PERIÓDICO EL MUNDO
VIERNES 29 DE JULIO DE 2016
ENTREVISTA
Viernes
29 de Julio de 2016 Actualizado
01:53 am.
Buscador
|
|
|
Palabra y
obra
Story of a love
between two masters
La maestra,
escritora y experta en Lenguaje, Lucila González de Chaves, presentó hace unos
días su más reciente título Carta abierta al maestro.
|
Lucila González de Chaves y su
esposo, el tenor lírico Luis Eduardo Chaves, en los retratos que la autora
tiene ubicados en su estudio.
|
Cuando terminó la
gran guerra que padecía el mundo en 1945, a Medellín llegaron muchos europeos,
entre ellos lituanos y austriacos, de origen judío, quienes fundaron la
Orquesta Sinfónica de Antioquia. Bajo la dirección de Joseph Matza Dusek, un
trompetista había conquistado entonces el amor de Lucila González, hasta ese
momento sin apellido de casada, quien, en la magia de sus dos decenios de vida,
se formaba en la Alma Máter de Antioquia.
Sin embargo, por esa
capacidad que tiene el destino de cambiar de rumbo la vida de las personas, la
joven, de 24 años, se enamoraría de otro hombre, catorce años mayor que ella,
quien también tendría en las venas el sentimiento musical, el amor por las
partituras, por las voces, por los tonos, por la melodía que significa dedicar
la existencia al sonido. Muy al estilo de la reflexión de Luciano Pavarotti,
con su idea de que “una vida dedicada a la música es una vida bellamente
empleada”, el hombre que conquistaría a la entonces autora en formación sería
un maestro musical.
“Yo estaba un día
esperando a mi novio, violinista de la Orquesta Sinfónica de Antioquia.
Recuerdo que salía de la Universidad de Antioquia, ahí en el Paraninfo, donde
estaba estudiando Letras, a las 5:00 p.m., iba por él a Bellas Artes, en La
Playa, esperaba a que acabara los ensayos, y nos íbamos para el Astor. Un día
vi a un señor que entró, serio, con un caminadito diplomático, muy bien puesto,
y le dije a Valerio, el papá de la gran pianista que tenemos, Teresita Gómez,
‘¿quién es ese señor?’, y me dijo: ‘no sé, un señor que canta’. Yo me imaginé
que era uno de Los Panchos, que estaban de moda en ese momento, entonces dije
‘no estoy interesada en esos Panchos tan pinchados’… Seguimos conversando y me
di cuenta de la dimensión, del hombre que era”, relata la experta en Lenguaje,
refiriéndose al maestro Luis Eduardo Chaves, a quien dedicó su vida, y ahora
dedica su libro Carta abierta al maestro, publicación que da cuenta de un amor
intenso, real y duradero.
“Tanta conquista,
tanta admiración, tanto afecto nos causamos el uno al otro que a los cuatro
meses nos casamos”.
Esta nueva obra de
Lucila González de Chaves fue publicada gracias a la insistencia de la poetisa
Mara Agudelo, amiga de la autora, quien encontró letras de valor para poner en
contexto hoy, como una invitación a reflexionar sobre temas fundamentales como
la familia y el rol de los padres.
“Ver partir, poco a poco, al amor de su vida, al
maestro admirado, al padre de sus hijos, al artista, al amigo y confidente, sin
desplomarse, es de valientes. Y ella, la maestra, lo demuestra día a día”,
precisa Agudelo en el prólogo, en el cual enfatiza además que en estas letras
hay en “memoria cultural y artística, recuerdos familiares, amor, fortaleza y
fe, ¡mucha fe!”.
|
La autora tiene
guardados en su casa algunos de los afiches de los conciertos internacionales
y nacionales del maestro Chaves.
|
En la intimidad de la maestra
Lucila González de
Chaves dice que Carta abierta al maestro “no nació como libro. Fueron unos
apuntes que naturalmente, cuando uno está tan domesticado para estar
escribiendo, todo lo que ocurre lo escribe, y yo fui escribiendo momentos de
nuestra vida en común, de nuestro matrimonio, de todas las actividades que el
maestro Chaves fue desempeñando. Aquí está toda la historia cultural de
Medellín, desde 1951, aproximadamente hasta 1965. Hay que retroceder más de
cincuenta años para saber que Medellín era incipiente en temas culturales.
