EL IDIOMA Y SU PRESENCIA EN LA VIDA DEL HOMBRE
Lucila González de Chaves
Lugore55@gmail
Antes de hablar de lo que el idioma representa en
la vida del hombre, quiero resaltar esta
noche la fuerza y la eficacia de dos grandes amigos de siempre, ambos cultores y
promotores del arte: Adriana Hernández, el “Hilo de Luz” que, en tertulias de
gran valor artístico, hace gustar y admirar la cultura de Antioquia y Colombia,
en lejanos espacios extranjeros. Ella, es un Hilo de Luz, poderoso y radiante,
que un día quiso abrir esta Casa del Arte: Centro de emprendimiento cultural
“El Café Rojo”, para continuar la historia de nuestro pueblo ávido de arte.
Además, reconocemos en Adriana, no solo a quien interpreta con excelsitud la poesía,
también a quien cultiva con gran acierto, el arte de crearla, ¿cuándo podremos
presentar aquí su libro de poemas Esperando Abril?
Y Henry Cardona quien ha entregado su vida entera
a formar juventudes para el arte; pero no solo es mentor (él también, un hilo
de luz), sino que ha organizado infinidad de actos culturales en Medellín y en
muchísimos pueblos de Antioquia, para dar a conocer la diversidad del arte.
Aquí mismo, ya lo han visto ustedes dirigiendo, orientando, iluminando brillantes
presentaciones de diverso género.
Adriana, Henry y sus amigos y colaboradores más cercanos y
desinteresados aúnan fuerzas, esperanzas y realizaciones para sacar adelante
sus proyectos. Por todo ello, es para mí un honor estar esta noche con ellos y
con todos ustedes.
Quiero hacerles un reconocimiento especial en las
palabras del escritor español Víctor Corcoba Herrero, quien dice:
“En la poesía están todas la emociones, todas la
identidades creativas y todos los cánticos liberadores. Hay que volver a ella
para hallarse consigo mismo y aproximarse a lo absoluto, para reencontrar la
paz malgastada y borrar de la memoria amores que no son.
“En el perenne gozo de la enigmática belleza (que
es la poesía) anida la autenticidad de la que estamos hambrientos…
“La poesía es una exigencia para dar voz a los
sentimientos arrinconados… A la poesía hay que reconocerle su efecto
socializador, su carácter persuasivo y único. Convive con cada uno. Forma parte
de nuestra existencia. Lo decía Bécquer:
‘Podrá no haber poetas, pero siempre habrá poesía`.
“Los intentos del ser humano por comprender el
origen de los dioses y, en ellos, del cosmos, encontraron su primera locución
en la poética….
“La poesía es imprescindible y necesaria en la
época actual, aunque solo sea para poder respirar placenteramente y saber que
existimos con pensamientos renovados y libres de ataduras…
“En el fondo, un poema no es algo que se ve, sino
algo que se siente…”
Por eso, estos amigos entrañables, Adriana y
Henry, y todo su equipo colaborador llevan como consigna que el idioma y sus
manifestaciones en todos los campos, tienen que estar presentes en la vida del
hombre. A esa verdad de que el idioma es, al mismo tiempo, nuestro ser,
nuestros sentimientos y pensamientos, agrego unos cuantos conceptos para
afirmar
EL PODER
DE LA PALABRA
porque
ella es el núcleo fundamental de la expresión. Desde siempre se nos ha dicho
que el hombre es un animal racional,
es decir, capaz de razonar. Si el ser humano razona, si piensa, es capaz de
amar, de reír y de hablar. El amor, la risa y la palabra nos separan
definitivamente del animal. Dicho de otro modo: la capacidad de ser alegres y
el don divino de la comunicación, hacen que
seamos un grupo aparte, en el proceso de la creación y en el
desenvolvimiento de la historia.
(En
virtud de mi profesión de maestra del idioma y de literatura, durante cincuenta
años, con la lectura y el estudio de numerosos escritores y ensayistas de todas
las escuelas y de todas las épocas, entre ellos, Ortega y Gasset, Pedro Laín
Entralgo, Martín Vivaldi, Eugenio Coseriu, Azorín, Pedro Salinas, García de
Diego, Marouzeau, he podido ordenar y
enriquecer mis conceptos sobre el idioma, esa suma de palabras, que dan cuenta
de nuestro ser.)
La
palabra, tan necesaria en la comunicación, no tiene cabida sino en la frase; y
en la frase no la tienen los múltiples significados de la palabra, sino uno
sólo, el necesario en esa frase. La palabra, tiene en ella una significación
momentánea, determinada por la situación, que nuestro pensamiento o nuestros sentimientos
le asignan en esa frase, dirigida,
exclusivamente, a quien nos escucha o nos lee. Por eso somos responsables de
nuestras palabras; una sola de ellas da cuenta, a quienes nos escuchan, de
nuestra nobleza interior o de la mezquindad de nuestra vida espiritual, o
cultural, o afectiva. Somos en nuestro interior tal y como son nuestras
palabras.
