EL CABALLERO DE LAS
LETRAS UNIVERSALES, NACIDO EN ARACATACA (COLOMBIA), HA MUERTO.
+ 17 de marzo de
2014, jueves santo, a las 3 p.m.
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CIEN AÑOS DE SOLEDAD,
NOVELA SÍMBOLO DE UNA ÉPOCA
Lucila González de Chaves
Nota: Este comentario a la obra de Gabriel
García Márquez, publicado en el periódico EL COLOMBIANO en el año 1967, pocos meses
después de aparecer en las librerías, su
gran novela “Cien años de Soledad”, fue el primero que se conoció en Antioquia.
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La novela de García Márquez, tan celebrada
por los más y tan discutida por tantos, se desenvuelve en un lugar de la región
del norte de Colombia: el supuesto Macondo; región hostil; sin embargo, los
personajes van a tener más poder que la misma naturaleza.
(A propósito: el año pasado, 1966, la revista
“mundo Nuevo” editada en París para los países de América Latina, publicó en su
novena entrega -según información de
Lecturas Dominicales del periódico El Tiempo, 23 de abril de 1967- fragmentos de la novela de García Márquez El Insomnio de Macondo. ¿Será ésta la que
hoy conocemos como Cien años de Soledad…
de Macondo?).
Si se nos permite, pudiéramos decir que la
obra se divide en tres partes, así:
1.
Fundación de Macondo.
2. Vida política, militar y social de
Macondo.
3.
Decadencia y desaparición de Macondo.
Cada una de estas tres partes tiene sus
típicos personajes: el primer Buendía, José Arcadio, el fundador: un iluminado
que guía a su pueblo de acuerdo con sus propios sueños. Melquíades, el gitano,
que lleva progreso y adelantos
civilizadores, un personaje que no quiere quedarse en el mundo de los muertos,
y sigue asistiendo a Macondo desde su cuarto de inventos.
Aureliano (no recordamos si es el primero, el
segundo o el tercer Buendía de esta historia), que reparte su vida entre su
esposa, Fernanda, y la amante, Petra Cotes. Esta última es quien ha hecho de
los jóvenes de Macondo, hombres, y de los muchos hombres, indefensos niños.
Todos los Buendías -la lista es larga- son, en su orden y en su tiempo, personajes
típicos, tanto hombres como mujeres, tanto los legítimos como los que no lo
son.
Otra de las características de la novela es
la mezcla de realidades y de situaciones legendarias, fabulosas: las
levitaciones, el aburrimiento de Melquíades en el mundo de los muertos y sus
constates apariciones, las que lo convierten en un permanente visitante de la
casa-hotel-manicomio (que es la peculiar casa de los Buendías), el aguacero
persistente, tanto de día como de noche; más exactamente: “Llovió cuatro años,
once meses y dos días” (p. 267, primera edición, 1967); -esta es un de tantas hipérboles del libro-,
las mariposas amarillas que van anunciando el encendido amor del galán de una de las Buendías, la lluvia de hojas que
caen insistentemente a la hora de la muerte de la ya centenaria Úrsula de
Buendía, etc.
Pero, volvamos a los personajes. Todos ellos
viven sus vidas vulgares, ordinarias, en un escenario gris y sin relieves. La monotonía
y el aburrimiento no logran amordazar las pasiones de este grupo de Buendías
que pueblan las páginas de esta novela.
De todo hay en el mundo descrito por García
Márquez: ya dijimos que el primer José Arcadio Buendía es iluso y visionario;
pero, además es el hombre que tiene miedo a la realidad. Un soñador suele ser
una cosa peligrosa. Y muy soñador es este Buendía que funda un pueblo y luego
se construye un mundo interior: habla sin cesar de cosas que nadie oye y, un
día, acaba atado al almendro de la casona.
Y Úrsula, la esposa de José Arcadio,
batalladora e indomeñable, que asiste a los cien años del Macondo de su esposo.
Y Amaranta
-Buendía también- que esconde
bajo la máscara de la pureza y de la abnegación de buena tía, la vergüenza de
una vida íntima poco limpia.
El más célebre de los Buendías, el segundo:
el Coronel Aureliano Buendía, quien promueve treinta y dos guerras -y las pierde todas-, riega por todo el
territorio colombiano diecisiete hijos: diecisiete Aurelianos, según la
voluntad de Úrsula, la abuela y madrina de todos estos niños.
Este Coronel Aureliano es una mezcla extraña
de dignidad y de cobardía, de ideales y miserias; igual a Petra Cotes, que
reúne en grandes cantidades el pecado, la valentía y la generosidad.
No podemos pasar por alto a Santa Sofía de la
Piedad, mujer silenciosa, solitaria e impenetrable, quien en algún momento de
este apretado relato es madre de otro Buendía y que, al perderlo, se dedica a
cuidar silenciosamente al Buendía de turno, quien ocupa el cuarto del gitano.
Fernanda, la esposa legítima de un Buendía
soñador y andariego, desentona un poco en la casona, porque tiene aires de gran
dama, de matrona de sangre azul. Quizás, por esto, Remedios la Bella (otra de
las esposas de uno de tantos en esta casa de muchos) se eleva hacia el
firmamento llevándose las sábanas recién lavadas de la distinguida señora
Fernanda.
