(Recuerdos de una especial Semana Santa)
LA BLANCA Y SEÑORIAL POPAYÁN
Lucila González de Chaves
Reconstruida en un noventa y cinco por
ciento, la ciudad de Popayán emerge del caos en que la dejó sumida el último
terremoto en 1983. Y surge uniforme, gallarda y acogedora, como si fuera otra
Colombia. Ella es la “señora de la cultura”, la limpieza, la aristocracia, la
religiosidad. Ni en sus muros encalados, ni en sus monumentos, universidades y
colegios se encuentran grafitos (“grafitis”) desafiantes, jocosos o acusadores.
En el sector histórico y colonial, nada atenta contra aquella armonía blanca
que es Popayán, “fundada por Sebastián de Belalcázar en 1537, y que recibe cada
mes unos diecisiete mil turistas; en Semana Santa, por lo menos, sesenta mil
visitantes”, según datos de la Secretaría de Planeación Municipal (Banco de
Datos).
La Semana Santa
Comienza su Semana Mayor a las once de la
mañana con la procesión del Domingo de Ramos. En ella desfilan los decanos de
la Orden de la Alcayata, detrás de los miembros de la Junta Permanente
Pro-Semana Santa.
El lunes santo no hay procesión, es el “Día
del Carguero”; a las 6 de la tarde se
celebra una misa solemne en la Catedral Basílica de Nuestra Señora de la
Asunción, en la que el señor obispo, o su delegado, hacen una sentida semblanza
de los cargueros y condecoran a los más antiguos, con la “Alcayata de Oro”.
El martes santo, a media tarde, se realiza la
“Procesión de la caridad”, organizada por la Unión de Voluntariados del Cauca;
su objetivo es ayudar a los ancianos; por eso, todos los participantes portan
alimentos, mantas, sábanas y todo lo que pueda necesitarse en el asilo.
Confundidos con los fieles, vimos a los altos gobernantes llevar su “aporte de
caridad” para los ancianos: bolsas plásticas con alimentos.
Pero, “La Jerusalén de América” tiene cuatro
procesiones mayores organizadas por la alta sociedad payanesa: martes,
miércoles, jueves y viernes santos; las cuatro, en las horas de la noche.
Las flores que adornan los pasos (nueve, en
total) de la solemne procesión del martes son blancas, símbolo de la pureza de
la Víctima que va a entregarse por los hombres. El miércoles, las flores de
todos los pasos (también nueve) deben ser rosadas, símbolo del júbilo de los
hombres por haber sido rescatados del pecado. Los pasos (quince) del Jueves
Santo se adornan con flores rojas porque es el Día del Amor. Y las del Viernes
Santo son moradas: todos llevamos en el corazón el luto por la muerte del Señor
y un gran dolor por la soledad de la Madre. Los pasos de este día son trece.
Los cargueros
Son señores entre los veinticinco y sesenta
años que difícilmente ceden su puesto junto a su Paso (“paso:
efigie o grupo que representa un suceso de la Pasión de Cristo y se saca en
procesión en la Semana Santa” – DRAE). Muchos de ellos son aristócratas; otros
ocupan altos cargos públicos y han recibido de sus mayores la tan honrosa herencia de “cargueros”. Para cada Paso
se necesitan ocho, cuatro adelante, cuatro atrás. Tienen la misma estatura,
marchan con el mismo pie, al mismo
ritmo, y sienten el orgullo de cargar su
Paso y colocar en su hombro encallecido y en su cintura, la blanca
estola, que manos de mujer enamorada (esposa, hermana, novia, abuela o madre),
bordó con primor, exclusivamente para ellos y para ese trascendental momento.
Esto también es tradición.
Cada cincuenta metros, descansan cinco
minutos porque el peso del Paso va desde quinientos hasta ochocientos kilos. En
los minutos de descanso, el Paso se asienta sobre cuatro soportes a la altura
de las andas, llamados “alcayatas”. (De ahí se derivó el nombre de la
condecoración para los cargueros). Las siguientes palabras de un carguero, nos
dan la dimensión exacta de esa vocación:
“Cuando transcurren las procesiones y vamos
cargando, surge en nuestro interior la verdadera cara de identidad como
payanés, como semanasantero y como cristiano”. (Eduardo Bonilla Montúa).
Y este párrafo del doctor Carlos Lleras
Restrepo es la mejor definición de los cargueros:
“Es hermoso el espectáculo de una ciudad que
se une con los círculos fortísimos de la tradición para esta imponente
celebración colectiva. Pero sobre todo, he admirado a los “cargueros” que son
los mejores depositarios de esa tradición. Cuando los veía avanzar con
acompasado paso, bajo el peso de las imágenes sagradas, a la par humildes y orgullosos,
me parecía ver en ellos a los portadores de una historia llena de gloria y
sacrificios, soportando el peso de glorias pasadas y de los problemas presentes,
con nobleza histórica”.
