jueves, 28 de marzo de 2019

LIBRO CIEN MUJERES



Cien mujeres

Autor: Lucila González de Chaves
27 marzo de 2019 - 09:03 PM

Una notica: Tres de mis exalumnas, hoy feministas convencidas, me solicitan que publique la “Presentación” que hice de mi penúltimo libro “Cien Mujeres”, para un trabajo de foro

Las mujeres que dan vida a este libro necesitaron encontrar un camino espiritual que les ayudara a sobrellevar soledades, indignaciones, olvidos, amores, desamores, desigualdades; y lo hallaron en el magisterio, en el periodismo, en el arte, en la narrativa, en la poesía.
Otras mujeres personajes, nacieron de la imaginación de los autores que al crear sus obras, necesitaron poner al lado de los varones mujeres protagonistas que les dieran fuerza e ilusiones, o que despedazaran su moral y sus ideales.
Las mujeres colombianas, en la tercera parte de este libro, son apenas un muestreo de la valiosa presencia femenina que ha ayudado febril y valientemente a construir la historia del pueblo colombiano, sufrido, humillado muchas veces, engañado casi siempre…. […]

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A través de mis clases de literatura, durante cincuenta años, y mediante la consulta, el estudio, la lectura, la investigación, recogí en fichas muchos elementos, los suficientes para la composición de un libro que muestra a la mujer luchando por su espacio literario, por su valía como ser humano, por la libertad que solo se le ha dado en mínimas medidas. […]
Muchas veces pensé en la forma o en el orden de presentar al lector a estas cien mujeres. Las ordené siguiendo varios criterios, pero me pareció que se establecían categorías de valores y esas, se las quise dejar al lector. Opté, entonces, por presentarlas siguiendo el orden que marcan los años de su nacimiento, o de su aparición en los diferentes escenarios; así no habría jerarquizaciones ni preferencias ni clasificaciones; todas ellas estarían en el mismo plano, dados sus valores de poetisas o novelistas o artistas o ensayistas o maestras o periodistas….
Destaco el personal deleite incomparable de sacar de los oscuros rincones de la historia a mujeres valiosas que, los varones, dueños de la cultura, las habían llevado allá con sus críticas y malquerencias.
Frente a que se diga que este trabajo está incompleto, que faltan muchas más mujeres, no tengo temor alguno, pues una búsqueda de tal naturaleza nunca podrá aspirar a ser completa; a no ser que se trate de una enciclopedia, cosa bien distinta de mi proyecto.
Tampoco tuve afán de que el lector encontrase en este libro la cultura al día, la actualidad palpitante, pues no es la índole de mi trabajo; solo quise traer a la memoria a meritorias mujeres, muchas de las cuales, los señores de la historia, cubrieron con un manto de indiferencia; eran ellas, “convidadas de piedra.
No hay muchos libros de importancia  salvo los de invención novelesca  que no sean, en gran parte, recopilación y transcripción de quienes culturalmente están muy por encima de muchos de nosotros. A esas recopilaciones he unido mi trabajo personal: leer e investigar incansablemente y resumir y sintetizar, redactar mis propias apreciaciones, reflexionar mis críticas desde distintos parámetros, tomar notas, ordenar, corregir, completar, actualizar. […]
Podrán notar en este trabajo la desigualdad en las reseñas: unas cortas, otras extensas. Estas desigualdades se deben a que las cien mujeres son de muy diversas épocas, y escribieron o se realizaron bajo la influencia de muy distintos pensamientos, en lenguajes y estilos y originalidad muy personales. Pertenecen a sociedades destacadas o por la religión, o por la sangre, o por la política y, sobre todo, por el “poder del varón sobre la mujer, ya que él fue formado para admirar a la dama por sus atractivos físicos y no por su cerebro lúcido, ni por su lucha social, ni por su clamor ante el gobierno y la clase empresarial para que la visualicen igual que al varón, en bien de la justedad.
Las mujeres de este libro son de temperamentos distintos y clases sociales desiguales; pero se han enfrentado con el amor, la muerte, el dolor, la naturaleza, el hogar, las aulas, la sociedad; y las igualan sus características: éxtasis, emotividad, finura, transparencia, musicalidad, mensaje, sinceridad, espontaneidad, cultura, profesionalismo, sentido del compromiso y un fuerte impulso por hacer realidad un ideal

