viernes, 2 de diciembre de 2022

ALFREDO NOBEL Y GABRIEL GARCÍA MÁRQUEZ

 

ALFREDO NOBEL EL CREADOR DE IMPORTANTES PREMIOS.

 

GABRIEL GARCÍA MARQUEZ, EL NOBEL COLOMBIANO

 

 

Lucila González de Chaves

“Maestra del Idioma”

Lugore55@gmail.com

 

 

1.    LOS PREMIOS NOBEL

 

Cada diez de diciembre es un aniversario más de la muerte de Alfredo Nobel; por tal motivo, se entregan los Premios que llevan su nombre y que gozan de un prestigio extraordinario.


Cada año, al comenzar el invierno europeo, los periódicos de todo el mundo publican la concesión de los Premios que recaen sobre personas de méritos, ya consagradas. La fundación Nobel, con sede en Estocolmo, tiene a su cargo la administración de los fondos para dichos Premios.


Los de Física y Química los concede la Academia de Ciencias de Estocolmo; el de Medicina, el Instituto Caroliniano de la misma ciudad; el de Literatura, la Academia Sueca de la Lengua; el de Paz, el Storting (Parlamento Noruego).


En el año 1969 se concedió por primera vez, un sexto Premio: el de Economía; premio que ha venido siendo entregado cada año, con los otros cinco, el diez de diciembre.


2. ALFREDO NOBEL

 

Nació en Estocolmo en 1833. Al morir dejó su fortuna para fines de cultura y pacifismo, para promover y estimular el progreso de la ciencia, de la destreza y la pericia. Estudió química e ingeniería mecánica por su propio esfuerzo. Hasta los diecisiete años trabajó en Rusia, país al que se había marchado su padre con toda la familia.


Luego, Alfredo Nobel se fue a Norteamérica por su propia cuenta y riesgo; allí estudió al lado del ingeniero John Ericsson. Dos años después volvió a Rusia para trabajar con su familia en la fabricación de torpedos y minas submarinas. Esta empresa daba trabajo a mil obreros, lo que indica la cantidad de explosivos que producía.


Cuando Rusia empezó a comprar su armamento en el exterior, la fábrica de la familia Nobel se declaró en quiebra, y todos regresaron a Suecia. Alfredo viajó a París, y con la influencia de Napoleón III, consiguió un préstamo con el que aseguró su carrera de éxito: inventó la nitroglicerina, la mezcló con pólvora negra, y el 15 de julio de 1864 sacó la patente de invención de la dinamita; ésta haría explotar su fábrica el 3 de agosto siguiente.


Ante la amenaza que Alfredo Nobel representaba con su dinamita, y el terror que a las gentes producía el tenerlo cerca, él no pudo reconstruir su fábrica, y tuvo que establecer su laboratorio y taller en un barco que se hallaba anclado en medio del lago Maelar.
Años después, pasado un poco el pánico, construyó fábricas en Suecia y Alemania; pero, el peligro acompañó los éxitos: salta, hecho pedazos, un buque que llevaba al Perú doscientos barriles de dinamita, y mueren cuarenta y siete tripulantes; vuela en pedazos, en San Francisco de California un almacén, y hay catorce víctimas; queda destruido el local en Sídney; de la fábrica de Alemania sólo quedan los restos de muchos trabajadores, entre ellos su hermano menor...


Un nimbo de espanto y maldición aísla a Alfredo Nobel, con su invento, de los demás seres humanos. Nadie quiere vender, almacenar, embarcar dinamita, y él mismo no puede encontrar dónde vivir en Nueva York, porque -dicen - "puede llevar muestras en los bolsillos".


Nobel siente que la adversidad lo enardece y lo empuja hacia la lucha: hombre práctico y experto financiero, monta fábricas, saca patentes, organiza empresas comerciales y convence a todo el mundo de que la dinamita es menos peligrosa que los demás explosivos empleados en túneles, canteras y.… por los ejércitos.


La dinamita se utilizó por primera vez con fines bélicos en la guerra franco-prusiana entre 1870 y 1871.


Nobel inventó una caldera inexplosiva, un freno automático, la pólvora sin humo: la balistita, la gelatina explosiva, una combinación de algodón pólvora y nitroglicerina, el caucho sintético, la seda artificial... Llegó a reunir ciento veintinueve patentes.


¡Destacada su carrera de inventor!  ¡larga su fama!  pero... ¿su vida personal?


