LA
SEMÁNTICA NAVIDEÑA
Con motivo de las fiestas navideñas,
existen algunas claves para una redacción más cuidadosa de las noticias en las
que aparecen términos relacionados con estas celebraciones.
1. Navidad,
Nochebuena….
Navidad, Navidades, Nochebuena,
Nochevieja, Año Nuevo y Reyes se escriben con mayúscula inicial por tratarse de
nombres propios de festividades, según indica la Ortografía académica. Cuando
Navidades y Navidad se refieren al periodo, se admite también su escritura con
minúscula: “Cerca de 2,4 millones de pasajeros pasarán estas navidades por los
aeropuertos americanos”. Además, y aunque ambas palabras son correctas, se
prefieren las formas Nochebuena y Nochevieja a las escritas en dos palabras
Noche Buena y Noche Vieja.
2. Las palabras:
feliz, próspero, paz…
Términos como feliz, próspero, amor,
paz o felicidad, que suelen verse con inicial mayúscula («El presidente del
Gobierno deseó una Feliz Navidad a los periodistas»), se escriben, al tratarse
de adjetivos y nombres comunes, con minúscula inicial: «El presidente del
Gobierno deseó una feliz Navidad a los periodistas».
3. Tarjeta de
Navidad, mejor que christmas
Las expresiones tarjeta de Navidad o
tarjeta navideña son preferibles a la voz inglesa Christmas y su hispanización
crismas, cuyo empleo se da especialmente en España.
4. El belén, en
minúsculas
La representación de la escena del
nacimiento de Jesús se escribe con minúsculas, el belén, ya que, aunque
proviene del nombre de la localidad donde la Biblia sitúa el nacimiento, se usa
en este sentido como nombre común. Solo se escribe con mayúscula inicial si se
refiere a la ciudad: «Jesús nació en Belén». También se escriben en minúscula
sus sinónimos: nacimiento, portal y pesebre.
5. Niños Jesús,
Papás Noel y papanoeles
Se recomienda escribir Niños Jesús y
Papás Noel como los plurales de Niño Jesús y Papá Noel. Sin embargo, Papá Noel
ha dado también origen al sustantivo común papanoel, referido, más que al
propio san Nicolás, a las personas disfrazadas de este personaje y a los
muñecos y adornos con su forma, que tiene menor uso y cuya forma plural es papanoeles.
(Conceptos académicos)
LA FE
(de poemas de Navidad del poeta argentino Francisco Luis
Bernárdez (1900 - 1978)
Por lo desconocida y por lo bella,
por lo profunda y por lo desolada,
esta noche, Señor, es como aquella
que te sirvió de cuna y de posada.
Esta dulce mirada de doncella
con que mira la noche abandonada
es la mirada de la misma estrella
que presenció en silencio tu llegada.
Este dolor es el dolor del hombre
que a pesar de sufrir tuvo confianza
en el advenimiento de tu Nombre.
Estos ojos, Señor, son como aquellos
ojos que no perdieron la esperanza
de que vinieras a llorar por ellos.
¡VAMOS
JUNTOS AL PESEBRE, A DEPONER NUESTRAS RIVALIDADES!
Lucila González de Chaves
Todos
¡juntos! guiados por la luz de un noble y urgente deseo y con la humildad y el
arrepentimiento como presentes, vamos al encuentro de la conmemoración de este
extraordinario acontecimiento, ocurrido en Belén hace más de dos mil años;
celebremos jubilosamente el origen de la historia de nuestra salvación.
Este Dios-Niño,
hijo de Dios-Padre, Príncipe de nuestros corazones, lleva siglos acompañando a
la humanidad, e instándola a que aprenda amar, a que alcance la paz interior y
la capacidad de convivencia, que son el único comienzo y el exclusivo camino de
la verdadera paz en las familias, en la sociedad, en nuestro país, en los
gobiernos, en el mundo entero.
Lleva más
dos mil años cumpliendo su promesa de amarnos y perdonarnos; pero no ha sido
posible que aprendamos de Él. Y lo más doloroso: gobernantes y gobernados vamos
dejando atrás y en el olvido, la nobleza de vivir para redimir, lo que el gran
Niño del pesebre, con su nacimiento, constituyó como historia y mandato.
