Poetas que enaltecen a Antioquia
Lucila González de Chaves
“Maestra del Idioma”
Lugore55@gmail.com
Jorge
Montoya Toro.
Su producción literaria es la concreción de
la problemática de la existencia hecha de duda y dolor; pero, también de fe,
amor y esperanza.
(Titiribí 1921 – Medellín 1989).
Periodista, catedrático, abogado, ensayista y poeta. Siempre fiel a los valores
del espíritu. Sus labores culturales fueron innúmeras: director de Extensión
Cultural Municipal, Secretario de Educación de Medellín; director de la
Biblioteca de la Universidad de Antioquia y de su Revista, director de El
colombiano literario. Subsecretario de Obras Públicas.
Hace unos años, en un ameno encuentro, el
poeta nos habló de su poesía y de otros aspectos culturales.
La
entrevista:
-Doctor, ¿qué concepto le merecen la
técnica, la temática, el lenguaje de los poetas jóvenes?
“Admiro
a los poetas jóvenes, porque haciendo caso omiso de toda técnica y, a veces,
careciendo de temática, usan un lenguaje para ellos poético y para los demás,
ininteligible”.
–¿Hay continuidad entre los poetas de ayer
y los de hoy?, si no existe, ¿qué genera esa diferencia?
Quizás
haya continuidad entre los pocos supérstites que quedan de la poesía de antes.
En cuanto a los que pretenden cultivar hoy tan exigente género literario,
considero que aparecen como generación espontánea y, por ende, es imposible que
en ellos se dé una prolongación genético-lírica”.
-¿Existen hoy poetas, en los cuales
perduren el parnasianismo y el simbolismo franceses? o, por el contrario,
¿cuáles son las características diferenciales?
“El
parnasianismo y el simbolismo fueron movimientos que aparecieron en Francia
después del Romanticismo. El primero se apoya en las artes plásticas; el
segundo, en la música. Suma de ellos y de otros ingredientes fue el Modernismo,
cuya figura máxima en las letras hispanoamericanas es Rubén Darío, con su
innegable incidencia sobre la gran poesía española de su época”.
“Pasado
el momento histórico y las circunstancias estéticas que hicieron posible la aparición
de las tres tendencias mencionadas, son ya otros los rumbos que ha tomado la
poesía. Uno que otro poeta de nuestra época sigue apegado a los cánones por
ellas preconizados. La mayoría los desconocen, les niegan trascendencia y hasta
los ridiculizan”.
-¿Qué valoración reciben en nuestro medio
los poetas, entre ellos Jorge Robledo Ortiz?
“En
nuestro medio, esencialmente pragmático, son pocos los valores poéticos
respetados y admirados. Se insiste en nombres como los de Epifanio Mejía y
Gregorio Gutiérrez González, Porfirio Barba Jacob, Ciro Mendía, Carlos Castro
Saavedra, entre otros. Ello, según el gusto de cada cual. Respeto la prolífica
y reiterativa obra de Jorge Robledo Ortiz, son muy variadas las opiniones, que
oscilan entre una admiración casi idolátrica y la censura a lo que muchos
consideran obsesiva repetición temático-costumbrista”.
-¿Se
siente realizado como poeta? ¿Cómo surgieron sus maravillosos sonetos?
“Sentirse
plenamente realizado en los campos de la literatura y el arte es bastante
difícil. Como algún poeta afirmaba, lo más bello es lo que no se ha escrito. En
mi caso, no sé hasta qué punto valgan mis producciones. A mí me satisfacen
algunas de ellas. Para muchas personas - críticos y simplemente vulgo- son mejores mis prosas que mis poemas. Otros,
me niegan todo valor lírico. Es, pues, cuestión de gustos. En cuanto a mis
sonetos, algunos de ellos incluidos en Antologías y textos de Español y
Literatura, son el fruto de varios años de experiencia poética. Decir si los
considero buenos, malos o regulares, no me corresponde. Sólo sé que he escrito
según mis particulares maneras de ver la vida y la belleza”.
-Muchos artistas se hacen conocer por
medios tan poderosos como la televisión; ¿por qué los poetas no disponen de
esos medios de difusión para acercarse al público?
“El
poeta es tímido por naturaleza. En muchos casos, incapaz de decir sus propias
obras ante el público. Quizás, dicho factor sumado a cierto menosprecio
existente en la actualidad hacia la poesía, contribuyan a que los medios de
comunicación masiva cierren sus puertas a los poetas o les restrinjan al máximo
su aparición ante el público. Indudablemente, interesa más hoy la narrativa en
sus diversas manifestaciones”.
-¿Cree usted que Gabriel García Márquez,
nuestro Premio Nobel, ha opacado a los narradores de hoy?, o ¿es, por el contrario, un patrón de
identificación, o un mito?
