LA DISCIPLINA Y EL PROVECHO DEL
ACTO LECTOR. LA LECTURA CRÍTICA
Lucila
González de Chaves
“Maestra
del Idioma”
Lugore55@gmail.com
Al leer se
debe estar pendiente de las ideas y no de las palabras en sí. - No se puede
utilizar la misma técnica lectora ni la misma rapidez en todos los textos. Es necesario saber a qué género pertenece el
texto por leer, las estructuras de dicho género y las formas de pensar del
autor; de esta manera se logra una evaluación crítica del texto leído y del
autor, sin desfigurarlos con nuestros prejuicios.
La buena
lectura nace de los buenos hábitos que tengamos para leer, adquiridos con el
tiempo; ellos ayudan a manejar la velocidad y la comprensión, y aumentan la
capacidad lectora.
Comprensión lectora es,
fundamentalmente, leer pendientes de las ideas que hay detrás de las palabras;
reconocer e interpretar el pensamiento que expone el autor; opinar, interrogar,
negar, completar, aprobar, etc. como si el autor fuera un interlocutor presente.
Así, fácilmente,
se podrá saber el significado del texto en mención, sacar conclusiones y dar
opiniones acertadas.
Esta es
la verdadera lectura activa, hoy llamada: lectura crítica.
En esta actitud
participativa al leer, podemos preguntarnos: ¿Son lógicos, coherentes,
relacionados, imparciales los razonamientos del autor? ¿Utiliza argumentos de
autoridad para sugestionar al lector al respecto y para apoyar sus principios?
¿Emplea argumentos que desvían la atención del asunto central? ¿Están completas
las ideas y las argumentaciones?
En otro
aspecto de la habilidad lectora, hay quienes se devuelven en la lectura; otros
se ayudan vocalizando; al estar pendientes de las ideas, al dialogar con el
autor, al cuestionarnos frente al texto leído, no habrá manera de fomentar
dichos vicios.
Cuando se
lee despaciosamente, hay mayor número de fijaciones; es decir, los ojos se
detienen un mayor número de veces sobre el texto de la lectura y esta
circunstancia reduce, a veces, el campo visual. Tengamos en cuenta que los ojos
se detienen para captar las palabras y los signos; el espacio donde se ubican
dichos signos y palabras se llama campo visual.
La
destreza en la lectura evita que los ojos se detengan ante cada palabra para percibirla;
una detención ocular o fijación
cubre un grupo de palabras determinadas por el campo visual de cada persona. Si
ese campo es amplio, se leerán muchas palabras en cada fijación y su velocidad
será mayor. Un renglón debe tener un máximo de tres fijaciones. Los libros
corrientes tienen por lo común diez o doce palabras por líneas.
Hay varias
clases de lectura:
FÁCIL, es
lectura de artículos, propagandas, revistas, etc.
Lectura
NORMAL, para textos más elaborados: cuentos, novelas, algunos textos relacionados
con la profesión.
Lectura
ATENTA, en materias poco conocidas: libros de la propia profesión, pero con
puntos de vista diferentes.
Lectura
LENTA, para recrearnos y disfrutar del lenguaje literario empleado en el texto,
tanto en prosa como en verso. Igualmente, se lee lentamente, si estamos
investigando y aprendiendo.
Lectura
DIFÍCIL, en materias no conocidas: textos técnicos o en otros idiomas.
Lectura DE
CONTROL, para comparar puntos de vista sobre un mismo tema, si se lee para
investigar.
RELECTURA:
se realiza cuando necesitamos encontrar el fondo de un planteamiento, el
razonamiento de un autor o si estamos aprendiendo lo que estamos leyendo, si
reflexionamos sobre un texto que ha ‘tocado’ nuestro estado de ánimo, nuestra
sensibilidad. Igualmente es necesaria le relectura cuando estamos interesados
en hacer lectura crítica.
No existe
una técnica única para leer. No se leen con el mismo método una novela, una
poesía, un libro de matemáticas, un diccionario, una obra científica, un
tratado de informática, un libro de arquitectura, etc. A estas características
se agrega una muy importante:
¿Cuál es la intención que nos guía al leer un texto?
El lector relee por alguna de estas
razones:
Encuentra
palabras desconocidas.
El texto es
difícil por su estilo confuso.
Quiere
confirmar si leyó bien.
Se “pierde”
al leer.
La primera
razón indica pobreza de vocabulario. Sin un conocimiento vasto y exacto de las
palabras no se puede comprender lo que se lee; es el gran impedimento de la lectura crítica.
En el campo
de los significados de cada vocablo, hay que estar atentos al valor que a este
se le da en el texto; puede ser significado de base o significado
contextual. Tampoco podemos ignorar parámetros tan importantes como la connotación, la monosemia, la polisemia,
y la sutileza de los sinónimos.
El texto
difícil por su estilo confuso: el devolverse en la lectura se justifica un
poco; pero, es bueno aplicar la lectura activa (ir tras la idea, no tras
las palabras) porque esta lectura permite el aprendizaje y la comprensión.
La psicología de la lectura nos señala que: cada área del conocimiento,
según su dificultad, según la edad del lector y su disposición interna,
necesita de un determinado y diferente número de repeticiones lectoras.