Cuando él se enfermó, empezó su decadencia, yo fui escribiendo día a día. Hice
el seguimiento de todas las circunstancias de su enfermedad. Cierro el libro el
día en el que él muere”.
Estas letras salen a
la luz develando un matiz poco conocido de la autora, reconocida por su columna
semanal en EL MUNDO en la cual enseña Lenguaje, sus decenas de títulos
académicos y las cartillas de apoyo a los maestros que creó hace unas décadas
cuando cambió el sistema educativo, que formaron en escritura y lectura a
varias generaciones.
“Sí, esta es una
publicación muy diferente, en todo: en tamaño, en presentación, en color, en
contenido. Estos son mis apuntes personales que Mara los conoció alguna vez
aquí y se empeñó en que había que publicarlo. Ella se fue para la Asociación de
Institutores de Antioquia Adida, les contó y ellos le dieron el apoyo económico
para hacerlo. Ella fue a la tipografía, ella corrigió las pruebas, escribió el
prólogo, precisó el día de la presentación. Todo lo hizo Mara, a ella hay que
agradecerle infinitamente todo”.
“Es muy diferente, en
todo, en tamaño, en presentación, en color, en contenido. Estos son mis apuntes
personales que Mara los conoció alguna vez aquí y se empeñó en que había que
publicarlo. Ella se fue para la Asociación de Institutores de Antioquia Adida,
les contó y ellos le dieron el apoyo económico para hacerlo. Ella fue a la
tipografía, ella corrigió las pruebas, escribió el prólogo, precisó el día de
la presentación. Todo lo hizo Mara, a ella hay que agradecerle infinitamente
todo”, detalla la autora.
Así, el lector se
encuentra con una mujer que deja a un lado todo el rigor con el que forma en su
área del conocimiento, guardando su buena escritura e impecable ortografía,
para mostrar sentimientos, emociones, anhelos y sensaciones diferentes.
“Miércoles 16 de
marzo del 2011
¡Mi maestro! A
las nueve y media de la noche te has ido para siempre. Ya estabas listo y el
Gran Maestro te tendió los brazos y te dijo ¡ven! Te fuiste en medio del sueño,
con paz y serenidad. Para ti, ¡nuestro homenaje de amor y de recuerdo por
siempre!
¡Acompáñanos desde el
cielo!”, dice en la contraportada de la obra, apuntando al maestro Chaves sus
palabras de adiós, luego de su muerte, hace cinco años.
González de Chaves
cita en este mismo espacio un poema de Edgar Poe Restrepo, poeta antioqueño,
autor de la letra del Himno de la Universidad de Antioquia:
“¡Qué tristeza más
triste, más tristísima,
Qué desolada soledad
tan triste!
Qué soledad más sola,
más solísima,
Qué triste soledad
tan desolada
Tenía esa palabra:
¡Triste!, ¡Sola!”.
Deja ver su intimidad,
quiere dar cuenta de una vida bien vivida, para aportar a la formación de
ciudadanos.
“Creo que son
lecciones de vida: cómo aceptar el dolor, cómo vivir el nexo de la compañía,
cómo vivir el compromiso matrimonial, cómo acompañar a alguien que se amó
durante tanto tiempo, tanto en el éxito y la gloria como en la decadencia y la
muerte. Hay lecciones de amor, de fortaleza frente a la vida. No tiene nada de
didáctico, no es moralista, no predica ética, no predica religión. Es una
entrega voluntaria, a los 24 años de edad, a un hombre voluntariamente elegido,
por la admiración de sus valores artísticos, espirituales,
intelectuales”.