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Los juicios autorizados de los pensadores críticos están entrecomillados; pero algunos otros fueron adaptados a este siglo XXI. Otras apreciaciones nacen de mi independencia en ideas y juicios que quizás puedan pugnar con las opiniones consagradas de autorizados críticos; pero decidí dejar mis comentarios tal como fueron escritos en las fichas para mi Archivo personal. Tampoco quise ponerme totalmente de acuerdo con la cantidad de datos y conceptos, repetidos y revueltos, de las modernas ayudas tecnológicas y, menos aún, aceptarlos indiscriminadamente.

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lunes, 25 de marzo de 2019

LLANURA, SOLEDAD Y VIENTO



Llanura, soledad y viento

una forma más benigna de mirar la selva


Autor: Lucila González de Chaves

24 marzo de 2019 - 07:52 PM

Introducción a la riqueza narrativa y documental de la novela de Manuel González Martínez sobre una de las regiones más interesantes de Colombia.

Medellín
Lírica, horror, desolación en Rivera

La literatura colombiana ha mostrado con orgullo su narrativa sobre la selva americana: Vorágine, de José Eustasio Rivera, obra insuperable, llena de cantos a la belleza sin igual del escenario en que se desenvuelve. Escenario que, mediante la mágica pluma del autor, constituye también uno de los principales personajes de dicha novela. Nadie ha podido leerla pasando por alto las impresiones de horror y de angustia, la terrible tragedia de los buscadores de caucho, el atractivo morboso de aquella lujuriante vegetación selvática que aprisiona.
Pero, luego aparece la valiosa novela de Manuel González Martínez: Llanura, Soledad y Viento. Se leyó por primera vez en 1960 y, según las informaciones del momento, fue recibida con beneplácito por la crítica y los lectores.

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La selva vista con otros ojos

Esta edición de 1965, que releo, fue realizada en Argentina, con una interesante presentación del gran exegeta (o exégeta) del problema americano, el historiador colombiano Germán Arciniegas, quien afirma: “Llanura, Soledad y Viento, tres personajes que se devoran al hombre… Desde que comienza la novela, el lector se ve metido en un mundo en donde los hombres y los animales dialogan… El resultado es atractivo: cuando el hombre aparece más bestia, la novela se hace más humana… La selva sigue siendo la misma, pero la han visto otros ojos…”.

Y porque la han visto otros ojos, y porque es analizada por otra mentalidad, esa selva –la misma de José Eustasio Rivera y de Rómulo Gallegos- da origen a una obra distinta.
Distinta en cuanto a la forma, por cuanto la narrativa de González Martínez es más apacible, más lenta, como conviene al planteamiento de la obra, menos cruel; o por lo menos, un tanto más disuelta esa insustituible crueldad de la selva. Esta novela no es el desfogue de una sangre que hierve a borbollones, sino el lento y concienzudo peregrinar del ojo avizor, de la mente despierta y de una pluma paciente que con fidelidad y conciencia traduce magistralmente hasta el más pequeño detalle selvático.
Facsímil de la portada de Llanura, soledad y viento.

No debe creerse que la lentitud y la abundancia de detalles sean defectos en esta obra, o que hagan aburridora su lectura. No, al contrario, son motivo de delectación para quienes no gustan de precipitaciones, ni de novelas sin tesis que puedan leerse con rapidez.
Llanura, Soledad y Viento es obra reposada de estudioso, obra analítica, muy pensada y bellamente escrita. Pudiera afirmarse que su autor, el colombiano Manuel González Martínez, “es lento como todos los grandes novelistas”, como Balzac, como Pérez Galdós, como Somerset Maugham en su incomparable novela Servidumbre Humana.