Dicen los biógrafos que Alfredo Nobel no supo luchar con el dolor del ser humano, con la angustia de vivir sujeto a la ilusión y al desengaño; no pudo llenar los vacíos con amor... no supo abrir humildemente el corazón a los demás. Como era un hombre de extraordinario talento, conocía su desventura y la explicaba con infinito desprecio de sí mismo y de la humanidad.


Fue una persona retraída, y detestaba todas las formas de publicidad. Un hombre de educación muy cuidada y un perfecto idealista. Nunca cursó estudios universitarios ni obtuvo ningún título académico; pero, sus conocimientos científicos y su madurez intelectual sobrepasaban a sus contemporáneos.


Hablaba varios idiomas y sabía bastante de literatura; y sin embargo... ¡solitario!, de temperamento sensitivo, soñador. Su íntimo dolor de vivir se revela claramente en esta autodescripción que envió un día a su hermano: "Alfredo Nobel, lastimoso medioviviente, debió ser muerto de asfixia por un médico filántropo tan pronto como, con un vagido, entró en la vida".


Y, es que en los últimos años sufrió muchos padecimientos físicos y mentales. La progresiva pérdida de la salud afectó su estado mental. A todo esto, se suman la deshonestidad y la incomprensión de sus subalternos y ayudantes. Pero dice uno de los estudiosos de Alfredo Nobel que” en el fondo de su personalidad, peculiarmente complicada, que requería soledad y sufría de desesperación melancólica, entre un torbellino de negocios apremiantes y actividades industriales, yacía escondida una naturaleza poética" (Anders Osterling).


En 1890, al leer la novela Abajo las armas escrita por la baronesa Berta Suttner (Premio Nobel de la Paz en 1905), en la que ella pinta los horrores de la guerra, Nobel se convirtió en un pacifista militante, pero... seguía produciendo dinamita y otras materias para la guerra.
De su amistad y largas conversaciones con la novelista citada, parece que surgió la Institución de los Premios Nobel.


En su vejez, Alfredo Nobel trasladó sus laboratorios a San Remo, y en esta bella ciudad italiana murió de un infarto el 10 de diciembre de 1896. Dejó a los albaceas de su testamento el encargo de organizar el sistema de administración de los Premios Nobel. Nueve millones de dólares fue la cantidad destinada para conceder anualmente cinco premios. Las primeras adjudicaciones tuvieron lugar en 1901.

NOTA: Según concepto de la Academia Colombiana de la Lengua, "Boletín" tomo XVIII, la palabra Nobel, de acuerdo con su carácter propio, es una palabra aguda. Debe pronunciarse Nobel con acento en la última sílaba; no se le marca tilde por ser palabra aguda terminada en ele.

 

 

3.    GABRIEL GARCÍA MÁRQUEZ

 

El caballero de las letras universales, nacido en Aracataca (Colombia), en 1927 murió el 17 de marzo de 2014, jueves santo, a las 3 p. m., en México.

 

En su homenaje, transcribimos estas notas, por haber recibido el Premio Nobel de Literatura hace cuarenta años (1982)

 

 

a-   CIEN AÑOS DE SOLEDAD, NOVELA SÍMBOLO DE UNA ÉPOCA

 

 

Lucila González de Chaves

 

 

Nota: Este comentario a la obra de Gabriel García Márquez, fue escrito y publicado en el año 1967, pocos meses después de aparecer en las librerías, su gran novela “Cien años de Soledad”; fue el primer análisis que se conoció en Colombia.

 

…………….

 

La novela de García Márquez, tan celebrada por los más y tan discutida por tantos, se desenvuelve en un lugar de la región del norte de Colombia: el supuesto Macondo; región hostil; sin embargo, los personajes van a tener más poder que la misma naturaleza.

 

(A propósito: en el año 1966, la revista “Mundo Nuevo” editada en París para los países de América Latina, publicó en su novena entrega -según información de Lecturas Dominicales del periódico El Tiempo, 23 de abril de 1967-  fragmentos de la novela de García Márquez: El Insomnio de Macondo. ¿Será ésta la que hoy conocemos como Cien años de Soledad… de Macondo?).

 

Si se nos permite, pudiéramos decir que la obra se divide en tres partes, así:

 

 1. Fundación de Macondo.  

 2.  Vida política, militar y social de Macondo. 

 3.  Decadencia y desaparición de Macondo.

 

Cada una de estas tres partes tiene sus típicos personajes: el primer Buendía, José Arcadio, el fundador: un iluminado que guía a su pueblo de acuerdo con sus propios sueños. Melquíades, el gitano, que lleva progreso y adelantos civilizadores, un personaje que no quiere quedarse en el mundo de los muertos, y sigue asistiendo a Macondo desde su cuarto de inventos.

