SALUDAMOS A LOS MAESTROS
Periodista, escritora, maestra
Ser maestro es una ciencia. Hay que
aprenderla cada día, cada hora, a medida que se avanza en la tarea de educar.
Es una ciencia que exige, principalmente, hallar los caminos para llegar al corazón y al cerebro del educando; encontrar las formas precisas de aplicación. No es tanto EL QUÉ se enseña, sino EL CÓMO, EL PORQUÉ, EL A QUIÉN, EL PARA QUÉ se enseña.
Pedagogía y Metodología son ciencias gemelas, con su gran soporte, la psicología; ninguna de ellas ha de faltarle al maestro en el diario encuentro con su alumno. A ellas se llega con el alma, con el corazón, con coraje, con constancia y estudio.
Ser maestro es un acto valeroso impulsado por el amor, la generosidad y el pundonor.
¡Felicitaciones, maestros amigos!
Comparto con ustedes las siguientes reflexiones:
1.
“Nuestro alumno reproduce, a su manera, lo que él
ha observado. En los estados del niño, del joven, se ve al adulto a quien
imita.
Todavía hay quiénes emplean la brusquedad y la humillación para formar en los niños la salud moral y mental; con eso, solo se consigue aturdirlos y embrutecerlos, porque la violencia compromete el equilibrio orgánico, pervierte el corazón, ofusca la mente”.
2.
“El alumno tiene una tarea, un ejercicio que no
puede resolver, y cuando los padres se lo resuelven y el maestro revisa y
anota: ‘muy bien’, el alumno ha engañado al maestro: recibe una aprobación que
no le corresponde. Es un caso grave de simulación y de mentira, en el que
se hallan complicados los padres. La deducción del niño es que el engaño
es bueno, conveniente y plausible. ¿Se le podrá reclamar después a este alumno,
sinceridad?”
3.
“La paciencia es la base de todas las conquistas.
El genio es paciencia excelsa. ¡Eduquemos en la paciencia! Debemos crear
un método para que cuando el niño haga una cosa, o junte, o cuente o ponga en
orden pequeños objetos, lo vuelva a hacer, a juntar, a ordenar varias veces
hasta lograr el éxito. Ensañémosle a que cuando busque algo, lo busque
hasta encontrarlo; cuando emprenda una obra, jamás la deje sin haberla
terminado. Animar al alumno para que persevere siempre hasta el fin; alentarlo
para que persista en el propósito inicial.
No agotemos nunca sus energías para lo imposible,
pero enseñémosle que una vez emprendida una tarea, por insignificante que sea,
no la abandone jamás sin alcanzar el triunfo de su voluntad”.
4.
“Los padres y los maestros tienen derecho a la
tranquilidad, a librarse de atroces desengaños, a que los chicos no se
conviertan en su mayor amargura. Por ello hay que comenzar por el
principio. Y el principio está en la educación unida al reconocimiento de
los derechos del niño…
El primero de los derechos del niño es que los
padres y los maestros lo consideren ‘bueno’. Sin esta base todo se
derrumbará. Los chicos no son ni buenos ni malos, son como sus padres y
maestros lo desean. Hay que luchar para que ese niño corresponda a nuestra
esperanza, lo que se logra con dedicación.
Un segundo derecho del niño es que se le permita
hacer todo cuanto no lo perjudique, o perjudique a los demás; esto, porque una
de las leyes que rigen la naturaleza humana es la diversidad. Cuando
ignoramos esto, solemos convertir al niño en una caricatura, ya que destruimos
su personalidad imponiéndole nuestros gustos, nuestras ideas, nuestras
inclinaciones. Las modalidades del niño, siempre que no signifiquen algo
antisocial o reprobable, se conexionan con su vocación. Ellas reaparecen luego
en el adulto quien revela en su trabajo o en su profesión, una originalidad y un
talento insospechables.
Otro derecho del niño, y muy definitivo, es el de
que no se le rebaje en su dignidad espiritual. Esto es fundamental y deben
cumplirlo quienes han de servirle como guía en el camino de su formación”
(Los anteriores conceptos son del autor
Constancio C. Vigil, uruguayo, 1876 – 1954)
EDUCAR (un bello poema)
Educar es lo mismo
que poner un motor a una barca,
hay que medir, pensar, equilibrar,
y poner todo en marcha.
Pero para eso,
uno tiene que llevar en el alma
un poco de marino,
un poco de pirata,
un poco de poeta,
y un kilo y medio de paciencia concentrada.
Pero es consolador soñar,
mientras uno trabaja,
que esa barca, ese niño
irá muy lejos por el agua.
Soñar que ese navío
llevará nuestra carga de palabras
hacia puertos distantes, hacia islas lejanas.
Soñar que cuando un día
esté durmiendo nuestro propio barco,
en barcos nuevos seguirá nuestra bandera
enarbolada.
Autor: Gabriel Celaya (español, 1911 – 1991).
“No tienes que herir para enseñar, y no tienes que
ser herido para aprender”.
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