HABLEMOS DE LENGUAJE
Lucila
González de Chaves
“Maestra del Idioma”
1. El lenguaje inclusivo
¿Usted cree
que el masculino genérico se queda corto?
El precepto académico es: «los sustantivos
masculinos no solo se emplean para referirse a los individuos de ese sexo, sino
también, en los contextos apropiados, para designar la clase que corresponde a
todos los individuos de la especie sin distinción de sexos». (Gramática, RAE).
Este precepto que se rompe, casi siempre, en los
foros en los que las mujeres son mayoría; lo mismo en reuniones y encuentros
profesionales; en el deporte femenino, que cada vez cuenta con más presencia en
los medios; en la composición de los distintos gobiernos, etc.
Muchos hablantes creen que el llamado masculino
genérico se queda corto, por ejemplo: ante una mayoría, por ejemplo, de
ministras, la gente cree que lo más adecuado sería hablar de las ministras del
Gobierno, englobando con esta denominación a hombres y mujeres, lo cual es
incorrecto.
El servicio de consultas de la Real Academia Española (RAE) explica que «los alumnos», en masculino, «es la única forma correcta de referirse a un grupo mixto, aunque el número de alumnas sea superior al de alumnos varones”.
Y presenta estas razones:
a). La economía lingüística:
Desdoblar cada apelación en dos géneros, son un
circunloquio innecesario, ordinario y molesto, la mayor parte de las veces,
como: el alumno y la alumna aplicado y aplicada serán los jefes y las jefas de
los colombianos y de las colombianas.
Es pura bobería decir: los unos, las unas; los otros,
las otras, los otres.
(Estos desdoblamientos tediosos pecan contra la
gramática, la estilística, la sintaxis, el buen gusto; anulan por completo la
armonía y musicalidad del idioma español. Tantas
palabras inútiles y repetidas son un atentado contra el adecuado, correcto y
preciso número de vocablos para construir frases lógicas, claras, sencillas).
b). La concordancia gramatical:
Ante
soluciones como el desdoblamiento inútil y sistemático, la concordancia (tan
decisiva en el lenguaje) se vuelve mucho más complicada y farragosa: ciudadanos
senadores colombianos y ciudadanas senadoras colombianas de la república. Los
ámbitos políticos, gubernamentales y educativos son los que se han encargado de
hacer bien visibles tales melindres del idioma.
¿Cuántos géneros tiene el idioma español?
El género es una propiedad de los nombres y los
pronombres. Los sustantivos en la gramática española solo pueden ser masculinos
o femeninos. Pero, los demostrativos, los cuantificadores, los artículos y los
pronombres personales pueden ser, además, neutros como cuando empleamos los
vocablos: esto, eso, aquello; tanto, cuanto, mucho; lo, ello.
¿Género igual a sexo?
El género, en gramática, no es lo mismo que sexo; es una propiedad gramatical independiente:
la mesa es femenino, el libro es masculino y no tienen sexo).
. ¿Cómo se
marca el género?
a) Morfemas o terminaciones como: la -a en (niña);
-esa, en (abadesa); -isa en (poetisa), -ina en (heroína), -era en (cocinera),
-ana en (decana), - óloga en (psicóloga), -ada en (magistrada), etc.
b) Raíces distintas: caballo, yegua; vaca, toro;
(son los llamados heterónimos).
c). Determinantes: el artista, la artista; el
cantante, la cantante: (se los conoce como: comunes en cuanto al género).
¿Los
sustantivos ambiguos?
Se pueden usar en femenino o masculino
indistintamente: el mar, la mar; esta última forma pertenece más a la poesía.
¿Cómo distinguir?
Términos como el cónyuge / las cónyuges distinguen
el género por la concordancia y no mediante terminaciones, ejemplo: su cónyuge
está enferma / enfermo.
¿Y
los sustantivos comunes que denotan profesiones?
Cargos, títulos, empleos o actividades; en la
evolución de muchos de estos nombres, aparecen las formas femeninas (ya
aceptadas por la RAE), a medida que la mujer se ha ido incorporando a ellos (el
socio, la socia; el juez, la jueza; el magistrado, la magistrada, el abogado,
la abogada, el alcalde, la alcaldesa, etc.).
La Gramática académica
Ha acogido y declarado correctas, voces como:
coronela, edila, fiscala, jueza, médica, plomera, árbitra, alcaldesa…
(El hecho de
que una palabra suene bien o mal no es un criterio lingüístico).
¿Cómo evitar el desdoblamiento?