Unos personajes muy especiales

Distinta obra, también, la de González Martínez en cuanto a los personajes, porque en Llanura, Soledad y Viento todo está humanizado. Cada ser –animal u hombre- habla de su mundo, de sus inquietudes, de sus desdichas, y comparten por igual el incomparable don de pensar, de sufrir y de hablar.
Hay entre los animales extraordinarios diálogos y sorprendentes monólogos, en donde el autor deja entrever una profunda filosofía y un aguda y casi cáustica ironía: Gugudú, el güío que repta pesadamente, el monstruo que comparte con Misael las piezas de caza y que respeta las leyes que este le impone; en uno de sus frecuentes encuentros con Pájaro Pollo, el cobarde chismoso de la selva, le suelta estas palabras que bien podrían ser una lección moralizadora:
“Había prometido devorarte. Di algo, defiéndete; o es que, acaso, ¿eres tú de los que atacan en la sombra, hurtando siempre el cuerpo y escondiendo en tan menguada estatura un alma más pequeña aún? Tienes alas, es verdad, pero las tuyas no son propiamente de ave, sino de cucaracha, o de vampiro, para actuar en las sombras. Odias a todo el mundo, porque todos te desprecian, y vives del insulto a las águilas, a las aves nobles, a quienes no puedes imitar ni en el vuelo, ni en el colorido del plumaje… anda a tu mirador a fisgonearlo todo, a envenenar el ambiente de este bosque con tus chismes… tu manera despreciable de vivir es necesaria para contraste de las vidas buenas, provechosas…”.
Bello ejemplo para quienes quieren sacar partido de cada favor que hacen, de cada servicio que prestan. Recordemos que Gugudú acababa de librar a Pájaro Pollo de la muerte segura entre las garras del temible Juca (el gavilán). 

Sí puede haber armonía y amistad entre el hombre y los animales

Otro personaje que atrae por silencioso, por fiel y por noble es el Murrucu: “ave nocturna de la familia de los Bubónidos, no muy común en el centro del Llano”, según explicación del autor (p. 49). Este “Murruquito” ha quedado abandonado –su madre fue tragada por un lechuzón-; y Misael lo lleva a su casa en donde se convierte en el juguete de su hijo, que solo conoce las inmensas fauces del Güío, la silenciosa majestad de la selva, los escándalos de Pájaro Pollo, el ulular del viento y el lejano azul del cielo.
La simbólica anaconda tiene voz en esta novela 

Desde la llegada de Murrucu, el niño Tatí ha cambiado. Es un niño feliz; a fuerza de manosear al animalucho lo ha desplumado, y de tanto embutirle con el dedo, bocado tras bocado, el pobre pájaro ha enfermado. Pero, así feo, enfermo, grotesco y risible se ha convertido en parte esencial de la vida de Tatí. Estas son las palabras del autor: “Aquel pájaro triste, calumniado, que no sabía canciones ni gorjeos, con su inmensa cabeza pensativa y su corvo pico, convirtió a Tatí en un verdadero niño, que reía, que soñaba y que era feliz en aquel rincón de la llanura… Ave y niño, juntando su desamparo, habían llegado a ser alegres” (p. 58).

Una lección de solidaridad

Este pobre pájaro encuentra el momento de ser útil a Misael: Una noche en que este había salido de caza, pierde la noción del tiempo y del espacio. Un torrencial aguacero hace más desesperante su confusión; pero, el pajarraco aparece, y con el constante agitar de sus alas y con sus menudos y seguros saltos, guía al hombre hasta su casa.

La lucha por la supervivencia

Son dolorosos los episodios en que, con abundancia de detalles, González Martínez describe la tragedia de la familia de simios, que después de enfrentarse a las temibles avispas, deben buscar paz, soledad, alimento y alivio para el jefe que ha salido muy mal librado en el ataque. La vida que lleva el pobre Oso Hormiguero, medio ciego y magullado… y, en fin, los relatos de una lucha constante en la que triunfa el más fuerte o el más sagaz.

