Santiniketan, “morada de la paz”
29 septiembre de
2019 - 08:42 PM
Rabindranath Tagore (1861 – 1956)
El hindú de inigualable trascendencia universal,
filósofo, educador, novelista, poeta, ensayista, dramaturgo y pintor. Leer sus
obras, pensarlas, amarlas es crecer en espiritualidad, en humanismo; es matricularse
en la escuela de la estética y admirar cada vez más un estilo imponderable.
1. Tagore, el
educador:
En los bosques de Bengala, desde 1863, Santiniketan (“Morada de paz”) es
una escuela al aire libre, fundada por el más grande escritor lírico y
espiritual de la India: Tagore. Su padre había comprado las
tierras, construyó allí una pequeña casa y plantó árboles a su alrededor. A
esta casa Tagore la llamó, más tarde, Santiniketan, debido a la serenidad que
trajo a su alma.
Al crear esta escuela, tuvo en cuenta su infinito amor por el ser
humano, su formación integral, y el cuidado de un medioambiente sostenible,
pues creía que la estrecha conexión entre el hombre y la naturaleza debería ser
el principio fundamental de la educación. Fuera de postular el
desarrollo armónico de todos los aspectos de la personalidad del niño, fue
Tagore, entre los reformadores de la educación, uno de los primeros
en hacer hincapié en la actividad como principio esencial de aquellos.
En 1921, ocurrió el gran cambio: Santiniketan se convirtió en la
Universidad “Visva Bharati”, para activar las mentes más creativas del país.
Hoy, en esa “Morada de paz”, el “paraíso rural de Tagore”, en cada
espacio, - dicen los pedagogos – aún se siente su presencia, su pasión y se
respetan sus derroteros de formación: combinación de arte, valores
humanos e intercambio cultural
La filosofía de esta escuela, planteada por su fundador:
"La educación más alta es la que no solo nos proporciona
información, sino que hace que nuestra vida esté en armonía con toda la
existencia".
Tagore reunió diferentes formas de arte en Santiniketan. Invitó a
artistas y académicos de otras partes de la India y de todo el mundo a vivir
juntos en Santiniketan. Una vez escribió:
"Sin la música y las bellas artes, una nación carece de sus
medios más altos de autoexpresión nacional y la gente permanece
inarticulada".
Creía que la educación es la base de la sociedad y que los
maestros de hoy son los árbitros del destino de la sociedad de mañana:
“Cómo se preparan los hombres; qué ideales absorben; qué carácter
llegan a tener; qué conocimiento se les imparte; cuáles son las disciplinas de
que se les hace objeto; en qué forma se moldea su personalidad; he aquí las
cosas que, en última instancia, deciden el destino del mundo”, pensó el gran
maestro y escritor.
En 1921, en el Instituto Juan Jacobo Rousseau de Ginebra, en una conferencia,
explica su pedagogía:
“Fundé mi escuela hace veinte años… no tenía entonces método ni
experiencia… Tenía, cuando menos, una experiencia negativa adquirida en mis
años de escuela. Sabía cómo NO deben ser tratados los niños…; en mi infancia,
la educación que yo recibía estaba separada de la vida... En esa escuela he
aprendido muchas cosas que he olvidado, y la manera como no deben darse
las lecciones…. Cuando, a los cuarenta años, me sentí impulsado a salir del
pequeño rincón retirado en donde había vivido a orillas del Ganges, para hacer
alguna cosa útil, me resolví a educar niños. Y no porque yo creyese que
tenía un talento particular para enseñarlos, sino porque me parecía que tenía
el secreto para hacerlos dichosos”.
La académica Ivana Graciela Mollo, explica:
“Si Tagore decía que ‘cuando mi voz calle con la muerte, mi corazón
te seguirá hablando’, escuelas como la suya, hay que darlas a conocer a
maestros y profesores durante sus procesos de formación inicial y permanente,
para que se inspiren en ellas”.
2. El narrador:
Por su valor psicológico y el alcance social, las novelas de Tagore han
tenido casi la misma popularidad que su poética:
Naufragio: novela que muestra las costumbres de la India moderna. La
psicología de sus personajes y sus comportamientos, son extraños a la
mentalidad occidental.
A cuatro voces: relato escrito con espiritualismo, lírica y un
poco de ironía y humor. Cuenta la historia de un hombre que solo busca su
perfección, y la de una mujer que busca atraerlo. Al fin, ella comprende cuál
es el ideal del protagonista y se aleja. A Satish, el personaje, la mayoría de
los estudiantes lo menosprecian por la única razón de parecerse a sí mismo:
“Era siempre de una extremada reserva y su sosiego exterior daba solo la
medida de la profundidad de su emoción”.
A ellos les dice Satish: “¿Tenéis polvo en los ojos? Pues es mejor no
frotarlos”. “¿Os hieren las palabras? Es mejor no responder a ellas”. (pp.
11-45)
La hermana mayor: un conjunto de cuentos, el primero de los cuales
da su nombre al libro. Siete cortas narraciones en las que, por el fondo y por
el estilo, Tagore brilla como gran maestro de la narrativa.
Tal vez el de más alcance por los toques nostálgicos, por los juegos de
parábolas y por la musicalidad de su lenguaje es el cuento: La escalera
del río (p. 55).
2. El dramaturgo:
El drama Chitra fue inspirado en un episodio del
libro de El Mahabharata; Arjona, un peregrino que cumple una
penitencia, llega a Manipur, y allí, por fuerza de las circunstancias se une a
Chitrangada y le da un hijo. Poco después, Arjona abraza amorosamente a su
esposa, se despide de ella y del Rey, y continúa su peregrinación.