Las sahumadoras
Son jóvenes bellas y esbeltas de alta clase
social, que en las noches de las procesiones, visten trajes de “ñapangas” (mestizas, mulatas),
llevan en sus manos sobre ricos mantos hermosamente tejidos, un pebetero
adornado con flores en que el incienso se quema lentamente y va perfumando la
noche payanesa y la majestuosidad de la procesión. Pero, hay entre las
sahumadoras, una que es del pueblo, sin belleza, sin pergaminos, sin juventud.
Su constancia, entusiasmo y fe le han dado el derecho de ejercer este rito
durante cuarenta años consecutivos.
Los alumbrantes
En dos interminables filas van hombres,
mujeres y niños de todas las edades, de diferentes clases sociales. Portan un
cirio encendido y dos o tres para ir encendiéndolos, porque las procesiones
duran de cuatro a cinco horas. Los alumbrantes dan realce a la procesión y
marchan en silencio, con lentitud y recogimiento porque se han dicho a sí
mismos “que cada cirio encendido sea un NO a la violencia”.
Los regidores
Imponen el orden en las procesiones. Vestidos
de riguroso frac y con el signo de la redención (una pequeña cruz) en sus manos
enguantadas, van recorriendo las calles en silenciosa vigilancia de su Paso, de
sus cargueros, de los alumbrantes y del público espectador, para que no se
quiebren el silencio y el respeto que acompañan a tan grandiosa manifestación
de fe.
Realidades que van convirtiéndose en leyendas
A los turistas les cuentan las gentes de
Popayán muchas historias que corresponden a realidades lejanas y que se van
convirtiendo en leyendas. Entre las que por Semana Santa cobran importancia,
están:
El ánima sola
Alguna persona se vestía como los cargueros
(túnica y capirote) y salía por calles y plazas recogiendo dinero para el
alumbrado y las flores de la Semana Mayor. Hoy, cuando se presenta en las
noches, nadie le da limosna y los turistas intrigados, preguntan por su nombre.
Barrabás
En el atrio de la iglesia de San Francisco,
el Viernes Santo, solía apostarse un hombre taciturno que pedía limosna para
los presos. Estaba siempre custodiado por un policía, porque también él era un
preso. Ese día, salía de la cárcel, por unas horas, para simbolizar el hecho
histórico de cómo se prefirió soltar a Barrabás y condenar a Jesús.
El Cachorro
Cuando el doctor Guillermo León Valencia
(hijo del gran poeta Guillermo Valencia) –presidente de Colombia- estuvo en España, vio agonizar en una calle
de Sevilla a un gitano apodado “el cachorro”, víctima de unas cuchilladas.
Cuentan que le impresionó tanto la expresión de aquel rostro, que hizo esculpir
un Cristo con ese modelo. Trajo el Crucifijo –aproximadamente de dos metros de
alto- a Popayán y lo entregó a sus
amigos los cazadores de patos. Desde entonces, este destacado grupo social
payanés tiene Paso propio en la procesión del Jueves Santo: es El Cachorro,
nombre con que se conoce este Crucifijo,
símbolo ya de toda una ciudad heroica y noble.
El festival religioso
Hay que destacar el suceso artístico de cada
año, realizado también en la época de la Semana Santa; es el “Festival de
Música Religiosa” que en el presente año (1991) realizó la vigésima séptima
edición. En el hermoso templo de La Encamación, de puro estilo barroco, se
reúnen cada año los amantes de la música de varias ciudades del país, para
escuchar obras inmortales en conciertos diarios desde el domingo de Ramos hasta
el Viernes Santo. Año tras año el doctor Edmundo Mosquera Troya logra conformar
el Festival con agrupaciones como la Orquesta Sinfónica del Valle, la Sinfónica
de Colombia; grupos corales de gran valía y técnica llegados de diferentes
ciudades del país, y solistas destacados de la talla de Blanca Uribe, Harold
Martina, Álvaro Huertas Nieto.
Una grey sin Pastor
La blanca catedral se llenó de luto,
silencio, lágrimas y adioses al Pastor. La catedral, su obra predilecta, que
reconstruyó con amor y dedicación; a solo cinco meses de haberla dado al
servicio, Monseñor Samuel Silverio Buitrago Trujillo (arzobispo de Popayán)
comparece ante el Padre. Una estatua de la Virgen Asunta de casi siete metros
de altura abre sus brazos y se yergue majestuosa para presidir los funerales
del príncipe de la Iglesia. La aristocracia payanesa se confunde con el pueblo
en una interminable fila para dar el último adiós a su Pastor. A las once de la
mañana del Jueves Santo, el Día del Amor, Cristo reclama a su representante, y
una grey huérfana llora su ausencia.
(Artículo
publicado en El Dominical del periódico El Colombiano, el domingo 31 de marzo
de 1991, y merecedor de un diploma del Círculo de Periodistas de Antioquia y
una elogiosa carta de los gobernantes del Cauca).
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Tel. 413 15 63
Blog: lucilagonzalezdechaves.blogspot.com
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