Lo invitamos a leer: La literatura fue llegando como fiel notaria de vivencias


Los llaneros creativos y entregados a su suerte

Y al lado de estos miles de habitantes de la selva están: Misael, el llanero fuerte, atrevido y honrado trabajador; Víctor Ramón Galán, el propietario que lucha por la defensa del llano, el hombre que se ha detenido al pie de la selva a dar rienda suelta a sus emociones, a analizar sus impresiones y a buscar solución al problema de las quemas y cómo mejorar las condiciones del llano, sin que ningún político ni ningún padre de la Patria preste oído a sus justos razonamientos. Plácido, el de las coplas cobardes y crueles, que vive las pasiones de la selva exuberante y fascinadora. Su sed de venganza, su odio incontenible y su lujuria lo llevan a la muerte.
Frente a Plácido, y en contrasteun personaje se destaca por su virilidad, su discreción y su honradez, es Moisés el reserofiel a su patrón y luchador incansable por merecer a la mujer que ama. Quizás pensando en él y en Víctor Manuel, el autor haya puesto en boca de Gugudú –otro ser calumniado, silencioso y noble que se había dejado conquistar por la dulzura de la voz y por el brillo cambiante de los ojos de Misael-, quizás por esto, Gugudú dice estas bellas frases: “Que en la obscuridad haya siempre un camino de luz para los necesitados, que generalmente son los buenos y, por ello, sufren…” (p.183).
La obra termina con un magnífico pero doloroso diálogo entre el bondadoso llanero y un su amigo saturado de política y sabedor de que en nuestro país nada tiene solución, y de que mientras más se discutan los problemas más insolubles se tornan.
Con la obra Llanura, Soledad y Viento, la novelística colombiana adquiere más valor, porque gracias a esta novela acrecienta y abrillanta el sitio que le corresponde dentro la literatura latinoamericana.

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jueves, 14 de marzo de 2019

LIBROS II




Libros II



13 marzo de 2019 - 09:05 PM

Los libros escogidos para leer, tanto en temas como en estilo, en seriedad y autoridad, deben servir para integrar nuestro ser; para crecer interiormente.

  1. Relámpagos

María del Rosario Romero Contreras es una historiadora nacida en Bogotá, catedrática, investigadora y periodista. Pero además, es poetisa, y de su producción me llega  su libro Relámpagos que recoge ciento seis poemas escritos entre 1971 y 2017. De ella dice, la también destacada poetisa, Mara Agudelo, al hacer la presentación del libro: “No es posible adivinar cómo le robó tiempo a sus compromisos profesionales para escribir cronológicamente sus vivencias poéticas…., esta escritora sabe hallar el lenguaje en la naturaleza, en los gorjeos, en la cuna, en la voz y la guitarra, en las nanas, en su asombro…”.
Patricia Roberts, poetisa natural de Arequipa, Perú, nos enruta la lectura, diciendo en el prólogo: “Su estilo (el de María del Rosario) es coloquial, directo, franco y muy variado. El pulido y rico vocabulario evoca en imágenes, realidades concretas…

Lea también: Valores antioqueños: Mara Agudelo

Leo despacio algunos de los primeros poemas del libro, y siento que en la musicalidad exigida (el ritmo) por la poesía, no hay ninguna nota falsa. En otros, descubro sus hondos sentires que van del recuerdo a la nostalgia pasando por inocultables desencantos.
La mayoría de estos poemas  son descriptivos más que narrativos, y desde  allí empiezan a manar las nostalgias, las evocaciones, las añoranzas…  Unas pocas gotas irónicas dan sabor humano a algunos de sus versos: los seres buenos, cuyos “crímenes tienen aureola”.
Algunos relámpagos:
“El tiempo no se detiene / pasa tan veloz la vida, / sin que un anhelo se llene, / sin que se cierre una herida /…
……………………….
“Todo es cuestión de tiempo, / de noche o alborada. / Todo es cuestión de ausencia: / recuerdos y palabras. / Todo es cuestión de espacio, / nuestro lapso es la vida. / Todo es cuestión de azares / de muerte y esperanza”.
…………………………….
Un poema realista-naturalista, casi existencialista, para un borrico que acaba miserablemente su existencia;  ¿hay ahí sarcasmo, dolor existencial, conmiseración?….:
“Eras cadáver de mirar con asco / por tu piel ya verdosa de agonía. /
A un lado del asfalto, sin gemidos, / respirabas tu muerte muy despacio. /… Eras un abandono con cuatro sucias patas, / eras la soledad con dos largas orejas, / eras un desamparo desfalleciendo débil, / eras una amargura solitaria y sin fuerzas. ….
¡Como tú borrico / morimos esa tarde! / A la vista de todos / y nadie se dio cuenta".
Pienso que el excelso poeta cartagenero Luis Carlos López habría aplaudido con entusiasmo poético, irónico y humano este poema.

