco se va enderezando y comienza a acarrear el agua
en dos cubos, seguida de Mickey, el aprendiz, que imita sus
movimientos con una gran sonrisa. Está feliz porque ha conseguido usar la magia
para sus propios fines, no como el mago que hacía surgir imágenes sin utilidad.
Como la
escoba está haciendo su trabajo, él se queda dormido. Despierta y se da cuenta
de que la escoba ha seguido trayendo agua sin parar y que está todo inundado.
Aterrorizado, el aprendiz intenta detener la escoba y con un
hacha la hace añicos. Aquí no son solo dos mitades, sino un ejército verdadero
de escobas las que cobran vida y traen agua sin parar.
El
aprendiz encuentra
el gran libro de conjuros de su maestro y busca desesperado la fórmula para
detener el hechizo… Un gran torbellino, que coincide con el torbellino sonoro
de la música de Dukas, lo engulle…
Regresa
el mago…, esboza una mirada aterradora y levantando las manos lo vuelve todo a
su lugar.
La
Escritora y catedrática, Marisa Miralles, termina sus análisis diciendo: “Nada
es original; la mayoría de las historias ya las había contado un escritor
griego o un romano”.
(Resumen
de mi “Archivo personal de lecturas e investigaciones”, realizado todo en
fichas académicas)
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