ALFREDO NOBEL EL CREADOR DE IMPORTANTES PREMIOS.
GABRIEL GARCÍA MARQUEZ, EL NOBEL COLOMBIANO
Lucila González de
Chaves
“Maestra del Idioma”
Lugore55@gmail.com
Cada
diez de diciembre es un aniversario más de la muerte de Alfredo Nobel; por tal
motivo, se entregan los Premios que llevan su nombre y que gozan de un
prestigio extraordinario.
Cada año, al comenzar el invierno europeo, los periódicos de todo el mundo
publican la concesión de los Premios que recaen sobre personas de méritos, ya
consagradas. La fundación Nobel, con sede en Estocolmo, tiene a su cargo la
administración de los fondos para dichos Premios.
Los de Física y Química los concede la Academia de Ciencias de Estocolmo; el de
Medicina, el Instituto Caroliniano de la misma ciudad; el de Literatura, la
Academia Sueca de la Lengua; el de Paz, el Storting (Parlamento Noruego).
En el año 1969 se concedió por primera vez, un sexto Premio: el de Economía;
premio que ha venido siendo entregado cada año, con los otros cinco, el diez de
diciembre.
2. ALFREDO NOBEL
Nació en Estocolmo en 1833. Al morir dejó su fortuna
para fines de cultura y pacifismo, para promover y estimular el progreso de la
ciencia, de la destreza y la pericia. Estudió química e ingeniería mecánica por
su propio esfuerzo. Hasta los diecisiete años trabajó en Rusia, país al que se
había marchado su padre con toda la familia.
Luego, Alfredo Nobel se fue a Norteamérica por su propia cuenta y riesgo; allí
estudió al lado del ingeniero John Ericsson. Dos años después volvió a Rusia
para trabajar con su familia en la fabricación de torpedos y minas submarinas.
Esta empresa daba trabajo a mil obreros, lo que indica la cantidad de
explosivos que producía.
Cuando Rusia empezó a comprar su armamento en el exterior, la fábrica de la
familia Nobel se declaró en quiebra, y todos regresaron a Suecia. Alfredo viajó
a París, y con la influencia de Napoleón III, consiguió un préstamo con el que
aseguró su carrera de éxito: inventó la
nitroglicerina, la mezcló con pólvora negra, y el 15 de julio de 1864 sacó la patente de invención de la dinamita; ésta
haría explotar su fábrica el 3 de agosto siguiente.
Ante la amenaza que Alfredo Nobel representaba con su dinamita, y el terror que
a las gentes producía el tenerlo cerca, él no pudo reconstruir su fábrica, y
tuvo que establecer su laboratorio y taller en un barco que se hallaba anclado
en medio del lago Maelar.
Años después, pasado un poco el pánico, construyó fábricas en Suecia y
Alemania; pero, el peligro acompañó los éxitos: salta, hecho pedazos, un buque
que llevaba al Perú doscientos barriles de dinamita, y mueren cuarenta y siete
tripulantes; vuela en pedazos, en San Francisco de California un almacén, y hay
catorce víctimas; queda destruido el local en Sídney; de la fábrica de Alemania
sólo quedan los restos de muchos trabajadores, entre ellos su hermano menor...
Un nimbo de espanto y maldición aísla a Alfredo Nobel, con su invento, de los
demás seres humanos. Nadie quiere vender, almacenar, embarcar dinamita, y él
mismo no puede encontrar dónde vivir en Nueva York, porque -dicen - "puede
llevar muestras en los bolsillos".
Nobel siente que la adversidad lo enardece y lo empuja hacia la lucha: hombre
práctico y experto financiero, monta fábricas, saca patentes, organiza empresas
comerciales y convence a todo el mundo de que la dinamita es menos peligrosa
que los demás explosivos empleados en túneles, canteras y.… por los ejércitos.
La dinamita se utilizó por primera vez con fines bélicos en la guerra
franco-prusiana entre 1870 y 1871.
Nobel inventó una caldera inexplosiva, un freno automático, la pólvora sin
humo: la balistita, la
gelatina explosiva, una combinación de algodón pólvora y nitroglicerina, el
caucho sintético, la seda artificial... Llegó a reunir ciento veintinueve
patentes.
¡Destacada su carrera de inventor! ¡larga su fama! pero... ¿su vida
personal?