Para evitar el molesto desdoblamiento:
a. Emplear colectivos: "la ciudadanía",
por los ciudadanos; el alumbrado, la niñez, el discipulado, etc.
b. Usar sustantivos epicenos como: persona,
víctima, clientela.
c. Sustantivos abstractos como: dirección,
presidencia, alcaldía, secretaría, etc.
d. Usar la paráfrasis, es decir: el ser humano,
por: el hombre; el personal administrativo, por: los administrativos; la clase
trabajadora, por: los trabajadores, etc.
e. Empleo de relativos, ejemplos: quien solicite
ayuda, puede acudir a la oficina….
f. Formas explicativas: se necesita personal
docente.
g. Omisión
del sustantivo en algunas construcciones: entrada gratuita para menores de 12
años.
2.El
lenguaje en la era de la posverdad
Revisión de
la conferencia
de la periodista y académica española Soledad Gallego-Díaz, en el seminario
realizado sobre la posverdad. Estos
son algunos puntos para reflexionar:
1) ¿Qué son las noticias falseadas y la posverdad,
y por qué nos preocupan ahora tanto, cuando, al fin y al cabo, se nos dice,
basta remontarse a la guerra de Cuba para saber que la mentira y la
intoxicación periodística no son un fenómeno nuevo?
2) ¿Las noticias falseadas y la posverdad afectan
solo a los medios de comunicación y a la política, o hay otros sectores y otros
intereses de la sociedad que están también sometidos al mismo proceso de
desinformación?
3) ¿Qué papel han jugado los medios tradicionales,
incluidos televisión, radio y periódicos digitales, no solo en papel?
4) ¿Existe realmente el riesgo de que nuevos usos
de la tecnología y del procesamiento de grandes datos produzcan ciudadanos
«burbuja», sometidos a lo que algunos sociólogos llaman ya «cámaras de eco»? Y,
si esto es así, ¿qué riesgos sociales comporta? ¿Las noticias falseadas y la
posverdad terminan por provocar la desaparición de los espacios de debate
público, imprescindibles para el buen manejo de las democracias?
La Fundéu:
) La Fundéu recomienda no hablar solo de fake news
ni de noticias falsas, sino también de noticias falseadas. Fake news es la
expresión que utilizan quienes las originan porque quieren dar a entender que
se trata de un fenómeno muy antiguo y no tan alarmante.
b) Los políticos siempre han tenido una relación
elástica con la verdad, siempre ha habido campañas de intoxicación en los
periódicos. Pero ahora se trata de
noticias falseadas intencionadamente que forman parte de enormes redes de
desinformación.
c) El problema de la desinformación afecta los
mensajes de índole política y los medios de comunicación; además del pánico que
experimenta el mundo de la medicina ante la campaña de desinformación respecto
a las vacunas; la enorme preocupación que sienten muchos especialistas en
educación ante la campaña que niega que las creencias religiosas sean compatibles
con los descubrimientos científicos.
d) La transformación no se ha limitado a la
aparición de nuevas tecnologías; ha implicado un profundo cambio en la empresa
periodística. El problema para el periodismo, es si puede ser objeto, con esas
nuevas herramientas, de una malformación tal que termine perdiendo su sentido y
su papel en las sociedades democráticas.
e) Acosados por la transformación digital, los
periodistas cayeron en manos de las redes, mucho más dinámicas y también mucho
menos seguras y confiables. Si no se presenta una verdad periodística basada en
hechos comprobados de acuerdo con reglas profesionales, no se recuperará la
confianza de los ciudadanos, se perderá la guerra contra las noticias falseadas
o, peor aún, contra la posverdad, las informaciones que no se basan en hechos,
sino en emociones, creencias o deseos del público.
f) La posverdad entierra hechos objetivos en una
avalancha de emociones y creencias, y produce un contagio emocional ciudadano.
Los medios de comunicación deben ser elementos principales de lucha, para
recobrar la credibilidad y la defensa de la verdad de los hechos.
g) Los expertos han desaconsejado que los
gobiernos legislen sobre las noticias falseadas y la posverdad. Se consideran
noticias falseadas las informaciones falsas, ideadas, promovidas y difundidas
intencionadamente para causar un daño público o un beneficio.
h) Para hacer frente a ese inquietante fenómeno,
debe recurrirse a los medios tradicionales, digitales o no, incluidos radio y
televisión, para que actúen como el principal instrumento de contención. Existe
el peligro de que desaparezca la verdad en el espacio público, y de que se
acentúe la falta de confianza de los ciudadanos en sus instituciones. Hay que
hacer compatible la denuncia de las redes de posverdad con la protección de la
libertad de expresión y de la pluralidad y diversidad de los medios de
comunicación.
i) Los periodistas deben tener también mucho
cuidado para no permitir que se eche la culpa de todo a las noticias falseadas
o a las campañas de desinformación. El brexit fue consecuencia de muchas cosas
complejas y la victoria de Donald Trump también. Lo que está ocurriendo en
Polonia o en Hungría, dentro de la Unión Europea, no es consecuencia solo de la
difusión de noticias falseadas que apelan a sentimientos y creencias, sino
también de otros fenómenos sociales muy complejos que hay que identificar. No simplifiquemos la realidad ni permitamos
que la posverdad nos convierta en personas simplificadas.
