jueves, 22 de julio de 2021

JULIO 22; 1951 - 2021; UN MATRIMONIO SEPTUAGENARIO QUE NO PUDO SER



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PERIÓDICO EL MUNDO – MEDELLÍN

 

Relato de un amor entre dos maestros

Autor: Daniel Grajales

 

La maestra, escritora y experta en Lenguaje, Lucila González de Chaves, presentó hace unos meses su más reciente título “Carta abierta al maestro”:

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 Cuando terminó la gran guerra que padecía el mundo en 1945, a Medellín llegaron muchos europeos, entre ellos lituanos y austriacos, de origen judío, quienes fundaron la Orquesta Sinfónica de Antioquia, bajo la dirección de Joseph Matza Dusek. Un violinista había conquistado entonces el amor de Lucila González, hasta ese momento sin apellido de casada, quien, en la magia de sus dos decenios de vida, se formaba en la Alma Máter de Antioquia. 

Sin embargo, por esa capacidad que tiene el destino de cambiar de rumbo la vida de las personas, la joven, de 24 años, se enamoraría de otro hombre, catorce años mayor que ella, quien también tendría en las venas el sentimiento musical, el amor por las partituras, por las voces, por los tonos, por la melodía que significa dedicar la existencia al sonido. Muy al estilo de la reflexión de Luciano Pavarotti, con su idea de que “una vida dedicada a la música es una vida bellamente empleada”, el hombre que conquistaría a la entonces autora en formación sería un maestro musical. 

“Yo estaba un día (finales de febrero de 1951) esperando a mi novio, violinista de la Orquesta Sinfónica de Antioquia. Recuerdo que salía de la Universidad, ahí en el Paraninfo, donde estaba estudiando Letras, A las 5:00 p.m., iba por él a Bellas Artes, en La Playa, esperaba a que acabara los ensayos, y nos íbamos para el Astor. Un día vi a un señor que entró, serio, con un talante como de diplomático, muy bien puesto, y le dije a Valerio, el papá de la gran pianista que tenemos, Teresita Gómez, ‘¿quién es ese señor?’, y me dijo: ‘no sé, un señor que canta’. Yo me imaginé que era uno de Los Panchos, que estaban de moda en ese momento, (1950), entonces me dije: ‘no estoy interesada en los Panchos’… Conversamos mucho los días siguientes y me di cuenta de la dimensión del hombre que era”, relata la experta en Lenguaje, refiriéndose al maestro Luis Eduardo Chaves, a quien dedicó su vida, y ahora dedica su libro “Carta abierta al maestro”, publicación que da cuenta de un amor intenso, real y duradero. 

 "Tanta conquista, tanto afecto nos causamos el uno al otro que a los cuatro meses nos casamos”. 

Esta nueva obra de Lucila González de Chaves fue publicada gracias a la insistencia de la poetisa Mara Agudelo, quien encontró letras de valor para poner en contexto hoy, como una invitación a reflexionar sobre temas fundamentales como la familia y el rol de los padres: 

“Ver partir, poco a poco, al amor de su vida, al maestro admirado, al padre de sus hijos, al artista, al amigo y confidente, sin desplomarse, es de valientes. Y ella, la maestra, lo demuestra día a día”, precisa la poetisa Mara Agudelo en el prólogo, en el cual enfatiza además que en estas letras hay “memoria cultural y artística, recuerdos familiares, amor, fortaleza y fe, ¡mucha fe!”.


En la intimidad de la maestra:

Lucila González de Chaves dice que Carta abierta al maestro “no nació como libro. Fueron unos apuntes que naturalmente, cuando uno está tan habituado a estar escribiendo, todo lo que ocurre lo escribe, y yo fui escribiendo momentos de nuestra vida en común, de nuestro matrimonio, de todas las actividades que el maestro Chaves fue desempeñando. Aquí está la historia cultural de Medellín, desde 1951, aproximadamente hasta 1965. Hay que retroceder más de cincuenta años para saber que Medellín era incipiente en temas culturales. Cuando él se enfermó, empezó su decadencia, y yo fui escribiendo día a día. Hice el seguimiento de todas las circunstancias de su enfermedad. Cierro el libro el día en el que él muere”. 


