EL PERIODISMO, UN FORJADOR DE EDUCACIÓN Y CULTURA
Lucila
González de Chaves
“Aprendiz
de Brujo”
Lugore55@gmail
El periodismo serio y bien entendido debe
llevar a la comprensión y mejor interpretación de la realidad educativa, social,
política, laboral, cultural, etc. Debe ser una profesión desempeñada con
objetividad, es decir “buscar el sentido verdadero de los hechos”. Por ello, al
periodista se le exigen aptitudes para la comunicación, cooperación y aceptación
de responsabilidades, todas, apoyadas en la ética, seriedad e investigación, para
que pueda evitar esa loca carrera de superficialidad que impone la competencia.
El
afán de la noticia y el vértigo de la vida moderna quieren imponerle al
periodista una necesidad de propaganda y un afán de llevar la delantera en presentar
los hechos a una inmensa masa de personas ávidas de acontecimientos, lo que impide
que la información periodística sea para la verdad y más bien deje,
tanto en la forma de decirlo como de
escribirlo, rendijas por las cuales se cuelan la maledicencia y la calumnia.
La
insoportable exigencia de la actualidad está convirtiendo el periodismo en un
hecho complejo, de crucial aceptación para sus destinatarios que van llegando
al escepticismo, porque la comunicación de muchos de los hechos, peca por falta
de veracidad, ya sea exagerando, exasperando o faltando comprobación; el nombre
actual de este fenómeno es noticias
falsas.
Para rescatar
la credibilidad, el periodismo hablado está haciendo uso, sin descanso, de las
grabaciones a personas para ratificar los hechos; y en los medios escritos, la
información y el espectáculo verbal y fotográfico, además del caricaturesco,
caminan de la mano; así, de alguna manera, se va manipulando la conducta de los
ciudadanos quienes se van llenando de miedos, desconfianzas y recelos.
Hoy,
más que nuca, el periodista está frente al compromiso de autovigilarse,
informarse bien y autocontrolar sus reacciones ante los hechos. Hoy, el periodista
está amenazado por la grave tentación de inflar los hechos para adquirir la
notoriedad, la gloria, la fama, y de esa manera crea, de la noche a la mañana,
dioses, genios, líderes. Según la circunstancia y su propia manera de ver y
valorar los hechos, sataniza sin piedad y juzga y condena cualquier error; y él
mismo (el periodista), adorador de lo sensacional, se ufana de la notoriedad y
acogida de su noticia.
Hoy
el periodista lucha sin descanso para cumplir con el obligatorio y ético
compromiso de cuidar con devoción y cautela esa amenazante circunstancia del
presente: la cantidad de noticias.
El periodista debe conocer a fondo su papel de mediatizador
y de referencia, igual que su responsabilidad de informar objetivamente sin
ningún tipo de participación ni compromiso.
El
periodista ideal, comprometido con la búsqueda del “sentido verdadero de los
hechos”, además de ser responsable, serio, investigador, debe utilizar un
estilo sobrio, reflexivo, lógico y ágil; no hacer gala de erudición y gran
imaginación, sino de ser un asertivo informador de la opinión pública.
La
probidad lo lleva a ser preciso en el concepto y en la presentación de los
hechos; además de tener en alto grado el don de la observación, y desenvolverse
ágilmente entre la reflexión y la acción.
¡Felicitaciones a
todos los periodistas en este su día, en el cual todos enaltecemos, aún más, la
importancia y la trascendencia del oficio que ustedes desempeñan con amor y
ética!
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