  1. Verano
Es una de las extrañas memorias noveladas, escrita por el  sudafricano John Maxwell Coetzee, nacido en 1940 y Premio Nobel de Literatura en 2003. Es catedrático, traductor, lingüista y crítico literario. Profundo conocedor del inmenso escritor ruso Dostoievski, sobre el cual tiene una cátedra en la Universidad de Chicago.
Verano, escrita en 2009 y traducida por Jordi Fibla, es la tercera parte de su autobiografía ficticia: Escena de una vida de provincias;  novela introspectiva, evocadora. Los personajes recuerdan y cuentan...
Vincent, un inglés, quiere hacer una biografía a base de entrevistas, suponiendo ya muerto a J. M. Coetzee. La primera reacción del lector (que aún no adivina que Coetzee se aubiografía falsamente), es rechazar ese retrato del autor, esa descripción que de él hacen las mujeres de su novela, entre ellas: Julia, la amante; Margot, la prima, quienes lo consideran un hombre torpe, poco amable, nada afectuoso, de carácter esquivo, enigmático.
El marco temporal de esta novela es el Apartheid. El marco espacial: África.

Lea también: Apreciaciones lingüísticas y literarias

(Apartheid: “Separación”. Segregación racial, especialmente la establecida en la República de Sudáfrica por la minoría blanca).
Unos conceptos de Coetzee:
1. “Si Jesús se hubiera rebajado a hacer política podría haberse convertido en un hombre clave de la Judea romana, un gran negociador. Precisamente porque era indiferente a la política, e hizo patente su indiferencia, lo liquidaron. Cómo vivir tu vida al margen de la política, y tu muerte también: ese fue el ejemplo que dio a sus seguidores”. (p. 18, primera edición en Debolsillo: abril, 2011).
2. “Los seres humanos jamás abandonarán la política, porque esta es demasiado conveniente y atractiva como un teatro en el cual representar nuestras emociones más innobles…. que abarcan el odio, el rencor, el despecho, los celos, el deseo de matar y así, sucesivamente. En otras palabras, la política es un síntoma de nuestro estado de degradación y expresa ese estado”. (p. 220)
  1. Creemos sinceramente que:
Los libros escogidos para leer, tanto en temas como en estilo, en seriedad y autoridad, deben servir para integrar nuestro ser; para crecer interiormente;  para adquirir una visión clara y precisa del mundo, del ser humano; para adquirir una concepción profunda de la vida y entender el compromiso de trascender.

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lunes, 4 de marzo de 2019

IMPORTANCIA DEL APRENDIZ DE BRUJO EN LA HISTORIA DE LOS PUEBLOS




Aprendiz de brujo en Luciano de Samosata, Goethe, Dukas y Walt Disney


Autor: Lucila González de Chaves
3 marzo de 2019 - 08:10 PM

Recorrido por la historia del personaje Aprendiz de brujo en la literatura, la música y el cine.

