Un
libro extraño y valioso:
“EL COLECCIONISTA DE CARTAS”
(Cartas de amor y otros temas, recogidas por
la calle”)
Autor: Carlos
Mario Múnera (Un colombiano periodista,
docente y escritor)
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Este libro es como “un concieto a cuatro
manos”: de un lado, las cartas recogidas en diferentes lugares de Medellín, y
de otro, los comentarios, análisis y aclaraciones del autor.
Una abuela induce a un niño a recoger del
piso y a guardar cuantas cosas encuentran a su paso, durante sus largas caminatas.
Ese niño recaudador de “cosas” es hoy un recolector y coleccionador de cartas,
CARLOS MARIO MÚNERA, autor del extraño y valioso libro al que nos referimos.
Se trata de papelitos partidos, arrugados y
recogidos aquí y allá y que el autor reproduce fielmente y, por lo tanto,
conservan las peculiares formas ortográficas,
sintácticas y terminológicas. En muchas de esas cartas faltan partecitas
que, en su recolección, el autor no pudo encontrar.
Esos retazos de “cartas plebeyas” llevan al
autor a afirmar que: “Hoy medito en los amores populares y compruebo que todos somos iguales, que la asfixia de
muchos es la misma, que todos los corazones tiñen hojas y hojas de pasión. (…)
El corazón estalla sincero sin que le mortifique una tilde o la V por B; el
corazón no sabe de zetas, ni le teme a las curvas de la ese: el corazón se
equivoca solo por dentro”. P. 16
“Esta urbe que habito es una amalgama de
manifestaciones estéticas y discursos coloridos en las bancas de los parques,
(…). Es la ciudad de trabajadoras hormigas de salario mínimo, es la grosera y opulenta
que ignora la vida más allá de sus verdes murallas, es ella, somos todos.
Nacidos de entrañas y de sangre indefensas, mellizos todos. (…)”. Pp. 39, 40
¿Cómo reconstruye el autor las notas que va
encontrando, partidas siempre y, a veces, en cincuenta y tres o más pedacitos?
Él nos lo explica: “Pinzas, pegamento, lupa, un punzón, tapas de gaseosa y una
tabla de base son las herramientas que tengo destinadas para mi labor (…)”. P. 56
Y el más grande reto: reconstruir una carta
partida en ¡ochenta y dos! fragmentos recogidos en Bello (Ant.) y que empieza
diciendo: “Mi amor, Te extraño. Estoy muy triste (…)”.
A propósito, invito a mis lectores a
reflexionar sobre esta afirmación del autor del libro, consignada en la p. 82:
“(…) si el destinatario rompe la carta, ese acto puede hablar de su locura
furiosa, de su negligencia por la escritura, de su crueldad con el ser amado
(…). Si la arruga, quiere decir que no le presta importancia, su arrogancia o
descaro lo declara inocente. Si la bota al suelo, sin duda alguna es desprecio,
tal vez ultraje. Si la carta es rota en cientos de pedacitos entonces allí hay
amor, desde luego ofendido, lo hay sin equívocos, aún respira, aunque sea por
la herida; pero también hay rencor, deseos de venganza, que es la forma más
violenta y última del amor”.
¿Por
qué recoge los fragmentos de cartas? Leamos ese porqué: “Yo recojo… esas
cartas del suelo (…) y las preservo para que la posteridad conozca y juzgue la
actuación de otros corazones; las exhibo aquí (en su libro) para que otros sean
testigos conmigo de los atardeceres del corazón en la vida de los demás
(…)”. P.
108
Al darnos la bienvenida a “esta antología de
historias rotas”, el autor nos invita también a asomarnos al corazón de otros
que palpitan en ritmos diferentes” y esas palpitaciones expresadas en las
reconstruidas cartas, de las cuales transcribo partes, son de:
Amor:
“Quiero
decirte tantas cosas que difícil me sale la primera .Quiero contarle cuanto siento
su presencia y cuan quisiera que permaneciera compartiendo mis espacios….”. (Recogida
en la estación del Metro, Madera). P. 11
“Amor
me ha traicionado el corazón, Perdóname, Yo crei que en esta terrible lucha
entre mi orgullo y el amor que siento por ti triunfaría el orgullo. Me he engañado…” (Recogida en
Bello). P. 18
Desencanto:
“Mi
traición escribo esto porque tengo rabia
y mucho dolor en mi corazón gongora el que ama con el corazon ayer después de
que yo me jui para la sede…” p. 26
Amistad:
“hola
¿como estas? Espero qué bien Meli quiero que seas mi amiga y si pasamos a 5º
jutas en el mismo salón…” p. 28
Ira y despecho:
“querido
y estimado amigo mio espero te encuentres bien… tu tienes muchos ostaculos para
estar conmigo tu crees que esta bien hecho lo que me hiciste dejarme esperando
el sábado bestida y alborotada…” p.
30
Reclamos severos:
“esta
es con el fin de ponerle final a este problema es para comunicarte…. Es que yo
observo que tu como profesor nos has dado mucha larga y has sido muy
condisendiente con nosotros los indisiplinados…” (recogida en Amagá) p. 42
Gracias y adiós:
“Gracias
por permitirme haver estado a tu lado todo este tiempo, por dejarme tantas
enseñanzas que poco a poco he ido aplicando en esta absurda cohexistencia…” (Recogida en Las Cabañitas). P. 43
¡La verdad!
“Ovidio:
nunca había conocido a un hombre tan mentiroso como usted que vive muy mal con
Martha y duerme en la misma habitación con ella… es muy bueno uno darse cuenta
de las cosas por eso no vuelvo a confiar en usted yo me pregunto que estoy
haciendo con usted…” (Recogida en Las Cabañitas). P. 45
Regalo de amor y amistad:
“Hoy
estoy muy pobre con cariño tu amigo secreto”. P. 53
Y en la página 127, el autor sintetiza así
una grave situación:
“Sexo y drogas son el denominador común en
algunas notas recogidas en las afueras de los colegios o universidades;
diálogos a manera de chats no virtuales; hojas de cuaderno que van pasando de
mano en mano entre los participantes de estos coloquios juveniles, conversaciones
secretas a espaldas de maestros inocentes, o quizás conscientes de la situación
pero atados de manos en su proceder ante la agilidad felina de los jóvenes de
hoy día para escabullir esos materiales comprometedores”.
Lucila González de Chaves
Junio de 2012
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