lunes, 22 de febrero de 2016

EMPLEO DE LOS VOCABLOS SINÓNIMOS



UNA MIRADA AL IDIOMA

Lucila González de Chaves

¿ES ÚTIL Y NECESARIO UN DICCIONARIO DE SINÓNIMOS?


He leído en la prensa  que la escritura y la lectura (en los estudiantes) es “pobre y mediocre”. Y asevera el periodista: “no saben escribir un ensayo; tienen una mala ortografía; carecen de competencias (aptitudes) en comprensión de lectura”. Más adelante, nos habla de las veintitrés mil palabras empleadas en el Quijote y las escasas cinco mil que usamos.
Muy buenas las reflexiones si no fueran tan globalizantes. Una crítica, buena o mala, generalizada apunta a perder credibilidad.
El secreto de toda buena lectura, de toda excelente escritura, incluyendo el ensayo, no es la cantidad de vocabulario sino la CALIDAD Y SU EMPLEO. Comprender una idea, entender una lectura, solucionar un problema empiezan por conocer, entender, estudiar y saber manejar LA PALABRA. La semántica y la ortografía y la etimología son necesarias, pero hay que poner atención a la sinonimia, dado que lo que el lenguaje exige es claridad, precisión y propiedad.
“La  sinonimia es la ciencia del idioma, la filosofía del uso; una filosofía que podría estar en todas las mentes, pero que no tiene una fórmula clara en ningún libro”.
 En la escritura y en la lectura se nos atraviesan vocablos como: mandato y orden; sabio y erudito; marcha, jornada. Y empezamos a dudar cuál vocablo emplear que dé  precisión, claridad al texto. Notamos que nos hace falta el diccionario de sinónimos; no palabras sinónimas en lista; sino un verdadero diccionario que explique  seriamente la forma y el sentido del vocablo, el espacio preciso en donde debe usarse.
Ejemplos tomados de un buen diccionario de sinónimos:

1. Abogado; letrado; jurisconsulto; jurista. (Sinónimos)

Abogado: el profesional llamado para un asunto, advocatus, quiere decir patrono, defensor. El abogado debe ser probo, diligente para defender mi causa.
Letrado: hombre de ciencia; lo necesito para que me instruya en un asunto que no comprendo. Debe ser estudioso, investigador.
Jurisconsulto: hombre de consejo, es decir, de consulta. Necesito que me dirija en la defensa de mi derecho. Debe ser prudente.
Jurista: profesional versado en la erudición del derecho y en la crítica de los códigos, según los principios de la filosofía y de la moral. Debe ser erudito.

2. Segregar, separar  (sinónimos)

Segregar:  Lo que se segrega se arranca.
Separar:  Lo que se separa se aleja.
Lo segregado está incompleto, pierde su identidad. Lo separado no pierde la identidad absoluta que tenía antes de unirse.

3. Auge, apogeo  (sinónimos)

Auge, según su etimología latina, quiere decir aumentar, crecer. (La fama que tenemos de malos lectores está en auge).
Apogeo, según su etimología griega, significa lejos de la tierra, es decir, eminencia, altura. (Quisiéramos que Colombia estuviera en el apogeo de su poder, es decir, que estuviera en la cumbre de su grandeza y de su gloria).

4.  Cálculo, cómputo (sinónimos)

Se calculan el número y la extensión. Se computa el tiempo.
El cálculo es matemático. El cómputo es cronológico.
Decimos cálculo diferencial, pero NO cómputo diferencial.
…..
Es pues, obligatorio estudiar  y conocer CADA PALABRA desde su origen, su función, su escritura, su fonética, el papel que va a desempeñar en la frase, el mensaje que va a llevar desde el codificador hasta el decodificador, sus variantes gramaticales, sus acuerdos y desacuerdos con otras palabras, si queremos saber todo lo demás en relación con el lenguaje: escribir, leer y entender, hablar con propiedad, expresar con claridad los pensamientos, sentimientos.
Leer no es solo vocalizar y juntar palabras como en los primeros años en el hogar y en preescolar; saber  leer en el ciclo básico es no vacilar, no perder el ritmo, no volver atrás, distinguir bien las palabras; pero, casi nunca los alumnos cuentan lo que leyeron, opinan sobre lo leído, así sea sobre la frase : “mi mamá me ama”. Qué contenido es el de esa frase, cómo decirlo de otras maneras. Es ahí donde empieza la comprensión lectora. Así como se explica lo que hay en un dibujo, en un paisaje, también hay que explicar lo que el autor dice en un texto. No repetirlo; es entenderlo y expresar la idea con las propias palabras.