Dicen los biógrafos que Alfredo Nobel no supo luchar con el dolor del ser
humano, con la angustia de vivir sujeto a la ilusión y al desengaño; no pudo
llenar los vacíos con amor... no supo abrir humildemente el corazón a los
demás. Como era un hombre de extraordinario talento, conocía su desventura y la
explicaba con infinito desprecio de sí mismo y de la humanidad.
Fue una persona retraída, y detestaba todas las formas de publicidad. Un hombre
de educación muy cuidada y un perfecto idealista. Nunca cursó estudios
universitarios ni obtuvo ningún título académico; pero, sus conocimientos
científicos y su madurez intelectual sobrepasaban a sus contemporáneos.
Hablaba varios idiomas y sabía bastante de literatura; y sin embargo...
¡solitario!, de temperamento sensitivo, soñador. Su íntimo dolor de vivir se
revela claramente en esta autodescripción que envió un día a su hermano:
"Alfredo Nobel, lastimoso medioviviente, debió ser muerto de asfixia por
un médico filántropo tan pronto como, con un vagido, entró en la vida".
Y, es que en los últimos años sufrió muchos padecimientos físicos y mentales.
La progresiva pérdida de la salud afectó su estado mental. A todo esto, se
suman la deshonestidad y la incomprensión de sus subalternos y ayudantes. Pero
dice uno de los estudiosos de Alfredo Nobel que” en el fondo de su
personalidad, peculiarmente complicada, que requería soledad y sufría de
desesperación melancólica, entre un torbellino de negocios apremiantes y
actividades industriales, yacía escondida una naturaleza poética" (Anders
Osterling).
En 1890, al leer la novela Abajo las armas escrita por
la baronesa Berta Suttner (Premio Nobel de la Paz en 1905), en la que ella
pinta los horrores de la guerra, Nobel se convirtió en un pacifista militante,
pero... seguía produciendo dinamita y otras materias para la guerra.
De su amistad y largas conversaciones con la novelista citada, parece que
surgió la Institución de los Premios Nobel.
En su vejez, Alfredo Nobel trasladó sus laboratorios a San Remo, y en esta
bella ciudad italiana murió de un infarto el 10 de diciembre de 1896. Dejó a
los albaceas de su testamento el encargo de organizar el sistema de
administración de los Premios Nobel. Nueve millones de dólares fue la cantidad
destinada para conceder anualmente cinco premios. Las primeras adjudicaciones
tuvieron lugar en 1901.
NOTA: Según concepto de la
Academia Colombiana de la Lengua, "Boletín" tomo XVIII, la palabra
Nobel, de acuerdo con su carácter propio, es una palabra aguda. Debe
pronunciarse Nobel con acento en la última sílaba; no se le marca tilde por ser
palabra aguda terminada en ele.
3. GABRIEL GARCÍA MÁRQUEZ
El caballero de las
letras universales, nacido en Aracataca (Colombia), en 1927 murió el 17 de
marzo de 2014, jueves santo, a las 3 p. m., en México.
En su homenaje, transcribimos
estas notas, por haber recibido el Premio Nobel de Literatura hace cuarenta
años (1982)
a- CIEN
AÑOS DE SOLEDAD, NOVELA SÍMBOLO DE UNA ÉPOCA
Lucila González de Chaves
Nota: Este comentario a
la obra de Gabriel García Márquez, fue escrito y publicado en el año 1967,
pocos meses después de aparecer en las librerías, su gran novela “Cien años de
Soledad”; fue el primer análisis que se conoció en Colombia.
…………….
La novela de García
Márquez, tan celebrada por los más y tan discutida por tantos, se desenvuelve
en un lugar de la región del norte de Colombia: el supuesto Macondo; región
hostil; sin embargo, los personajes van a tener más poder que la misma
naturaleza.
(A propósito: en el año 1966, la revista “Mundo Nuevo”
editada en París para los países de América Latina, publicó en su novena entrega
-según información de Lecturas Dominicales del periódico El Tiempo, 23 de abril
de 1967- fragmentos de la novela de
García Márquez: El Insomnio de Macondo. ¿Será ésta la que hoy conocemos como
Cien años de Soledad… de Macondo?).
Si se nos permite,
pudiéramos decir que la obra se divide en tres partes, así:
1. Fundación de Macondo.
2. Vida
política, militar y social de Macondo.
3.
Decadencia y desaparición de Macondo.
Cada una de estas tres
partes tiene sus típicos personajes: el primer Buendía, José Arcadio, el
fundador: un iluminado que guía a su pueblo de acuerdo con sus propios sueños.
