¿SON ÚTILES Y NECESARIAS LAS TAREAS ESCOLARES?
Lucila González de Chaves
Maestra, periodista,
escritora
Lugore55@gmail.com
A quienes estamos
comprometidos con la educación, ¿qué nos hace falta hoy: pedagogía o metodología
o psicología?
Cada año, cada semestre,
por diversas circunstancias, todos hablamos de renovar la educación, de cambiar
el currículo, de nombrar de otra manera los objetivos, estrategias, destrezas,
evaluaciones, etc. Una de las malas interpretaciones de esa tendencia a
mejorar, a cambiar, a reemplazar, ha dado como resultado, y muchas veces, el
incremento exagerado y descontrolado de consultas y tareas escolares.
Es correcto entender la
metodología como un conjunto de técnicas, de métodos de trabajo como
estrategias para el desarrollo de las competencias (destrezas, habilidades), lo
que coloca al alumno en positivas situaciones nuevas y variadas que le exigen
compromiso personal, iniciativa, acción, perseverancia.
Pero estas situaciones
trasladadas al hogar como tareas o como consultas, provocan tensión y
desembocan en conflictos que impiden la actividad y el desarrollo afectivo e
intelectual de los alumnos. Hagamos algunas precisiones:
Los llamados talleres
son las estrategias pedagógicas, los trabajos que el alumno realiza, bien como
complementación de los temas del currículo, o bien como afianzamiento del
aprendizaje. Estos talleres deben realizarse, en lo posible, dentro del aula o
en la biblioteca de la institución con el maestro como asesor, puesto que en
algunos hogares no hay bibliotecas, no hay asesores adecuados, y la Internet
(la red) no es muy confiable en ciertos temas y datos.
Las circunstancias
desagradables que desatan las tareas imposibles contribuyen a que el alumno no
se interese por las áreas y los libros, y los padres de familia pierdan la poca
tranquilidad que desean tener al llegar a su hogar, después de un intenso
trabajo.
El lugar de la pedagogía
es el colegio, pero hace algún tiempo, ese lugar se ha invertido. Se ha
entendido mal el propósito del Ministerio de Educación de involucrar a los
padres en el desarrollo de sus hijos. Por tanto, el fracaso no debe atribuirse
a quienes (los padres de familia) poco preparados pedagógica, o mejor,
metodológicamente y sin tiempo para lograr los éxitos reales de una clase, sólo
pueden transmitir a sus hijos gustos y deseos, o dictar órdenes y reglas, o
teorías sin sentido.
Las tareas no son para aprender; son para mostrar
el desarrollo de las destrezas de los alumnos. Debieran ser
experiencias de ellos, como: leer un párrafo de un libro, de un periódico, de
una revista, y señalar algunos conceptos que les llamen la atención, y
explicarlos en clase, o hacer resúmenes de dichos párrafos, o ampliarlos con
sus propios conceptos, o hacer un dibujo de acuerdo con el contenido, o
reconstruir en forma oral, en clase, dichos párrafos.
Otra experiencia que
sirve como tarea: narrar su tarde pasada en el hogar. Sería una especie de
informe en el que los niños ordenan las ideas, reconstruyen hechos y analizan
situaciones.
Conversar con alguien
sobre lo aprendido en las horas de colegio y llevar por escrito el diálogo.
Aunque el alumno invente la tarea, ella es provechosa porque está
reconstruyendo, recordando y, de todas maneras, aprendiendo a expresar su ser y
su saber, y casi siempre, activando la creatividad.
Observar lo que acontece
o lo que se habla alrededor, y llevar a clase interrogantes (los porqués), y
entre todo el grupo dar respuestas. Y…muchas más situaciones que ayuden a que
el alumno se forme como persona, que reflexione, intuya, deduzca, analice.
De esta manera, los
padres, al llegar al hogar, participarán en la tarea de sus hijos -eso es
necesario- pero desde otro punto de vista: el de darse cuenta del
desarrollo de su niños, comprobar, mediante lo que ellos fueron capaces de
realizar solos (sus competencias, habilidades), que las tareas sí están
cumpliendo su finalidad, cual es la de que el niño se vincule personalmente al
saber y desarrolle su creatividad.
Así, el estado
psicológico de la familia mejora; inclusive, habrá tiempo para leer con los
niños un cuento antes de dormir, o conversar con ellos sobre los mutuos aconteceres
del día. Todo esto integra a la familia.
Ciertas formas de
aprendizaje tienen una importancia decisiva en el futuro de los alumnos: La
manera de aprender a leer, a escribir, a narrar, a entender los diferentes
temas del currículo, las relaciones humanas vividas en el colegio constituyen,
a largo plazo, un factor de desarrollo individual y colectivo; o bien, un
factor de retraimiento social y pereza mental. Por tanto, los maestros debemos
evitar implantar actividades, tareas y consultas sin planearlas porque no es
metodológico ni ayuda a alcanzar los logros pretendidos.
Es importante
organizarse en función de actividades del futuro; es la llamada
“prospectiva”.
Toda ejercitación, todo
taller o tarea, debe responder a una necesidad, no del maestro, sino del alumno
que es quien va descubriendo, en forma casi ilimitada, un mundo que se
transforma. Por eso, los adultos (padres y maestros) anclados al pasado,
cristalizados en recuerdos y que, además, ofenden y atropellan al niño (o al
adolescente) por su torpeza - puesto que apenas se inicia en la formación de sí
mismo- lo colocan en una situación de inseguridad que acaba con la
autoestima.