 

Aureliano (no recordamos si es el primero, el segundo o el tercer Buendía de esta historia), que reparte su vida entre su esposa, Fernanda, y la amante, Petra Cotes. Esta última es quien ha hecho de los jóvenes de Macondo, hombres, y de los muchos hombres, indefensos niños.

 

Todos los Buendías -la lista es larga-  son, en su orden y en su tiempo, personajes típicos, tanto hombres como mujeres, tanto los legítimos como los que no lo son.

 

Otra de las características de la novela es la mezcla de realidades y de situaciones legendarias, fabulosas: las levitaciones, el aburrimiento de Melquíades en el mundo de los muertos y sus constates apariciones, las que lo convierten en un permanente visitante de la casa-hotel-manicomio (que es la peculiar casa de los Buendías), el aguacero persistente, tanto de día como de noche; más exactamente: “Llovió cuatro años, once meses y dos días” (p. 267, primera edición, 1967);  -esta es un de tantas hipérboles del libro-, las mariposas amarillas que van anunciando el encendido amor del galán  de una de las Buendías, la lluvia de hojas que caen insistentemente a la hora de la muerte de la ya centenaria Úrsula de Buendía, etc.

 

Pero, volvamos a los personajes. Todos ellos viven sus vidas vulgares, ordinarias, en un escenario gris y sin relieves. La monotonía y el aburrimiento no logran amordazar las pasiones de este grupo de Buendías que pueblan las páginas de esta novela.

 

De todo hay en el mundo descrito por García Márquez: ya dijimos que el primer José Arcadio Buendía es iluso y visionario; pero, además es el hombre que tiene miedo a la realidad. Un soñador suele ser una cosa peligrosa. Y muy soñador es este Buendía que funda un pueblo y luego se construye un mundo interior: habla sin cesar de cosas que nadie oye y, un día, acaba atado al almendro de la casona.

 

Y Úrsula, la esposa de José Arcadio, batalladora e indomeñable, que asiste a los cien años del Macondo de su esposo.

 

Y Amaranta -Buendía también-  que esconde bajo la máscara de la pureza y de la abnegación de buena tía, la vergüenza de una vida íntima poco limpia.

 

El más célebre de los Buendías, el segundo: el Coronel Aureliano Buendía, quien promueve treinta y dos guerras -y las pierde todas-, riega por todo el territorio colombiano diecisiete hijos: diecisiete Aurelianos, según la voluntad de Úrsula, la abuela y madrina de todos estos niños.

 

Este Coronel Aureliano es una mezcla extraña de dignidad y de cobardía, de ideales y miserias; igual a Petra Cotes, que reúne en grandes cantidades el pecado, la valentía y la generosidad.

 

No podemos pasar por alto a Santa Sofía de la Piedad, mujer silenciosa, solitaria e impenetrable, quien en algún momento de este apretado relato es madre de otro Buendía y que, al perderlo, se dedica a cuidar silenciosamente al Buendía de turno, quien ocupa el cuarto del gitano.

 

Fernanda, la esposa legítima de un Buendía soñador y andariego, desentona un poco en la casona, porque tiene aires de gran dama, de matrona de sangre azul. Quizás, por esto, Remedios la Bella (otra de las esposas de uno de tantos en esta casa de muchos) se eleva hacia el firmamento llevándose las sábanas recién lavadas de la distinguida señora Fernanda.

 

Rebeca, otra esposa de un Buendía, alivia sus tensiones emocionales regresando a sus vicios de infancia: chupa dedo, come tierra y cal; tal vez, por esto es por lo que vomita lagartijas vivas. Es ella la que da uno de los escasos toques románticos a esta obra: después de haber vivido un apasionado amor con José Arcadio Buendía (hijo o nieto del primer José Arcadio), cuando lo pierde, rompe con el mundo y se encierra a vivir de los recuerdos. (p. 139, primera ed., 1967).

 

En la novela de García Márquez predomina la narración.

 

 ¡Qué forma embrujadora de narrar!

 

Son muy escasos los diálogos. En cambio, hay secuencias como el monólogo de Fernanda que abarca cuatro páginas en las que no hay un solo punto y aparte.

