jueves, 7 de noviembre de 2013

RECOMENDACIONES DE LA REAL ACADEMIA ESPAÑOLA

1. Al recordarnos los nombres de las letras de nuestro idioma:

Q - cu

K - ka

V - uve

W - uve doble,  ve doble, doble uve, doble ve, doble u 

   (Los señores de la Academia tuvieron en cuenta los nombres que a esta letra se le dan en los países latinos como  México, Colombia, etc.)

2. Desechar definitivamente el nombre de "ere" para la "r"; así como las formas:
    "ceta", "ceda", "zeda"  para la "z"; los únicos nombres válidos para dichas letras son:
     "erre"  y  "zeta".

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PUNTO Y APARTE:  Que la palabra abra puertas y el escuchar con atención genere en los demás simpatía; que la pregunta sea inquietante y la respuesta aclare situaciones.

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viernes, 1 de noviembre de 2013

UN NOVELISTA COLOMBIANO QUE DEJA HUELLA

     FERNANDO SOTO APARICIO:  UN GRAN VALOR DE LAS LETRAS COLOMBIANAS 

                                                                           Lucila González de Chaves


Hace varios años, fue finalista en el concurso por el “Premio Biblioteca Breve”; (Premio que tiene por objetivo dar realce a la joven narrativa de la lengua castellana), con su novela Mundo roto,  y en el  Urriza con Una ventana sobre el infierno. En la misma colección figura su novela El espejo sombrío.  Con la obra Los bienaventurados ganó el Premio “Nova Navis” en 1960.

Soto Aparicio nació en el departamento de Boyacá en 1933, hizo sus estudios primarios en su tierra natal y los completó en Bogotá. Su actividad mental oscila entre la novela, la poesía, el cuento y la crítica literaria. Ha colaborado en varios periódicos  de nuestro país y de España. Fue director de la revista “Cromos”.

Entre sus poemas se destacan: Oración personal a Jesucristo (1959), Tránsito de la doncella (1960), Diámetro del corazón (196, Canto personal a la Libertad (1969).

Con su novela La rebelión de las ratas obtuvo el Premio “Selecciones en Lengua Española. 1962”; premio que la editorial Plaza y Janes de Barcelona otorga anualmente. Otras novelas importantes suyas son: Viaje al pasado, Viva el Ejército (mención en el concurso Casa de las Américas, de Cuba en 1970), El viento oscuro de la cólera, Mientras llueve, El espejo sombrío, Después aparecerá la madrugada, Viaje a la Claridad (con la que conquistó el Premio “Ciudad de Murcia” en España). Y en todas sus obras, afirmamos sin equivocarnos, que Soto Aparicio tiene un gran poderío en el estilo y en el lenguaje. A todo esto se suma su capacidad incomparable de la descripción de lugares, personas y cosas.

La rebelión de las ratas:

Es la disolución de un hogar desarraigado, el de Rudecindo Cristancho, quien abandona el campo, y va con su familia (esposa y dos hijos) a Timbalí para trabajar en la Empresa Carbonífera, en donde cree conseguir dinero y bienestar.
Pero, Rudecindo ignora que son los obreros quienes lo pierden todo frente a la técnica, a la civilización, los que dejan de ser humanos y se convierten en una ficha, en un número, y el hambre y la miseria rondan a sus seres queridos.
Rudecindo no sólo no logra ganar lo suficiente para calmar el hambre, sino que debe trabajar en circunstancias infrahumanas. Además, las desgracias morales penetran a su tugurio. Su hija de quince años es seducida por el tradicional don Juan, que en este pueblo de extranjeros explotadores, es conocido con el sobrenombre de “El Diablo”.
Su hijo de doce años, alienta en su pecho los más negros sentimientos de venganza, de rencor.
Su esposa muere de hambre y de falta de recursos contra la enfermedad que la acosa; y por último, pierde Cristancho su propia vida en la revolución de los mineros que piden pan, justicia y mejores salarios.

