Cultural
PERIÓDICO EL MUNDO DE MEDELLÍN
Doña Lucila González de Chaves, the masterful teacher of the
language
Doña Lucila González de Chaves, la gran maestra del idioma
En su blog en la Internet, doña Lucila González de Chaves
hace comentarios y apuntes para el correcto uso del castellano. En su página
web se pueden descargar documentos sobre el mismo tema.
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Ilustración
Mateo Camargo / EL MUNDO
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El lunes 23 de abril de 2012, contando con la gentileza de la
Cámara de Comercio de Medellín, respondimos al llamado amoroso de María Cecilia
Estrada B. para celebrar a doña Lucila, que es lo mismo que decir, celebrar el
idioma castellano (nombre más elegante, a mi juicio, que el de español).
Mi asombro fue mayúsculo cuando una a una se fueron
presentando las personas que asistieron al acto, pues cada una representaba una
institución, ya literaria, ya poética, ya musical, ya artística, en fin, cada
persona era un delegado. Las muestras de cariño, abundantes y diáfanas, sin
zalamerías, sin voces oficiales, resultaron conmovedoras.
Para rematar, el espléndido Coro del Centro de Sistemas
de Antioquia,
Censa, conformado por una muchachada hermosa y un joven director enamorado de
su arte, juntaron música y poesía para hacer del corazón de Lucila González y
de todos quienes estábamos presentes un solo pozo de añoranzas.
Para quien esto escribe, doña Lucila es el paradigma viviente
de un idioma vivo, hermoso y dúctil como nuestro español. Esta vez, como buena
maestra, tampoco desaprovechó la oportunidad para enseñarnos, y las preguntas
que iba formulando un auditorio ansioso y feliz, fueron contestadas una a una,
con la sencillez, la precisión y la maestría de quien ama y sabe lo que está
diciendo. Entonces nos soltó una sentencia, tan cierta como su corazón de
maestra: “El idioma siempre será un adolescente”.
A mi sentido abrazo de su alumno que fui en la distancia de
mi lejano pueblo, donde leía con gozo su columna hebdomadaria de nombre
“Funcionalidad del idioma”, ella respondió recomendando la lectura de un texto
que escribí sobre ella, y que hoy es época de recordar:
“Poco sabemos de su vida después
de tantos años -dice el joven poeta español José Luis Ferris, en su bello texto
‘El elogio de la maestra’-, pero a veces se produce el milagro del reencuentro
al cruzar una calle, al salir del cine o al entrar en un gran almacén. Sucede
que la vemos allí, frente a nosotros, convencidos de que pasará de largo, que
esquivará nuestra presencia cuando estemos cerca, que jamás nos reconocerá
entre la multitud; pero ella se detiene, se detiene y nos mira con ojos de
adivinación, se ilumina de pronto, pronuncia nuestro nombre y nos abraza con
ese viejo calor que habíamos olvidado.
Caemos entonces en la cuenta de que también nosotros
habitamos en ella, que el niño que dejamos de ser aún corre feliz por la
galería de su alma”.
Su vida
Nacida en Medellín, pero llevada a Titiribí desde muy corta
edad, por una de esas jugadas definitivas del destino, vivió allí la infancia,
en la tierra de su admirado poeta Jorge Montoya Toro, al cuidado de
los siempre añorados abuelos y de la tía Maruja Restrepo, a la sazón maestra
del pueblo.
Sus estudios primarios transcurrieron en ese municipio,
matizados por la tranquilidad y el recogimiento que ofrecían antaño los pueblos
de Antioquia, sumado esto al cariño de los abuelos y
la tutela de la maestra.
Entonces llegó la pasión por la lectura. Esa pasión que ha
transformado vidas y hermoseado existencias.
La niña Lucila González (¡todavía no era de Chaves!) creció
devorando libros y leyendo de todo (como le sucediera a nuestro querido maestro
Carrasquilla). Y así, saliendo apenas de la adolescencia, ya había descubierto
el estro arrollador de poetas como Rubén Darío, Federico García Lorca, Amado
Nervo, Juan Ramón Jiménez, Leopoldo Lugones, José Asunción Silva y Rafael
Pombo; conocido los estremecimientos íntimos y fieros de Barba Jacob; la
epopeya narrada por José Eustasio Rivera y los pensamientos largamente
elaborados de Schopenhauer, Víctor Hugo o Dostoievski.