Ciclo de primavera: una comedia en cuatro actos, en
donde Tagore dice al comienzo:
“Dedico este libro a mis niños de Santiniketan, que han abierto la
fuente de la juventud, oculta en el corazón de este viejo poeta”.
4. El autor de cartas:
En 1920, Tagore escribía, para presentar sus cartas recogidas con el
nombre de Entrevisiones de Bengala, escritas
entre 1885 y 1895:
“Las cartas… fueron escritas en el período más fecundo de mi vida
literaria, cuando, gracias a mi buena suerte, yo era joven y poco conocido. […]
En posesión de una juventud exuberante, yo pensaba que el escribir cartas…. era
una deleitable necesidad. Es esta una forma literaria poco frecuente, solo
posible cuando un exceso de pensamiento y de emoción se acumula”.
Dichas cartas poseen un alto valor literario, en parte, por una prosa
limpia, serena, que nos muestra un paisaje, una ciudad, un hombre, con el mismo
grado de belleza estilística.
5. El filósofo:
En el libro Aves errantes, Tagore parte de la lírica
para retomar el asunto de la búsqueda del amor y de la vida; es la lírica al
servicio de una idea: llegar a la comunicación humana mediante la forma
poética.
En la Introducción, escrita para la segunda edición por Osvaldo
Svanascini en 1956, leemos lo siguiente:
“En su infancia, ya, el sentimiento hacia las cosas vivientes, y debió
despertar una intuición que fortalecería la fe de su vida. Y comenzó a realizar
el descubrimiento de la naturaleza. Creció entre maestros serios pero corteses
que orientaron su infancia con alguna rigidez”.
De este maravilloso libro, tomamos algunas reflexiones:
- “El dolor se sosiega hasta hacerse paz en mi corazón, como el
atardecer entre los árboles silenciosos”.
- “Doy gracias porque no soy de las ruedas del poder, sino uno de los
seres vivientes que ella destruye”.
- “Dejad que la vida sea hermosa como las flores del estío, y la muerte
como las hojas otoñales”.
Pájaros perdidos: un libro muy corto;
es una fina red de pensamientos; tomamos algunos:
- “Mi corazón se mustia en silencio y no sé decir por qué. Son cosas
pequeñitas que nunca pide, ni entiende, ni recuerda”.
- “Cuando somos grandes en humildad, estamos más cerca de lo grande”.
- “Los que lo tienen todo, y no a ti, Señor, se ríen de aquellos que no
tienen nada sino a ti”.
6. El poeta lírico:
En 1913, Tagore recibió el Premio Nobel de Literatura por su intensa y
fecunda producción literaria.
En su fondo y en su forma, su poesía es dada a los juegos simbólicos,
característica de la literatura hindú. Muchos de sus libros fueron vertidos
al español por la esposa de Juan Ramón Jiménez, Zenobia Camprubí. Entre ellos:
La cosecha: posee todo el encanto lírico y la
fortaleza de espíritu para mantener la serenidad. De este tomamos:
- “Señor, no pida yo nunca estar libre de peligros, sino denuedo para
afrontarlos. No quiera yo que se apaguen mis dolores, sino que sepa dominarlos
mi corazón…. No sea yo tan cobarde, Señor, que quiera tu misericordia en mi
triunfo, sino tu mano apretada en mi fracaso”.
En su refugio de Santiniketan, entre 1903 y 1910, escribió el más lírico
de sus libros, Gitanjali (“Ofrenda lírica”),
como expansión íntima de su alma. Obra que lo hizo visible y notable en Europa,
y luego, al mundo entero, que leyó estos textos de lirismo trascendental, en
los que Tagore trasciende la naturaleza hasta alcanzar la anhelada exaltación
espiritual.
El escritor André Gide, traductor de Tagore en Francia, declara: “En
ninguna literatura he encontrado acento más solemne y más bello”.
De esta obra tomamos los siguientes textos:
-II-
"Cuando Tú me mandas que cante, mi corazón parece que va a romperse
de orgullo...
Todo lo duro y agrio de mi vida se me derrite en no sé qué dulce
melodía, y mi adoración tiende sus alas, alegre como un pájaro….
Sé que Tú te complaces en mi canto, que solo vengo a Ti como cantor. Y
con el fleco del ala inmensamente abierta de mi canto, toco tus pies, que nunca
pude creer que alcanzaría.
Y canto… y olvido quién soy, y te llamo amigo, a Ti que eres mi Señor.
(p. 6)
-XIX-
Si no me hablas, recogeré tu silencio y llenaré con él mi corazón.
Esperaré confiado, la cabeza inclinada, hermanándome con la noche en su vigilia
estrellada. Con certeza llegará la mañana: se desvanecerán las tinieblas y tu
voz se esparcirá por el cielo en rumorosos ríos de oro. Tus palabras, entonces,
ascenderán en canciones y tus melodías estallarán en flor y coronarán todas mis
arboledas". (p. 15)
-XLVI -
No alcanzo a saber desde qué tiempos tan lejanos vas acercándote a mí.
Tu sol y tus estrellas no podrán esconderte de mí para siempre.
En noches y mañanas singulares he oído el ruido de tus pasos…
No sé por qué mi vida está hoy conmocionada, y una estremecida alegría
corre por mi corazón.
Como si hubiera llegado la hora en que yo pueda abandonar mi tarea,
siento débilmente en el aire un vestigio perfumado de Tu Inefable Presencia.
(p. 30)
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