La
palabra es un puente entre nuestra muy íntima realidad y la realidad del otro;
entre el YO hacia el TÚ, para llegar a un NOSOTROS; pero ocurre casi siempre
que nuestras deslealtades, nuestros prejuicios y odios y rencores
incondicionales, borran el NOSOTROS, desconocen el TÚ, es decir, a los otros, y
sólo quedan las palabras narcisistas alabando el YO.
La
efectividad de la palabra está circunscripta al “almacenamiento” interior de
cada individuo. Un almacenamiento que está constituido por lo psicológico, lo
afectivo, lo espiritual y lo intelectual. A mayor almacenamiento, mayor
necesidad de la palabra y, por consiguiente, mayor responsabilidad en el empleo
de ella. A un mayor y enriquecido almacenamiento interior, corresponden más
amabilidad en las palabras, mayor equilibrio en el tono con que se pronuncian,
mayor facilidad en el acercamiento a los demás, cualesquiera sean quienes nos
hablan o nos escuchan; a menor almacenamiento interior, corresponden mayor
rudeza y altanería en la palabra, más egolatría, menos comunicación amable y
bondadosa.
Es
bueno preguntarnos en esta celebración del Idioma, y siempre, ¿cuánto respeto
tenemos por la palabra hablada y escrita?, ¿cuánto hemos estudiado su
funcionalidad y manejo en relación con nuestro ámbito familiar, afectivo,
laboral, cultural?, ¿hemos pensado seriamente en las secuelas positivas o
malignas que nuestra palabra pueda dejar en el otro?
El sentido de la palabra no puede ser más que
aproximativo, como lo es nuestro propio pensamiento; ocurre que las palabras resultan muchas veces
impotentes, para expresar todos los aspectos del pensamiento, del sentimiento,
de la imaginación. Está ya comprobado que nuestra palabra nos traiciona muchas
veces por defecto, y también por exceso.
El
diccionario, con toda su riqueza de léxico, no es, a fin de cuentas, más que un
lugar donde yacen las palabras. El ser humano, como un taumaturgo dotado del
mágico poder de revivir esos vocablos que están inertes en el diccionario, les
ordena levantarse, vivir. Así, cada
palabra, se transforma en ser vivo, lleno de significación y de sentido, de
comprensión y de amor. Pero, a veces, nuestra pequeñez de alma, en un momento
de odio, de rencor, de envidia, ordena a la palabra: ¡aplasta a ese que me
escucha! Y ella obedece, destrozando una
vida, dañando la más bella relación.
La
belleza y elegancia de un texto escrito no residen en las palabras aisladas,
sino en su artística conexión; esa capacidad de expresión, habita en el modo y
en la sabiduría de utilizar las palabras y, por sobre todo, en la riqueza interior de quien habla o
escribe.
La profundidad y trascendencia de lo que hablamos
y escribimos, resultan de lo que, con las palabras, como vehículo, hagamos
sentir o pensar a quien nos lee o nos escucha.
Es
bueno recordar que hay palabras vacías de significación o mal colocadas tanto
al hablar como al escribir.
Un
texto en el que predominan las palabras vacías produce una impresión de
ordinariez, de indigencia mental y espiritual. Y en lo hablado, ya el diccionario
incluyó el adjetivo ‘cantinflesco’ para referirse a todo lo que hablamos falto
de sentido, de mensaje, de coordinación, a semejanza de aquel célebre actor de
cine mexicano conocido con el sobrenombre de “Cantinflas”.
O
por el contrario, las palabras llenas de valores, de significación y de
sinceridad, prestan a la frase una densidad considerada como elemento del buen
estilo. Pero, hay que tener cuidado, porque tal densidad puede ser también
fatigosa y difícil de sostener mucho tiempo, puesto que exige una permanente
tensión espiritual y mental. La excesiva
densidad puede resultar indigesta.
Encontramos
ejemplos de este estilo indigesto, por demasiado cargado de ideas y
pensamientos, en algunos filósofos para quienes escribir es ‘apretar’ de tal
modo el pensamiento, en palabras y frases tan densamente significativas, que la
lectura se transforma en un ejercicio análogo al que se realiza para
desentrañar el sentido de una fórmula matemática.
El
manejo de cada palabra en la comunicación NO es tarea fácil. Recordemos que son
pocas las palabras que tienen un sentido claro y un solo significado. Cuanto
más se estudian las sutiles diferencias y matices en el significado de las
palabras, más se convence uno de la responsabilidad, al utilizarlas como
instrumentos para razonar y para transmitir ideas y, sobre todo, sentimientos.
