FERNANDO SOTO APARICIO: UN GRAN VALOR DE LAS LETRAS COLOMBIANAS
Lucila González de Chaves
Hace
varios años, fue finalista en el concurso por el “Premio Biblioteca Breve”; (Premio
que tiene por objetivo dar realce a la joven narrativa de la lengua castellana),
con su novela Mundo roto, y en el
Urriza con Una ventana sobre el
infierno. En la misma colección figura su novela El espejo sombrío. Con la
obra Los bienaventurados ganó el
Premio “Nova Navis” en 1960.
Soto
Aparicio nació en el departamento de Boyacá en 1933, hizo sus estudios
primarios en su tierra natal y los completó en Bogotá. Su actividad mental
oscila entre la novela, la poesía, el cuento y la crítica literaria. Ha
colaborado en varios periódicos de
nuestro país y de España. Fue director de la revista “Cromos”.
Entre
sus poemas se destacan: Oración personal
a Jesucristo (1959), Tránsito de la
doncella (1960), Diámetro del corazón
(196, Canto personal a la Libertad (1969).
Con
su novela La rebelión de las ratas
obtuvo el Premio “Selecciones en Lengua Española. 1962”; premio que la
editorial Plaza y Janes de Barcelona otorga anualmente. Otras novelas
importantes suyas son: Viaje al pasado,
Viva el Ejército (mención en el concurso Casa de las Américas, de Cuba en 1970),
El viento oscuro de la cólera, Mientras llueve, El espejo sombrío, Después
aparecerá la madrugada, Viaje a la Claridad (con la que conquistó el Premio
“Ciudad de Murcia” en España). Y en todas sus obras, afirmamos sin
equivocarnos, que Soto Aparicio tiene un gran poderío en el estilo y en el lenguaje.
A todo esto se suma su capacidad incomparable de la descripción de lugares,
personas y cosas.
La
rebelión de las ratas:
Es
la disolución de un hogar desarraigado, el de Rudecindo Cristancho, quien
abandona el campo, y va con su familia (esposa y dos hijos) a Timbalí para
trabajar en la Empresa Carbonífera, en donde cree conseguir dinero y bienestar.
Pero,
Rudecindo ignora que son los obreros quienes lo pierden todo frente a la
técnica, a la civilización, los que dejan de ser humanos y se convierten en una
ficha, en un número, y el hambre y la miseria rondan a sus seres queridos.
Rudecindo
no sólo no logra ganar lo suficiente para calmar el hambre, sino que debe
trabajar en circunstancias infrahumanas. Además, las desgracias morales
penetran a su tugurio. Su hija de quince años es seducida por el tradicional
don Juan, que en este pueblo de extranjeros explotadores, es conocido con el sobrenombre
de “El Diablo”.
Su
hijo de doce años, alienta en su pecho los más negros sentimientos de venganza,
de rencor.
Su
esposa muere de hambre y de falta de recursos contra la enfermedad que la
acosa; y por último, pierde Cristancho su propia vida en la revolución de los
mineros que piden pan, justicia y mejores salarios.
Esta
novela es un diario que lleva el autor. Los hechos suceden entre el 10 y el 29
de febrero, y los acontecimientos de cada día conforman cada capítulo (no
llevan ningún título, sino que van separados entre sí por la fecha acordada).
Hay
vigor y hay dramatismo en la narración. El autor no omite ningún detalle al
presentar la miseria y el único refugio que les queda a estas pobres “ratas”:
el alcohol, y todas las desgracias que les acarrea, la falta de sensibilidad
social de los patronos a quienes no les importan los problemas y las angustias
de sus trabajadores.
Esta
novela es un “Yo acuso”·de ciertas circunstancias muy comunes en las que se
encuentra el pueblo colombiano. Gentes atraídas por la propaganda, dejan sus
campos, sus sembrados, la paz de sus modestas viviendas, y se van a las
ciudades en donde van a carecer de abrigo, de pan, de protección.
El
espejo sombrío:
Fernando
Soto Aparicio sigue en esta novela la técnica más moderna. Aunque el personaje,
en apariencia, sea uno solo, en realidad es múltiple. El factor tiempo está
supeditado a la poesía, insuperable en su lirismo, en sus imágenes literarias.
En doce horas de tiempo físico se vive no sólo
una, sino muchas vidas, no sólo una, sino muchas angustias, presentadas en la
novela con una crudeza absoluta, la que se salva gracias a la musicalidad de la
prosa. Allí están las situaciones conflictivas de las universidades de
Colombia; allí, los estudiantes con su rebeldía, con su fuerza, con su
idealismo y su deseo de sacrificio, que llenan las paredes con avisos
subversivos; pero, están otros que estudian, que perseveran y se salvan. Las
acusaciones tremendas y directas que hace el autor, son golpes contra el caparazón
de hipocresía detrás del cual las heridas de la patria y de sus gentes crecen y
crecen.
Un
estudiante de derecho de veinte años, Alberto Franco, vive una vida de desajustes
a causa de dos sentimientos encontrados: el deseo de venganza contra don
Gabriel Castillo por el asesinato de su padre, cuando el muchacho tenía sólo
trece años; y el profundo amor por la hija del asesino Castillo. Su vida -la de Franco-
se mide por la obsesión de su venganza.
A
través de ocho partes -que el autor
llama “círculos” a la manera de Dante-
el autor va revelando las distintas facetas del conflicto, el sórdido
pasado de violencia y asesinato que encadena la conciencia de su personaje,
cegándolo para el amor, haciéndolo vivir sólo para la elaboración de su
venganza.