3.El
lenguaje es fiel reflejo de nuestro interior
La palabra
aislada no presta ningún servicio, no tiene cabida sino en la frase; y en la
frase, no la tienen los múltiples significados de la palabra, sino uno solo, el
necesario en esa frase; y esa significación momentánea, determinada por la
situación, que nuestro pensamiento o nuestro sentimiento le asignan, va
dirigida, exclusivamente, a quien nos escucha o nos lee. Por eso somos
responsables de nuestras palabras; una sola de ellas da cuenta de nuestra
nobleza interior o de la mezquindad de nuestra vida. Somos en nuestro interior tal y como son
nuestras palabras.
En este
nuevo siglo, la velocidad a que se vive, el trauma de la pandemia y el fenómeno
de las llamadas redes sociales han potenciado de tal manera las palabras, que
la comunicación se ha deteriorado. Por causa de los artefactos informáticos,
las llamadas redes “sociales” son un feriado de chismes, insultos, destrucción
de honras, vulgaridades, cacerías de brujas, maledicencias, morbosidades y toda
clase de venenos de lenta pero segura efectividad.
Hemos
olvidado que la palabra es un puente entre nuestra muy íntima realidad y la
realidad del otro; entre el YO hacia el TÚ, para llegar a un
NOSOTROS; pero ocurre casi siempre que nuestras deslealtades, nuestros
prejuicios y odios y rencores incondicionales, borran el NOSOTROS, desconocen
el TÚ, es decir, a los otros, y solo quedan las palabras narcisistas del YO.
La palabra
está circunscripta al “almacenamiento” interior de cada individuo; un
almacenamiento constituido por lo psicológico, lo afectivo, lo espiritual, lo
social. A un enriquecido almacenamiento interior, corresponden más amabilidad y
respeto en las palabras, mayor equilibrio en el tono, mayor facilidad de
acercamiento a los demás, cualesquiera que sean. A menor almacenamiento
interior, corresponden mayor rudeza y altanería en la palabra, más prepotencia,
más egolatría, menos comunicación bondadosa, educada y tolerante.
Es bueno
preguntarnos cuánto respeto tenemos por la palabra hablada y escrita; cómo la utilizamos en nuestros ámbitos familiar, profesional, laboral,
social, cultural. ¿Hemos pensado en las secuelas positivas o malignas que
nuestra palabra puede dejar en el otro? ¿Sabemos que ella nos traiciona muchas
veces por defecto o por exceso, y que cada palabra se transforma en un ser
vivo, lleno de significación y de sentido, de comprensión y tolerancia, pero que,
en un momento de odio, de envidia, de rencor, de discordia, la palabra destruye
y arrasa?
La elegancia
y nobleza de nuestro lenguaje no reside en las palabras aisladas; la capacidad
de expresión habita en el modo digno y en la sabiduría de utilizarlas y, por sobre todo, en la riqueza interior de quien habla o escribe, y en
el respeto por los demás.
La
profundidad y trascendencia, o la vulgaridad y grosería de lo que hablamos y
escribimos, llegan directamente hasta el sentir o el pensar de quienes nos leen
o nos escuchan.
Las palabras
dignas y significativas prestan a la frase una densidad, considerada como
elemento del bien decir, y se constituyen en el faro guiador de los caminos
intrincados, - y en este siglo XXI, más enredados y confusos aún - que los
seres humanos debemos recorrer. De ahí el ineludible compromiso de quienes
tienen como oficio opinar y orientar con la palabra, renunciar a lo soez, a lo
desafiante, lo mentiroso, lo agresivo, lo tóxico.
El manejo de
cada palabra en la comunicación NO es tarea fácil. Son pocas las
palabras que tienen un sentido claro y un solo significado. Cuanto más se
estudian las sutiles diferencias y matices en el significado de las palabras,
más nos convencemos de la responsabilidad, al utilizarlas como instrumentos
para razonar, para calificar y para transmitir ideas y, sobre todo,
sentimientos.
Una palabra
mal empleada o intencionalmente puesta para herir, estropea, y, a veces, para
siempre, el más bello pensamiento, la más brillante idea, la más cara amistad y
hasta la fama merecida en el ejercicio de la profesión.
Estamos en
el delirio educativo de “desarrollar competencias y habilidades” y de
seguimiento y “evaluaciones por procesos”; por ello, recomiendo repasar y
reflexionar sobre la importancia, el manejo y las diferencias entre el
SIGNIFICANTE y el SIGNIFICADO, irreemplazables pilares de nuestro lenguaje.
Lucila
González de Chaves
Septiembre de 2021
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