“El
caso García Márquez daría para hablar mucho. Su narrativa se halla ubicada
dentro de una notable tradición, que linda en muchos aspectos con nuestra
incomprendida Crónica de Indias, comienzo innegable de la épica americana. Como
todo lo que tenga que ver con este continente inmensurable y tremendo, en los
campos de las bellas artes y, en especial, en la plástica y la literatura, existe
un común denominador que podríamos llamar barroco por lo desmesurado,
colorístico y acumulador de elementos constructivos”.
“Sólo
el transcurso del tiempo -supremo mensurador de valores estéticos- dirá de su valía y de la dimensión de su
mensaje. Por ahora, contentémonos con gustar algunas de sus páginas, sápidas a
trópico y a realismo-mágico, descartando de paso algo de su selvática profusión
de personajes, sitios y reminiscencias, con indiscutible raigambre en lo mejor
de la novelística europea y norteamericana”.
-¿Qué ha representado para las letras
colombianas y aun, latinoamericanas, el poeta Eduardo Carranza?
“Eduardo
Carranza fue un gran poeta, tanto por su actitud ante la vida como por su
producción lírica. Con Jorge Rojas encabeza la significativa nómina de
integrantes del movimiento de Piedra y Cielo, que reúne voces dispersas de la
poesía colombiana, por ese entonces nuevas y, diríamos, jóvenes, de diversa
acentuación lírica, pero con un común denominador de rebeldía e inconformidad”.
“Carranza
es el punto de arranque de una lírica que, desbordando lo tradicional y manido,
va en procura de un acento diferente e inconfundible. Negarle a Carranza su
condición de poeta -como algunos se han
atrevido a hacerlo- es desconocer
profundamente lo que significa la palabra poesía. Está bien que se discrepe de
ella, o de su orientación, o de su aparente nebulosidad y desasimiento de lo
circundante y tangible, pero hay que respetar a quien cantó, a su manera, los
grandes misterios del corazón, de su tierra y de su cielo propio”.
-Y ¿qué les dice usted a quienes escriben
poesía, y también, a quienes son solo lectores?
“A
quienes todavía, y en un medio poco propicio, insisten en escribir poesía,
porque la sienten y encuentran en ella un desahogo
o un
paradójico estremecimiento-pasividad de la existencia, les decimos que
persistan en su actitud, así ella les traiga mortificaciones, incomprensión y,
a veces, hasta una especie de ostracismo social. En lo tocante a los lectores,
ellos son quienes escogen gustar de la poesía, así como saborean otra clase de
manjares. El género, estilo, escuela o modalidad es ya de su incumbencia y de
su formación estética, o de una simple intuición de lo esencial poético”.
-¿Qué, de usted, queda escrito?
“Entre
libros y folletos, he publicado los siguientes:
Sombra de Aire (sonetos); Trébol de cuatro hojas (Antología de la poesía
universal breve); Y hay una espina entre
la flor (sonetos); Breviario de Amor (prosa lírica); Antología Universal de la
Poesía Amorosa (más de trescientos autores, desde Oriente hasta nuestra época);
Panorama de la Literatura Indígena Americana (poesía y prosa, en su mayoría
precolombinas), en colaboración con el Ministro de Cultura de Nicaragua el
excelso poeta, Ernesto Cardenal. Trece sonetos de amor y muchos ensayos”.
Una
muestra poética:
Soneto para un sencillo
amor
Me
gustas porque sí. Sencillamente
mi
corazón te quiere. No hallaría
la
palabra de íntima alegría
que
te expresara lo que mi alma siente.
Y
yo te quiero así. Tan simplemente
como
el agua al paisaje; como el día
a
la rosa que alza su ufanía
frente
a la primavera floreciente.
Te
amo con sencilla transparencia,
con
un amor apenas insinuado
que
se vuelve silencio en tu presencia.
Con
un tan dulce corazón herido
que
si no te dijera que te he amado,
lo
sabrías oyendo su latido.
Nuevo
soneto a Cristo
Aquí
estoy, mi Señor. Soy la pavesa
que
queda del incendio de la llama.
Soy
el adolorido porque ama.
El
que busca tu aliento de tibieza.
En
Ti, mi soledad muere, y empieza
la
plenitud que tu bondad derrama.
Dame
la paz que el corazón reclama.
Entrégame
tu lumbre de pureza.
Si
prenda pides de verdad, te entrego
mi
corazón, de amor crucificado
en
el crisol divino de tu fuego.
Soy
pavesa, lo sé. Rescoldo helado.
Me
abrumaba tu luz, y anduve ciego.
Me
rescató el raudal de tu costado.
