FERNANDO SOTO APARICIO: UN GRAN
VALOR DE LAS LETRAS COLOMBIANAS
Lucila
González de Chaves
lugore55@gmail.com
¡Ha muerto un gran maestro de la narrativa!
Fue
finalista en el concurso por el “Premio Biblioteca Breve” con su novela Mundo roto, y en el
“Urriza” con Una ventana sobre el
infierno. En la misma colección figura su novela El espejo sombrío. Con la
obra Los bienaventurados, ganó el
Premio “Nova Navis” en 1960.
Soto
Aparicio nació Boyacá en 1933. Murió en Bogotá en mayo de 2016. Su actividad mental oscila entre la novela, la
poesía, el cuento y la crítica literaria. Colaboró en varios periódicos de nuestro país y de España. Fue director de
la revista “Cromos”.
Entre sus
poemas se destacan: Oración personal a
Jesucristo (1959), Tránsito de la
doncella (1960), Diámetro del corazón
(196, Canto personal a la Libertad (1969).
Con su
novela La rebelión de las ratas
obtuvo el Premio “Selecciones en Lengua Española,1962”. Otras novelas
importantes suyas son: Viaje al pasado,
Viva el Ejército (mención en el concurso Casa de las Américas, de Cuba en 1970),
El viento oscuro de la cólera, Mientras llueve, El espejo sombrío, Después
aparecerá la madrugada, Viaje a la Claridad (con la que conquistó el Premio
“Ciudad de Murcia” en España).
Soto
Aparicio tuvo un gran poderío en el estilo y en el lenguaje. A todo esto se
suma su capacidad incomparable de la descripción de lugares, personas y cosas.
La
rebelión de las ratas:
Es la
disolución de un hogar desarraigado, el de Rudecindo Cristancho, quien abandona
el campo, y va con su familia (esposa y dos hijos) a Timbalí para trabajar en
la Empresa Carbonífera, en donde cree conseguir dinero y bienestar.
Pero,
Rudecindo ignora que son los obreros quienes lo pierden todo frente a la
técnica, a la civilización, los que dejan de ser humanos y se convierten en una
ficha, en un número, y el hambre y la miseria rondan a sus seres queridos.
Rudecindo
no sólo no logra ganar lo suficiente para calmar el hambre, sino que debe
trabajar en circunstancias infrahumanas. Además, las desgracias morales
penetran a su tugurio. Su hija de quince años es seducida por el tradicional
don Juan, que en este pueblo de extranjeros explotadores, es conocido con el sobrenombre
de “El Diablo”.
Su hijo de
doce años, alienta en su pecho los más negros sentimientos de venganza.
Su esposa
muere de hambre y de falta de recursos contra la enfermedad que la acosa; y por
último, pierde Cristancho su propia vida en la revolución de los mineros que
piden pan, justicia y mejores salarios.
Esta
novela es un diario que lleva el autor. Los hechos suceden entre el 10 y el 29
de febrero, y los acontecimientos de cada día conforman cada capítulo.
Hay vigor
y hay dramatismo en la narración. El autor no omite ningún detalle al presentar
la miseria y el único refugio que les queda a estas pobres “ratas”: el alcohol,
y todas las desgracias que les acarrea, la falta de sensibilidad social de los
patronos a quienes no les importan los problemas y las angustias de sus
trabajadores.
Esta
novela es un “Yo acuso” de ciertas circunstancias muy comunes en las que se
encuentra el pueblo colombiano. Gentes atraídas por la propaganda, dejan sus
campos, sus sembrados, la paz de sus modestas viviendas, y se van a las
ciudades en donde van a carecer de abrigo, de pan, de protección.
El espejo
sombrío:
Fernando
Soto Aparicio sigue en esta novela la técnica más moderna. Aunque el personaje,
en apariencia, sea uno solo, en realidad es múltiple. El factor tiempo está
supeditado a la poesía, insuperable en su lirismo, en sus imágenes literarias.
En doce horas de tiempo físico se vive no sólo
una, sino muchas vidas; no sólo una, sino muchas angustias, presentadas en la
novela con una crudeza absoluta, la que se salva gracias a la musicalidad de la
prosa. Allí están las situaciones conflictivas de las universidades de
Colombia; allí, los estudiantes con su rebeldía, con su fuerza, con su
idealismo y su deseo de sacrificio, que llenan las paredes con avisos subversivos;
pero, están otros que estudian, que perseveran y se salvan. Las acusaciones
tremendas y directas que hace el autor, son golpes contra el caparazón de
hipocresía detrás del cual las heridas de la patria y de sus gentes crecen y
crecen.