Melquíades, el gitano, que lleva progreso y adelantos civilizadores, un
personaje que no quiere quedarse en el mundo de los muertos, y sigue asistiendo
a Macondo desde su cuarto de inventos.
Aureliano (no recordamos
si es el primero, el segundo o el tercer Buendía de esta historia), que reparte
su vida entre su esposa, Fernanda, y la amante, Petra Cotes. Esta última es
quien ha hecho de los jóvenes de Macondo, hombres, y de los muchos hombres,
indefensos niños.
Todos los Buendías -la
lista es larga- son, en su orden y en su
tiempo, personajes típicos, tanto hombres como mujeres, tanto los legítimos
como los que no lo son.
Otra de las
características de la novela es la mezcla de realidades y de situaciones
legendarias, fabulosas: las levitaciones, el aburrimiento de Melquíades en el
mundo de los muertos y sus constates apariciones, las que lo convierten en un
permanente visitante de la casa-hotel-manicomio (que es la peculiar casa de los
Buendías), el aguacero persistente, tanto de día como de noche; más
exactamente: “Llovió cuatro años, once meses y dos días” (p. 267, primera
edición, 1967); -esta es un de tantas
hipérboles del libro-, las mariposas amarillas que van anunciando el encendido
amor del galán de una de las Buendías,
la lluvia de hojas que caen insistentemente a la hora de la muerte de la ya
centenaria Úrsula de Buendía, etc.
Pero, volvamos a los
personajes. Todos ellos viven sus vidas vulgares, ordinarias, en un escenario
gris y sin relieves. La monotonía y el aburrimiento no logran amordazar las
pasiones de este grupo de Buendías que pueblan las páginas de esta novela.
De todo hay en el mundo
descrito por García Márquez: ya dijimos que el primer José Arcadio Buendía es
iluso y visionario; pero, además es el hombre que tiene miedo a la realidad. Un
soñador suele ser una cosa peligrosa. Y muy soñador es este Buendía que funda
un pueblo y luego se construye un mundo interior: habla sin cesar de cosas que
nadie oye y, un día, acaba atado al almendro de la casona.
Y Úrsula, la esposa de
José Arcadio, batalladora e indomeñable, que asiste a los cien años del Macondo
de su esposo.
Y Amaranta -Buendía
también- que esconde bajo la máscara de
la pureza y de la abnegación de buena tía, la vergüenza de una vida íntima poco
limpia.
El más célebre de los
Buendías, el segundo: el Coronel Aureliano Buendía, quien promueve treinta y
dos guerras -y las pierde todas-, riega por todo el territorio colombiano
diecisiete hijos: diecisiete Aurelianos, según la voluntad de Úrsula, la abuela
y madrina de todos estos niños.
Este Coronel Aureliano es
una mezcla extraña de dignidad y de cobardía, de ideales y miserias; igual a
Petra Cotes, que reúne en grandes cantidades el pecado, la valentía y la
generosidad.
No podemos pasar por alto
a Santa Sofía de la Piedad, mujer silenciosa, solitaria e impenetrable, quien
en algún momento de este apretado relato es madre de otro Buendía y que, al
perderlo, se dedica a cuidar silenciosamente al Buendía de turno, quien ocupa
el cuarto del gitano.
Fernanda, la esposa
legítima de un Buendía soñador y andariego, desentona un poco en la casona,
porque tiene aires de gran dama, de matrona de sangre azul. Quizás, por esto,
Remedios la Bella (otra de las esposas de uno de tantos en esta casa de muchos)
se eleva hacia el firmamento llevándose las sábanas recién lavadas de la
distinguida señora Fernanda.
Rebeca, otra esposa de un
Buendía, alivia sus tensiones emocionales regresando a sus vicios de infancia:
chupa dedo, come tierra y cal; tal vez, por esto es por lo que vomita
lagartijas vivas. Es ella la que da uno de los escasos toques románticos a esta
obra: después de haber vivido un apasionado amor con José Arcadio Buendía (hijo
o nieto del primer José Arcadio), cuando lo pierde, rompe con el mundo y se
encierra a vivir de los recuerdos. (p. 139, primera ed., 1967).
En la novela de García
Márquez predomina la narración.
¡Qué forma embrujadora de narrar!
Son muy escasos los
diálogos. En cambio, hay secuencias como el monólogo de Fernanda que abarca
cuatro páginas en las que no hay un solo punto y aparte.