Estas letras salen a la luz develando un matiz poco conocido de la autora, reconocida por su columna semanal en EL MUNDO en la cual enseña Lenguaje, sus decenas de títulos y los libros didácticos de apoyo a los maestros que creó hace unas décadas cuando cambió el sistema educativo, libros que formaron en escritura y lectura crítica y en el manejo del idioma a varias generaciones. 

 

“Es muy diferente, en todo, en tamaño, en presentación, en color, en contenido, de los demás libros que he escrito”. “Estos son mis apuntes muy personales que Mara conoció alguna vez aquí en mi casa y se empeñó en que había que publicarlos; se fue para la Asociación de Institutores de Antioquia, Adida, les habló de mis apuntes, y ellos le dieron el apoyo económico para la publicación. Ella fue a la tipografía, ella corrigió las pruebas, escribió el prólogo para el libro “Carta abierta al maestro”, y, además, precisó el día de la presentación. A ella hay que agradecerle infinitamente todo”, detalla la autora. 

 

Así, el lector se encuentra con una mujer que deja a un lado todo el rigor con el que educa en su área del conocimiento lingüístico, para mostrar sentimientos, emociones, anhelos y sensaciones diferentes. 

Cierra el libro el siguiente párrafo:

 "Miércoles 16 de marzo del 2011

¡Mi maestro!  A las nueve y media de la noche te has ido para siempre. Ya estabas listo y el Gran Maestro te tendió los brazos y te dijo ¡ven! Te fuiste en medio del sueño, con paz y serenidad. Para ti, ¡nuestro homenaje de amor y de recuerdo por siempre! ¡Acompáñanos desde el cielo!”, dice en la contraportada de la obra, apuntando al maestro Chaves sus palabras de adiós, luego de su muerte. 

 

González de Chaves cita en este mismo espacio un poema de Edgar Poe Restrepo, poeta antioqueño, autor de la letra del Himno de la Universidad de Antioquia:

 

“¡Qué tristeza más triste, más tristísima,

¡Qué desolada soledad tan triste!

Qué soledad más sola, más solísima,

Qué triste soledad tan desolada

Tenía esa palabra: ¡Triste!, ¡Sola!”.

 

La maestra deja ver su intimidad, da cuenta de una vida bien vivida, para aportar a los ciudadanos:

 

“Creo que son lecciones de vida: cómo aceptar el dolor, cómo vivir el nexo de la compañía, cómo vivir el compromiso matrimonial, cómo acompañar a alguien que se amó durante tanto tiempo, tanto en el éxito y la gloria como en la decadencia y la muerte. Hay lecciones de amor, de fortaleza frente a la vida. El libro no tiene nada de didáctico, no es moralista, no predica ética, no predica religión…. Es una entrega a los 24 años de edad, a un hombre voluntariamente elegido, por la admiración de sus valores artísticos, espirituales, intelectuales”. 

 

Su amor fue largo, comenzó con “un noviazgo de cuatro meses, para un matrimonio de sesenta años (1951 – 2011, año de muerte del señor Chaves). “Compartimos todo, lo bueno, lo malo, lo negro, lo gris. Fue mi maestro en el ordenamiento y ubicación de mi formación cultural y mi amigo hasta en callejear para tomar tinto en el Astor”. 

 

Y el arte, la cultura, la formación, fueron los caminos que recorrieron juntos:

“Cuando lo conocí y nos asamos, yo tenía 24 años; a su lado empecé a afianzar mi admiración por el arte. Nos unió fundamentalmente la música barroca, por su lado, y por el mío, la literatura que era y es mi amor”.

