viernes, 15 de diciembre de 2017

LEER CON LIBERTAD



Leer con libertad o sin ella

Autor: Lucila González de Chaves
23 noviembre de 2017 - 12:08 AM

Estamos en un momento de perfección educativa, de cambios obligados en todo, ya no hay tiempo para la lectura placentera.

Un regocijo, una fiesta es leer con libertad; con libre escogencia; y tomar de la lectura lo que nos plazca, para luego pasar a otro libro: novela, cuento, poesía, historia, ensayo…, es el regalo de saber y poder  leer.
Esta es la clase de lectura que ha bajado en las encuestas, y sigue bajando,  porque la mayoría de la población estudia para profesionalizarse y, luego, estudia aún más para especializarse.
Los tiempos cambian: las anteriores generaciones no tenían el agobio del estudio investigativo, comparativo, deductivo; simplemente, todo transcurría en el colegio y en la universidad, con profesor al frente para explicarlo todo; de esa manera, había tiempo para la lectura por placer.
Estamos en un momento de perfección educativa, de cambios obligados en todo: profesores, materias, metodologías, competencias, estrategias, profesiones, procesos, logros, activación hasta el cansancio de creatividad, de conciencia crítica, de juicios analíticos de sí mismos y de los otros, de lo leído y lo estudiado… Cambios  que quieren hacer dar el gran salto al alumno, sin paliar la transición; ojalá no sea un salto en el vacío, porque no se le ha dado tiempo de poner los pies en la tierra, no se le ha guiado para que observe cuantos obstáculos graves tiene a su alrededor, amenazantes cada minuto para maestro y estudiante; y todo ello, con rapidez porque el tiempo de las innovaciones apremia. Ya vienen en camino otros cambios….
PARA PENSARLO…
Un sabio dijo, no hace mucho, en la universidad Nova Sautheastern de Florida, EE.UU. que retener  a un alumno más de veinte minutos en un mismo tema, contribuía a disminuir sus capacidades, porque esta nueva generación es capaz de hacer, entender y aprender varias cosas al mismo tiempo y con toda eficiencia: atender el celular, oír música, hacer tareas, ver un vídeo, atender a las redes sociales, consultar los temas de filosofía, leer en Internet, etc….Que es el maestro el que debe cambiar su sistema de enseñanza, para que ella sea de una alta exigencia, compacta, rápida…
Los alumnos  deben realizarlo todo con excelentes aciertos, no importa que no tengan bases.
 Hoy,  es el alumno el que debe acudir, con investigaciones precisas y lecturas extensas de documentos, muchas veces no entendidos, a completar la clase, a solucionar las incógnitas que plantea el profesor o que le señalan los textos.
Todo cambió porque como colombianos muy identificados con modelos extranjeros, nos hemos excedido, y la mayoría de los profesores dejaron en manos de los alumnos – para que sean sujetos de su propia educación como rezan las acertadas teorías de Pablo Freire – y de la familia la formación integral, holística como se dice hoy, que a ellos correspondía.
Para llevar a cabo todo este trabajo, el alumno necesita leer mucho y mucho, pero no los libros que las encuestas y las librerías esperan y señalan.
Es otra clase de lectura: exigente, agotadora, atenta, reflexiva que lleve a la intuición del conocimiento o que obligue al estudiante a deducirlo, después de luchar con textos y “documentos” extensos, engorrosos y agotadores.
Esta es la lectura que de continuo realizan en un alto porcentaje los seres humanos de este último tiempo: LA LECTURA DE ESTUDIO, la que no se ve, la que no se compra en librerías, la que no se lee en parques, ni en metros, ni en sitios de recreo, sino una lectura que se  realiza recogidamente en el “cuarto de estudio”; la que ignoran los libreros, los encuestadores y las gentes del común.

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