Esta novela es un diario que lleva el autor. Los hechos suceden entre el 10 y el 29 de febrero, y los acontecimientos de cada día conforman cada capítulo (no llevan ningún título, sino que van separados entre sí por la fecha acordada).

Hay vigor y hay dramatismo en la narración. El autor no omite ningún detalle al presentar la miseria y el único refugio que les queda a estas pobres “ratas”: el alcohol, y todas las desgracias que les acarrea, la falta de sensibilidad social de los patronos a quienes no les importan los problemas y las angustias de sus trabajadores.

Esta novela es un “Yo acuso”·de ciertas circunstancias muy comunes en las que se encuentra el pueblo colombiano. Gentes atraídas por la propaganda, dejan sus campos, sus sembrados, la paz de sus modestas viviendas, y se van a las ciudades en donde van a carecer de abrigo, de pan, de protección.

El espejo sombrío:

Fernando Soto Aparicio sigue en esta novela la técnica más moderna. Aunque el personaje, en apariencia, sea uno solo, en realidad es múltiple. El factor tiempo está supeditado a la poesía, insuperable en su lirismo, en sus imágenes literarias.
 En doce horas de tiempo físico se vive no sólo una, sino muchas vidas, no sólo una, sino muchas angustias, presentadas en la novela con una crudeza absoluta, la que se salva gracias a la musicalidad de la prosa. Allí están las situaciones conflictivas de las universidades de Colombia; allí, los estudiantes con su rebeldía, con su fuerza, con su idealismo y su deseo de sacrificio, que llenan las paredes con avisos subversivos; pero, están otros que estudian, que perseveran y se salvan. Las acusaciones tremendas y directas que hace el autor, son golpes contra el caparazón de hipocresía detrás del cual las heridas de la patria y de sus gentes crecen y crecen.
Un estudiante de derecho de veinte años, Alberto Franco, vive una vida de desajustes a causa de dos sentimientos encontrados: el deseo de venganza contra don Gabriel Castillo por el asesinato de su padre, cuando el muchacho tenía sólo trece años; y el profundo amor por la hija del asesino Castillo. Su vida  -la de Franco-  se mide por la obsesión de su venganza.
A través de ocho partes  -que el autor llama “círculos” a la manera de Dante-  el autor va revelando las distintas facetas del conflicto, el sórdido pasado de violencia y asesinato que encadena la conciencia de su personaje, cegándolo para el amor, haciéndolo vivir sólo para la elaboración de su venganza.
A pesar de lo existencial del tema, la novela se desenvuelve en forma lírica. El autor se deja llevar por su capacidad poética, y diluye en ella lo tremendista del asunto, el aullido de las pasiones, los rasgos psicológicos.

Mientras llueve:

Una novela insólita y apasionante. Es el problema del corazón que cobra vida en una prosa vigorosa, tersa y valiente. El amor es el motor que mueve una vida, no el fantasma que acobarda un espíritu. Por eso, la palabra se hace poesía desde el inicio de la novela. La protagonista, Celina, es al mismo tiempo la narradora, puesto que la novela se desenvuelve mediante un diario que ésta lleva. Fernando es el hombre a quien Celina amó siempre, pero un desgraciado matrimonio los separa; el esposo se suicida y acusan a Celina de asesinato, por lo que es condenada a veinticuatro años de cárcel.
Fernando vive su propia vida, realiza un matrimonio, conquista renombre como escritor, y una noche descubre a Celina en un Café de Bogotá. Desde entonces pierde la paz; la busca, y anhela saber de su vida. ¿Se fugó de la cárcel? ¿La perdonaron?  Al final, sabe que vive en el Barrio Martín Pérez.
Una noche, cae un torrencial aguacero y Fernando corre a buscar a Celina para librarla de la inundación. Cuando llega, encuentra que ella se ha quitado la vida, y en uno de los cajones encuentra el “Diario” y, mientras llueve, él lo lee. Se entera, entonces, de todo: de la Celina inocente, de la estrategia del viejo esposo para vengarse de ella, de su permanente amor por Fernando, de la fuga de la cárcel, de las experiencias vivenciales que la acosaron desde la tarde aquella en que abandonó El Llano: el amor, la lujuria, la angustia, la frustración, el deseo, hasta llegar a convertirse en una prostituta.
Celina muere invocando estas palabras: “Para suicidarme es necesario haber perdido por completo la fe”.

