miércoles, 7 de septiembre de 2016

SIMONE DE BEAUVOIR, A TREINTA AÑOS DE SU MUERTE




SIMONE DE BEAUVOIR, FILÓSOFA Y FEMINISTA

Lucila González de Chaves
Lugore55@gmail.com

Esta destacada francesa (1908 – 1986) brilló como escritora, maestra, filósofa, periodista, crítica y ensayista. Nació en París, en una familia cristiana. Pocas mujeres influyeron tanto en los cambios socioculturales del siglo XX como ella.
Sus convicciones fueron fuertes y promovió abiertamente la igualdad de derechos y condiciones entre el hombre y la mujer. Sus obras dan cuenta de sus observaciones y exploraciones en torno a los dilemas presentados por  la libertad social e individual.
“La historia de los años treinta (1930) es la historia de un período de crítica social, de realismo y activismo, de radicalización de las actitudes políticas y de la convicción cada vez más extendida de que solo una solución radical puede servir de algo”. (Arnold Hauser).
Mientras Simone de Beauvoir estudiaba filosofía en la Universidad de la Sorbona conoció a Jean-Paul Sartre, a quien la unió una relación afectiva e intelectual. Él sería, pasados unos años, uno de los pensadores más importantes del siglo XX.
A esta destacada autora de novelas, biografías, ensayos políticos, sociales y filosóficos, la historia literaria la cataloga como gran representante del existencialismo y creadora del feminismo con su obra  El segundo sexo. Este libro fue su consagración literaria en 1949. Su publicación causó gran escándalo y fue objeto de debates literarios y filosóficos, se convirtió en el marco teórico esencial para las reflexiones de los fundadores del movimiento de liberación de la mujer.
El capítulo dedicado a la maternidad y al aborto, equiparado al homicidio, fue la mayor fuente de escándalo. Beauvoir sostenía que el matrimonio era una institución burguesa repugnante.
Con la obra  Los Mandarines  ganó el Premio Goncourt; es un libro sobre la posguerra. (Segunda Guerra Mundial).
En 1958 empezó a escribir su autobiografía, en la que describe el mundo burgués de París en que creció, sus prejuicios, sus tradiciones degradantes. Relata su relación con Jean Paul Sartre, considerándola como un éxito total.
En 1964 publicó el libro  Una muerte muy dulce en el cual relata la muerte de su madre. Al leer este corto texto, uno encuentra a una mujer en la que aún perdura el nexo familiar. Se preocupa por su madre enferma, la atiende, la acompaña en el hospital, se angustia un poco por las desacertadas relaciones con ella en el pasado. De las reflexiones agudas y punzantes y del dolor íntimo impregnado, a veces,  de indiferencia, la libera la muerte de la anciana.
Según Sartre, es su mejor escrito.
En 1981 publica  La ceremonia del adiós, un año después de la muerte de su compañero Sartre. Relata los últimos diez años de vida con él, y termina con esta reflexión:
“Su muerte nos separa. Mi muerte no nos reunirá. Así es; ya es demasiado bello que nuestras vidas hayan podido juntarse durante tanto tiempo”.
Su libro La fuerza de las cosas explica su negativa al matrimonio, propuesta hecha por Sartre; ella dice:
“No pensé en aceptar aquella propuesta…. El matrimonio multiplica por dos las obligaciones familiares y todas las faenas sociales…El afán de preservar mi propia independencia  pesó mucho en mi decisión; me habría parecido artificial buscar en la ausencia una libertad que con toda sinceridad, solamente podía encontrar en mi cabeza y en mi corazón”.
Sin embargo, el lazo que los unía era tan fuerte que ella pudo decir al encontrar en su vida a Sartre: “Era la primera vez en la vida que yo me sentía intelectualmente dominada por alguno”.
La vejez  es un libro ubicado en “la situación de la ancianidad en el imaginario occidental”, y critica su marginación y ocultamiento. Un hecho que repite la familia y la sociedad, a diario, con los viejos: hay que marginarlos; hay que ocultarlos.
En  La invitada  narra algunos de sus amores especiales, y reflexiona sobre las posibilidades de la reciprocidad.