Un niño feliz, que
juega, que imagina, que inventa, será un adulto equilibrado. Ya lo dijo el pedagogo
Claparède: “¿Para qué sirve la infancia?, para jugar e imitar”.
El niño que después del
colegio, puede descansar, soñar, jugar, será optimista, confiado, alegre, y si
las tareas son pocas y cortas, y las realiza por sí mismo, será un adulto interesado
en estudiar siempre, no alguien cansado ya de los libros. Pero hay que aprender
(padres, maestros, niños, jóvenes) a defenderse de esos grandes enemigos
(¿tendré que decir que “amigos”?) que son la televisión, el celular y la
navegación en Internet.
La permanencia del
periódico escolar es importante en el progreso de la pedagogía (también es un
método – metodología -), porque los niños empiezan a expresar sus pensamientos,
sus emociones, a realizar esfuerzos para hacerse comprender, a ser selectivos y
definidos en la escogencia.
Los niños (y aun los jóvenes)
son poco capaces de expresarse por escrito en forma clara. Si no fuera así,
¿para qué irían al colegio? Cuando son los amigos, los vecinos o los
padres de familia los que expresan el pensamiento del niño, estamos en una
labor de traducción; el mismo niño ya no es capaz de identificarse con esa
circunstancia y acaba desconociendo su propio pensamiento.
Por tanto, los niños y
también los adolescentes, deben hacer sus trabajos en el aula, y más todavía si
necesitan el consejo, la guía y la supervisión del maestro.
El periódico escolar es
una de las más fuertes motivaciones de la correcta expresión escrita, porque el
colegio debe enseñar a escribir, y no, simplemente, a formar copistas.
El alumno realiza con
éxito, en clase y en equipos, tareas, en las que expresa lo que sabe y, además,
le causan complacencia. Ve al maestro presente, atento a sus inquietudes,
dispuesto a facilitarles el aprendizaje, orientando sus talleres, autorizando
los intercambios entre los grupos, invitando a cada alumno a expresar su
opinión en forma oral; ve que su maestro los escucha a todos por igual; observa
cómo van surgiendo nuevos proyectos de trabajo generados por el que se está
realizando.
Todo esto es para el
alumno una invitación al aprendizaje y a la formación de su futuro
comportamiento como ciudadano, líder, gobernante, padre de familia; la ética
hay que practicarla y cuidarla desde los primeros años de vida, para evitar que
esta sociedad y este país se sigan descomponiendo intelectual y moralmente. Nos
encontramos, así, con hechos más convincentes que todos los trabajos hechos por
mandato, fuera del aula, o que toda tarea o consulta realizadas por los papás o
los amigos o los vecinos o bajadas de Internet.
Para terminar, dejo
estos interrogantes a quienes manejan la educación en Colombia, y a los padres
de familia:
- Tal vez, ¿podríamos
prescindir ahora de una motivación para el aprendizaje basada en un sistema de
competencia entendida como rivalidad, en el autoritarismo, en sanciones y
calificaciones inútiles?
- ¿Qué les ocurrirá en el
futuro a esos niños que salen del colegio (preescolar, primaria) y deben correr
a clases de pintura, natación, canto, piano, guitarra, flautas dulces,
gimnasia, etc., etc., inclusive, los sábados?
- ¿Ha perdido el niño, en la
posmodernidad, el derecho a jugar, a soñar, a dormir?
Los padres encierran a
sus niños en vacaciones porque van muy mal en el colegio, tienen que estudiar,
recibir clases de escritura, o de lectura rápida, de lectura crítica, o de
sumas y restas, para que se “nivelen”. Después de tantas clases de nivelaciones
que les han impedido disfrutar su libertad en las vacaciones ¿sí llegarán los
niños en mejores condiciones al colegio?
- ¿Son realmente útiles e
imprescindibles las tareas escolares?
- ¿Sí lograremos tener en
el futuro una Colombia mejor con los niños que estamos educando hoy?
- ¿No serán necesarios más
civismo, más urbanidad, mejores relaciones humanas, más respeto y aceptación
por el otro, no importa su condición de ser, más conocimiento de sí mismo, más
capacidad de autocorregirse, más reflexión y, por supuesto, más prudencia y
sabiduría en la asignación de las tareas escolares?
Ocurre que la organización de los trabajos en clase
no se maneja con un esquema, con un método cualquiera; esas tareas son, por
parte del maestro al señalarlas, y por parte del alumno al realizarlas, la
respuesta a las cuestiones que se plantearon en una clase; es el camino que
señala el éxito de los logros.
Y ese aprendizaje teórico-práctico será una
clase activa, con una organización minuciosa; es la clase-taller adaptada a las
posibilidades intelectuales y al nivel escolar real de los alumnos, base del
éxito en el aprendizaje, porque esta tarea no los oprime con angustia, y les
asegura un desarrollo armonioso.
Agrego que la posibilidad ofrecida a los niños de
inventar historias, de contar sus sueños les permite, de modo continuo, la
expresión de ideas y sentimientos - normalmente no expresados - y bien
dirigidos por un excelente maestro que ame su profesión, ellos aprenderán a
reflexionar, a opinar, a respetar, a orientar, que son las bases de una
conciencia crítica que tanto necesita Colombia.
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