NOS
QUEDA LA PALABRA COMO CAMINO…
HACIA
DIOS, Y COMO FORTALEZA FRENTE A LA TERRORÍFICA PRUEBA QUE SUFRE EL MUNDO.
Lucila
González de Chaves
“Maestra del idioma”
Amo la palabra porque con ella he
logrado comprender y disfrutar el amor.
Con ella he podido disipar mis cuitas
de muertes, de olvidos, de soledades y silencios.
Ella me ha acompañado en mis éxitos, y es ella
la hacedora de los caminos que he transitado en busca del afecto, del amor, de
la amistad, de la fraternidad, del saber, del bien enseñar, de la serenidad
interior al ir envejeciendo apaciblemente.
La palabra me llevó hasta el corazón y
el cerebro de mis alumnos de todos los tiempos, y con ellos pude compartir la alegría
de buscar, de encontrar, de saber; ella nos recordó siempre el compromiso de
vivir con dignidad y de aprender con orden, sencillez y humildad.
Fue la palabra la que me llevó a enamorarme
de manera comprometida a formar un hogar, y fue ella el refugio de dos seres:
él, artista y tenor lírico, solista operático y maestro de la música barroca;
yo, maestra del idioma y de los valores literarios creados por la palabra.
Fue la palabra la que nos ayudó a
tejer la convivencia familiar y la tolerancia para admitir y respetar las
diferencias.
Nuestros hijos encontraron la manera
de llegar hasta sus padres para expresar sus deseos, amores e incomodidades al
empezar a descubrir y a pronunciar las palabras.
En este presente lleno de malignos
ataques a la convivencia, a la salud física y mental, a la familia, a la
educación, a los pueblos; tiempo de inenarrable sufrimiento; días bañados en
lágrimas, colmados de tantas pérdidas, de tantas ausencias, de tantas renuncias
a causa de la COVID-19; solo nos queda la palabra.
¡Y no importa la disminución que de
ella haga el tapabocas, en sus acentos, en su fluidez, en su vocalización, en
su feliz camino hacia el pensamiento del otro!
Es la palabra nuestro recurso
comunicativo; ¡el apacible refugio cuando escribimos para destejer, un poco, la
apretada y dolorosa urdimbre de nuestro interior, a veces, fuerte, a veces
derrotado, en tantos momentos esperanzado…!
¡Nos queda LA PALABRA que se arrodilla
ante Dios para pedir clemencia, fortaleza, paz y consuelo!
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