Memorias de una joven formal, es un libro que relata cómo fue criada por una madre religiosa; cómo perdió la fe cristiana a los catorce años de edad, y su emancipación de su familia y sus valores burgueses.
La mujer rota  es un libro que impresiona:
La primera expresión que abre el libro y que interroga, es: “¿Mi reloj se ha detenido?”; eso ya es la señal de la sensación que ha de acompañarnos en este primer relato de Simone de Beauvoir: el tiempo se ha detenido… se aquietó…, es que la descripción de cosas, de sentimientos, de recuerdos es lenta, o no transcurre.
Otras claves para entender al personaje: “¡Qué fastidio todas esas cantinelas sobre la incomunicación! Si uno quiere comunicarse, mal que bien lo logra. No con todo el mundo, pero sí con dos o tres personas”.
Y las dualidades y paradojas que acosan a esta mujer – creo – se condensan en lo que ella describe como la vida en pareja: “Una larga vida con risas, lágrimas, cóleras, abrazos, confesiones, silencios, impulsos, y a veces parece que el tiempo no hubiera pasado…”
En este primer relato, “La edad de la discreción”,  la remembranza hace que  todos los sentidos entren en acción. Presenta diferentes estados de la mujer tales como:
La mujer jubilada: “La viejita renquea… con sus mechas tiradas hacia atrás…”. “¡Qué placer vivir sin consigna, sin apremio! En ocasiones, el estupor me gana. Me acuerdo de mi primer puesto, mi primera clase… entonces el día de la jubilación me parecía irreal como la muerte misma. Y he aquí que ha llegado… atravesé otras líneas… esta tiene la rigidez de una cortina de hierro”.
La mujer derrotada es el típico caso de la madre posesiva que cree que no hay más futuro para su hijo que el de seguir las huellas de su madre. Además, debe  soportar, al mismo tiempo, la llegada de su jubilación y el matrimonio de su hijo, con una mujer que ella, su madre, no eligió.
Y es  derrotada porque las eternas preguntas sin respuesta y las innumerables dudas no la dejan gustar la vida. Es derrotada por ser: intransigente, desconfiada, insegura.
En el segundo relato, la autora lo llama “Monólogo”…, podríamos cambiarle el título…. Este segundo espacio narrativo nos muestra a una mujer arrinconada (desatendida, olvidada). A las gentes y a las cosas, ella las ve asquerosas, inmundas.
Asquear, arruinar, hacer pedazos, dopar, cochinos, sexo, jeta, zaparrastrosos (zarrapastrosos), imbécil, roñosa, atorrantes…ese es el vocabulario de esta mujer arrinconada,  y la literatura de la autora, correspondiente a estas situaciones zarrapastrosas está a la altura de dicho vocabulario, hasta los signos ortográficos están trastocados como el mismo personaje, ajeno a lo que es la autoestima. Es una literatura patética, naturalista, despiadada.
Cincuenta y nueve veces utiliza,  esta mujer arrinconada, la palabra “harta”. Es cruel. Inconcebible lo que dice y siente, pensando en el millón de niños masacrados.
El tercero y último relato,  “La mujer rota”, nos enfrenta con una mujer traicionada. Un relato en el que predomina la manipulación, el cinismo, la pusilanimidad.
Hay un marido que engaña… y engaña a su mujer. Y una mujer que ¡a sabiendas! se deja… y se deja… y se deja engañar.
Y para ella,  “la mujer rota”, todo es como en un laboratorio; todo lo consiente: observa, piensa, deduce y escribe un diario.

Muchas de las producciones de Simone de Beauvoir son una alucinante mezcla de pesadillas y realidad; pero la realidad también es pesadilla… ¿cómo separar una cosa de otra?, ¿cómo hace el lector para no sentirse atrapado por tan extrañas, dolientes y pesadas realidades, que… ¡son pesadillas!
¿Será exagerado decir, que mucha parte de sus escritos son intimistas? ¿Qué todo lo que ve, oye y dice  tiene la impronta de su doloroso mundo interior?
Con varios intelectuales franceses, Simone de Beauvoir fundó la revista “Los tiempos modernos” para difundir la corriente existencialista a través de la literatura contemporánea.
En el año 2008 se creó en su honor el  “Premio Simone de Beauvoir por la Libertad de la Mujeres”.