Esta obra de gran
excelencia narrativa, tiene sus toques de humor irónico, sus apreciaciones
brillantes sobre la injusticia social, a raíz de la recién creada Compañía
Bananera en Macondo, y cuya huelga marca la decadencia del pueblo.
Leerla y entenderla es un poco difícil por la
gran ampliación de ideas en muchas de sus partes y por la incansable repetición
de los nombres que desconciertan y desorientan en el seguimiento de la trama.
Medellín, 1967 – Desde
esa época, el comentario no ha sido modificado. Fue mi primera visión de dicho
libro.
…………………
Como maestra de
literatura e idioma español durante cincuenta años, las siguientes son mis
notas de lectura de las obras del Nobel colombiano, publicadas en periódicos y
revistas:
b. LA
HOJARASCA.
Su primera producción. Cortísima
novela que he leído varias veces y, como maestra, la he puesto de ejemplo al
hablar del manejo del monólogo en la literatura. No importa que los críticos la
hagan a un lado porque se parece a tal autor, a tal novela, etc.
En tres preciosos
monólogos: El del viejo Coronel, el de su hija Isabel y el de su nieto; tres
personajes que asisten al velorio del enigmático médico que un día llegara a
Macondo. El autor, con una sutileza, hábilmente manejada, refleja la desolación
y la angustia que la fiebre del banano ha dejado en nuestro país.
Cada uno de los tres
personajes da rienda suelta a sus pensamientos; así, esta breve obra se
convierte en una de las piezas con más carga psicológica que en muchas otras
producciones.
Al final no quedan sino
baúles llenos de secretos y hojas (dinero) que se los lleva el viento, y que
constituyen parte de la hojarasca:
El primer párrafo:
“De pronto, como si un
remolino hubiera echado raíces en el centro del pueblo, llegó la compañía
bananera perseguida por la hojarasca. Era un hojarasca revuelta, alborotada,
formada por los desperdicios
humanos y materiales de los otros pueblos, rastrojos de una guerra civil que
cada vez parecía más remota e inverosímil. La hojarasca era implacable. Todo lo
contaminaba de su revuelto olor multitudinario, olor de secreción a flor de
piel y de recóndita muerte”.
Y, ¿el personaje
principal? Ni su nombre, ni su lugar de origen, ni su familia…
En la pág. 52 leemos:
“Fue el único médico en
el pueblo, hasta cuando llegó la compañía bananera […]. Él debió ver los nuevos
rumbos trazados por la hojarasca, pero no dijo nada. Siguió abriendo la puerta
de la calle, sentándose en su asiento de cuero, durante todo el día, hasta
cuando pasaron muchos sin que volviera un enfermo. Entonces echó el cerrojo a
la puerta, compró una hamaca y se encerró en el cuarto […]”
c. REALISMO MÁGICO – SOLEDAD – MACONDO -
En la mayoría de los escritores -los que perduran en el tiempo y en la
historia- su enamoramiento del arte, de la ciencia y de las civilizaciones más
avanzadas hace florecer su forma de idealizar lo real; es decir, ellos se
elevan sobre la realidad, porque han encontrado el orden y la armonía en las
cotidianas formas de la vida, la que convierten en arte.
En la obra de los grandes, es siempre la realidad la que ha dado las
pautas y ha sido el punto de partida. El mérito está en su talento para
convertir la vida en obra de arte. Por eso, las obras inmortales son aquellas
que, por estar inspiradas en el mundo real, tienen mayor calor de humanidad:
ahí están Homero, Cervantes, Goethe, Shakespeare…. No falsearon la realidad,
por eso sus obras son reales e ideales a la vez, como todos los ensueños del
hombre, como todo el vivir de la humanidad.
En Gabriel García Márquez ocurrió lo mismo, por eso es un clásico de la
literatura; la realidad le ofreció el modelo, pero él, con sus dotes de
escritor y con su capacidad imaginativa, llevó dicha realidad a la
idealización; es decir, elevó a las personas y las cosas sobre la realidad
sensible, por medio de la inteligencia y de la fantasía, y les dio vida y
continuidad en la historia literaria con el embrujo de su narrativa.
Eso mismo habían hecho ya, Juan Rulfo en “Pedro Páramo”, y casi todos los
escritores del Boom Latinoamericano, en la segunda mitad del siglo XX, entre
ellos García Márquez; y nació, entonces, aquella forma literaria tan repetida,
tan alabada, tan enseñada, pero tan poco estudiada, que se ha llamado “Realismo
Mágico”.