 

Esta obra de gran excelencia narrativa, tiene sus toques de humor irónico, sus apreciaciones brillantes sobre la injusticia social, a raíz de la recién creada Compañía Bananera en Macondo, y cuya huelga marca la decadencia del pueblo.

 

 

 

 Leerla y entenderla es un poco difícil por la gran ampliación de ideas en muchas de sus partes y por la incansable repetición de los nombres que desconciertan y desorientan en el seguimiento de la trama.

 

Medellín, 1967 – Desde esa época, el comentario no ha sido modificado. Fue mi primera visión de dicho libro.

 

…………………

 

 

Como maestra de literatura e idioma español durante cincuenta años, las siguientes son mis notas de lectura de las obras del Nobel colombiano, publicadas en periódicos y revistas:

 

 

b.    LA HOJARASCA.

 

Su primera producción. Cortísima novela que he leído varias veces y, como maestra, la he puesto de ejemplo al hablar del manejo del monólogo en la literatura. No importa que los críticos la hagan a un lado porque se parece a tal autor, a tal novela, etc.

 

En tres preciosos monólogos: El del viejo Coronel, el de su hija Isabel y el de su nieto; tres personajes que asisten al velorio del enigmático médico que un día llegara a Macondo. El autor, con una sutileza, hábilmente manejada, refleja la desolación y la angustia que la fiebre del banano ha dejado en nuestro país.

 

Cada uno de los tres personajes da rienda suelta a sus pensamientos; así, esta breve obra se convierte en una de las piezas con más carga psicológica que en muchas otras producciones.

 

Al final no quedan sino baúles llenos de secretos y hojas (dinero) que se los lleva el viento, y que constituyen parte de la hojarasca:

 

El primer párrafo:

 

“De pronto, como si un remolino hubiera echado raíces en el centro del pueblo, llegó la compañía bananera perseguida por la hojarasca. Era un hojarasca revuelta, alborotada, formada por los desperdicios humanos y materiales de los otros pueblos, rastrojos de una guerra civil que cada vez parecía más remota e inverosímil. La hojarasca era implacable. Todo lo contaminaba de su revuelto olor multitudinario, olor de secreción a flor de piel y de recóndita muerte”.

 

Y, ¿el personaje principal? Ni su nombre, ni su lugar de origen, ni su familia…

 

En la pág. 52 leemos:

 

“Fue el único médico en el pueblo, hasta cuando llegó la compañía bananera […]. Él debió ver los nuevos rumbos trazados por la hojarasca, pero no dijo nada. Siguió abriendo la puerta de la calle, sentándose en su asiento de cuero, durante todo el día, hasta cuando pasaron muchos sin que volviera un enfermo. Entonces echó el cerrojo a la puerta, compró una hamaca y se encerró en el cuarto […]”

 

 

 

c. REALISMO MÁGICO – SOLEDAD – MACONDO -

 

                             

En la mayoría de los escritores -los que perduran en el tiempo y en la historia- su enamoramiento del arte, de la ciencia y de las civilizaciones más avanzadas hace florecer su forma de idealizar lo real; es decir, ellos se elevan sobre la realidad, porque han encontrado el orden y la armonía en las cotidianas formas de la vida, la que convierten en arte.

 

En la obra de los grandes, es siempre la realidad la que ha dado las pautas y ha sido el punto de partida. El mérito está en su talento para convertir la vida en obra de arte. Por eso, las obras inmortales son aquellas que, por estar inspiradas en el mundo real, tienen mayor calor de humanidad: ahí están Homero, Cervantes, Goethe, Shakespeare…. No falsearon la realidad, por eso sus obras son reales e ideales a la vez, como todos los ensueños del hombre, como todo el vivir de la humanidad.

 

En Gabriel García Márquez ocurrió lo mismo, por eso es un clásico de la literatura; la realidad le ofreció el modelo, pero él, con sus dotes de escritor y con su capacidad imaginativa, llevó dicha realidad a la idealización; es decir, elevó a las personas y las cosas sobre la realidad sensible, por medio de la inteligencia y de la fantasía, y les dio vida y continuidad en la historia literaria con el embrujo de su narrativa.

 

Eso mismo habían hecho ya, Juan Rulfo en “Pedro Páramo”, y casi todos los escritores del Boom Latinoamericano, en la segunda mitad del siglo XX, entre ellos García Márquez; y nació, entonces, aquella forma literaria tan repetida, tan alabada, tan enseñada, pero tan poco estudiada, que se ha llamado “Realismo Mágico”.