Rebeca, otra esposa de un Buendía, alivia sus
tensiones emocionales regresando a sus vicios de infancia: chupa dedo, come
tierra y cal; tal vez, por esto es por lo que vomita lagartijas vivas. Es ella
la que da uno de los escasos toques románticos a esta obra: después de haber
vivido un apasionado amor con José Arcadio Buendía (hijo o nieto del primer
José Arcadio), cuando lo pierde, rompe con el mundo y se encierra a vivir de
los recuerdos. (p. 139, primera ed., 1967).
En la novela de García Márquez predomina la
narración.
¡Qué
forma embrujadora de narrar!
Son muy escasos los diálogos. En cambio, hay
secuencias como el monólogo de Fernanda que abarca cuatro páginas en las que no
hay un solo punto y aparte. Esta obra de gran excelencia narrativa, tiene sus
toques de humor irónico, sus apreciaciones brillantes sobre la injusticia
social, a raíz de la recién creada Compañía Bananera en Macondo, y cuya huelga
marca la decadencia del pueblo. Leerla y entenderla es un poco difícil por la
gran ampliación de ideas en muchas de sus partes y por la incansable repetición
de los nombres que desconciertan y desorientan en el seguimiento de la trama.
Medellín, 1967
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PERSONAJES
DE “CIEN AÑOS DE SOLEDAD” PARIENTES ENTRE SÍ:
Petronila Iguarán – Tranquilina María Miniata
Alacoque Buendía – Aureliano Iguarán – Aureliano Buendía 1. – José Arcadio
Buendía 1. – Úrsula Iguarán – Rebeca – Pilar Ternera – Aureliano Buendía, el
Coronel – Remedios Moscote – Amaranta – Aureliano José – Santa Sofía de la
Piedad – José Arcadio 2. – 17 Aurelianos, hijos del mismo padre y con el mismo
nombre, regados por todo el país – Remedios la Bella – Petra Cotes – Aureliano
2. – Fernanda del Carpio – José Arcadio, el que debía ser Papa – Mauricio
Babilonia – Renata Remedios (Meme) – Gastón – Amaranta Úrsula – Nigromanta –
Aureliano, discípulo de José Arcadio 2. – Rodrigo Aureliano.
PESONAJES
NO PARIENTES ENTRE SÍ:
Melquíades – el sabio catalán – Coronel
Gerineldo Márquez – Coronel Gregorio Stivenson – Camila Sagastume (la Elefanta)
– Coronel Lorenzo Gavilán – Bruno Crespi – Pietro Crespi – 60 compañeras de
Meme – 4 monjas acompañantes – Petronio el sacristán – el judío errante – los
gitanos – los gringos de la Compañía Bananera – Mr. Brown – Mr. Herbert – el
Padre Antonio Isabel – las prostitutas francesas – el capitán Aquiles Ricardo –
Alirio Noguera – General José Raquel Moncada – Prudencio Aguilar -
Arnaldo de Volanova.
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Como
maestra de literatura e idioma durante cincuenta años, me uno al duelo por la muerte de este arquetipo de
las letras, Gabriel García Márquez (1927 – 2014), y volveré a leer las obras
que más me han gustado:
El
Coronel no tiene quien le escriba
El
General en su laberinto
Del
amor y otros demonios
El
rastro de tu sangre en la nieve
En este
pueblo no pasa nada
Y, su primera novela, de la que nadie
se acuerda y nadie nombra, en la extensa lista de la producción del Nobel: La hojarasca. Cortísima novela que yo he
leído más de tres veces y la he puesto de ejemplo al hablar del manejo del
monólogo en la literatura. No importa que los críticos la hagan a un lado
porque se parece a tal autor, a tal novela, etc.
El siguiente es un pequeño apunte sobre esta
significativa Hojarasca:
En tres preciosos monólogos: El del viejo
Coronel, el de su hija Isabel y el de su nieto; tres personajes que asisten al
velorio del enigmático médico que un día llegara a Macondo. El autor, con una
sutileza, hábilmente manejada, refleja la desolación y la angustia que la
fiebre del banano ha dejado en nuestro país.
¿Por
qué se suicidó el doctor?
Cada uno de los tres personajes da rienda
suelta a sus pensamientos; así, esta breve obra se convierte en una de las
piezas con más carga psicológica que en muchas otras producciones.
Al final no quedan sino baúles llenos de
secretos y hojas (dinero) que se los lleva el viento, y que constituyen parte
de la hojarasca:
El primer párrafo:
De
pronto, como si un remolino hubiera echado raíces en el centro del pueblo,
llegó la compañía bananera perseguida por la hojarasca. Era un hojarasca
revuelta, alborotada, formada por los desperdicios
humanos y materiales de los otros pueblos, rastrojos de una guerra civil que
cada pez parecía más remota e inverosímil. La hojarasca era implacable. Todo lo
contaminaba de su revuelto olor multitudinario, olor de secreción a flor de
piel y de recóndita muerte.
Y, ¿el personaje principal? Ni su nombre, ni
su lugar de origen, ni su familia…
En la pág. 52 leemos:
Fue el
único médico en el pueblo, hasta cuando llegó la compañía bananera […]. Él
debió ver los nuevos rumbos trazados por la hojarasca, pero no dijo nada.
Siguió abriendo la puerta de la calle, sentándose en su asiento de cuero,
durante todo el día, hasta cuando pasaron muchos sin que volviera un enfermo.
Entonces echó el cerrojo a la puerta, compró una hamaca y se encerró en el cuarto
[…].
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