EL POETA DE AMAGÁ: Rómulo Góngora
Autor: Lucila González de Chaves
28 octubre de 2018 - 08:25 PM
La maestra Lucila González de Chaves introduce la vida y estética del poeta amagaseño Rómulo Góngora
Una carta laudatoria:
En febrero de 1946, el hombre de letras, Horacio Franco, escribía al poeta de Amagá (Antioquia):
Estimado amigo, Rómulo Góngora:
Ya don MIGUEL ANTONIO CARO había definido la Poesía: (ella) “no es humana música de palabras, sino celeste música de pensamientos; necesita para vivir del valor de la idea y del calor del sentimiento.
“…. cuando bajo la magia disciplinada del artista van apareciendo sus creaciones, es entonces, también, cuando empieza la lucha con la forma, la batalla dolorosa con la palabra, con el vocablo que huye, que fulge y desaparece y mantiene al artista en una ansiedad agobiadora….
"A través de su obra poética, percibo ese heroísmo silencioso del artista que pule, bruñe y alquitara entre una vasta red de desconciertos, el tesoro inextinguible de la idealidad y del ensueño.
"(…) ETAPAS ha llamado usted a su obra, y realmente es ella el ascenso hacia la inmutable poesía. Cordialmente,…”
.......
Cómo definir la poesía:
En los últimos años, algunos críticos y filósofos han dicho que en la poesía, la palabra es “representativa”, a diferencia de la prosa, en la cual la palabra es “discursiva”.
Quizás, una de las mejores definiciones de la poesía es la que formuló el gran poeta italiano Dante en su obra el Convivio: “La poesía está hecha de palabras armonizadas y como unidas en un mosaico”.
El poeta, volcán en erupción:
El destacado colombiano Esaú Becerra y Córdoba, en la presentación de la obra de Rómulo Góngora, expresa:
“La poesía es el lenguaje para exaltar las hazañas bélicas, la tranquilidad hogareña, las picardías amorosas…. Pero el poeta Góngora es guía, faro, brújula, que indica la ruta, no otra cosa es su romance a los motilones, sacudido por una impaciencia patriótica…. Góngora es un poeta antioqueño que sabe a dónde va y qué móviles persigue con la herramienta de su sensibilidad. (…) Ha sufrido y ha tenido la terrible virtud de vivir del recuerdo, de lo trágico y de la nada….Hay que haber visto sufrir, y sufrir uno mismo para comprender ese misterio profundo de la vida”.
¡Y de la poesía! - digo -
Quizás por eso, es casi que imposible traducir una poesía de una lengua a otra, sin romper su belleza y armonía.
Etapas
Es el libro que recoge los poemas de Góngora; poesía que, según sus críticos, “tiene una misión y una imposición en las que no falta el pathos, la pasión, la emoción del vate, del productor de cosas bellas, de imperiales acentos líricos….allí, en esa cámara luminosa, llena de una extraña y millonaria pedrería reluciente, está el mágico poder de su poesía iconoclasta, incitadora, revolucionaria, lírica…”
Rómulo Góngora cultivó con éxito el soneto, esa prueba de fuego de quien se consagra a la poesía: manejó con maestría la rima consonante; el ritmo de su verso musicalizó el sentimiento, y las imágenes literarias hicieron bello, claro y grácil el pensamiento.
El recuerdo, el amor, las mujeres bellas, el paisaje, su tierra nativa, el hijo, el misterioso atractivo de la mujer oriental, la modestia de la campesina y muchos más, fueron temas de inspiración. Y, naturalmente, como espíritu noble, como alma insaciable, sintió la presencia de Dios en su vida. El siguiente es su soneto a “Cristo”:
¡Qué trágica belleza impresionante
la que ostenta el Rabino en el madero
con su lívida estampa agonizante
y su cuerpo sangrando, de Cordero!
Pueblo salvaje, irresponsable y fiero
En el leño colgólo, blasfemante;
Con su muerte, Jesús dio al mundo entero
Gloria perpetua, redención triunfante.