A esa altura de la vida, con 16 escasos años, la jovencita
Lucila González se halla en Medellín, matriculada en el Instituto Central
Femenino, cursando la carrera de Normalista con la clara vocación de maestra y
el amor por la literatura acompañando sus sueños más íntimos, como sucedió con
la Nobel Gabriela Mistral y la combativa y bella Alfonsina Storni.
Y llegó al oficio de maestra; hermoso y duro oficio que
desempeñó con amor y constancia primero en Amagá, Titiribí y Rionegro y más
tarde en Medellín, específicamente en la Institución donde se educó y en la
Universidad Pontificia Bolivariana.
Su magisterio, fortalecido siempre por la vocación y
embellecido por las letras, fue alternado con seminarios, conferencias y cursos
dictados con cariño a estudiantes, profesores, periodistas, ejecutivos y
universitarios.
Su trabajo
Su estudio permanente y su afán por preservar el idioma, le
dieron la sabiduría y la paciencia necesarias para sostener durante mucho
tiempo su reconocida y añorada columna dominical “Funcionalidad del idioma”.
Generaciones completas de estudiantes aprendimos con su bien
diseñada serie “Español y literatura”, libros didácticos para la enseñanza
básica y media. En “Funcionalidad del idioma”, recogió con paciencia y cuidado
las sabias orientaciones de sus columnas periodísticas; en “Un momento para el
idioma”, rescató sus frecuentes conferencias radiales, verdaderos tratados de
pedagogía, del buen hablar y escribir y no pocos consejos para maestros y
noveles escritores.
De su mano fecunda, su estudio permanente y su amor por el
idioma salieron libros tan entrañables y útiles como el titulado “Gramática y
Estilística desde A hasta Z”, una guía sencilla y versátil, ya que en él se
ubican los conceptos en riguroso orden alfabético mediante su índice analítico
de materias y referencias. Este texto, a la altura de Amado Alonso o Gonzalo
Martín Vivaldi, es de consulta obligada para estudiosos del idioma, periodistas
y escritores que de verdad sientan la necesidad y el gusto por el uso impecable
del idioma.
Recorriendo el difícil pero delicioso camino de las letras,
conocí una tarde, hace ya buenos años, a doña Lucila. Compartíamos mesa de
conferencistas con el poeta Hernando García Mejía. Yo estaba recorriendo el
camino sembrado de palabras que ella me enseñó, cuando aún era muy joven y no
tenía ni la más remota esperanza de conocerla.
Aunque nunca la tuve como maestra en clase, al conocerla, la
reconocí mi maestra y esbocé una sonrisa de niño, como cuando Gabo recibió el
Premio Nobel, y acordándose de Rosa Fergusson, su primera maestra, pronunció su
nombre y ensanchó la sonrisa como un niño feliz.
Sé que “somos un pueblo fácil para el olvido”, como dijo
alguna vez mi maestro Manuel Mejía Vallejo, pero también sé que a maestras como
Lucila González de Chaves no se les puede ni se les debe olvidar.
Iván de J. Guzmán;
columnista del periódico El Mundo
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Fragmento
“¿Creen ustedes que el escritor nace? Esa es la creencia
general, pero dicha afirmación carece de sentido y de veracidad. Se afirma que
la condición de escritor está fuera de la voluntad y de la determinación de los
seres humanos, y no se tiene en cuenta que la mayoría de los escritores se han
formado a sí mismos. Se puede tener una vocación innata o talento natural, gran
imaginación, facilidad de pensamiento, claridad de ideas, capacidad para crear
y escribir; pero, todo esto no basta, puesto que se requiere un largo proceso
de estudio, de perfeccionamiento y disciplina, para poder expresarse
correctamente por medio de la palabra escrita”.
Lucila González de Chaves.
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