(El
poeta Montoya Toro tuvo la gentileza de insertar este artículo-entrevista, como
prólogo, en su libro Breviario de amor y otros poemas).
Jorge
Robledo Ortiz
En su producción hay una acción unitaria y
un diseño interior, mediante los cuales su alma se dilata y exaltan la
vitalidad y los sentimientos del lector, con un soporte brillante: el musical
manejo de la palabra y de la imagen. No sería exagerado decir que Robledo Ortiz
(1917 – 1990), el poeta antioqueño, está muy cerca de ser un simbolista.
Su verso tiene la característica de
concretar su interioridad en imágenes: símiles, metáforas, personificaciones,
alegorías, paradojas y, algunas veces, en brillantes hipérboles. De esta
manera, su alma se nos ofrece en asordinado canto.
Actualmente, el afán de mostrar crudamente
la realidad pugna por liberarse de las normas poéticas que son, ante todo,
musicalidad y mensaje.
Casi todo lo nuevo quiere moverse con sus
propias fuerzas y su reducido vocabulario, de ahí la poesía un poco extraña,
rezada, sin ritmo, sin puntuación y con mensajes cabalísticos (o sin ningún
mensaje).
Un crítico francés expresó esta reflexión,
que no puedo olvidar: “Crear belleza (poesía) no es hablar de la
rosa, es hacer que la rosa florezca en el verso”.
Y agregó:
“La poesía nace de la entraña misma del ser. Es la vida que se prodiga con generosidad en la creación artística, pulsa con amor en cada una de las cosas humildes y, luego, despierta resonancias en el lector de cada verso”.
Una muestra poética:
“Beethoven”
Beethoven está al piano: trepida el universo;
Despavoridos dedos pulsan la tempestad.
Por el teclado cruza la negación de un beso
Y es una garra el genio contra la soledad.
La angustia que golpea los muros del cerebro
Se fuga por las manos buscando libertad.
Un látigo implacable restalla en el silencio
Y galopan los potros de la inmortalidad.
Beethoven está al piano: explota el pentagrama.
Cada golpe es espuela, es incendio y campana,
Epicentro del alma, grito de rebelión.
El tímpano está en sombras. Hay noche en cada nota,
Pero Beethoven sabe que de sus dedos brota
Toda la luz del cosmos para alumbrar a Bonn.
La patria que buscamos
La patria
que buscamos
es una
patria buena
donde la
voz del pueblo sea la voz de Dios.
Una
patria que agite la savia en sus banderas
y al ofrecer
el trigo de sus espigas nuevas
cante
junto al molino del viejo corazón.
La patria
que buscamos es la noble parcela
donde la
sed del alma sea una sed de amor.
Una
patria sin odios, sin sombras ni cadenas,
donde los
hijos puedan cultivar sus cosechas
sin
esconderle al monte sus gotas de sudor.
La patria
que buscamos
tiene la
piel morena
quemada
por los rayos de un sol agricultor.
Una
patria cristiana que eleve en cada aldea
la Cruz
de un campanario, la lumbre de una escuela,
el pan de
cada día y un grano de ilusión.
La patria
que buscamos
es la
antigua querencia
con cal
de los abuelos y fe de su dolor.
Una
patria que pueda creer en sus profetas
y
conquistar la altura sin hundir la conciencia
ni
enlodar los cuarteles azules de su honor.
La patria
que buscamos
es la
entraña materna
que
empuja hacia el futuro toda palpitación.
La patria
que fabrica con la misma madera
los
tiples y las cunas, los sueños y las penas,
al niño
su juguete y al anciano su bordón.
La patria
que buscamos
es una
patria entera
sin
miembros mutilados por golpes de pasión.
Una
patria que escuche de frontera a frontera,
los
salmos de los jóvenes, los rezos de la abuela,
la copla
del trapiche y el himno de la unión.
La patria
que buscamos
es la
patria fraterna
que fue
angustia sin ecos en el Libertador.
Una
patria segura donde los hombres puedan
ambicionar
la altura sin borrar las estrellas
y «pescar
en las noches» sin redes de pavor.
La patria
que buscamos
sube por
nuestras venas
ofreciéndole
surcos al milagro del sol.
Una
patria que anhela ver justicia en su tierra
y cambiar
por mazorcas las palabras en guerra
y
enseñarle a la herida vendajes de perdón.
La patria
que buscamos
es el
limo de América
que
dominó los Andes a golpes de azadón.
Una
patria que nutra sus raíces eternas,
con los
amaneceres que el porvenir despierta
sobre la
sangre en marcha de una generación.
La patria
que buscamos
tiene luz
ecuménica
para esta
madrugada de clarines en flor.
Somos los
alfareros de una Colombia nueva,
y haremos
con su arcilla himnos de primavera
que
enarbolen las glorias de nuestra tradición
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