El Realismo Mágico en García Márquez está apoyado en una gran figura o
imagen literaria llamada hipérbole; al trasladar la realidad común y corriente
de cada ser humano, la vida de un pueblo, la cotidianidad de una familia, al
llevar todos estos aspectos hasta el límite de la concepción, y todavía
después, más allá de una simple semántica o de un cuadro costumbrista, empiezan
a aparecer en sus obras: lo alucinante, lo maravilloso, lo hechizante; por
ejemplo: un doctor que vive en un pueblo durante veinticinco años y nadie sabe
quién es, de dónde ha venido, cuál es su nombre; un médico que come “hierba de
esa que comen los burros”. Una vorágine compuesta de malas costumbres, de
dinero obtenido y gastado a montones porque una compañía bananera ha corrompido
las costumbres, una “hojarasca” que deja desolado a un pueblo solitario,
polvoriento y ardiente.
Ese mismo pueblo, en otra obra, es fundado por un iluminado Buendía,
trashumante y alucinado, y solo sobrevive los cien años que tiene la esposa del
fundador, con ella muere también el pueblo; el mismo de las mariposas
amarillas, de las sábanas que envuelven a una dama en su ascensión, unas
lagartijas que arroja otra de tan insólita estirpe, y otra que se da aires de
dama de sangre azul, un gitano que aporta progresos, un militar con treinta y
tres guerras perdidas, un continuo aguacero de más de cuatro años, una mujer
adulta que come tierra y cal, la
interminable lluvia de hojas porque la matrona ha muerto, los nombres de las
cosas impuestos por la urgencia de reconocerlos cuando llegue la peste del
olvido.
Los personajes de la mayoría de las obras de Gabriel García Márquez, el
Nobel colombiano, son soledosos. Su soledad consiste en la incapacidad de
reconocerse a sí mismos, en no poder ubicarse, en la falta de una auténtica y
fraternal comunicación, todos los amores y las relaciones son de paso, son
ocasionales, de ahí que no haya muchos diálogos; una soledad que nace en la
ensoñación con la que cada cual se pasea por la realidad, sin apenas pisar con
verdadero amor e interés, y despaciosamente, el campo vital de los otros.
Hay soledad y desamparo en el coronel que semana a semana, y por siempre,
espera que el gobierno le reconozca una pensión de jubilación por sus servicios
prestados en las guerras. Ese coronel existe hoy, camina desolado, envejecido y
agotado, por las calles, esperando, contra toda esperanza, que el gobierno sepa
quién es él, que le reconozca sus servicios, que le ayude a vivir con paz y
bienestar sus últimos años, concediéndole una jubilación. Ese gallo del
coronel, en una de las mejores novelas de García Márquez (“El coronel no tiene
quién le escriba”), es ahora, la imagen viva de la necesidad imperiosa que
tienen los viejos de una razón para vivir y unos sueños que alimentar.
Por eso, el realismo mágico y la soledad no han muerto, ni con los
escritores del Boom ni con García Márquez; son elementos del diario vivir, del
ahora nuestro.
Hay, ahora, en Colombia, realismo mágico en la manera de aplicar justicia,
en la caprichosa y subjetiva forma de interpretarla, en el comportamiento y en
el lenguaje de algunos mandatarios, en las apreciaciones y compromisos del
Congreso. Hay realismo mágico en los maestros y alumnos que creen que ÚNICAMENTE
la pantalla del computador es la mejor y más perfecta forma de “educar”, de
adquirir cultura, de aprender a ser ciudadanos de alguna parte…. Nada de
ciencias humanas, ni de foros, ni de conversatorios; nada de filosofías, ni de
ética, ni de libros físicos.
Hay realismo mágico cuando tenemos que preguntarles a los artefactos
mecánicos cuánto suman cuatro más cuatro. El celular es realismo mágico.
También lo es la ya larga historia de algunos mandatarios del país.
Si en los polvorientos y calurosos pueblos de García Márquez, hay soledad,
y en Macondo hubo que ponerles nombres a las cosas y escribirlos por miedo a la
peste del olvido, ahora, nosotros también tenemos que fijar los nombres de los
amigos, de los vecinos, de las familias antes de que la tecnología nos succione
por completo la mente y el corazón.