A
pesar de lo existencial del tema, la novela se desenvuelve en forma lírica. El
autor se deja llevar por su capacidad poética, y diluye en ella lo tremendista
del asunto, el aullido de las pasiones, los rasgos psicológicos.
Mientras
llueve:
Una
novela insólita y apasionante. Es el problema del corazón que cobra vida en una
prosa vigorosa, tersa y valiente. El amor es el motor que mueve una vida, no el
fantasma que acobarda un espíritu. Por eso, la palabra se hace poesía desde el
inicio de la novela. La protagonista, Celina, es al mismo tiempo la narradora,
puesto que la novela se desenvuelve mediante un diario que ésta lleva. Fernando
es el hombre a quien Celina amó siempre, pero un desgraciado matrimonio los
separa; el esposo se suicida y acusan a Celina de asesinato, por lo que es
condenada a veinticuatro años de cárcel.
Fernando
vive su propia vida, realiza un matrimonio, conquista renombre como escritor, y
una noche descubre a Celina en un Café de Bogotá. Desde entonces pierde la paz;
la busca, y anhela saber de su vida. ¿Se fugó de la cárcel? ¿La
perdonaron? Al final, sabe que vive en
el Barrio Martín Pérez.
Una
noche, cae un torrencial aguacero y Fernando corre a buscar a Celina para
librarla de la inundación. Cuando llega, encuentra que ella se ha quitado la
vida, y en uno de los cajones encuentra el “Diario” y, mientras llueve, él lo
lee. Se entera, entonces, de todo: de la Celina inocente, de la estrategia del
viejo esposo para vengarse de ella, de su permanente amor por Fernando, de la
fuga de la cárcel, de las experiencias vivenciales que la acosaron desde la
tarde aquella en que abandonó El Llano: el amor, la lujuria, la angustia, la
frustración, el deseo, hasta llegar a convertirse en una prostituta.
Celina
muere invocando estas palabras: “Para suicidarme es necesario haber perdido por
completo la fe”.
Después
aparecerá la madrugada:
Es
una novela documento, una obra objetiva, inspirada en temas de violencia y de
guerrillas, relacionados con la actualidad sociológica y política de los países
latinoamericanos. Se mezclan en ella el tremendismo y la ternura, la poesía y
la realidad. Su personaje central es Clara Vicenta; a través de ella y sus
peripecias conocemos los lujosos barrios de Bogotá y la humillante miseria de
los barrios que la rodean; es el patético contraste que siempre han vivido nuestras
ciudades colombianas: la prostitución temprana, el hambre, la enfermedad, la
indiferencia ante la muerte, la suciedad, el dolor, la indiferencia…
Y,
para describir todo esto, el autor tiene un dominio asombroso. Es, tal vez el
autor, el mejor representante en la narración del realismo social que en
nuestro país es un eterno dolor y una eterna herida. Por ello, nos sentimos
hermanos del tan sufrido y doliente personaje, que termina su lacerada
existencia en los prostíbulos de la capital, Clara Vicenta.
Uno
de los críticos de Soto Aparicio afirma que: “la belleza incomparable de la
obra Después aparecerá la madrugada,
radica en su contenido, como la expresión lírica y brutal de uno de los más
amargos problemas sociales que afronta nuestro país: el de los grupos
marginados, el de los hombres olvidados de Dios y del destino, el de los seres con hambre y sed
de justicia y solidaridad humana”.
Solamente
la vida:
Esta
novela es un bello ramillete de cuadros en los cuales el tema tiene muchas
veces la simplicidad (no simpleza) de la auténtica poesía; basta leer “Dimensión de la noche” en donde lo lírico va
punteando lo tremendo del acontecer:
“Un
camino es como el horizonte, como alma insondable entre la que quisiéramos sumergir
los ojos de nuestra imaginación para descubrir ignorados panoramas. Sigue el camino
blanco, de tiza, en la pizarra negra de la noche”. Diferencia con la
descripción, pero no menos bella.
El
niño ve caer muerto a su padre y queda solo en la inmensidad de la noche. El
autor-poeta escribe: “Todavía es bello el paisaje. Pero, ya trágicamente bello.
El mismo canto de las cigarras parece una oración fúnebre por el hombre. El río
es un rumor de rezo que adormece lentamente al niño, cansado de llorar sobre el
cuerpo caído. La sangre derramada se va tornando oscura y se confunde pronto
con la sombra. El niño alza la cabeza y llama. Grita. Nadie viene… La noche lo
rodea como un abrazo trémulo de compasión y de ternura”.
En
este libro también hay cuadros picarescos como “El tullido”. Aquel ya célebre
“tullido”, de esos que “andan” de pueblo en pueblo pidiendo limosna.
Hay
cuadros introspectivos como “La libreta de taquigrafía”. Dice: “En las
cuatrocientas noches de tu ausencia he recorrido sus páginas, una por una.
Tienen la forma de mis dedos de tanto acariciarlas. La letra es caprichosa,
porque tu pulso temblaba al escribir ese ignorado y maravilloso diario de tu
espíritu”.
Hay
también cuadros tremendamente irónicos como “Un hombre de porvenir” en el que
duele la situación de un artista frustrado por lo prosaico de la vida
matrimonial.
Hay
desolación y ruina en “La heredad recuperada”, pero también voluntad de lucha:
trabajar, rehacer, volver a crear para poseer: “Nosotros haremos como ellas
(las florecillas que el campesino contempla entre las ruinas de su parcela).
Señor nuestro, volveremos a crecer entre lo que nos dejaron”.
Este
pequeño pero precioso libro –dice un crítico- “tiene un aliento realista que
despierta el interés humano apuntalado por una técnica hábil de suspenso”.
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