EL SENTIDO DE LO QUE DECIMOS ESTÁ EN LO QUE LOS OTROS OYEN
Lucila González de Chaves
“Aprendiz de Brujo”
Maestra, periodista y escritora
Lugore55@gmail.com
Entre los
compromisos con el hablar y el escribir están: la claridad de las ideas, la
propiedad de los vocablos, la precisión en la contextualización y la difícil
sencillez, base de la armonía y la elegancia.
1.
La armonía en el lenguaje
La
armonía radica en el sentido musical de las palabras y de las frases, y en el
arte de combinarlas de un modo agradable para el oído. La armonía es el gran
secreto de los grandes escritores. Según el crítico Albalat, la armonía “se
funda en el genio de la lengua, en las exigencias del oído”. Y da la siguiente
regla:
“Hay
que abstenerse de toda rudeza en el
sonido,
de
todo tropiezo, de toda disonancia marcada, salvo que, para mantener estos
sonidos o palabras, haya razones de relieve, de originalidad u otros motivos de
belleza literaria”.
Debe
tenerse en cuenta al escribir, no terminar una frase con la expresión más
corta. Por ejemplo, no hay armonía en esta frase:
He
clasificado todas las postales que me regalaste por países.
Es
más armónico decir: He clasificado por países todas las postales que me
regalaste.
Los principales
errores contra la armonía son la cacofonía y la monotonía.
Cacofonía:
Es
la repetición desagradable de sonidos iguales o semejantes. Ejemplos:
- EL rigor abrasador del calor
- La carretilla no cabía en la cabina
- Es penoso pensar que el pentágono no
perciba el peligro de la penetración de espías entre su personal.
Monotonía:
Es
el empleo frecuente de muy pocos vocablos; esa desagradable repetición de
palabras se debe a pobreza de vocabulario. Ejemplos:
- Hay el talento natural y el talento
adquirido: el talento para las ciencias y el talento para las artes. Y también
el talento para vivir cómodamente.
- Para aliviar al contribuyente, es
preciso hacer grandes reducciones en los presupuestos; y también conviene dar
al pueblo grandes facilidades para el comercio y para que se funden grandes
industrias.
2. Traducciones
Unos
cuantos gramáticos consultados, entre ellos el eminente Martín Vivaldi y el
tratadista del estilo Guillermo Díaz-Plaja, aconsejan lo siguiente a quienes se
dedican a realizar traducciones:
1.
Conocer
a la perfección el idioma extranjero del que se va a realizar la traducción.
Hoy se traduce mucho, y con frecuencia, mal. Abundan las malas traducciones de
libros científicos y de obras literarias.
2.
Escribir
y hablar correctamente el idioma español. Por la puerta falsa de las malas
versiones se están introduciendo muchos barbarismos y, sobre todo, múltiples
vicios de construcción que están
desfigurando nuestro idioma.
3.
El traductor ha de tener cierto talento literario, puesto que no conviene una
traducción literal. Ha de ser sabio y prudente para no alterar el exacto
sentido del texto traducido
4.
El traductor ha de estar a la altura, al nivel del original; de lo contrario,
se deben respetar los textos y el buen nombre de los autores. No es elegante
agregar de nuestra parte lo que nos parece que es conveniente.
5.
El traductor debe conocer a fondo la materia objeto de la traducción y estar
muy familiarizado con ella. Por tanto:
6.
El novelista debe traducir al novelista y el científico al científico.
7.
Conviene ser fiel al original para captar el sentimiento y el pensamiento del
autor. En consecuencia:
8.
Antes de empezar a traducir es necesario leer varias veces todo el original
para captar el sentido de la obra.
9.
Terminada la traducción, debe dejarse pasar un tiempo antes de corregirla. Los
defectos de versión (barbarismos, solecismos, etc.) resaltarán así con más
fuerza.
10.
El ideal es la ‘traducción libre’, antes que la ‘literal’, siempre que se
respete el sentido original.
11.
El uso del diccionario es más cómodo cuando no se tiene que ir escribiendo al
tiempo que se traduce.
3.
Verbos
Los verbos lograr, alcanzar o conseguir se emplean para referirse
a la consecución de algo que se desea, no para expresar un
resultado negativo. Frecuentemente se leen en diarios, o se oyen, frases inadecuadas
como: “La izquierda ha logrado la pérdida de apoyos…”, o “Los estudiantes
han logrado suspender la mayoría de los exámenes”.
Lograr, (al igual que otros verbos, como conseguir y alcanzar),
significa ‘conseguir lo que se intenta o desea’, por lo que no es coherente
emplearlo con resultados que frustran ese deseo.
Es preferible escribir
"La izquierda ha perdido apoyos…”; “Los estudiantes han suspendido la
mayoría de los exámenes”.
Hablar y escribir
adecuadamente, con cierta armonía, con sencillez, claridad y precisión, es
estar lejos de un uso alambicado y rebuscado queriendo ser elegante, exquisito
o sutil en la expresión.
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