jueves, 7 de diciembre de 2023

EL DON DE LA PALABRA

 

NOS QUEDA LA PALABRA COMO CAMINO…

 

HACIA DIOS, Y COMO FORTALEZA FRENTE A LA TERRORÍFICA PRUEBA QUE SUFRE EL MUNDO.

 

Lucila González de Chaves

“Maestra del idioma”

Lugore55@gmail.com

 

 

Amo la palabra porque con ella he logrado comprender y disfrutar el amor.

Con ella he podido disipar mis cuitas de muertes, de olvidos, de soledades y silencios.

 Ella me ha acompañado en mis éxitos, y es ella la hacedora de los caminos que he transitado en busca del afecto, del amor, de la amistad, de la fraternidad, del saber, del bien enseñar, de la serenidad interior al ir envejeciendo apaciblemente.

La palabra me llevó hasta el corazón y el cerebro de mis alumnos de todos los tiempos, y con ellos pude compartir la alegría de buscar, de encontrar, de saber; ella nos recordó siempre el compromiso de vivir con dignidad y de aprender con orden, sencillez y humildad.

Fue la palabra la que me llevó a enamorarme de manera comprometida a formar un hogar, y fue ella el refugio de dos seres: él, artista y tenor lírico, solista operático y maestro de la música barroca; yo, maestra del idioma y de los valores literarios creados por la palabra.

Fue la palabra la que nos ayudó a tejer la convivencia familiar y la tolerancia para admitir y respetar las diferencias.

Nuestros hijos encontraron la manera de llegar hasta sus padres para expresar sus deseos, amores e incomodidades al empezar a descubrir y a pronunciar las palabras.

En este presente lleno de malignos ataques a la convivencia, a la salud física y mental, a la familia, a la educación, a los pueblos; tiempo de inenarrable sufrimiento; días bañados en lágrimas, colmados de tantas pérdidas, de tantas ausencias, de tantas renuncias a causa de la COVID-19; solo nos queda la palabra.

¡Y no importa la disminución que de ella haga el tapabocas, en sus acentos, en su fluidez, en su vocalización, en su feliz camino hacia el pensamiento del otro!

Es la palabra nuestro recurso comunicativo; ¡el apacible refugio cuando escribimos para destejer, un poco, la apretada y dolorosa urdimbre de nuestro interior, a veces, fuerte, a veces derrotado, en tantos momentos esperanzado…!

¡Nos queda LA PALABRA que se arrodilla ante Dios para pedir clemencia, fortaleza, paz y consuelo!

 

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