 

 La voz de narradora

 

Para la autora no fue fácil dejar ver su vida privada; pero dice con orgullo, que casi todo fue amable, porque se esmeraron en cultivar la amistad y el compañerismo: 

 

“Yo siempre tuve desconfianza en relación con las confidencias, porque cuando uno pone a la vista de las gentes lo íntimo de su personalidad, de sus sentimientos, de su vida privada, casi siempre da temas de conversación y a la crítica a los demás. Tengo una natural timidez, un natural rechazo a que las personas empiecen a clasificar mis sentimientos, mis comportamientos, mis quehaceres; a que se tomen libertades para inventar historias acerca de cómo piensa y cómo vive uno, cómo estudió y cómo trabajó. Ya me pasó con alguien que no conocía mi vida antes de casarme y muy poco de mi vida privada ya de casada y con hijos; una dama  a quien ayudé mucho en sus estudios; ya profesional ella se iba destacando en su servicio, y mi nombre se iba conociendo en el ámbito cultural, periodístico y educativo de la ciudad. No sé qué la llevó a inventarse unas historias un poco desagradables…, quizás opacar mi nombre…, no sé”. 

 

En el rol de narradora, la maestra Lucila acepta que se siente “muy bien, contenta, por haber respetado la verdad, el orden y la nobleza de las palabras”. 

 

“Yo ya había escrito algunas narraciones. Escribí mi vida de niña en Titiribí; hablé sobre mi preadolescencia en el más amado de los pueblos antioqueños; de todos los castigos en el Colegio de La Presentación porque uno tenía novio; y luego, ya otra vez en Medellín, expuse las peripecias sufridas y superadas de estudiante en la ciudad, en el Instituto Central Femenino, hoy CEFA”.

 

Desde su experiencia, tras una vida dedicada a las letras, González de Chaves explica que en Carta abierta al maestro “hay retrospección, el libro empieza en el momento mismo en que pierde la salud, cuando él tenía 93 años, mirando hacia atrás nuestra vida, nuestros hijos, el Instituto de Bellas Artes, las corales, las presentaciones de ópera, etcétera. Hay introversión, porque da cuenta de lo que yo siento, lo que pienso, también, de lo que trato de entender, de lo que el maestro siente con sus atormentadoras molestias”. 

 

“Es un libro circular porque comienza muy tarde, da muchas vueltas por todas las vías existenciales de los 24, 30, 40 años, y casi que termina en el momento en que empieza. Tiempo circular; no es el tiempo lineal de las novelas”.

 

El maestro Chaves según su esposa:

 

Lucila González de Chaves describe a continuación a su esposo, el maestro Luis Eduardo Chaves:

 

“Admiro de él un infinito desapego de la parte económica. En el libro consta que yo siempre lo vi flotando en una nube de ideales, de ilusiones artísticas: óperas, conciertos, maravillas de la música…, admiro ese desinterés de llevar el arte a todas partes  y a todos los seres humanos desde los niños hasta los adultos, sin esperar nada”. 


“Él trajo, en 1960, de Sofía,  la capital de Bulgaria, el Método Kodaly para empezar a educar a los niños y a los jóvenes en la música, desde los 5 años, cuando en Medellín no se estudiaba música; puso en ello todo su entusiasmo, pero las directivas de la educación en Antioquia,  le dijeron, con desprecio, que él era comunista. Inmediatamente, lo castigaron mandándolo para el Magdalena Medio; después vinieron otras cosas muy insoportables e injustas por parte del jefe de la educación, que no quiero repetirlas porque todavía me afectan, pero en el libro están todas las afrentas que recibió”. 

 

“Creó muchas casas de la cultura, llevó sus enseñanzas musicales, la música clásica y barroca, a las universidades y a instituciones educativas. Daba clases particulares. Escribía para la prensa”. 