 

El Realismo Mágico en García Márquez está apoyado en una gran figura o imagen literaria llamada hipérbole; al trasladar la realidad común y corriente de cada ser humano, la vida de un pueblo, la cotidianidad de una familia, al llevar todos estos aspectos hasta el límite de la concepción, y todavía después, más allá de una simple semántica o de un cuadro costumbrista, empiezan a aparecer en sus obras: lo alucinante, lo maravilloso, lo hechizante; por ejemplo: un doctor que vive en un pueblo durante veinticinco años y nadie sabe quién es, de dónde ha venido, cuál es su nombre; un médico que come “hierba de esa que comen los burros”. Una vorágine compuesta de malas costumbres, de dinero obtenido y gastado a montones porque una compañía bananera ha corrompido las costumbres, una “hojarasca” que deja desolado a un pueblo solitario, polvoriento y ardiente.

 

Ese mismo pueblo, en otra obra, es fundado por un iluminado Buendía, trashumante y alucinado, y solo sobrevive los cien años que tiene la esposa del fundador, con ella muere también el pueblo; el mismo de las mariposas amarillas, de las sábanas que envuelven a una dama en su ascensión, unas lagartijas que arroja otra de tan insólita estirpe, y otra que se da aires de dama de sangre azul, un gitano que aporta progresos, un militar con treinta y tres guerras perdidas, un continuo aguacero de más de cuatro años, una mujer adulta que come tierra y cal,  la interminable lluvia de hojas porque la matrona ha muerto, los nombres de las cosas impuestos por la urgencia de reconocerlos cuando llegue la peste del olvido.

 

Los personajes de la mayoría de las obras de Gabriel García Márquez, el Nobel colombiano, son soledosos. Su soledad consiste en la incapacidad de reconocerse a sí mismos, en no poder ubicarse, en la falta de una auténtica y fraternal comunicación, todos los amores y las relaciones son de paso, son ocasionales, de ahí que no haya muchos diálogos; una soledad que nace en la ensoñación con la que cada cual se pasea por la realidad, sin apenas pisar con verdadero amor e interés, y despaciosamente, el campo vital de los otros.

 

Hay soledad y desamparo en el coronel que semana a semana, y por siempre, espera que el gobierno le reconozca una pensión de jubilación por sus servicios prestados en las guerras. Ese coronel existe hoy, camina desolado, envejecido y agotado, por las calles, esperando, contra toda esperanza, que el gobierno sepa quién es él, que le reconozca sus servicios, que le ayude a vivir con paz y bienestar sus últimos años, concediéndole una jubilación. Ese gallo del coronel, en una de las mejores novelas de García Márquez (“El coronel no tiene quién le escriba”), es ahora, la imagen viva de la necesidad imperiosa que tienen los viejos de una razón para vivir y unos sueños que alimentar.

 

Por eso, el realismo mágico y la soledad no han muerto, ni con los escritores del Boom ni con García Márquez; son elementos del diario vivir, del ahora nuestro.

 

Hay, ahora, en Colombia, realismo mágico en la manera de aplicar justicia, en la caprichosa y subjetiva forma de interpretarla, en el comportamiento y en el lenguaje de algunos mandatarios, en las apreciaciones y compromisos del Congreso. Hay realismo mágico en los maestros y alumnos que creen que ÚNICAMENTE la pantalla del computador es la mejor y más perfecta forma de “educar”, de adquirir cultura, de aprender a ser ciudadanos de alguna parte…. Nada de ciencias humanas, ni de foros, ni de conversatorios; nada de filosofías, ni de ética, ni de libros físicos.

 

Hay realismo mágico cuando tenemos que preguntarles a los artefactos mecánicos cuánto suman cuatro más cuatro. El celular es realismo mágico. También lo es la ya larga historia de algunos mandatarios del país.

 

Si en los polvorientos y calurosos pueblos de García Márquez, hay soledad, y en Macondo hubo que ponerles nombres a las cosas y escribirlos por miedo a la peste del olvido, ahora, nosotros también tenemos que fijar los nombres de los amigos, de los vecinos, de las familias antes de que la tecnología nos succione por completo la mente y el corazón.