Medellín
El “Philopseudés” de Luciano

Luciano de Samosata (125 – 181 d. C), escritor griego, dejó más de ochenta obras cortas y de diverso género, escritas con ingenioso humor y extraordinaria fantasía. Son relatos con temas de actualidad de la época, como la creencia en lo sobrenatural y lo maravilloso. Entre esas obras está Philopseudés (El aficionado a la mentira), en donde aparecen por primera vez las aventuras del Aprendiz:
Unos personajes se enzarzan en una conversación sobre la magia y sus poderes, donde cada uno de ellos, pertenecientes a la élite intelectual y representantes de las principales escuelas filosóficas, cuenta algo encaminado a avalar la existencia de fenómenos sobrenaturales. Solo uno, Tiquiades, como el “alter ego” de Luciano, se muestra absolutamente incrédulo con respecto a tales historias.
Uno de esos relatos es el del Aprendiz de brujo: El narrador es Eucrates y lo cuenta como una experiencia personal; lo que sirve para poner en evidencia que lo que está contando no ha sucedido en realidad, ni se ha oído:
Eucrates conoce en un viaje a Pancrates, un sacerdote sagrado de Menfis, de quien se decía que la propia diosa Isis le había enseñado su magia. Cautivado por las maravillas que le ve hacer, especialmente por la forma en que hace cobrar vida a diferentes objetos para que le sirvan, trata de que le enseñe el ensalmo que utiliza, pero Pancrates se niega.
Tras espiarlo en la oscuridad y quedarse con la fórmula mágica, compuesta de tres silabas, logra que funcione el conjuro y hace que una mano de mortero vaya por agua con un ánfora.
Cuando quiere que el mortero pare, se da cuenta de que no sabe cómo hacerlo y el mortero continúa trayendo agua sin cesar, inundando la casa.
En su desesperación, el aprendiz coge un hacha y parte la mano del mortero en dos mitades, con lo que lo único que consigue es que ahora cobren vida las dos mitades, y por separado, continúen trayendo agua.
Cuando está todo inundado, regresa Pancrates, que, muy enfadado, vuelve a poner las cosas en su sitio y desaparece sin dejar rastro.

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La balada de J. W. Goethe

Fruto de la amistad y colaboración con Schiller, el escritor alemán Goethe, compuso una serie de baladas sobre cuentos populares y temas legendarios basados en la antigua Grecia; baladas que fueron publicadas en el “Musenalmanach” en 1797. La historia del aprendiz ha pasado a la posteridad porque a finales del siglo XVIII, Goethe compuso una balada inspirada en el relato de Luciano, con algunas diferencias:
El aprendiz de brujo (Der Zauberlehrling) es una balada de catorce estrofas, puesta en boca del aprendiz, y comienza diciendo que ahora que el viejo mago se ha ido, se hará obedecer de los espíritus, porque se ha aprendido de memoria sus palabras y sus gestos, y por tanto puede reproducir su magia.
A continuación, a modo de fórmula mágica, invoca a los torrentes de agua para que fluyan y llenen el estanque. Llama a la escoba y la insta a vestirse de harapos, reprochándole que antes no le hiciera caso; ahora tendrá que cumplir sus deseos.
Comienza a darle órdenes: ponerse sobre dos pies, sacar una cabeza y coger un cubo. La escoba cumple su cometido y comienza a traer el agua para llenar el recipiente. Cuando está lleno, le ordena que pare y, al no obedecer, se da cuenta, consternado, de que ha olvidado las palabras mágicas.
La escoba sigue trayendo agua y lo inunda todo; el aprendiz se enfada con la escoba y la llama “engendro del infierno”. La escoba adquiere un aspecto aterrador, por lo que el aprendiz coge el hacha y la parte en dos pedazos, con el resultado de que ambos empiezan a traer más agua.
Cuando llega el maestro, el aprendiz le dice que los espíritus ignoraron sus órdenes. El maestro, tras ordenar a la escoba que retorne a su rincón, le hace saber al aprendiz, que solo él, como maestro, puede convocar a los espíritus para servirle.
Tanto en Luciano como en Goethe, el objeto de animación toma una cierta apariencia de ser humano, por ello se le viste con harapos.
La diferencia más importante es que en el relato de Luciano, los poderes mágicos emanan del propio Pancrates, en su calidad de gran sacerdote, mientras que en Goethe, hay que convocar a los espíritus infernales que son quienes tienen el poder. El mago no es más que un intermediario.