A través
de ocho partes -que el autor llama
“círculos” a la manera de Dante- el
autor va revelando las distintas facetas del conflicto, el sórdido pasado de
violencia y asesinato que encadena la conciencia de su personaje, cegándolo
para el amor, haciéndolo vivir sólo para la elaboración de su venganza.
A pesar de
lo existencial del tema, la novela se desenvuelve en forma lírica. El autor se
deja llevar por su capacidad poética, y diluye en ella lo tremendista del
asunto, el aullido de las pasiones, los rasgos psicológicos.
Mientras
llueve:
Una novela
insólita y apasionante. Es el problema del corazón que cobra vida en una prosa
vigorosa, tersa y valiente. El amor es el motor que mueve una vida, no el
fantasma que acobarda un espíritu. Por eso, la palabra se hace poesía desde el
inicio de la novela. La protagonista, Celina, es al mismo tiempo la narradora,
puesto que la novela se desenvuelve mediante un diario que lleva.
Fernando,
el hombre amado, la busca, y anhela saber de su vida. ¿Se fugó de la cárcel?
¿La perdonaron?
Una noche,
cae un torrencial aguacero y Fernando corre a buscar a Celina para librarla de
la inundación. Cuando llega, encuentra que ella se ha quitado la vida, y en uno
de los cajones encuentra el “Diario” y, mientras llueve, él lo lee. Se entera
de la Celina inocente, de la estrategia del viejo esposo para vengarse de ella,
de su permanente amor por Fernando, de la fuga de la cárcel, de las
experiencias vivenciales que la acosaron desde la tarde aquella en que abandonó
El Llano: el amor, la lujuria, la angustia, la frustración, el deseo, hasta
llegar a convertirse en una prostituta.
Después
aparecerá la madrugada:
Es una
novela documento, inspirada en temas de violencia y de guerrillas. Es el
patético contraste que siempre han vivido nuestras ciudades colombianas: la prostitución
temprana, el hambre, la enfermedad, la indiferencia ante la muerte, la
suciedad, el dolor, la indiferencia…
Uno de los
críticos de Soto Aparicio afirma que: “la belleza incomparable de la obra Después aparecerá la madrugada, radica
en su contenido, como la expresión lírica y brutal de uno de los más amargos
problemas sociales que afronta nuestro país: el de los grupos marginados, el de
los hombres olvidados de Dios y del
destino, el de los seres con hambre y sed de justicia y solidaridad humana”.
Solamente
la vida:
Un ramillete
de cuadros en los cuales el tema tiene muchas veces la simplicidad (no
simpleza) de la auténtica poesía; basta leer “Dimensión de la noche” en donde lo lírico va
punteando lo tremendo del acontecer:
“Un camino
es como el horizonte, como alma insondable entre la que quisiéramos sumergir
los ojos de nuestra imaginación para descubrir ignorados panoramas. Sigue el camino
blanco, de tiza, en la pizarra negra de la noche”. Diferencia con la
descripción, pero no menos bella.
El niño ve
caer muerto a su padre y queda solo en la inmensidad de la noche. El
autor-poeta escribe: “Todavía es bello el paisaje. Pero, ya trágicamente bello.
El mismo canto de las cigarras parece una oración fúnebre por el hombre. El río
es un rumor de rezo que adormece lentamente al niño, cansado de llorar sobre el
cuerpo caído. La sangre derramada se va tornando oscura y se confunde pronto
con la sombra...”
En este
libro también hay cuadros picarescos como “El tullido”. Aquel ya célebre
“tullido”, de esos que “andan” de pueblo en pueblo pidiendo limosna.
Hay
cuadros introspectivos como “La libreta de taquigrafía”. Hay también cuadros
tremendamente irónicos como “Un hombre de porvenir” en el que duele la
situación de un artista frustrado por lo prosaico de la vida matrimonial.
Hay
desolación y ruina en “La heredad recuperada”, pero también voluntad de lucha:
trabajar, rehacer, volver a crear para poseer.
Con estas
notas quiero rendirle tributo de admiración, y despedir a un gran colombiano
dueño de un estilo incomparable y a un narrador único.
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