 

¡Qué inmensa soledad se siente al tomar un café con amigos, cada uno “metido” en su celular!  ¡Qué desconcierto mirar sus gestos, su concentración, su furtiva sonrisa, y tener la certeza de que nada de ello es para nuestras palabras, para nuestro afecto, nuestro calor humano, nuestras ideas, sino para alguien que, desde muy lejos, con sus mensajes, viene a perturbar la conversación, y a convertir la presencia en ausencias, y a llenarnos de soledad!

 

Y la hojarasca de hoy… arrolladora. Los rezagos humanos –y también muchos que no lo son-  se han convertido en fuerte amenaza para la vida, la propiedad y el trabajo honrado. Y esta hojarasca nuestra no es como la del escritor García Márquez, que llega, destroza y se va… la nuestra permanece, se vigoriza, crece y se arraiga mediante la corrupción del poder, de la política y del dinero.

 

 

d.  EL CORONEL NO TIENE QUIEN LE ESCRIBA: 

 

El relato es realista y de carácter fotográfico (1957). El lenguaje es el que corresponde a la realidad; ninguna palabra es subjetiva porque el vocabulario no es filosófico, ni lírico. La novela se desarrolla en dos planos: el social y el individual.

 

Social: el mundo degradado de Macondo, un pueblo costero, con una violencia manifiesta: censura, miedo colectivo, abusos de autoridad, desamparo del pueblo… Las luchas políticas dejaron toque de queda, represiones políticas. El pueblo se debate entre la miseria y la violencia: libertades coartadas; su contacto con el mundo es la lancha que llega los viernes con cartas y periódicos atrasados.

 

Lo individual: los apremios del viejo Coronel retirado que espera su jubilación. Su vida está golpeada por los males del pueblo. Vive en la miseria. Va vendiendo sus pertenencias para ir pasando. La posesión del gallo es su esperanza de recuperación económica. Pero este Coronel sigue siendo símbolo de la ética, de la hidalguía, de la gallardía para sobrellevar sus múltiples problemas, a pesar del calor que aletarga el pensamiento y el alma de las gentes de este pueblo; a pesar de la pobreza, del abandono, de la incomunicación, del olvido del gobierno central.

 

Su autor, Gabriel García Márquez, afirmó alguna vez que este relato es su obra maestra. Fue su propio abuelo el protagonista. El viejo Coronel Márquez, quien después de haberle servido a la Patria, pasó todo el resto de su vida esperando una justa pensión de jubilación, la que nunca llegó.

 

Algunos personajes son simbólicos: el hijo, aficionado a los gallos es asesinado porque el sistema lo considera subversivo; la esposa del Coronel, fiel y escuálida, es su antítesis; el usurero Don Sabas, símbolo del dinero; el alcalde; el cura del pueblo y el abogado, todos dan cuenta de una familia agobiada por la pobreza.

 

En síntesis, este corto relato –noventa y dos páginas – nos muestra unos pocos días de vida de un matrimonio anciano: él, un coronel veterano de la guerra civil de los mil días; algunas de sus preocupaciones son: un gallo de pelea, el recuerdo de su hijo, muerto a tiros en una pelea de gallos, e ir todos los viernes a esperar el correo que ha de traerle la resolución oficial de su jubilación. La esposa sólo piensa en el hijo muerto, en sus continuas crisis de asma y en vender el gallo del Coronel.

 

 

e. EL OTOÑO DEL PATRIARCA: 

 

Uno de los aspectos más significativos en esta extensa obra de García Márquez es la importancia que le da a la mujer: todo gira a su alrededor; nada se mueve sin su influencia. En El otoño del Patriarca, esta relación es más profunda aún que la que se da con Úrsula en Cien años de Soledad. El octogenario Patriarca, el dictador que ha vivido más tiempo del que cualquiera pueda recordar (más de doscientos años) y que representa todas las dictaduras de América Latina, es tirano, cruel, absoluto y déspota. Sin embargo, su consejera y confidente es su madre Bendición Alvarado.

 

 En la obra la figura del padre no existe, por eso su único punto de referencia es su madre; es con ella con quien el tirano siempre encabeza su soliloquio confesional: le interesa que ella lo comprenda, lo justifique, lo absuelva: el dictador arrastra su “Edipo” a lo largo de toda la novela. Luego está la ex monja, Leticia Nazareno, que se convierte en su esposa; ella no disimula su influencia: le enseña modales de comportamiento, lo pule, lo refina. Con ella tiene un hijo a quien educan como a un príncipe.