El scherzo de Paul Dukas

En 1897 se estrenó en París la famosa obra del compositor Paul Dukas, con el nombre de El aprendiz de brujo, para conmemorar los cien años de la creación del poema de Goethe.
La balada de Goethe inspiró a Paul Dukas (1865 – 1935) un poema sinfónico en forma de scherzo sinfónico: El aprendiz de brujo. El propio Dukas subtituló Scherzo basado en una balada de Goethe.
El scherzo basa su fuerza expresiva en una férrea construcción en forma de fuga. Una sinfonía que describe fielmente cada escena de la obra original de Goethe.
Comienza creando una atmósfera misteriosa en la que imaginamos al mago haciendo su magia y al aprendiz madurando la idea de suplantarlo.
En la introducción, sobre un fondo de cuerdas, el contrafagot y luego toda la orquesta van ejecutando, por turnos, el tema del aprendiz de brujo y el encantamiento. La trompeta es la encargada de presentar la fórmula mágica.
El tema original de la escoba es expuesto por primera vez por medio de tres fagots. Luego, un tema más rápido “con un ritmo fuerte, cuyo desarrollo fugado ocupa el lugar más importante de la obra”, sugiere el movimiento de la escoba y da la impresión de que esta va saltando. El resto de la orquesta, principalmente los instrumentos de cuerda, reproducen la acción de verter el agua. Suenan las trompetas, el fagot (la escoba) se anima cada vez más con un ritmo punzante.
La orquesta traduce (los violines) el pánico del aprendiz, incapaz de detener la marcha infernal de la escoba. El agua sigue inundándolo todo.
En este momento la música alcanza su punto culminante, es el momento en que el aprendiz corta en dos mitades la escoba.
Tras una breve pausa, se va elevando lentamente el fagot, y los asistentes se imaginan a la escoba tratando de ponerse en pie de nuevo. En el instante en que las dos mitades de la escoba se ponen de pies, la fuga simple (en la obra musical) se convierte en doble fuga, “para dar origen a desarrollos dobles que se entrecruzan, se persiguen y se encabalgan en un tumulto delirante”. Un súbito final fortísimo indica el regreso del maestro que restablece el orden.
En Goethe no se hacía mención expresa de una fórmula mágica, aunque se dice que el aprendiz se sabe las palabras y los gestos de su maestro. En Dukas, la trompeta hace alusión a la fórmula mágica. El golpe de percusión revela que el mago ha vuelto las cosas a su lugar.

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Fantasía de Walt Disney


En 1940, el productor, director y guionista, Disney (1901 – 1966), conocido en la cultura occidental como “el más influyente cultivador de la imaginación infantil”, incluyó en su película de animación, Fantasía, la música del francés Paul Dukas, ejecutada por la orquesta de Filadelfia y dirigida por Leopold Stokowsky. En dicha película, el ratón Mickey asume el papel del aprendiz.
En la introducción se dice que el aprendiz es un niño ávido de conocimientos y que contempla al mago hacer sus prácticas, mientras va transportando con gesto cansado, los cubos de agua que debe llevarle al mago. Cuando este se ausenta, Mickey, el aprendiz, se apodera del gorro de su maestro para asumir su personalidad y ordena a la escoba que haga su trabajo por él. La escoba poco a poco se va enderezando y comienza a acarrear el agua en dos cubos, seguida de Mickey, el aprendiz, que imita sus movimientos con una gran sonrisa. Está feliz porque ha conseguido usar la magia para sus propios fines, no como el mago que hacía surgir imágenes sin utilidad.
Como la escoba está haciendo su trabajo, él se queda dormido. Despierta y se da cuenta de que la escoba ha seguido trayendo agua sin parar y que está todo inundado. Aterrorizado, el aprendiz intenta detener la escoba y con un hacha la hace añicos. Aquí no son solo dos mitades, sino un ejército verdadero de escobas las que cobran vida y traen agua sin parar.
El aprendiz encuentra el gran libro de conjuros de su maestro y busca desesperado la fórmula para detener el hechizo… Un gran torbellino, que coincide con el torbellino sonoro de la música de Dukas, lo engulle…
Regresa el mago…, esboza una mirada aterradora y levantando las manos lo vuelve todo a su lugar.
La Escritora y catedrática, Marisa Miralles, termina sus análisis diciendo: “Nada es original; la mayoría de las historias ya las había contado un escritor griego o un romano”.
(Resumen de mi “Archivo personal de lecturas y estudios”, realizado todo en fichas académicas)

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