 

“Otro valor muy escaso en la gente, fue su capacidad de asimilar las incompetencias de los demás. Entenderlas, comprenderlas, perdonarlas, aceptarlas y continuar la vida de una manera normal.

 

La unión de la familia

 

Para González de Chaves, el papel de la familia es fundamental en cualquier sociedad, por eso “a pesar de todo lo que él fue y de todo lo que yo hice, nunca dejamos el rol de papá y de mamá”. 

 

“Nuestros hijos crecieron escuchando ópera. Les compramos, siendo muy niños, la enciclopedia El mundo de los niños, y ellos, sin saber leer, ojeaban sus páginas. Cantaban pedazos de ópera, porque como eso era lo que oían, entonces cantaban de manera enrevesada, lo que su papá y los alumnos cantaban”. 

 

La maestra se siente orgullosa de lo logrado en el seno familiar:

 

“Hoy tengo cuatro hijos y ocho nietos profesionales. Trabajan con consagración y responsabilidad, pero no pretendo decir que sean unas lumbreras.

 

 Me devuelvo en mi historia y me siento satisfecha por la profesión que pude desempeñar, el cómo la desempeñé y cómo la amo, porque yo no me siento jubilada; uno se jubila de los cargos y las cargas materiales, pero de escribir, de leer y de estudiar uno no se jubila, y de ser maestro, tampoco”. 

 

González de Chaves precisa la libertad, el respeto, pero también la guía de los padres como eje fundamental en el desarrollo de una familia de bien: “todos los hijos eligieron libremente sus profesiones; no fueron músicos como el papá; quizás fui yo quien influyó para que fueran primero a la academia; después vendrían las artes; deseé que tuvieran una profesión”. 

 

También habla del feminismo, extendiendo su concepto a las mujeres de hoy: “a mí me ha ido muy bien en la vida siendo mujer. No sé por qué ahora algunas mujeres quieren apabullar a los hombres, los menosprecian, ….  Respeto sus posiciones, pero creo que necesitamos a la pareja”. 

 

La reflexión final

 

Como despedida, la experta en Lenguaje, la mujer que ha formado a los estudiantes del departamento y del país con sus conocimientos, sus libros, sus conferencias y sus escritos en periódicos y revistas, conceptúa que la lucha del maestro Chaves por la cultura de Medellín y Antioquia debe continuar en los gestores culturales, en los periodistas, críticos, artistas, maestros e investigadores.

 

Dice la maestra: “No hemos podido alcanzar una cultura clásica, armónica, universal, paradigmática; no nos gusta acercarnos a la cultura griega ni a otras culturas superiores a la nuestra.

 

Hoy la poesía es de momento, las únicas normas son los deseos particulares de cada persona. La poesía perdió el ritmo, la musicalidad, y en ningún momento hablo de la rima, porque esta, sí está en decadencia; en cuanto al mensaje poético, este es muy coloquial y   la mayoría de las veces, ininteligible. Mi gusto y mis estudios de estilística me dicen que poesía sin musicalidad, sin ritmo es una prosa cualquiera. Nos faltan modelos y respeto para aceptar a los pocos, muy valiosos, que van apareciendo. La mayoría de la gente no les pone valor y cuidado ni a los escritores de valía, ni a las exposiciones, ni a los conciertos, ni a los artistas.

 

Y la narrativa va empobreciéndose por falta de altura en las ideas, en los conceptos, en la imaginación, en la expresión, en el noble y adecuado manejo del lenguaje; son pocos los estilos literarios de valía. Sí existen escritores colombianos de altura, de muchos méritos literarios y lingüísticos, pero nuestras envidias quieren opacarlos. Nos falta sensibilidad y mucho respeto para poder crecer en lo artístico. Hay excepciones admirables entre escritores y artistas, pero pocas; lo demás tiene una existencia corta y sin huellas”, concluye González de Chaves. 

 

 

 

 


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