La historia
existencial ha cambiado; hoy se cimienta en incumplir y manchar la palabra, el
juramento, el mandato, la obligación de cuidar la patria; nos anima el perverso
sentimiento de ver en los ciudadanos a seres extraños, a desconfiar de todos
ellos y, por ende, a convertirlos en enemigos.
Cada
diciembre los colombianos, cargados con todo el daño que hemos hecho, con los
engaños, la corrupción, recorriendo un camino cada vez más resbaladizo y
tomando un rumbo sin luz ni guía…; con toda esa carga a cuestas, hacemos
promesas, nos decimos palabritas tranquizadoras, nos damos regalitos impulsados
por el amor familiar, el amor de amigos, de vecinos, de jefes, de subalternos…
¿Qué hemos
logrado? ¿Sí ha sido el Mandamiento del Amor el centro de nuestra vida, el
semillero de una paz que consiste en ponerles limpieza al alma, seriedad a las
palabras, respeto al compromiso, honestidad a la promesa, firmeza a la
obligación?
Nos hemos
anestesiado con todos los aconteceres porque el cerebro no procesa, ya, más
noticias escandalosas, perversas y fabricadas, muchas veces, a costa de
silencios sabios y de la rectitud de comportamientos que pueden ser salvadores;
nos vigorizamos con aspavientos, algarabías, hechos irreverentes y asesinos del
pudor, del honor, de las promesas para defender la majestad de la patria, lo
sagrado de los hogares, el juramento profesional, el respeto a los bienes, el
obligatorio cuidado y protección moral de los niños, que son nuestra
prolongación en el tiempo.
Cada año,
cada día, Colombia tiene para mostrar violaciones, corrupción, llanto, dolores,
atropellos morales, familiares, económicos; y, luego, nos sentimos redimidos,
simplemente negando nuestra responsabilidad y culpabilidad, o utilizando
deportivamente la palabra “perdón”, ya tan manoseada y por ello, tan falta de
significación.
Se mata, se
engaña, se viola, se atropella y, luego… el fulano, el doctor, el funcionario,
el dirigente, la empresa, la institución…, el que tenga el turno, sale a decir:
“pido perdón”. Y, ¡ya está!
Cedo la
palabra a un escritor-autoridad en sabiduría, espiritualidad y limpieza y
dignidad: el sacerdote carmelita, Hernando Uribe Carvajal, quien, alguna vez,
escribió estas reflexiones sobre “LA PAZ”.
Esa paz que
nace en el pesebre, que los ángeles y los pastores ensalzan y glorifican, pero
que, pasando los tiempos, el ser humano olvida, enloda, le cambia su sentido y
la manipula como quiere. Dice el sacerdote:
“(…). La
paz no es una cosa que puedo encontrar en algún lugar. La paz va conmigo a
dondequiera que voy”.
“Me detengo
a preguntarme quién soy, de dónde vengo y a dónde me encamino”.
“Me
sorprendo de mí mismo, y mi sorpresa crece al constatar que yo soy la paz, lo
que busco por todas partes con afán”.
“Mi
interioridad se manifiesta en cada gesto mío”.
“Miro mi
rostro, mis ademanes; estoy mirando la paz, lo que soy, esa maravilla de
unidad, pasmosa en su complejidad, armonía de cuerpo y alma, de cerebro y
corazón”.
“La paz,
[…] nace en mi interioridad. Cuanto más tiempo le dedico, más descubro la
maravilla que es”.
“San Juan de la Cruz me enseña a llevarlo todo con
igualdad tranquila y pacífica, y a alegrarme en todo por no perder la paz, y así, ponerle remedio
conveniente a toda adversidad haciendo de la armonía el tesoro del corazón.
[…].
“Vivo
haciendo la paz conmigo; vives haciendo la paz contigo; vivimos haciendo la paz
con nosotros. Coincidimos”.
“La coincidencia
es fruto de un juego lleno de inteligencia y corazón, regalo de la Divinidad”.
“La
paz que somos llena la atmósfera que respiramos”.
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