domingo, 7 de febrero de 2016

UN CENTENARIO INADVERTIDO: POETA RUBÉN DARÍO






UN CENTENARIO INADVERTIDO: 



Lucila González de Chaves



 Seis de febrero de 1916, muere el gran poeta universal Rubén Darío. El nicaragüense que dio gloria a las letras americanas con su inagotable creatividad lingüística y su estro inalcanzable.
Febrero, 2016: Poetas y amantes del arte, sus constantes admiradores,  seguimos celebrando y amando su encumbrado espíritu creador.
“Abrojos” y “Rimas” son los libros de adolescencia de Rubén Darío, tenía 19 años y vivía en Chile. ¡Una adolescencia de atormentadores sentimientos encontrados!
Cierta dureza y una dosis de cinismo en los poemas de estos dos libros, no logran ocultar su corazón sensible, solitario, herido; además, pobre y extranjero en una ciudad compleja. Trata de protegerse con sarcasmos y lamentos.
La ternura está oculta detrás de una descaecida sonrisa, y a veces, detrás de un desdén altanero. Por eso expresa en el Prólogo de “Abrojos”:
A Manuel Rodríguez Mendoza (de la redacción de La Época):

“Sí, yo he escrito estos Abrojos /  tras hartas penas y agravios /  ya con la risa en los labios, / ya con el llanto en los ojos. /
……….
Y nacieron mis Abrojos / obra sin luz ni donaire / que al compañero constante / le dedica un fabricante / de castillos en el aire. / Obra  sin luz, es verdad, / pues rebosa amarga pena; / y para toda alma buena / la pena es oscuridad. /
…………….
Y tú, mi buen compañero, / toma el libro; que, en verdad / de poeta y caballero, / con mis Abrojos no hiero / las manos de la amistad”.

 Transcribo algunos poemas de su libro “Abrojos” (son 58 en total):


II
¿Cómo decía usted, amigo mío?
¿Que el amor es un río? No es extraño.
          Es ciertamente un río
que uniéndose al confluente del desvío,
va a perderse en el mar del desengaño.

VII
Al oír sus razones
fueron para aquel necio
mis palabras, sangrientos bofetones;
mis ojos, puñaladas de desprecio.

X
¡Oh, mi adorada niña!
Te diré la verdad:
tus ojos me parecen
brasas tras un cristal;
tus rizos, negro luto;
y tu boca sin par,
la ensangrentada huella
del filo de un puñal.

XXV
¿Dar posada al peregrino?...
A uno di posada ayer;
y hoy, prosiguió su camino
llevándose a mi mujer.

XXX
Mira, no me digas más:
¡que otra palabra como esa
tal vez me pueda matar!

XXXVII
¿Quién es candil de la calle
y oscuridad de su casa?
—Quien halla en aquella flores
y en esta abrojos y lágrimas.

XL
¡Qué bonitos
      los versitos!
      —me decía
      don Julián...
Y aquella frase tenía
del diente del can hidrófobo,
del garfio del alacrán.


XLVII

Soy sabio, soy ateo;
no creo en diablo ni en Dios...
(...pero, si me estoy muriendo
que traigan al confesor).


LVIII
¿Que por qué así? No es muy dulce
la palabra, lo confieso.
Mas, de esa extraña amargura
la explicación está en esto:
después de llorar mil lágrimas
ásperas como el ajenjo,
me alborotó el corazón
la tempestad de mis nervios.
Siguió la risa al gemido,
y a la iracundia el bostezo,
y a la palabra el insulto,
y a la mirada el incendio;
por la puerta de la boca
lanzó su llama el cerebro,
y en aquella noche obscura,
y en aquel fondo tan negro,
con la tempestad del alma
relampagueó el pensamiento,
y les salieron espinas
a las flores de mis versos.

LIII
Me tienes lástima, ¿no?...
Y yo quisiera una soga
para echártela al pescuezo
y colgarte de una horca,
porque eres un buen sujeto,
una excelente persona
con mucha envidia en el alma
y mucha baba en la boca.