Después aparecerá la madrugada:

Es una novela documento, una obra objetiva, inspirada en temas de violencia y de guerrillas, relacionados con la actualidad sociológica y política de los países latinoamericanos. Se mezclan en ella el tremendismo y la ternura, la poesía y la realidad. Su personaje central es Clara Vicenta; a través de ella y sus peripecias conocemos los lujosos barrios de Bogotá y la humillante miseria de los barrios que la rodean; es el patético contraste que siempre han vivido nuestras ciudades colombianas: la prostitución temprana, el hambre, la enfermedad, la indiferencia ante la muerte, la suciedad, el dolor, la indiferencia…
Y, para describir todo esto, el autor tiene un dominio asombroso. Es, tal vez el autor, el mejor representante en la narración del realismo social que en nuestro país es un eterno dolor y una eterna herida. Por ello, nos sentimos hermanos del tan sufrido y doliente personaje, que termina su lacerada existencia en los prostíbulos de la capital, Clara Vicenta.
Uno de los críticos de Soto Aparicio afirma que: “la belleza incomparable de la obra Después aparecerá la madrugada, radica en su contenido, como la expresión lírica y brutal de uno de los más amargos problemas sociales que afronta nuestro país: el de los grupos marginados, el de los hombres olvidados de Dios y  del destino, el de los seres con hambre y sed de justicia y solidaridad humana”.

Solamente la vida:

Esta novela es un bello ramillete de cuadros en los cuales el tema tiene muchas veces la simplicidad (no simpleza) de la auténtica poesía; basta leer  “Dimensión de la noche” en donde lo lírico va punteando lo tremendo del acontecer:
“Un camino es como el horizonte, como alma insondable entre la que quisiéramos sumergir los ojos de nuestra imaginación para descubrir ignorados panoramas. Sigue el camino blanco, de tiza, en la pizarra negra de la noche”. Diferencia con la descripción, pero no menos bella.
El niño ve caer muerto a su padre y queda solo en la inmensidad de la noche. El autor-poeta escribe: “Todavía es bello el paisaje. Pero, ya trágicamente bello. El mismo canto de las cigarras parece una oración fúnebre por el hombre. El río es un rumor de rezo que adormece lentamente al niño, cansado de llorar sobre el cuerpo caído. La sangre derramada se va tornando oscura y se confunde pronto con la sombra. El niño alza la cabeza y llama. Grita. Nadie viene… La noche lo rodea como un abrazo trémulo de compasión y de ternura”.
En este libro también hay cuadros picarescos como “El tullido”. Aquel ya célebre “tullido”, de esos que “andan” de pueblo en pueblo pidiendo limosna.
Hay cuadros introspectivos como “La libreta de taquigrafía”. Dice: “En las cuatrocientas noches de tu ausencia he recorrido sus páginas, una por una. Tienen la forma de mis dedos de tanto acariciarlas. La letra es caprichosa, porque tu pulso temblaba al escribir ese ignorado y maravilloso diario de tu espíritu”.
Hay también cuadros tremendamente irónicos como “Un hombre de porvenir” en el que duele la situación de un artista frustrado por lo prosaico de la vida matrimonial.
Hay desolación y ruina en “La heredad recuperada”, pero también voluntad de lucha: trabajar, rehacer, volver a crear para poseer: “Nosotros haremos como ellas (las florecillas que el campesino contempla entre las ruinas de su parcela). Señor nuestro, volveremos a crecer entre lo que nos dejaron”.
Este pequeño pero precioso libro –dice un crítico- “tiene un aliento realista que despierta el interés humano apuntalado por una técnica hábil de suspenso”.