Formas verbales y actitudes
que generan violencia o malestar
5 julio de 2018 -
12:09 AM
Hay que saber escuchar con la mente y con el
cuerpo: interesarnos en su historia
A. En el hablante:
1. Si no hay claridad de pensamiento, si las palabras no son adecuadas y
el mensaje es oscuro, inseguro y desordenado, lo que decimos se puede
interpretar de diversas maneras, de ahí los malos entendidos y las discusiones.
2. Las ironías (llamadas comúnmente "indirectas") acompañadas
de un tono de voz hiriente y de gestos y posturas corporales desagradables.
Recordemos que la ironía se construye desde la fonética. Tonos de voz
irónicos acompañados de lenguaje gestual y corporal agresivo, dan comienzo a la
violencia.
3. Las palabras malsonantes o "palabras feas",
"groseras", no sólo son chabacanería y mala educación, sino que con
ellas se falta al respecto a las personas y provocan reacciones violentas;
además de ser, ellas mismas, el indicador personal de la ordinariez.
4. Los apodos. Generalmente los pone el que se cree "genio",
al que se le “sube” la autoestima, porque se juzga maestro del ingenio y del
humor, y con ello se complace a sí mismo y no piensa en lo que le ocurre a
quien los recibe. Poner apodos es mala educación, ordinariez y,
generalmente, demuestra baja autoestima. Sin embargo, los apodos los
aceptan entre sí, los muy amigos. Los apodos son diferentes de los sustantivos
llamados "hipocorísticos" (términos cariñosos para referirse a las
personas allegadas como: Toño, Sola, Quico, Cris, Tita, etc.
5. Las respuestas descomedidas, tales como: “¡yo qué voy a saber!”,
"no me importa un comino", “¡de malas!”, "eso es problema
suyo", "¡y qué!". "¡haga lo que quiera!"
6. El humor fuera de lugar es lo más ofensivo que hay. Algunas personas
quieren consolar a alguien que tiene una pena, contándole un chiste; otros
utilizan el humor para disimular errores; otros muchos les dicen patanerías a
personas de carácter muy serio; hay quien utiliza el humor, o mejor, el
chiste para evadir la verdad, para no tener que hablar con valentía y
claridad. Las situaciones serias y peligrosas no se resuelven con
apuntes de mal gusto. Además, es conveniente leer libros al respecto, para
entender la gran diferencia entre el humor y la jocosidad. Un libro jocoso no
es un libro humorístico.
7. Los diminutivos fuera del contexto afectivo, son insoportables;
disminuyen la personalidad y desdicen de la seriedad y buena educación de
quienes los utilizan. Hoy está muy de moda entre taxistas, vendedoras de
almacenes, algunas secretarias, en cafeterías, restaurantes, utilizar términos
como: mamita, madrecita, mamacita, mi amorcito, cariñito, capullito, tatica,
tesorito, hermanito, papacito, etc.
8. El tuteo y el voceo (tú, vos) cuando nada, absolutamente nada, nos
une con la persona que habla o con la que escucha.
B. En el que escucha:
1. Bostezar mientras le hablan: mala educación y causa de la
desmotivación del hablante.
2. Estar con los brazos cruzados y la mirada errante cuando el otro
habla de situaciones dolorosas o conflictivas o de otra naturaleza. Los
brazos cruzados, pero con gesto amable, son válidos en conferencias, en
conversaciones de cierto corte intelectual porque el mensaje que envían es de
atención, respeto, reflexión, lo que se afianza con el contacto visual.
3. Cuando el hablante retoma las palabras que oyó, para referirse a los
otros, tales como: eres torpe, no seas ridículo, estás muy equivocada, eso no es
así, eres un tonto, todo lo haces mal, me avergüenzo de ti..., quien recibe
estas expresiones puede pensar: no sirvo para nada; no haré feliz a nadie; no
puedo tener amigos...
4. No usar la función fática (sin CE antes de TE) del idioma que es la
que retroalimenta la conversación; frases fáticas: ¿si...?, ¿cómo fue?, ¡Ah,
qué bien!, explícame un poco más... ¡muy interesante! ¡Me gusta tu opinión al
respecto! Además, la mirada atenta también alimenta la conversación.
La condición es no interrumpir al otro en el tema que nos está contando
para ponernos a contar los nuestros. Hay que saber escuchar con la mente y con
el cuerpo: interesarnos en su historia. Arrebatar la palabra es un defecto
odioso, y demuestra no saber escuchar y no tener interés en las personas,
además, de poner a la visa nuestra mala educación.
5. Los desagradables gestos cuando el otro habla. Ellos indican que nos
molesta el tema, que nos cansa, que nos queremos ir ya que estamos mirando
continuamente el reloj, que estamos pensando solamente en hilvanar frases para
contradecirlo, para competir con él, para hacerle sentir todo el peso de la
poca importancia que tiene su conversación.
¡Qué difícil es la empatía! ¡Ella anida en las palabras y en su
fonética, lo mismo que en el lenguaje corporal!
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