 

Paralelo al tema de la carencia de padre, está el de la exaltación del machismo que, dentro de ese mundo amoral, aparece como valor único y supremo, encarnado en la figura del tirano. Lo que más lo hace feliz es su “apetito bárbaro de mandar”, su necesidad de ser obedecido y de poseer el mando siempre, inclusive, para canonizar santos por decreto. Cuando preguntaba qué horas eran, sus gentes le contestaban: “las que usted ordene mi general” (p. 92).

 

La escritora colombiana Laura Restrepo opina acertadamente en su ensayo Historia doméstica de un tirano (1975):

 

 “Uno de los mayores logros de esta novela consiste en que esta historia cotidiana y prosaica de un anciano, incluye dentro de sí, y refleja nítidamente, la historia global de América Latina. Hay un momento clave a partir del cual se abre toda la dimensión histórica: aquel que presenta, simultáneamente, en el mar del puerto, el acorazado de los infantes de marina norteamericanos, y las tres carabelas del “almirante mayor de la mar océana”, Cristóbal Colón. Esta escena, lograda mediante una técnica de la utilización del tiempo que podríamos llamar “sincretismo temporal”, que consiste en la superposición de diferentes tiempos y momentos históricos, ubica la novela y todo su acontecer interno dentro de un contexto histórico preciso: el de la dependencia que aparece sintetizada aquí en dos de sus momentos determinantes, la conquista española y la dominación norteamericana. La historia de esta obra es la historia del coloniaje y de sus diversas manifestaciones (…)”.

 

El dictador se derrumba y frente a la ocupación del país por parte de los marinos extranjeros y la venta del mar a un país extraño, su desesperación se sintetiza en esta angustiada petición: Llévense todo, pero déjenme el mar. Y, sin embargo, se le llevan el mar, y sólo queda la desolación representada en los cuervos, las vacas y las inmundicias que se apoderan de su palacio; todo esto lo contempla con estupor la multitud que penetra en el palacio en ruinas para encontrar luego, muerto al dictador.

Es una parodia grotesca de una realidad, la cual García Márquez golpea y desgarra inmisericordemente, mediante la ironía trágica y el humor negro. Algunos críticos han dicho que el Patriarca más que un hombre es un fetiche, un mito, un monstruo prehistórico. Su existencia real la confirman sus masacres, sus venganzas, sus crímenes, sus mentiras oficiales, la tergiversación colectiva de un pueblo mil veces engañado.

 

 El tirano miente siempre para mantenerse en el poder; un dictador que termina por engañarse también a sí mismo, perdiendo contacto con la realidad y tomando por real la alucinación creada por él y su gobierno: “Ni él mismo sabía quién era él” (p. 223).

 

 

f. LA INCREÍBLE Y TRISTE HISTORIA DE LA CÁNDIDA ERÉNDIRA Y SU ABUELA DESALMADA:

                                                                                  

 

Algunos críticos dicen de este relato que es una novela corta; otros, que es un cuento largo. De todas maneras, esta obra nos muestra a una abuela dominante y tirana que no vacila un instante en convertir a Eréndira en una prostituta, para que le cancele hasta el último centavo de las pérdidas ocasionadas por el incendio involuntario de su casa y de sus bienes. La abuela disfraza su poder con una fingida dulzura: no necesita gritar, ni castigar, ni amenazar. Eréndira es dócil, callada y solitaria. De nuevo aparece la soledad como una constante literaria. ¿Se enamora Eréndira al final?  No lo sabemos, pero sí vemos cómo aprovecha a Ulises para su secreto propósito. El dominio y el poder sucumben, y Eréndira huye sola, pero feliz: ya es libre.

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g. LA MALA HORA:   

 

Parece que Gabriel García márquez siente el deber de mostrar que todo gran escritor está obligado a comprometerse con la realidad política que vive.

 Esta novela pertenece al género realístico, pero lo supera por la exasperación de las situaciones y por ser un poco alegórico al presentar los motivos esenciales de su novela, que consigna la vida de un pueblo colombiano, como tantos, un pueblo sepultado entre pantanos, transido de miedos, de rencores, de desconfianzas, de permanentes violencias; un pueblo que refleja, precisamente, una época de la eterna violencia en Colombia; la lucha de los partidos tradicionales; los pasquines arrojados por debajo de las puertas; los carteles anónimos amenazando la vida de los contrarios. El alcalde militar sentenciando y asesinando en nombre de la Ley, y los intelectuales y reaccionarios de oposición defendiendo la anhelada libertad. Ellos son, en este caso, el dentista, la maestra y el cura.

