LA
LIBERTAD DE LA PATRIA PERSEGUIDA, TAMBIÉN,
POR
EL COVID-19
Lucila
González de Chaves
“Maestra
del Idioma”
Lugore55@gmail.com
Este 20 de julio de 2021, es un día agridulce: la historia nos manda recordar el grito libertario y las grandes entregas de los actores. Pero también, la historia existencial de Colombia pone a nuestra consideración los grandes dolores sufridos por causa de tantas malas conciencias; las heridas, aún sin cerrar, dejadas por algunos dirigentes de todos los niveles, que han preferido la inalcanzable y falsa felicidad de trabajar para sí mismos; su volubilidad, la pequeñez de su nobleza, la indiferencia ante sus responsabilidades, su vocación politiquera y ambiciosa son causantes, en buena parte, de tanto deterioro.
Y nosotros, los colombianos, llamados a ser
buenos ciudadanos, hemos errado el camino de la civilidad, de la compostura, de
la hermandad pacífica y tolerante; con nuestras inútiles pasiones, nuestras insostenibles
rebeldías, nuestra prepotencia y nuestros oscuros sentimientos de odio, de
venganza, de desobediencia civil, vamos retrasando el resurgir de Colombia,
nuestra patria, doblegada, también, por el virus implacable del COVID-19.
Por un momento,
escuchemos nuestro corazón y con dolor, amor y ternura leamos, en honor de nuestra
amada Patria, este reflexivo poema de un gran poeta antioqueño, Jorge robledo
Ortiz (1917 – 1990).
La
patria que buscamos
La
patria que buscamos
es una
patria buena
donde
la voz del pueblo sea la voz de Dios.
Una
patria que agite la savia en sus banderas
y al
ofrecer el trigo de sus espigas nuevas
cante
junto al molino del viejo corazón.
La
patria que buscamos es la noble parcela
donde
la sed del alma sea una sed de amor.
Una
patria sin odios, sin sombras ni cadenas,
donde
los hijos puedan cultivar sus cosechas
sin
esconderle al monte sus gotas de sudor.
La
patria que buscamos
tiene
la piel morena
quemada
por los rayos de un sol agricultor.
Una
patria cristiana que eleve en cada aldea
la Cruz
de un campanario, la lumbre de una escuela,
el pan
de cada día y un grano de ilusión.
La
patria que buscamos
es la
antigua querencia
con cal
de los abuelos y fe de su dolor.
Una
patria que pueda creer en sus profetas
y
conquistar la altura sin hundir la conciencia
ni
enlodar los cuarteles azules de su honor.
La
patria que buscamos
es la
entraña materna
que
empuja hacia el futuro toda palpitación.
La
patria que fabrica con la misma madera
los
tiples y las cunas, los sueños y las penas,
al niño
su juguete y al anciano su bordón.
La
patria que buscamos
es una
patria entera
sin
miembros mutilados por golpes de pasión.
Una
patria que escuche de frontera a frontera,
los
salmos de los jóvenes, los rezos de la abuela,
la
copla del trapiche y el himno de la unión.
La
patria que buscamos
es la
patria fraterna
que fue
angustia sin ecos en el Libertador.
Una
patria segura donde los hombres puedan
ambicionar
la altura sin borrar las estrellas
y
«pescar en las noches» sin redes de pavor.
La
patria que buscamos
sube
por nuestras venas
ofreciéndole
surcos al milagro del sol.
Una
patria que anhela ver justicia en su tierra
y
cambiar por mazorcas las palabras en guerra
y
enseñarle a la herida vendajes de perdón.
La
patria que buscamos
es el
limo de América
que
dominó los Andes a golpes de azadón.
Una
patria que nutra sus raíces eternas,
con los
amaneceres que el porvenir despierta
sobre
la sangre en marcha de una generación.
La
patria que buscamos
tiene
luz ecuménica
para
esta madrugada de clarines en flor.
Somos
los alfareros de una Colombia nueva,
y
haremos con su arcilla himnos de primavera
que
enarbolen las glorias de nuestra tradición.
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