Su amor fue largo,
comenzó con “un noviazgo de cuatro meses, para un matrimonio de sesenta años.
Compartimos todo, lo bueno, lo malo, lo feo, lo bonito, lo negro, lo gris. Fue
mi maestro y mi amigo durante toda la vida”.
Y el arte, la
cultura, la formación, fueron los caminos que recorrieron juntos: “Cuando lo
conocí, cuando yo tenía 24 años, empecé a afianzar mi admiración por el arte.
Era una admiración vaga, yo sabía que estaba enamorada de lo sublime, de lo que
uno sabe que existe pero es inasible. Nos unió la música para siempre, la
conversación sobre el arte para siempre, y aquí estoy todavía queriéndolo,
cuando han pasado cinco años de su muerte”.
La voz de narradora
Para la autora no fue
fácil dejar ver lo que sucedió durante tantos años tras las cortinas de su
casa, pero descubrió, con orgullo, que todo había sido bello, que no había nada
para ocultar.
“Yo siempre tuve
inseguridad, miedo, susto, porque cuando uno pone a la vista de las gentes lo
íntimo de su idiosincrasia, de su personalidad de sus sentimientos; eso da
desazón. Tengo una natural condición hacia la timidez, a que no conozcan mi
vida íntima, no tanto en la parte subjetiva de los sentimientos”.
En el rol de
narradora acepta que se siente “muy bien”, dice estar “contenta”.
“Yo ya había escrito
muchas narraciones. Escribí toda mi vida de niña en Titiribí, toda mi niñez de
estudiante, de adolescente todos los castigos en el Colegio de La Presentación
porque uno tenía novio. Me encanta contar cosas y este libro tiene una
característica, llamémoslo opúsculo porque la gente que nos lee nos dirá que sí
es un libro muy grande y es un opúsculo”.
Desde su experiencia,
tras una vida dedicada a las letras, González de Chaves explica que en Carta
abierta al maestro “hay retrospección, el libro empieza en el momento mismo en
el que él pierde la salud, cuando él tenía 93 años, mirando para atrás nuestra vida,
nuestros hijos, el Instituto de Bellas Artes, las corales, las presentaciones
de ópera, etcétera. Hay introversión, porque está lo que yo siento, lo que
pienso, también lo que trato de entender de lo que él siente con sus
molestias”.
“Es un libro circular
porque comienza muy tarde, da muchas vueltas por todas las vías existenciales
de los 24, 30, 40 años, y casi que termina en el momento en el que
empieza. Entonces, es circular, eso que los profesores llamaban ‘bueno, ¿y el
tiempo interno?’, y los muchachos se desbaratan mirando a ver cuál es el tiempo
interno, pero es un tiempo circular, no es el tiempo lineal de las novelas”.
El maestro Chaves según su amada
Lucila González de
Chaves describe a continuación a su esposo, el maestro Luis Eduardo Chaves:
“Admiro de él un
infinito desapego de la parte económica. En el libro consta que yo siempre lo
vi flotando en una nube de ideales, de ilusiones artísticas: óperas,
conciertos, maravillas de la música. A veces aterrizaba en esta casa para saber
que tenía que almorzar. Muchas veces, escuchando una ópera, me preguntaba ‘¿yo
ya almorcé?’. Lo que más le admiro es ese desinterés de llevar el arte a todas
partes sin esperar nada”.
“Él trajo de Sofía,
la capital de Bulgaria, el Método Kodaly para empezar a educar a los niños y a
los jóvenes en la música, desde los 5, cuando en Medellín no se estudiaba
música, con el entusiasmo más grande. Y le dijeron comunista. Inmediatamente,
la Secretaría de Educación lo mandó para el Magdalena Medio, después vinieron otras
cosas muy insoportables, que no quiero repetirlas porque me afectan, pero en el
libro están todas las afrentas que recibió”.
“Formó muchas casas
de la cultura, llevó sus enseñanzas musicales, la música clásica y barroca, a
las universidades de Medellín, a instituciones educativas. Daba clases
particulares. Escribía para la prensa”.