 

Es obra que da cuenta, con indiscutible fidelidad, de cada uno de los movimientos de los personajes que viven con admirable autenticidad en las páginas de esta novela.

 

Se destaca el diálogo que es escueto, conciso, potente, en veces, acre, cargado de intención, de contenido.

 

 

h. EL AHOGADO MÁS HERMOSO DEL MUNDO (cuento)

 

La mezcla de lo fantástico y lo real, llamada por los críticos realismo mágico es la característica del estilo de G. G. M.. Unos niños encuentran a un ahogado de una estatura descomunal y de una belleza nunca vista, en un pueblito del mar Caribe. Todas las mujeres se enamoran de él; para hacerle unos funerales lo adoptan como a uno de los suyos. Los celosos maridos mejoran sus casas, y hasta crecen flores en los acantilados. Para hacerlo más suyo, más vecino a sus afectos, llegan, inclusive, a darle un nombre que corresponde a la cotidianidad del pueblo: Esteban.

 

 

i.               EL RASTRO DE TU SANGRE EN LA NIEVE   

 

Un bellísimo cuento. Muestra el amor de una joven pareja que se da en igualdad de condiciones sociales, afectivas, económicas y políticas.

 

Es más, el amor plenamente correspondido, culmina en un matrimonio; pero, el azar y la desgracia se interponen e impiden el largo disfrute de ese amor. Es así, como la protagonista, hiperbólicamente concebida su desgracia, se desangra por el simple pinchazo de la espina de una rosa.

 

 

j. UN HOMBRE MUY VIEJO CON UNAS ALAS MUY GRANDES (cuento)

 

Otro rasgo característico en la narrativa de este autor es el manejo del lenguaje. En una entrevista dijo que, en sus primeros cuentos, no hizo más que repetir las historias familiares y regionales que, cuando niño, le contaron sus abuelos.

 

 Este cuento es una de ellas: un hombre muy viejo con unas alas muy grandes, en medio de un insoportable invierno, cae un día en la casa de Pelayo y Elisenda, convirtiéndose en el centro de atención de todo el pueblo y de los pueblos vecinos. Para unos era un náufrago; para otros, un ángel; otros muchos decían que era un demonio, y algunos, que era un ser humano con la posibilidad que deberían tener los hombres para volar. Después de que por mucho tiempo este espectáculo se convirtió en un negocio, el hombre muy viejo levanta el vuelo y desaparece.

 

 

k. LOS FUNERALES DE LA MAMÁ GRANDE:   

 

Cuento que mezcla los elementos realistas y los fantásticos para contar la historia de los funerales de una señora oligárquica, a los que asiste nada menos que el Papa.

 

En este relato se viola la verosimilitud, se alteran la geografía y la historia, lo que inicia una nueva forma de realismo: un realismo “vecino y colindante con la narración fantástica”.

 

María del Rosario Castañeda y Montero es la “Mamá Grande” de Macondo: ama y señora del pueblo, domina a terratenientes y ciudadanos, quienes obedecen ciegamente sus mandatos. Un martes de septiembre, a los noventa y dos años, fallece.

 

El gran anillo, símbolo de autoridad, es pasado a su sobrina Magdalena, quien lo rechaza y, para disimular su incapacidad de sucederla, se mete al convento. Todo el pueblo está convulso. La Mamá Grande es irreemplazable. Sin ella, el pueblo de Macondo sucumbirá. Ni el Padre Antonio Isabel, ni su sobrino Nicanor pueden calmar a la multitud.

 

 

l.CRÓNICA DE UNA MUERTE ANUNCIADA:   

 

Bayardo San Román, en la primera noche de su boda, descubre que Ángela Vicario no es virgen. Indignado, la arroja de su vida y de su casa. Comienza el interrogatorio de sus padres, y Ángela confiesa que el culpable es Santiago Nascer, el joven más apuesto y rico del pueblo.

 

Los hermanos gemelos de Ángela Vicario tienen que vengar el honor de la familia, y con el afilado cuchillo de su carnicería lo persiguen insistentemente. Todo el pueblo conoce las intenciones de los hermanos Vicario, menos Santiago. La lucha por comunicársela es infructuosa porque el destino ya está dado.

 

Lucila González de Chaves

Maestra, periodista y escritora

(Apuntes tomados de mi libro “Historia y reflexión sobre obras leídas”)

 

 

 

 

 

 

 

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