sábado, 4 de junio de 2022

LA PERMANENTE URGENCIA DE UNA ESCALA DE VALORES

 

ESCALA DE VALORES QUE PROMOCIONA COLEGIOS; ESCALA DE VALORES QUE DE VERDAD FOMENTAN LOS BUENOS MAESTROS



Lucila González de Chaves
Escritora, maestra y periodista

Visto desde la cima de mis años, creo que lo primero que debiera pensarse, en relación con la educación, es cuál es la escala de valores que en los colegios se enseña y se fomenta, no la que tienen como promoción, sino la que se infunde, porque, a cualquier edad, los niños, los adolescentes y los mayores, deben tener una vida orientada a conocer y a practicar una escala de valores positiva. 
Todos los niños tiene necesidades y todas son específicas: educarlo en el bien hablar, es una necesidad y es específica del buen vivir; educarlo en una creencia, cualquiera que ella sea, también es específico, es urgente y es una necesidad primordial; educarlo en el respeto a los demás, a lo que es el otro, su cuerpo, su alma, sus posesiones, eso es urgente y específico.
Pienso, entonces, que quien se compromete a educar a un niño, no debe clasificar exigencias, sino darles un valor a todas ellas y por igual, porque al niño hay que formarlo de una manera holística; es decir, una manera total, íntegra, no se puede educar por pedacitos; el colegio, sea como sea, esté situado donde sea y valga lo que valga, debe estar en armonía con la familia; no es que la familia se tenga que adaptar al colegio ni el colegio a la familia, sino que deben estar en comunicación, así empiezan a construir la educación del niño para que no lo desorienten, para que él vea que en su colegio hay la misma escala de valores que hay en su familia.
No condeno la actual y urgente necesidad de que los padres de familia trabajen por igual, pero sugiero que estén atentos a las personas en quienes los niños, en el día, ponen su ansiedad, su cariño, sus curiosidades, su carga de emociones.
Cada pareja piensa que su hijo merece lo mejor, que hay que educarlo lo mejor posible,  formarlo para un futuro,. ¿Cómo encontrar  respuesta a estas inquietudes? ¿Quién, cómo y cuáles son los elementos para construir un futuro para un niño que, frente a un televisor o unas redes sociales, por ejemplo, ha asimilado tantos decires y tantos quehaceres incorrectos para su edad?, ¿que ha tenido que ser testigo de muchísimos comportamientos tóxicos, y tantas veces ha sido protagonista indefenso de ellos?
¿Qué hacer para que este niño piense lo mejor, sienta lo mejor, haga lo mejor y empiece a construirse su propio futuro? 
¡Qué reto para los papás, para el colegio, para los amigos, para la sociedad!
Tenemos que enfrentar, hoy más que nunca,  la realidad que es dura, cruel, dolorosa; es indebido enmascarar, disimular, flexibilizar, minimizar hechos y actores; hay que asumir la realidad con valentía, vigor emocional, entereza moral y actuar rápidamente en el campo en que nos toque hacerlo, sin dubitaciones ni miedos; sin atender a compadrazgos oficiales, políticos, sociales, académicos. 
Si  no se parte de la verdad, de la dignidad del ser y de la propia ética, estaremos, entonces, construyendo en la arena, apadrinando conceptos, principios y comportamientos  malignos.
Como formadores de los ciudadanos del futuro, debemos contar con toda la carga sabía, honrada, vigorosa y ejemplar que tiene nuestra herencia; la herencia es respetable, pero es modificable en cada siglo, día, semana, hora, porque tiene que estar de acuerdo con el momento actual. 
No podemos desubicarnos, tenemos que andar con el momento para poder comprobar qué es lo que está pasando y esforzarnos por ser capaces de cambiar el rumbo, el nuestro, el de los compañeros ya intoxicados dejándose presionar por política, por dinero, por sexo, por poder.
Es un compromiso ineludible y sagrado el cuidar de quienes dependen de nosotros, de quienes nos rodean; hemos elegido custodiar el honor, la dignidad, la verdad, el respeto de todos nosotros, juntos, para una eficaz convivencia y una educación que deje huellas de nobleza, hidalguía, compromiso y seguridad.
Por tanto, no podemos engañarnos ni engañar a nadie. La falsedad en palabras y en comportamientos corroe la personalidad y la moral del individuo.

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