Una
palabra mal empleada estropea, y a veces para siempre, el más bello
pensamiento, la más brillante idea y el más dulce de los sentimientos.
En
el ejercicio de mi magisterio, yo también he rendido homenaje a la palabra,
enseñándola y disfrutándola; producto de ello son mis dieciséis libros; el
último: LITERATURA, investigación,
lecturas y análisis, que es
UN LIBRO DE ESTUDIO
El autor argentino Constancio C. Vigil dice: “Hay
muchas más almas por conquistar que tierras por cultivar”. La filosofía de este
autor y la sentencia del sabio escritor alemán Juan Wolfgang Goethe cuando
afirma: “Solo lo que es fecundo es verdadero”, fueron el despertar de mi
conciencia ética e intelectual y el incentivo que me llevaron a estudiar para
enseñar y, luego, a recoger en libros, todo mi trabajo de estudio e
investigación en el campo de la literatura y del lenguaje, durante cincuenta
años de labor profesional.
Empezó, entonces la tarea de releer, corregir,
hacer ajustes, cuestionar opiniones, comparar conceptos, ubicar hechos y
circunstancias, jerarquizar apreciaciones literarias, reflexiones de
contenidos, puntos de vista sicológicos y estéticos; ubicar en el tiempo y en
el espacio a autores, obras, corrientes humanísticas, escuelas literarias,
manifestaciones poéticas, ensayísticas, situaciones objetivas y subjetivas;
confrontar datos, dejar un poco las estrictas normas lingüísticas y
estilísticas en el recorrido por el abrupto camino en el intento de descubrir
la belleza, la armonía, la verdad, el mensaje de cada libro, de cada personaje,
de cada poema, de cada autor, el porqué de las circunstancias, de los
comportamientos, de las imágenes literarias, de la elegancia y el libre y claro
fluir de las palabras…
Una extensa bibliografía da cuenta de lo mucho
consultado; pero, por sobre ella están las diarias experiencias de mis
lecturas, de mis apreciaciones, de mi propio sentir y pensar que durante
muchísimos años, yo como maestra llena de asombro y amor por la belleza y la
verdad expresadas, bien en prosa, bien en poesía, fui asimilando,
acumulando y compartiendo hasta dejar
huella en mis alumnos y plenitud en mi alma.
En este libro he querido destacar la inmensa y
valiosa presencia de la mujer en las letras, en especial en la poesía, y,
remontar esa presencia en Colombia hasta llegar a la época en que a la mujer le
estaba vedado el campo de la poesía. Fue Laura Victoria la valiente mujer
boyacense, que se permitió poetizar los sentimientos amorosos en inolvidables
páginas, producciones poéticas que fueron rechazadas por la iglesia, la
sociedad y la familia. Tantos problemas llevaron a la poetisa a radicarse en México,
en donde vivió desde 1935 hasta 2004 cuando murió a la edad de cien años.
El poema más criticado y rechazado por audaz y
erótico, y precisamente, el que la llevó a la fama, tiene por título “En
Secreto”………
……………………………
(La gran intérprete del verso, Adriana Hernández,
nos regaló –después de mis palabras- un precioso recital, encabezado
precisamente, por el poema en mención).
(Este texto fue leído en el Centro de
Emprendimiento Cultural Café Rojo, en
el homenaje al Idioma, el 10 de abril de 2014.)
EN SECRETO
Ve, acércate más, bebe en mi boca
esto que llamas nieve;
verás que con tu aliento se desata,
verás que entre tus labios se enrojecen
los pétalos de ámbar….
Ven, acércate más.
Muerde mi carne
con tus manos morenas;
verás que dulcemente se desmaya
el cactus de mi cuerpo,
y surge tenue de la nieve dura
la misteriosa suavidad del nácar…
No sentirás mi carne llamearse
con tersas rosas cárdenas,
pero sabrás que es tibia como un nido
de plumas sonrosadas…
Ven, acércate más,
bebe el aliento
que se aleja de mí como una ráfaga;
en vez de fuego sentirás el fresco
despliegue de mis alas…
Deja que entre tu pelo se deshojen
mis manos delicadas;
sabré quererte con piedad de arrullo,
sabré dormirte con calor de lágrimas.
Nadie en la vida te dará más seda
que la que yo destrenzaré en tu almohada:
Tendrá el olor del musgo humedecido
y una sutil irradiación castaña.
Ven, acércate más.
Para tu cuerpo
Seré una dulce ondulación de llama;
y si tu ardor entre mi nieve prende,
y si mi nieve entre tu fuego cuaja,
verás mi cuerpo convertirse en cuna
para que el hijo de tus sueños nazca.
Laura Victoria, colombiana
(Gertrudis Peñuela de Segura)
No hay comentarios:
Publicar un comentario