¿Leímos
bien? Si nos devolvemos en la lectura para confirmar esto y nos damos cuenta de
que, en realidad, lo hicimos de manera correcta, es porque tenemos el mal hábito de la ‘regresión’; hay que
combatirlo a toda costa.
‘Perderse’ en la lectura es
tener el pensamiento puesto en otras cosas ajenas a la lectura; la mente está
divagando: hay que elegir entre el texto y la divagación porque, leyendo en esa
forma se adquiere automáticamente el hábito de la regresión.
Dos problemas asechan al lector:
disminución visual y fatiga ocular.
Evitemos
leer con tensión, con luz deficiente o excesiva; leer por prolongadas sesiones;
evitar los reflejos del papel blanco muy brillante o liso, lo mismo que libros
con impresión defectuosa o muy pequeña.
Practicar
el llamado centramiento:
hacer pausas regulares en la lectura, cambiar la posición del cuerpo, respirar lentamente,
preguntarse sobre lo ya leído, elaborar opiniones…, y traer a la conciencia el
deseo de continuar atentamente la lectura, cualquiera que ella sea.
Hay
variedad de textos: libros de cuentos; de estudio; novelas, diccionarios,
periódicos, revistas, informes, ensayos y otros más. Por ello, existen: lectura
de estudio, de información, de análisis, lectura por placer, etc.
La mejor
estrategia para leer un libro, cualquiera que sea, es la LECTURA ACTIVA: leer pendiente de la idea. No debe tomarse
pasivamente un libro esperando que en el transcurso de la lectura aparezca algo
que nos guste o que sea interesante. Todo libro se aborda con una INTENCIÓN
La
percepción de la lectura debe ser ATENTA, PRECISA y RÁPIDA. Nuestra capacidad
de pensar, de analizar, de discurrir nos acerca al texto, o nos aleja de él.
La tipología
de la lectura determina las estrategias de ella, y estas exigen diversos
grados de velocidad. No se lee siempre con la misma rapidez porque esta es
inversamente proporcional a la dificultad del texto: a mayor dificultad, menor
velocidad.
Tener en
cuenta que el párrafo es UNA UNIDAD DE PENSAMIENTO INDEPENDIENTE.
El
entrenamiento en el manejo de los párrafos nos lleva a reconocer que la
excepción la constituyen los párrafos que tienen más de una idea, o no tienen
ninguna idea principal, por ser párrafos de transición.
La idea central es CATEGÓRICA, no reúne
expresiones de duda, no tiene rodeos. Es GENERAL porque es la que más contenido
abarca, no se detiene en detalles. Es CORTA por no tener rodeos ni minucias;
esto es característico de frases o ideas secundarias o de sustentación.
La habilidad para encontrar la idea principal y su relación
lógica con las demás ideas es el fundamento de la comprensión lectora y la
génesis de la lectura crítica.
Esta, solo
puede realizarse con acierto si se conoce y se comprende el referente principal
de la lectura, si se ejercitan las habilidades de deducir, comparar,
identificar, si se tienen y desarrollan las
competencias de juzgar equilibradamente, de ser imparcial, de encontrar la
verdad expresada en el texto; todo ello constituye la capacidad de hacer una lectura crítica.
Luz escasa;
exceso de luz; letra defectuosa de los textos; papel blanco y brillante, son
algunos de los impedimentos para llevar a cabo una buena lectura.
De niños se
realiza mucha lectura oral para familiarizarse con los sonidos (letras,
sílabas, palabras) y poder entenderlos.
En general, toda persona, debe “oírse” porque solo así aprende a
corregir la forma de leer y a manejar la voz.
La lectura mental es la finalización de la secuencia en el
aprender a leer:
Se suprimen
la representación sonora porque el cerebro conoce suficientemente las palabras.
En esta etapa, vamos tras las ideas; es la LECTURA ACTIVA.
Si al leer,
estamos pendientes de las palabras, estorbamos la agilidad mental para captar
las ideas y establecer las relaciones entre ellas. Es una barrera que estamos
poniendo a la comprensión lectora.
Hay un sinfín de posibilidades de
acercamiento a un texto por leer, pero ellas dependen del interés, preparación
intelectual e ideología de cada persona que da comienzo a una lectura.
La actitud
negativa para enfrentar una lectura de investigación, de estudio, de placer es
ya una barrera para darse cuenta de lo nuevo que hay en el mundo expresado en
los libros, de las diferentes maneras de percibir las cosas, del derecho a
opinar de manera diferente.
Hay que
eliminar toda actitud sicológica de rechazo ante una posibilidad de lectura.
Al
compartir con otros nuestras lecturas, tengamos en cuenta:
Las
lecturas de carácter informativo o explicativo como las obras científicas y
filosóficas, deben ser trasmitidas en
forma objetiva.
Las obras
literarias y artísticas están en el campo de lo subjetivo. Al trasmitir estas,
involucramos el sentir del autor y el nuestro, porque expresamos sentimientos,
emociones, estados interiores.
PARA
TRASMITIR BIEN lo leído debe tenerse una buena capacidad de síntesis y de
comprensión; además, sensibilidad y percepción para distinguir lo esencial de
lo complementario.
No
es fácil hacer lectura crítica; se necesita experiencia, destreza de habilidades
y conocimientos relacionados con el acto de leer, el tema y el autor.
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