¡Qué inmensa soledad se siente al tomar un café con amigos, cada uno
“metido” en su celular! ¡Qué
desconcierto mirar sus gestos, su concentración, su furtiva sonrisa, y tener la
certeza de que nada de ello es para nuestras palabras, para nuestro afecto,
nuestro calor humano, nuestras ideas, sino para alguien que, desde muy lejos,
con sus mensajes, viene a perturbar la conversación, y a convertir la presencia
en ausencias, y a llenarnos de soledad!
Y la hojarasca de hoy… arrolladora. Los rezagos humanos –y también muchos
que no lo son- se han convertido en
fuerte amenaza para la vida, la propiedad y el trabajo honrado. Y esta
hojarasca nuestra no es como la del escritor García Márquez, que llega,
destroza y se va… la nuestra permanece, se vigoriza, crece y se arraiga
mediante la corrupción del poder, de la política y del dinero.
d. EL CORONEL NO
TIENE QUIEN LE ESCRIBA:
El relato es realista y de carácter fotográfico
(1957). El lenguaje es el que corresponde a la realidad; ninguna palabra es
subjetiva porque el vocabulario no es filosófico, ni lírico. La novela se
desarrolla en dos planos: el social y el individual.
Social: el mundo degradado de Macondo, un
pueblo costero, con una violencia manifiesta: censura, miedo colectivo, abusos
de autoridad, desamparo del pueblo… Las luchas políticas dejaron toque de
queda, represiones políticas. El pueblo se debate entre la miseria y la
violencia: libertades coartadas; su contacto con el mundo es la lancha que
llega los viernes con cartas y periódicos atrasados.
Lo individual: los apremios del viejo Coronel
retirado que espera su jubilación. Su vida está golpeada por los males del
pueblo. Vive en la miseria. Va vendiendo sus pertenencias para ir pasando. La
posesión del gallo es su esperanza de recuperación económica. Pero este Coronel
sigue siendo símbolo de la ética, de la hidalguía, de la gallardía para
sobrellevar sus múltiples problemas, a pesar del calor que aletarga el
pensamiento y el alma de las gentes de este pueblo; a pesar de la pobreza, del
abandono, de la incomunicación, del olvido del gobierno central.
Su autor, Gabriel García Márquez, afirmó alguna
vez que este relato es su obra maestra. Fue su propio abuelo el protagonista.
El viejo Coronel Márquez, quien después de haberle servido a la Patria, pasó
todo el resto de su vida esperando una justa pensión de jubilación, la que
nunca llegó.
Algunos personajes son simbólicos: el hijo,
aficionado a los gallos es asesinado porque el sistema lo considera subversivo;
la esposa del Coronel, fiel y escuálida, es su antítesis; el usurero Don Sabas,
símbolo del dinero; el alcalde; el cura del pueblo y el abogado, todos dan
cuenta de una familia agobiada por la pobreza.
En síntesis, este corto relato –noventa y dos
páginas – nos muestra unos pocos días de vida de un matrimonio anciano: él, un
coronel veterano de la guerra civil de los mil días; algunas de sus
preocupaciones son: un gallo de pelea, el recuerdo de su hijo, muerto a tiros
en una pelea de gallos, e ir todos los viernes a esperar el correo que ha de
traerle la resolución oficial de su jubilación. La esposa sólo piensa en el
hijo muerto, en sus continuas crisis de asma y en vender el gallo del Coronel.
e. EL
OTOÑO DEL PATRIARCA:
Uno de los aspectos más significativos en esta
extensa obra de García Márquez es la importancia que le da a la mujer: todo gira
a su alrededor; nada se mueve sin su influencia. En El otoño del Patriarca, esta relación es más profunda aún que la
que se da con Úrsula en Cien años de
Soledad. El octogenario Patriarca, el dictador que ha vivido más tiempo del
que cualquiera pueda recordar (más de doscientos años) y que representa todas
las dictaduras de América Latina, es tirano, cruel, absoluto y déspota. Sin
embargo, su consejera y confidente es su madre Bendición Alvarado.
En la
obra la figura del padre no existe, por eso su único punto de referencia es su
madre; es con ella con quien el tirano siempre encabeza su soliloquio
confesional: le interesa que ella lo comprenda, lo justifique, lo absuelva: el
dictador arrastra su “Edipo” a lo largo de toda la novela. Luego está la ex monja,
Leticia Nazareno, que se convierte en su esposa; ella no disimula su
influencia: le enseña modales de comportamiento, lo pule, lo refina. Con ella
tiene un hijo a quien educan como a un príncipe.
