Leer con
libertad o sin ella
Maestra,
periodista y escritora
1.
Un regocijo, una fiesta es leer con
libertad; con libre escogencia; y tomar de la lectura lo que nos plazca, para
luego pasar a otro libro: novela, cuento, poesía, historia, ensayo…, es el
regalo de saber y poder leer.
Esta es la clase de lectura que ha
bajado en las encuestas, y sigue bajando, porque la mayoría de la
población lee y estudia para profesionalizarse y, luego, lee aún más para
especializarse.
Los tiempos cambian: las anteriores
generaciones no tenían el agobio del estudio investigativo, comparativo,
deductivo; simplemente, todo transcurría en el colegio y en la universidad, con
profesor al frente para explicarlo todo; de esa manera, había tiempo para la
lectura por placer.
Estamos en un momento en que se teoriza
intensamente sobre la perfección educativa, de los cambios obligados en
todo: profesores,
materias, metodologías, competencias, estrategias, profesiones, procesos,
logros, activación hasta el cansancio de creatividad, de conciencia crítica, de
juicios analíticos de sí mismos y de los otros, de lo leído y lo estudiado… Cambios
que quieren hacer dar el gran salto al alumno, sin paliar la transición;
ojalá no sea un salto en el vacío, porque no se le ha dado tiempo de poner los
pies en la tierra, de asimilar todo lo que ve y oye; no se le ha guiado para
que observe, soporte y supere cuantos obstáculos graves tiene a su alrededor,
amenazantes cada minuto para maestros y estudiantes; y todos esos asuntos,
ideas y métodos cambiantes, hay que realizarlos con rapidez porque el tiempo de
las innovaciones apremia. Ya están muy cerca los siguientes cambios….
2.
Para pensarlo…
Un profesor dijo, no hace mucho, en la
universidad Nova Sautheastern de Florida, EE.UU.: “retener a un
alumno más de veinte minutos en un mismo tema, contribuía a disminuir sus
capacidades, porque esta nueva generación es capaz de hacer, entender
y aprender varias cosas al mismo tiempo: atender el celular, oír música, hacer
tareas, ver un vídeo, atender a las redes sociales, consultar los temas de
filosofía, leer en Internet, etc….Que es el maestro el que debe cambiar su
sistema de enseñanza, para que ella sea de una alta exigencia, compacta,
rápida…
Los alumnos deben realizarlo todo con
excelentes aciertos, no importa que no tengan bases”.
Hoy, es el alumno el que
debe acudir, con investigaciones precisas y lecturas extensas de documentos,
muchas veces no entendidos, a completar la clase, a solucionar las incógnitas
que plantea el profesor o que le señalan los textos.
Todo cambió porque como colombianos muy
identificados con modelos extranjeros, nos hemos excedido, y la mayoría
de los profesores dejaron en manos de los alumnos – para que sean sujetos de su
propia educación, según
Pablo Freire – y de la familia la formación integral, holística como se dice
hoy, que a ellos correspondía.
3.
Para llevar a cabo todo este trabajo, el
alumno necesita leer mucho; pero no los libros que las encuestas y las librerías esperan y
señalan.
Es otra clase de lectura: exigente,
agotadora, atenta, reflexiva que lleve a la intuición del conocimiento o que
obligue al estudiante a deducirlo, después de luchar con textos y “documentos”
extensos, engorrosos y agotadores.
Esta es la lectura que de continuo
realizan en un alto porcentaje los seres humanos de este último tiempo: LA
LECTURA DE ESTUDIO, la que no se ve, la que no se compra en librerías, la que
no se lee en parques, ni en metros, ni en sitios de recreo, sino una lectura
que se realiza recogidamente en el “cuarto de estudio”; la que ignoran los
libreros, los encuestadores y las gentes del común.
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