SABER
ESCUCHAR. CÓMO EJERCITARSE EN EL ESCUCHAR
Lucila
González de Chaves
“Aprendiz
de Brujo”, lugore55@gmail.com
“Maestra
del idioma”
Oír es un acto involuntario (se oye caer la lluvia, se oye pasar un avión).
Escuchar es una acción deliberada (se escucha una sinfonía, una conferencia, se escucha a un amigo).
Escuchar es un modo de aprender. Por
mucho tiempo, la palabra fue el único medio de comunicación. Luego vinieron los
libros, pero en el siglo XX, la palabra retomó su poder en la radio, la
televisión, como medio de enseñanza directa en simposios, seminarios, coloquios,
foros, mesas redondas.
Clasificación de los oyentes:
1.El oyente agresivo: se sitúa lejos de quien
habla. Casi nunca está relajado. Su rostro es hermético, su entrecejo fruncido
y habla en frases cortadas. Es un personaje solitario.
2. El oyente obsesionado por una idea fija: interpreta
todo lo que dicen únicamente en el sentido de sus propias ideas. Todo lo que
propone es siempre en función de su misma idea, pero bajo formas diferentes.
3. El oyente bufón: es un niño grande. Su
ambición es hacer reír, no escuchar. Se enorgullece de sus juegos de palabras.
En el fondo pretende rehuir el esfuerzo que exige escuchar.
4. El oyente aprobador: se sienta muy cerca de
quien habla. Aprueba todo lo que escucha, bien con movimientos de cabeza o con
gruñidos. No admite que se critique al hablante; de esta manera, corre el
peligro de perder su sentido crítico.
5. El oyente distraído: se le dificulta
sostener la atención. Concentrado solo al principio; toma buena notas de lo que
escucha; pero, luego, todo desaparece: atención y notas. Excelente dibujante,
llena su papel de figuras complicadas y arabescos. Aísla las palabras del
contexto y desvía el tema con preguntas no adecuadas.
6. El oyente charlatán: este caso incluye
siempre a dos personas. Llegan al tiempo y se instalan confortablemente en un
rincón del aula, de la sala, del auditorio, lejos de quien habla para no
molestarlo. Su conversación sigue de manera discreta. En esta clase está
también el oyente que toma la palabra y no se decide a dejarla, es víctima de
su propio manejo de las palabras, de la magia del verbo.
7. El oyente silencioso: éste o es tímido y está paralizado por el miedo, o
es indiferente, pues cree que ya todo
lo ha visto y oído; su espíritu está ausente. Este oyente puede también
sentirse superior: mira desde su
altura a todos y se pregunta qué hace él junto a gente tan mediocre, o es acomplejado, pues juzga que todos son
superiores a él. El oyente silencioso puede también ser hostil, siempre está descontento; a veces abandona el lugar y se
siente enfurecido.
8. El oyente perfeccionista: sólo está pendiente del más mínimo error que
pueda cometer el que habla, y se regocija con ello.
9. El oyente sabelotodo: como cree que todo lo
sabe, puede volverse agresivo cuando considera que los demás no le reconocen a
él su ciencia universal. No le ve sentido a lo que oye, pues cree que ya él no tiene
nada para aprender.
10. El oyente ideal: tiene las siguientes cualidades:
a)
Es libre y maduro.
b).
Abierto a los demás (acepta respetuosamente a quien habla).
c) Disponible (con tiempo para todos).
d) Capaz de mantener la atención.
e)
Activo (escucha con buena voluntad, con los cinco sentidos, y con sus ademanes
manifiesta su respetuosa aceptación del hablante).
f) Sin prejuicios (ni sociales, ni culturales,
ni de edad, ni religiosos).
g) Escucha también con los ojos. No se
encierra en sí mismo ni en sus notas; mira con atención al interlocutor.
Cómo ejercitar la escucha:
-Forzar el oído. El oído es perezoso. Conviene escuchar la radio o la televisión en el límite de la percepción (el más bajo).
-Medir la memoria. Después de escuchar (conferencias, discursos, clases, conversaciones), evocar las ideas en el orden en que fueron expuestas por el hablante.
-Obligar al cerebro a que se concentre exclusivamente en lo que vamos escuchar: conferencias, explicaciones, y desde luego y muy importante, la conversación, bien sea familiar, grupal, amistosa, etc.
-Analizar una exposición, grabarla, y al oírla, anotar ideas y palabras claves (esto ayuda a comprender lo mucho que sobra en ideas y en palabras, el abuso que se hace del idioma).
-Leer en los labios: quitar el volumen, en televisión, por ejemplo, y adivinar lo que dicen.
-Conversar
abiertamente con los amigos y con los familiares para ejercitar:
el placer de compartir, el adecuado uso del
idioma, la honesta expresión de los sentimientos, el respeto por las ideas de
los demás, aunque ellas ofrezcan controversia, abrir el corazón y la mente a
quienes nos rodean como manifestación de nuestro cariño, nuestro respeto y
nuestra aceptación.
No hay comentarios:
Publicar un comentario