Paralelo al tema de la carencia de padre, está
el de la exaltación del machismo que, dentro de ese mundo amoral, aparece como
valor único y supremo, encarnado en la figura del tirano. Lo que más lo hace
feliz es su “apetito bárbaro de mandar”, su necesidad de ser obedecido y de
poseer el mando siempre, inclusive, para canonizar santos por decreto. Cuando
preguntaba qué horas eran, sus gentes le contestaban: “las que usted ordene mi
general” (p. 92).
La escritora colombiana Laura Restrepo opina
acertadamente en su ensayo Historia
doméstica de un tirano (1975):
“Uno de
los mayores logros de esta novela consiste en que esta historia cotidiana y
prosaica de un anciano, incluye dentro de sí, y refleja nítidamente, la
historia global de América Latina. Hay un momento clave a partir del cual se
abre toda la dimensión histórica: aquel que presenta, simultáneamente, en el
mar del puerto, el acorazado de los infantes de marina norteamericanos, y las
tres carabelas del “almirante mayor de la mar océana”, Cristóbal Colón. Esta
escena, lograda mediante una técnica de la utilización del tiempo que podríamos
llamar “sincretismo temporal”, que consiste en la superposición de diferentes
tiempos y momentos históricos, ubica la novela y todo su acontecer interno
dentro de un contexto histórico preciso: el de la dependencia que aparece
sintetizada aquí en dos de sus momentos determinantes, la conquista española y
la dominación norteamericana. La historia de esta obra es la historia del
coloniaje y de sus diversas manifestaciones (…)”.
El dictador se derrumba y frente a la ocupación
del país por parte de los marinos extranjeros y la venta del mar a un país
extraño, su desesperación se sintetiza en esta angustiada petición: Llévense
todo, pero déjenme el mar. Y, sin embargo, se le llevan el mar, y sólo queda la
desolación representada en los cuervos, las vacas y las inmundicias que se
apoderan de su palacio; todo esto lo contempla con estupor la multitud que
penetra en el palacio en ruinas para encontrar luego, muerto al dictador.
Es una parodia grotesca de una realidad, la cual
García Márquez golpea y desgarra inmisericordemente, mediante la ironía trágica
y el humor negro. Algunos críticos han dicho que el Patriarca más que un hombre
es un fetiche, un mito, un monstruo prehistórico. Su existencia real la
confirman sus masacres, sus venganzas, sus crímenes, sus mentiras oficiales, la
tergiversación colectiva de un pueblo mil veces engañado.
El
tirano miente siempre para mantenerse en el poder; un dictador que termina por
engañarse también a sí mismo, perdiendo contacto con la realidad y tomando por
real la alucinación creada por él y su gobierno: “Ni él mismo sabía quién era
él” (p. 223).
f. LA
INCREÍBLE Y TRISTE HISTORIA DE LA CÁNDIDA ERÉNDIRA Y SU ABUELA DESALMADA:
Algunos críticos dicen de este relato que es
una novela corta; otros, que es un cuento largo. De todas maneras, esta obra
nos muestra a una abuela dominante y tirana que no vacila un instante en
convertir a Eréndira en una prostituta, para que le cancele hasta el último
centavo de las pérdidas ocasionadas por el incendio involuntario de su casa y
de sus bienes. La abuela disfraza su poder con una fingida dulzura: no necesita
gritar, ni castigar, ni amenazar. Eréndira es dócil, callada y solitaria. De
nuevo aparece la soledad como una constante literaria. ¿Se enamora Eréndira al
final? No lo sabemos, pero sí vemos cómo
aprovecha a Ulises para su secreto propósito. El dominio y el poder sucumben, y
Eréndira huye sola, pero feliz: ya es libre.
.
g. LA
MALA HORA:
Parece que Gabriel García márquez siente el
deber de mostrar que todo gran escritor está obligado a comprometerse con la
realidad política que vive.
Esta
novela pertenece al género realístico, pero lo supera por la exasperación de
las situaciones y por ser un poco alegórico al presentar los motivos esenciales
de su novela, que consigna la vida de un pueblo colombiano, como tantos, un
pueblo sepultado entre pantanos, transido de miedos, de rencores, de
desconfianzas, de permanentes violencias; un pueblo que refleja, precisamente,
una época de la eterna violencia en Colombia; la lucha de los partidos
tradicionales; los pasquines arrojados por debajo de las puertas; los carteles
anónimos amenazando la vida de los contrarios. El alcalde militar sentenciando
y asesinando en nombre de la Ley, y los intelectuales y reaccionarios de
oposición defendiendo la anhelada libertad. Ellos son, en este caso, el
dentista, la maestra y el cura.
