¡VEN!, ¡NO TARDES TANTO!
Lucila
González de Chaves
“Aprendiz
de Brujo”
blog:
lucilagonzalezdechaves.blogspot.com
Las palabras que dan nombre a este texto son un
ruego del ser humano; demandan ayuda; lo repetimos cada año en Navidad, cuando,
congregados en torno al pesebre, rezamos la Novena al Niño Jesús.
¡Ven a nuestras almas
Ven, no tardes tanto!
Hermosa e inolvidable costumbre.
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Y… si nos apartamos de la musical y devota literatura
de dicha Novena, reescrita hace más
de cien años por Bertilda Samper, monja de la comunidad de la Compañía de
María, La Enseñanza, llamada en el Claustro: Hermana María Ignacia; si nos
apartamos un poco –digo- de dicho texto, y reflexionamos sobre nuestra fe, descubrimos
que Él siempre vive en nosotros; ¡que nuestro amor y nuestra esperanza
mantienen viva y permanente su presencia en nuestra personal comunión con Él!
Debiéramos confesar, con entereza y orgullo, este
sentimiento, porque la real y permanente presencia de Dios en nuestro corazón
es el eje de nuestra fe, su llama alimentadora.
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Llega Navidad y nuestras costumbres católicas nos
remiten cada año al pesebre para sentir, anhelar y creer firmemente que el
Dios-Niño nace para reavivar nuestros principios cristianos y encender el
apagado deseo de sentirnos hijos de Dios.
Creo que
debemos cuidar y alimentar lo eterno: Su Presencia en nosotros desde nuestro
nacimiento; y con la certeza de vivir siempre en Él y Él en nosotros, practicar
devotamente los ritos.
GOZOS Y REFLEXIONES
Estas
reflexiones están basadas en la clásica novena y en sus gozos, que amorosamente
nos remiten a nuestra infancia:
1.”Y
el Verbo se hizo carne, y habitó entre nosotros”. (Juan 1. 14)
2.
Dios Padre entrega a su Hijo a los hombres como la máxima demostración de amor
y de perdón.
3.
María, madre del Dios encarnado, prepara nuestras almas para tan deseado
nacimiento.
4.
Niño Jesús, venimos confiados ante ti, porque por medio de Santa Margarita nos
prometiste: “Todo lo que quieras pedir, pídelo por los méritos de mi infancia y
nada te será negado”.
5.
Jesús-Niño, ante ti exponemos nuestro deseo de llevar una vida virtuosa y poder
así, conseguir una eternidad de amor y entrega en tus brazos.
6. El
Dios-Padre, por amor al hombre, busca otra morada; y su misericordia infinita,
para poder redimirlo y salvarlo, se encarna en la Virgen María.
8.
El hombre, creado por Dios, le había desobedecido y merecido, por ello, un
castigo eterno, pero el Dios-Padre nos da a su Hijo para expiar aquella
desobediencia, ingratitud y rebeldía.
9.
Dios-Niño, postrados ante ti en el pesebre, te adoramos y recibimos la gracia
santificadora; te pedimos que por medio de ella ayudes la debilidad de nuestras
almas y les des nuevas energías para cumplir tu Voluntad.
10.
La imponderable sabiduría del Espíritu Santo te formó, ¡oh Niño! en las
entrañas de la Virgen María, con tanta delicadeza y tal capacidad de
sufrimiento hasta llegar a redimirnos y a hacernos hijos de Dios.
11.
Virgen María, nos unimos a tu adoración por el Dios-Hombre, encarnado en tu
seno y como tú, queremos estar siempre anonadados para que Él lo sea todo en
nuestras vidas.
12. Divino
Niño: ayúdanos a practicar tu lección de amor: Quien se entrega a la Voluntad
de Dios, ya no se pertenece a sí mismo, y no quiere a cada instante sino lo que
Él quiere, siguiéndole fervientemente.
13.
Dios-Niño: queremos prepararnos para tu cumpleaños, purificando nuestras almas
para que sean una verdadera morada tuya; y ennobleciendo nuestros corazones
para que aprendan a amar, como tú, sin medida.
14.
Llega la media noche y, como hace más de dos mil años, tú estás en el pesebre.
Tú, el vaticinado, el anhelado febrilmente. Tu
santa Madre, transportada de júbilo, se postra a tus pies. José, te rinde el
homenaje con el que inaugura su misterioso e imponderable oficio de padre
putativo del Redentor de los hombres.
¡Feliz
cumpleaños, mi Señor!
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