Cuerpo del Redentor, sangre sagrada,
Costado abierto y espinada frente,
Rostro de mártir, alma inmaculada.
Verdad y vida, manantial de luz,
Hijo de Virgen, Dios omnipotente,
Muerto de amor, clavado en una cruz.
El pensamiento de la muerte que nos va colocando en trance de desasimiento, que va purificando el espíritu y nos va dando la dimensión de la transitoriedad de la vida, que nos alumbra y nos alimenta el pensamiento del encuentro con el Señor Jesús, todo esto obliga al poeta a exclamar en su poema
“Parábola de las Sombras”:
Es la sombra quemante,
es la sombra furente;
es la sombra radiante
la del color latente,
la del hielo fundente;
es la sombra,
la sombra que se nombra
La Fuerte:
¡Es la gélida sombra,
la atómica sombra de la Muerte…!
En este poema es notorio, además, el hecho de que el concepto aprovecha los valores fonéticos y sugestivos de las palabras.
El último poema del libro citado es Caos, es un inmenso poema existencial; leerlo, releerlo y detenerse al pie de cada metáfora, de cada incomparable paradoja, de acertadas personificaciones; deleitarse con la extraordinaria manera de armonizar las palabras en retruécanos, en la magia sonoridad de adjetivos y verbos, y dolerse intensamente hasta agonizar con él en su propio lecho, es verlo vivir sintiendo y morir sufriendo.
Este poema "Caos" lo escribió su autor en su lecho de enfermo, destrozado por el cáncer. Un ardido poema que abrasa el alma con toda su iluminante resonancia.
Se le acaba la vida, pero su vigor poético se sostiene: las imágenes, las metáforas, las paradojas abrillantan el verso y traducen su dolor. Al hundirse en las sombras tiene gran claridad interior para repasar su vida y hacer humana confesión de sus debilidades. “El lobo rugiente de hocico ensangrentado” le roe las entrañas. Sus humanas pasiones se remansan ante la proximidad de la muerte: ya no tiene odios, ni rencores, ni lujuria; la plenitud de su ideal: “creer y haber creado” colma su alma.
Juzgo que el poema “Caos”, de valores incalculables, es antológico:
"No sé si estoy ardido
o apagado.
volcán en erupción,
cráter sellado,
lava de amor y olvido,
rescoldo de emoción.
Cual otro Prometeo encadenado
el áspid de la angustia me ha mordido
el destrozado vientre dolorido;
el espíritu tengo flagelado.
Llevo a media asta el corazón izado
y el cuerpo cruje de dolor transido;
a veces pienso que he resucitado
o que cadáver soy, recién nacido.
En mi propia ansiedad crucificado
no sé si vivo o muero, enardecido;
sueño despierto, duermo desvelado
en un alterno vaivén de súplica y alarido.
En vértices de luz me he iluminado
y en vórtices de sombra, enceguecido,
rindiendo a la virtud culto sagrado
y ofreciéndome al vicio, envilecido.
Mi fe es heroica cual la de un cruzado
y a Dios invoco con piedad ungido;
al borde de la duda he trepidado
mas siempre caigo por la fe vencido.
El Santo Viático hasta mí ha venido
solícito a librarme del pecado;
el mismo Cristo, en Hostia convertido,
me da su sangre en vino, consagrado.
Rebaños tuve, mas perdí el cayado
y estoy callado porque estoy caído;
manso cordero que huye descarriado
buscándose a sí mismo, y perseguido.
Pastor que cruza rápido el collado
siguiendo el eco de postrer balido
se encuentra al lobo: ¡tiene ensangrentado
el hocico feroz, lobo bandido!
Redil y aprisco, todo consumado,
sólo me alienta ya lo consumido.
¡Isla de ausencia y barco naufragado
que flota en aguas del eterno olvido!
Sin odio y sin rencor, desposeído
de mezquina pasión, pero amargado,
me siento pleno, de ideal henchido.
Me basta con creer y haber creado.
No sé si estoy ardido
o apagado…
A veces creo que he resucitado,
o que cadáver soy recién nacido.
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