Es obra que da cuenta, con indiscutible fidelidad,
de cada uno de los movimientos de los personajes que viven con admirable
autenticidad en las páginas de esta novela.
Se destaca el diálogo que es escueto, conciso,
potente, en veces, acre, cargado de intención, de contenido.
h. EL
AHOGADO MÁS HERMOSO DEL MUNDO (cuento)
La mezcla de lo fantástico y lo real, llamada
por los críticos realismo mágico es la característica del estilo de G.
G. M.. Unos niños encuentran a un ahogado de una estatura descomunal y de una
belleza nunca vista, en un pueblito del mar Caribe. Todas las mujeres se
enamoran de él; para hacerle unos funerales lo adoptan como a uno de los suyos.
Los celosos maridos mejoran sus casas, y hasta crecen flores en los
acantilados. Para hacerlo más suyo, más vecino a sus afectos, llegan,
inclusive, a darle un nombre que corresponde a la cotidianidad del pueblo:
Esteban.
i.
EL RASTRO DE TU SANGRE
EN LA NIEVE
Un bellísimo cuento. Muestra el amor de una
joven pareja que se da en igualdad de condiciones sociales, afectivas,
económicas y políticas.
Es más, el amor plenamente correspondido,
culmina en un matrimonio; pero, el azar y la desgracia se interponen e impiden
el largo disfrute de ese amor. Es así, como la protagonista, hiperbólicamente
concebida su desgracia, se desangra por el simple pinchazo de la espina de una
rosa.
j. UN
HOMBRE MUY VIEJO CON UNAS ALAS MUY GRANDES (cuento)
Otro rasgo característico en la narrativa de
este autor es el manejo del lenguaje. En una entrevista dijo que, en sus
primeros cuentos, no hizo más que repetir las historias familiares y regionales
que, cuando niño, le contaron sus abuelos.
Este
cuento es una de ellas: un hombre muy viejo con unas alas muy grandes, en medio
de un insoportable invierno, cae un día en la casa de Pelayo y Elisenda,
convirtiéndose en el centro de atención de todo el pueblo y de los pueblos
vecinos. Para unos era un náufrago; para otros, un ángel; otros muchos decían
que era un demonio, y algunos, que era un ser humano con la posibilidad que
deberían tener los hombres para volar. Después de que por mucho tiempo este
espectáculo se convirtió en un negocio, el hombre muy viejo levanta el vuelo y
desaparece.
k. LOS
FUNERALES DE LA MAMÁ GRANDE:
Cuento que mezcla los elementos realistas y los
fantásticos para contar la historia de los funerales de una señora oligárquica,
a los que asiste nada menos que el Papa.
En este relato se viola la verosimilitud, se
alteran la geografía y la historia, lo que inicia una nueva forma de realismo:
un realismo “vecino y colindante con la narración fantástica”.
María del Rosario Castañeda y Montero es la
“Mamá Grande” de Macondo: ama y señora del pueblo, domina a terratenientes y
ciudadanos, quienes obedecen ciegamente sus mandatos. Un martes de septiembre,
a los noventa y dos años, fallece.
El gran anillo, símbolo de autoridad, es pasado
a su sobrina Magdalena, quien lo rechaza y, para disimular su incapacidad de
sucederla, se mete al convento. Todo el pueblo está convulso. La Mamá Grande es
irreemplazable. Sin ella, el pueblo de Macondo sucumbirá. Ni el Padre Antonio
Isabel, ni su sobrino Nicanor pueden calmar a la multitud.
l.CRÓNICA
DE UNA MUERTE ANUNCIADA:
Bayardo San Román, en la primera noche de su
boda, descubre que Ángela Vicario no es virgen. Indignado, la arroja de su vida
y de su casa. Comienza el interrogatorio de sus padres, y Ángela confiesa que
el culpable es Santiago Nascer, el joven más apuesto y rico del pueblo.
Los hermanos gemelos de Ángela Vicario tienen
que vengar el honor de la familia, y con el afilado cuchillo de su carnicería
lo persiguen insistentemente. Todo el pueblo conoce las intenciones de los
hermanos Vicario, menos Santiago. La lucha por comunicársela es infructuosa
porque el destino ya está dado.
Lucila González de Chaves
Maestra, periodista y escritora
(Apuntes tomados de mi libro “Historia y
reflexión sobre obras leídas”)
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