VIGENCIA
DE LOS POETAS EN LA “CASA DE POESÍA SILVA”
En la calle 14 entre carreras tercera y
cuarta, casi al pie de los cerros de Monserrate y Guadalupe, en Bogotá, llama
la atención una casa que, según opiniones autorizadas, fue construida en 1715. Hoy,
esta hermosa mansión es la llamada Casa
de Poesía Silva.
Todo en ella es encanto y deleite del
espíritu: los retratos de casi todos los poetas colombianos de las diversas
épocas, desde Hernando Domínguez Camargo hasta Gonzalo Arango (casi en la puerta
de salida); las reproducciones facsimilares de sus manuscritos al pie de los
retratos; la sala de conferencias en donde, después de un delicioso y caliente
“canelazo” ( café con canela y ron, fina atención de la Casa), se escuchan
todos los martes a la 6.30 p.m. hermosos recitales y voces autorizadas sobre
diferentes aspectos de la cultura.
Esta sala está presidida por atrayentes
retratos del poeta José Asunción Silva, de su hermana Elvira (inspiradora del Nocturno más famoso), y de otros
familiares. Fue, en la época en que vivió el poeta, la sala del piano. Hoy es
el auditorio “Eduardo Carranza”, con capacidad para ochenta personas.
Está la Gruta
Simbólica, el sitio de tertulia y la cafetería, de construcción moderna,
situada en el patio trasero, donde una agüita cantarina y yerbas olorosas nos acompañan
en el regusto del encuentro con el pasado. Su fuerte color naranja, contrasta
alegremente con los tonos pastel del resto de la edificación.
Enfrente de la Gruta encontramos la Fonoteca
que la Casa recibió en préstamo de la Emisora H.J.C.K, el archivo de
grabaciones de las voces de los poetas. Hoy dispone de doscientas cincuenta
horas de grabación con las voces de los más destacados poetas contemporáneos;
también, los clásicos están interpretados por voces de reconocido mérito. Allí,
gratuitamente, se puede escuchar la voz que se desee. Especial atención reciben
los centros educativos y los profesores que, a cambio de un casete virgen, les
graban otro con la voz que soliciten. Además de todos estos servicios, la Casa de Poesía Silva tiene de manera gratuita,
talleres de poesía, cuatro cada semana, durante nueve meses al año. Grandes
poetas orientan a los participantes en las lecturas y les imparten
conocimientos sobre la historia de la poesía.
Y en el fondo, al final del corredor de la
entrada… el cuartito, que el inmenso poeta que fue Silva, ocupó en los últimos
diez años de su vida, y en donde a los treinta y un años, el 23 de mayo de 1896, con un
pistoletazo dijo adiós a la vida. En esta habitación, Silva escribió en 1892 su
célebre Nocturno tercero:
Una noche,
una noche toda llena de murmullos, de perfumes y de
música de alas,
una noche
en que ardían en la sombra nupcial y húmeda las
luciérnagas fantásticas,
a mi lado lentamente, contra mí ceñida toda, muda y
pálida,
como si un presentimiento de amarguras infinitas
hasta el más secreto fondo de las fibras te agitara,
por la senda florecida que atraviesa la llanura
caminabas.
……………………………………………………
Esta noche
solo; el alma
llena de las infinitas amarguras y agonías de tu muerte,
separado de ti misma por el tiempo, por la tumba y la
distancia,
por el infinito negro
donde nuestra voz no alcanza, solo y mudo
por la senda caminaba…
………………………………………………………
Y mi sombra
por los rayos de la luna proyectada,
iba sola,
iba sola,
iba sola por la estepa solitaria;
y tu sombra esbelta y ágil,
fina y lánguida,
como en esa noche tibia de la muerta primavera,
como en esa noche llena de murmullos, de perfumes y de
músicas de alas,
se acercó y marchó con ella,
se acercó y marchó con ella,
se acercó marchó con ella… ¡Oh, las sombras enlazadas!
¡Oh las sombras de los cuerpos que se juntan con las
sombras de las almas!
Oh las sombras que se buscan en las noches de tristezas y
de lágrimas!
Este Nocturno es “música hablada, suma de
amor… melancolía humana y divina”. Es el concepto del poeta español Juan Ramón
Jiménez.
La habitación de Silva está hoy consagrada a
la memoria del gran poeta antioqueño Porfirio Barba Jacob.
Después de muchos años de haber sido
construida y de cumplir variados destinos, en 1983 la Corporación La Candelaria
de Bogotá compró la casa de Silva a los propietarios del momento, que la
destinaban en ese entonces al inquilinato. Inmediatamente empezaron las labores
de restauración, y en 1986 –noventa años después del suicidio del poeta- fue
inaugurada como Casa de Poesía Silva, y empezó a funcionar como biblioteca,
fonoteca y lugar de tertulia. La obra de restauración devolvió a la cultura
colombiana una incomparable joya; veamos lo que dice el plegable publicado por
la misma Casa:
“La restauración no se hizo teniendo en
cuenta la estrictamente original estructura colonial y adusta de la casa del
siglo XVIII, sino según la reforma que se le hizo en una anterior restauración
en 1880, de corte republicano, llena de adornos y de yesería de influencia
francesa. El restaurador mexicano Rodolfo Vallín se encargó de la yesería de
los cielos rasos y de las crestas de las
puertas. Raspando con una paciencia infinita… se llegó a los dorados originales
y al color genuino del yeso, que estaban cubiertos por capas de pintura. Aparecieron,
así, en su esplendor los cascarones y viñas en el comedor de la última cena de
Silva; los diablos sonrientes en los rincones de la sala…; las crestas suntuosas
que coronan las puertas y los rosetones del patio que entrelazan conchas de
nácar con delfines y tridentes de tritones”.
Acerca del nombre, el plegable da esta
especial explicación:
“Quienes la rebautizaron, no la llamaron Casa
“de la” poesía, como hubiera podido ser.
Sino Casa “de” Poesía. Es decir, que como existen casa hechas de ladrillos y
son casas de ladrillo, y hay también casas construidas con madera y son casas
de madera, esta casa está hecha de poesía y por eso merece el nombre de Casa de Poesía”.
El logotipo que identifica la Casa es el
monograma de José Asunción Silva, diseñado por él mismo, quien, en color oro,
lo estampaba en toda su papelería.
La biblioteca lleva el nombre de “Rafael
Maya” y contiene más de cuatro mil volúmenes, la mitad de ellos fueron pertenencia
del gran poeta Eduardo Carranza. Su hija, la poetisa María Mercedes Carranza, fue
guardiana de esta heredad poética de Colombia, y el Mecenas que quiso prolongar
la historia literaria de nuestro país.
Esta Casa
de Poesía Silva es el oasis de los espíritus sensibles, de los
entendimientos iluminados y de las almas deseosas de paz espiritual, altura de
miras, nobleza en la expresión y deleite poético.
Lucila González de Chaves
(Publicado en El Colombiano Literario en 1996)
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