“Otro valor, muy
bonito y muy escaso en la gente, su capacidad de asimilar las incompetencias de
los demás. Entenderlas, comprenderlas, perdonarlas, aceptarlas y continuar la
vida de una manera normal. Lo digo porque yo era una muchacha de 24 años, que
apenas sabía estudiar y él tenía 38”.
La unión de la familia
Para González de
Chaves, el papel de la familia es fundamental en cualquier sociedad, por eso “a
pesar de todo lo que él fue y de todo lo que yo hice, nunca dejamos el rol de
papá y de mamá”.
“Nuestros hijos
crecieron en el tapete, en la sala, escuchando ópera. Les compramos, siendo muy
niños, la enciclopedia El mundo de los niños, y ellos, sin saber leer, ojeaban
sus páginas. Cantaban pedazos de ópera, porque como eso era lo que oían todo el
día, entonces cantaban eso que les resultaba como unos enredos”.
Ella se siente
orgullosa de lo logrado en el seno familiar.
“Hoy tengo cuatro
hijos profesionales y ocho nietos profesionales, me doy el lujo de decir que
ninguno tiene ningún vicio. Trabajan con una consagración y una responsabilidad
admirable. No quiere decir que fueran unas lumbreras como estudiantes, recuerdo
que había a una a la que le preguntaba ‘¿Y la medalla?’, y me respondía: ‘ah,
no, no alcanzaron’… Son buenos hijos, buenos esposos, buenos papás. Entonces,
yo me devuelvo en mi historia y me siento tan contenta de ver la profesión que
pude desempeñar, cómo la desempeñé, cómo la amo, porque yo no me siento
jubilada todavía, porque uno se jubila de cargar costales, de cocinar, de
barrer, de vender, pero de escribir, de leer y de estudiar uno no se jubila, y
de enseñar tampoco. Me siento muy contenta”.
González de Chaves
precisa la libertad, el respeto, pero también la guía de los padres como eje
fundamental en el desarrollo de una familia de bien: “todos eligieron sus
profesiones, no fueron músicos como el papá porque fui yo quien les dijo que
siguieran estudiando más, porque la música va perdiendo cada vez más visión
frente a la gente, menos aprecio, entonces muy bueno que en los ratos libres
estudiaran música, solfeo, pero que tuvieran una profesión”.
También habla del
feminismo, extendiendo un consejo a las mujeres de hoy: “a mí me ha ido muy bien
en la vida siendo mujer. No sé porque ahora muchas mujeres quieren apabullar a
los hombres, meterlos detrás de la puerta y salir como las diosas, las
gerentes, las que mandan. No. Necesitamos a las parejas”.
La reflexión final
Como despedida, la experta
en Lenguaje, la mujer que ha formado a los estudiantes del departamento y el
país con sus conocimientos, mira cómo la lucha del maestro Chaves por la
cultura de Medellín y Antioquia debe seguir en los gestores, periodistas
culturales, críticos, artistas e investigadores.
“No fuimos capaces de
alcanzar una cultura clásica, armónica, barroca, no nos acercamos a los
griegos. Hoy la poesía es particular, hay que buscar la manera de que nos
enseñen a entenderla. Nos faltan modelos, nos falta seriedad, respeto para
aceptar los modelos, nos encanta payasear y tomar las cosas inoportunamente,
convertir las cosas serias en expresiones de medianía. La gente no le pone
mucho cuidado ni a las exposiciones, ni a los conciertos, ni a los artistas.
Nos falta, y no estoy hablando por todo el mundo, que nos expliquen con
plastilina qué es ese cuadro, yo no me voy a parar allá al lado de ese cuadro a
hacer un papelón de persona que sí entiende una obra para quedar bien”.
“Nos falta sensibilidad. Con esta falta de sensibilidad
artística y estética que tenemos, no vamos a poder adelantar nada en las
artes”, concluye González de Chaves.
No hay comentarios:
Publicar un comentario